Partida Rol por web

Incredulos despues de escuchar las revelaciones de Kieran, los 3 se encuentran de improviso volando en una remolino de chispas y luz, que los deposita de vuelta en su dormitorio, con su forma infantil. 

Cuando todo deja de girar, notan que llevan en sus manos una piedra cristalina, la cual emite un fulgor comparable al de una estrella caida del cielo. 

Todavía estoy intentando asimilar lo que nos han revelado.

- Maldito Michael... - pienso malhumorado.

Miro a mis primos intentando averiguar que piensan.

- Si lo que nos han dicho es cierto tenemos que hacer algo. - digo. ¿Como detenemos a Michael? - pregunto.

Sorprendido miro a mi alrededor, comprobando que todo esté en su sitio.

¿Pero, qué podemos hacer? Los adultos nunca nos creerán...

Me quedé callada, reflexionando sobre lo que había dicho aquel ser.
- Pero...cómo...¿por qué iba a querer Michael matarnos? Es...horrible.

No es que hubiésemos pasado mucho tiempo con nuestro primo, pero no pensaba que pudiera llegar a ser tan...retorcido. O mejor dicho :malvado.

-No puede ser verdad que nos haya querido...matar. - Me quedé reflexionando. La mujer había dicho algo sobre poderes que podían crear cosas en ese mundo, pero no nos había dicho si nosotros podíamos tener también ese poder...

- ¿No podríamos volver?

Cogí entre mis manos aquel colgante y lo observé. Ese cristal junto con la magia de Kieran les había llevado de vuelta a casa. ¿Cómo? ¿Conectaba los dos mundos? ¿Amplificaba sus poderes? ¿O se trataba de aquella piedra de luz que necesitaban para sus amuletos? En tal caso aquello debía protegerles en este mundo contra los darklings. Se puso de pie de un salto.

- ¡Chicos! ¡Tenemos que ir a la biblioteca! ¡Tenemos que encontrar un darkling y ver de qué son capaces estos cristales! No sabemos qué son pero quizá... ¡vamos!
Corrí hacia la puerta sin esperar a que los chicos me siguieran.

Me encojo de hombros y sigo a Gabriela.

- No tenemos nada que perder. - pienso.

Gabriela y Arthur corrieron sin perder tiempo rumbo a la biblioteca, abriendo las puertas de golpe y encontrandose con un estupefacto Michael sentado en la alfombra, mientras leia un grueso tomo. La pequeña y deforme figura de una criatura monstruosa que se encontraba sentada frente a su primo gruño y se evaporo en un parpadeo, dejandolos solos.

- ¡P-pero..:! ¡Esto no es posible, se supone que usted...! - alcanzo a decir Michael, antes de cerrar la boca y ponerse de pie.  

- ¿Sorprendido primo? - le pregunto.

- ¿Quien era ese con el que hablabas?

- N-no se de que hablas. ¿Cual "ese"? Como ves, aqui no hay nadie mas ademas de nosotros... - replico Michael, retrocediendo con la espalda contra el librero y buscando algo con la mirada alrededor. 

- Lo sabes bien. - le respondo señalandolo.

- Por favor primo, apartate de la librería. - prosigo. No quiero hacerte daño pero lo haré si no me dejas otra opción.

Me escabullí por debajo del escritorio y lo rodeé, avanzando hasta la librería mientras Michael miraba con una mezcla de miedo y estupefacción a sus dos primos.

- ¿NOSOTROS QUÉ MICHAEL? -le espeté, levantándome del suelo y arrastrando la silla del escritorio para poder subirme a ella y buscar al ser que había desaparecido o molestar, como había hecho hace no mucho, a un darkling.

- ¿No has mentido ya suficiente? ¿De qué va esto? - Me subí a la silla mientras palpaba los estantes. - Arthur, Sebastian, yo le cogería antes de que llame a sus amigos y tengamos un problema.

- ¿Ah, con que eso haran? ¿Golpearme? ¿Hacerme daño? ¿Sujetarme? Bueno, intentenlo. Asi tendre razones para gritar y que mis padres los echen de aqui, junto con el resto de su familia - los desafio Michael, retirandose de la estanteria para acercarse hacia la puerta, observando la inutil busqueda de Gabriella de aquella criatura oscura.

- No lo hallaran. Solo aparecen cuando quieren hacerlo. O... cuando yo los necesito... - musito Michael.

En ese instante, las puertas de la biblioteca se cerraron desde afuera con un golpe y las luces disminuyeron de intensidad, a medida que la oscuridad emergia, como una nube, del interior de su primo, trayendo consigo a los darklings.

- ¡Acaben con ellos! ¡Matenlos! ¡Que no quede nada de sus cuerpos! - ordeno Michael, irreconocible, con las pupilas y el iris completamente negros, duros y brillantes, como dos placas de metal.

Sonrío sabedor de que soy mejor, mucho mejor, con cualquier actividad física y eso evidentemente incluía las peleas así que me lanzo a por él aprovechando que las puertas están cerradas por fuera.

- Michael es mío. - digo llegando hasta él mientras descargo un puñetazo directo a su cara.

Asiento tras el comentario de Arthur y, aunque bastante asustado, me encaro con los darklins con la intención de distraerles mientras Arthur se encargaba de espabilar a Michael.

Arthur se lanza confiadamente hacia su primo con la intencion de golpearlo en el rosto. Despues de todo, siempre habia sido mas atletico y mejor con los puños que Michael. Por eso, fue mayor la sorpresa cuando Michael esquiva su puñetazo moviendo el rostro hacia un lado, antes de asestar un solido puñetazo en el estomago a Arthur, que lo hace retroceder incredulo y doblandose por el dolor.   

Mientras Gabriella y Sebastian observan como Arthur recibe un inesperado puñetazo en la boca del estomago, las criaturas se arrojan sobre ambos y los derriban al suelo, sujetando sus muñecas y piernas, listos para desgarrarlos con sus afiladas zarpas.

Pero por suerte, una de las piedras luminosas que les diera Kieran sale de los bolsillos de uno de ellos, brillando como un sol a mediodia y causando que las criaturas se desvanezcan con un aullido de dolor, mientras Michael se cubre los ojos y regresa a la normalidad. 

- ¿Chicos? ¿Esta todo bien? Oi ruidos extraños. ¿Que estan haciendo? - exclama la madre de Michael, entrando en la biblioteca y descubriendo a Gabriella y Sebastian en el suelo, asustados tras estar tan cerca de haber muerto y a Arthur todavia doliendose, tocandose el estomago con ambas manos.

Sin decir nada, Michael sale corriendo de la habitacion, llevandose una mano dentro de su sueter, a la altura del pecho, donde parece sujetar una especie de disco redondo.  

- Maldita sea. - digo intentando recobrar el aire que se me había escapado de los pulmones.

- Si, todo está bien. - respondo a mi tía.

Como puedo salgo tras Michael intentando alcanzarlo.

Como puedo me incorporo, aún temblando del susto.

- Na...nada tía. Sólo jugamos. Haremos menos ruido, ¡lo prometo!

Me incorporé y le tendí la mano a Sebastian para ayudarle a incorporarse. Luego salí corriendo en pos de mis dos primos.

- ¿Niños? ¡Hey! ¿Pero que pasa aqui? - quiso saber su tia, mientras Gabriella y Arthur corrian en pos de Michael, bajando por las escaleras hasta la planta baja.