Partida Rol por web

Su joven compañero acertó al señalar su posición, pero el agresor continuó huyendo a un sitio en el que no podían seguirle en auto. Peter se bajó del coche. John hizo lo mismo.

-Alto, deténgase- dijo emprendiendo él también la carrera. Arma en mano. Si veía algo sospechoso, no dudaría en usar el arma. En el maizal no habrían civiles a los que herir si había un tiroteo. Aunque estaba en menos forma que sus compañeros. lo suyo eran los perfiles y los detalles, más que la acción.

De noche, en un maizal, rodeados de altos tallos y con el corto alcance que les proporcionaban sus linternas, la persecución se había convertido en un infierno. Debían fiarse más de su oído que de su vista siguiendo el sonido de los maizales que agitaba el asesino a su paso.

De vez en cuando salían a algún pasillo entre maizales y podían ver la figura del sospechoso más allá, corriendo sin parar, moviéndose con una agilidad y una rapidez que parecían sobrehumanas. Y justo cada vez que creían darle alcance, la figura les daba esquinazo. En esas circunstancias era tremendamente difícil orientarse. El viento aullaba con fiereza, lo cual era extraño pues la noche les había parecido tranquila antes y no recordaban que hubiese viento antes de empezar la persecución.

Las mazorcas y las hojas golpean a Peter mientras corre como un galgo campo a través. Por un momento se plantea dispararle en una pierna para frenarle, pero tampoco ve un blanco claro para ello. Así que sólo sigue corriendo, decidido a no perder a su presa, tenía que atraparle antes de que se desvaneciera en la noche. Oye el sonido del viento y aunque en algún rincón remoto de su cabeza eso queda registrado como una anomalía extraña, no le impide seguir con su cometido, correr hasta alcanzar al asesino.

Salina salió corriendo con sus compañeros en persecución del asesino, angustiada por la escena de ver a la sheriff en aquél estado...y eso que no llegó a verla de cerca. Cuando llegaron al maizal, dudó durante un instante sobre si lo mejor era rodear el maizal con el coche, e intentar atrapar al asesino a la salida del mismo. No tardó en desestimarla: No conocía Ashville lo suficiente como para no perderse, y menos aún sin saber la dirección exacta que llevaba el asesino. Si la sheriff estuviera con ellos, pensó con una mueca de dolor, al percatarse de que nunca más podría ayudarles con el caso. 

Esos fúnebres pensamientos no le evitaban correr detrás del asesino, pero cuando se empezó a escuchar el sonido del viento, redujo la marcha un momento. Quiso avisar a sus compañeros de lo que pensaba que era, pero como estaban dispersos, tuvo que gritar para hacerse oír.

-¡Creo que nos estamos acercando a un molino de viento!¡Estad atentos, puede que no esté solo!

Al pensar ella misma en lo ciega que era la persecución, se reprendió a sí misma por no haber pensado en hacer lo más lógico. Llamó a emergencias, para avisar del asesinato, para poner de aviso sobre la persecución, y de paso para preguntar si había algún molino en Ashville.

No creo que el viejo loco haya podido correr así...pero sigo pensando que hay algo sospechoso en él. ¿Será un cómplice? 

Después de un largo y angustioso rato corriendo a ciegas, agotados y muy perdidos, dejaron de ver al sospechoso. Ya no escuchaban a los tallos de maíz agitarse a su paso, ni tampoco sus pisadas ni ninguna pista de hacía donde había podido ir. El sospechoso probablemente ya estaría muy lejos de allí. Habían estado a punto de cazarle, pero una vez más, había escapado.

Se encontraban en mitad de los maizales. Rodeados por todas partes y sin tener muy clara la dirección en la que se estaban dirigiendo, ni dónde estaban exactamente. Ashville era un pueblo de maizales, averiguar en cual estaban era tarea imposible. Tal vez si regresaran a la carretera lograrían orientarse.

-¡Mierda!- dijo el agente, claramente afectado al ver como una vez más el asesino les dejaba en ridículo.

Pateó una de las mazorcas caídas y suspiró antes de volver a hablar.

-No tiene sentido seguir aquí, debemos orientarnos para decidir nuestros próximos pasos- se podía deducir mucha frustración en sus palabras- Debemos volver a la carretera.

Al regresar a la carretera se percatan de que están dentro de la propiedad de Martin Hill, la persecución les había llevado hasta allí. Una vez más las pistas apuntan en esa dirección, pero es imposible que aquel viejo demacrado que habían conocido pudiera correr a semejante velocidad.

Decidieron adentrarse en la granja para investigar. Al hacerlo se percataron de un detalle muy extraño: el espantapájaros que guarda los cultivos elevado por encima de los tallos, parece mecerse suavemente en la noche a causa del viento.

Sólo que no hay viento.

Peter se caga en los muertos del asesino y su maldita velocidad, que le ha superado de calle. Y él creía que eso no era fácil. Reniega por lo bajo durante un buen rato más mientras recupera el aliento tras la carrera de obstáculos campo a través por el maizal. Camina por la propiedad con la ira aún dominándole. Entonces se queda mirando el espantapájaros y como se mece al viento inexistente. Cabreado consigo mismo todavía por haber perdido a su presa, saca su arma de la funda y apunta hacia el pecho del monigote de paja. Da igual si es o no algo, al menos podrá descargar su frustración...

Martin Hill. Todo le apuntaba a él. Odiaba a los fallecidos y no se lo imaginaba llorando sus muertes. Su actitud por otro lado era agresiva y maníaca. ¿Por qué entonces John no creía que fuera él el asesino? El viejo no encajaba en su perfil, además del móvil, el asesino parecía inteligente, metódico, y muy ágil. Hill no parecía tener nada de eso. Aunque empezaba a pensar que sí podría ser un cómplice directo de esos asesinatos.

Pero los pensamientos se le escaparon cuando vio moverse al espantapájaros. Además de que Peter sacó el arma.

-Quieto- dijo en susurro- debemos actuar con cuidado. Aunque esto esté vacío es una propiedad privada, no podemos disparar si no es necesario.

No eran pistoleros ni podían dejarse llevar por el pánico. Él odiaba más que nadie al asesino, y quería acabar con él. Pero debían actuar según el protocolo. Claro que una parte de él quería hacer caso omiso a su propio consejo y prepararse para lo peor. Incluso desenfundó su arma y su dedo rozaba el gatillo muy de cerca.

-Más vale que baje de ahí- dijo a una distancia prudencial. Teniendo en cuenta que quizá le estaba hablando a su imaginación. Sin embargo, estaba seguro de que un muñeco no se movería solo.

Nadie respondió a las ordenes de Dwight, y tampoco volvieron a sentir que aquel muñeco se moviera. Podría haber sido un efecto óptico. Pero, ¿todos habían visto el mismo efecto óptico?. Tomando todas las precauciones posibles y con mucho cuidado se acercaron hasta el espantapájaros y alumbraron al muñeco con las linternas. Tenía un agujero redondo en las viejas ropas que vestía. Pero había muchos más, la ropa estaba muy vieja y sucia, no se podía estar seguro al cien por cien pero parecían agujeros de bala.

Sin embargo el cuerpo de paja no tenía agujero.

-Yo digo que disparemos primero y preguntemos después- dice Peter para romper el silencio sepulcral que envuelve el ambiente que rodea al grupo de agentes. El maldito misterio del espantapájaros es otro giro más en el laberinto indescifrable de asesinatos que rodea a este pueblo. Cada vez están más perdidos y más hundidos en él.

-Pe... ro si disparamos, alertaremos a quien sea que esté por aquí. Y aún no creo en los mosntruos.

Aunque, por qué no, pensó. No fue muy tajante al decir que no, como si esperase que Peter hiciera ese disparo. Claro que nunca podría admitir que él también tenía miedo.

-¡Piip Piip Piip!. 

El móvil del agente Dwight empezó a sonar de golpe provocándoles a todos un paro cardíaco. Era el sonido de un mensaje de texto. Cuando se recuperaron del susto les pareció terriblemente curioso que los teléfonos no funcionaran normalmente por culpa de la falta de cobertura en la mayor parte del pueblo y que fueran a hacerlo justo en aquel preciso momento.

El mensaje en cuestión se había enviado una media hora antes pero por culpa de la cobertura no había llegado hasta entonces. Más o menos a la misma hora en que la sheriff había sido asesinada, cuando ellos empezaron la persecución del sospechoso que les llevó hasta allí.

Era un mensaje del director adjunto del FBI diciéndoles que Arthur D. Lewis dice tener información relevante para la resolución del caso, y que solo se la daría al detective Dwight y su grupo en persona.

Peter estaba concentrado en el espantapájaros. Tenso, acariciaba suavemente con el dedo el gatillo, a punto de disparar. Y casi lo hace de verdad con el sobresalto del sonido inesperado del móvil de su jefe. El joven estaba seguro de que ninguno tenía cobertura suficiente en ese culo del mundo... Tras leer su jefe el mensaje, espera la decisión de éste. De reojo sigue observando al puto espantapájaros.

-Jefe, ¿de verdad podemos creernos algo de ese bastardo?- gruñe, aún tenso de toda la noche.

-Joder- no pudo evitar decir cuando su móvil sonó indicando un mensaje.

Las noticias no eran una cura para aquella noche de locos, pues ese bastardo sacaba de John su peor lado. Él supo desde el principio que  estaba metido de alguna forma en esta ola de asesinatos. Pero la sensación de que quería jugar con ellos no dejaba de fastidiarle.

-Supongo que solo quiere tocarnos las narices.

Miró el paisaje oscuro y siniestro que les rodeaba, no pudiendo evitar una cierta mirada al espantapájaros que tanto llamaba la atención de Peter.

-Pero no tenemos nada, casi pillamos a ese asesino pero aquí no parece haber nada. Me apetece bien poco jugar a sus juegos, pero estoy seguro de que sabe algo.

Y si alguien era capaz de sacarle algo a ese hombre era él mismo, o eso quería creer. Aunque le fastidiaba dejar el pueblo cuando habían estado a punto de cazarlo, y más sabiendo que los asesinatos iban a seguir.

-¿Pues a qué estamos esperando? -Preguntó el hombretón negro. -Vayamos a ver a ese genio del crimen, y larguémonos de aquí cuanto antes. Ese puto espantapájaros ha logrado que manche mis calzoncillos cuando ha sonado el móvil.

Jules sentía curiosidad científica por estudiar de cerca al famoso Arthur Lewis, el asesino que tanta reputación tenía y que tantos quebraderos de cabeza había provocado. Era una pena que tuviera que hacerlo estando todavía vivo, pues le hubiera encantado diseccionar su cerebro y estudiarlo en su laboratorio forense. Jules hubiera preferido que Lewis se encontrara en el corredor de la muerte en lugar de en un psiquiátrico.

Con la sensación de que quizá el asesino seguía en la zona, pero sin la certeza ni los medios necesarios como para perder tiempo buscándolo, decidió dejar el lugar, a pesar suyo.

-Me apetece bien poco volver a ver a ese cabrón, pero no hay otra opción. Vayamos ahora mismo.