Partida Rol por web

El viejo Lynch dio un buen trago a su pequeña petaca y frunció el ceño mientras examinaba a Von Heizinger obrar su magia con todo el decoro del que era capaz dada la sensible ubicación de la herida.

—Putos salvajes esos indios… Casi estropean esas maravillas de Dios. —dijo lanzando un ya icónico esputo a un miserable matorral que aguardaba por allí mientras se santiguaba ante la visión de los encantos de la señorita Deck, preguntándose si el Señor reclamaría su alma esa noche.

Lo cierto es que Lynch, bajo su punto de vista, solo había hecho una sutil observación médica. En efecto, Danna Deck había sufrido una terrible y profunda herida en el pecho, a la altura de la clavícula derecha. La hoja del hacha no era demasiado ancha, pero estaba diseñada para arrojarse a una distancia corta y hundirse en la carne. Danna había tenido la enorme fortuna de que el austríaco estuviese cerca, aunque la cicatriz sería marca indeleble de la casa Deck hasta alcanzar el descanso eterno.

—Eh, doctor… ¿Vivirá un día más? —preguntó Lynch entrecerrando un ojo.

Von Heizinger, afanado a su misión salvadora, ni desvió la mirada de la espantosa herida mientras pasaba una aguja por el fuego y se disponía a coser.

—En lo que a mí respecta, esta mujer ha tenido una prrrroverrrrrbial fortuna. La hoja ha dañado el músculo, pero no ha corrrtado ninguna arrrteria y no ha llegado al hueso. Vivirrrá. Pero aún no ha pasado lo peorrr. La herida podrrría infectársele. Aquí tengo material parrra hacer unas curas de emerrrgensia, pero no le vendrrría mal reposar en una cama.

Von Heizinger se pasó dos dedos por su indómito mostacho sumido a todas luces en una elucubración de todo punto invasiva.

—Hmmmmm… Terrrrminarrré las curasión y procederrré a llevar a Frau Deck a mi carromato con su inestimable ayuda, amigos, ¿ja? El viaje a Deadwood concluirá pronto, ¿no es así, Herr Lynch?

Lynch dio otro trago a la petaca.

—Aaaaaah… Hum, así es, Doc. Ya no falta mucho. Voy a buscar a la señorita McFarlane y a asegurarme de que el señor Fletcher y familia se encuentran bien antes de proseguir la marcha en unas horas. Diablos de indios...

El guía se puso en marcha con diligencia, reparando por un instante en el destrozo que Darius había hecho con sus propias manos.

—Mi negro amigo, eres todo un demonio de ébano, ¿eh? _{Jesús, María y José… Qué carnicería...}

Darius levantó al fin la vista de aquel espectáculo de sangre que tenía debajo. Vio los imperturbables ojos de Marston mirando a la víctima, perdidos en ella o, quizá, en una inmensidad detrás de ella. Vio a Maddie reaparecer de entre la espesura, abrazar a su padre y empezar a curarlo. Fue en ese momento que Darius recordó sus propias heridas. Se las miró. Se pondría bien. Sólo necesitaría una cura y descansar.

Se fijó, sin embargo, en que Doc estaba tratando a Danna Deck, quien a juzgar por las palabras de Doc había quedado malherida, pero sobreviviría para contarlo. Miró a Malone casi de reojo, tratando de escudriñar su gesto ante la caída de su compañera de viaje.

No respondió a Lynch ante su comentario, sino que le dijo, mientras se volvía a poner en pie:

—No sería buena idea aguardar mucho tiempo a reanudar la marcha. Esos indios podrían reorganizarse y lanzar otro ataque en cualquier momento. Ya habrá oportunidad de descansar en Deadwood.

Después, buscó algo de agua con la que limpiarse la ensangrentada cara y las manos. Una vez que lo hizo, se sentó de nuevo junto al fuego, cerca de la joven Maddie, mientras se llevaba una mano al tajo que le había hecho el indio en el torso. Miró a la niña.

—Maddie. Haz caso a tu padre. Lo has hecho bien. Eres una buena chica.

Esbozó una sonrisa, un poco torcida por el ligero dolor de la herida.

—Esa sopa… Esa sopa que nos diste antes, ¿qué llevaba? Juraría que me siento más fuerte después de haberla comido. ¿Además de todo sabes hacer potingues mágicos? Pensé que Doc era el único capaz de eso. Eres una caja de sorpresas, chiquilla. Una cajita de sorpresas.

Las lágrimas habían dejado un rastro en las sucias mejillas de Madison, una marca que desaparecería con facilidad pero que dejaría un recuerdo indeleble en la joven. Esta vez nadie había muerto y ella lo sentía como un milagro. La noche se había revelado aterradora y sus sombras plagadas de peligros. Se dejó abrazar por su padrastro agradecida por el calor de la cercanía y la protección que ofrecían sus brazos. 

Las palabras de Darius consiguieron arrancarle una tímida sonrisa, aunque se sentía cohibida. Había visto el odio y la rabia reflejados en su rostro mientras aplastaba a aquel indio. Madison intentaba pasar por alto la existencia de aquella masa sanguinolenta que en otro tiempo había sido un hombre en mitad de su campamento, aunque su presencia resultaba dolorosamente evidente. Al final mientras veía la muerte cernir sus alas negras sobre el desdichado había comprendido que no se trataba de un demonio. El rostro de Darius iluminado por las llamas de la hoguera se le había antojado incompatible con el hombre amable con el que había conversado tranquilamente en lo que ahora le parecía otra vida. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba herido hasta entonces. Un resorte pareció activarse en ella. 

— ¡Darius, estás herido! —La joven se acercó al hombre y con ojo experto examinó la herida para después comenzar a limpiarla y curarla. — Tal vez el señor Von Heizinger quiera aceptarme como su aprendiz una vez lleguemos a Deadwood. Ha salvado a la señorita Deck. Debe de ser cierto que puede hacer magia. Siento tanto haber huido antes. Darius, vi algo. Cuando miré esa piedra vi algo horrible. Algo maligno. Y después nos atacaron. Yo... 

Madison fue incapaz de concluir la frase. ¿Qué podía decir? ¿Que tenía miedo? ¿Que aquella piedra estaba maldita? ¿Que deberían destruirla? Sus ojos volaron tras la figura de Jake Marston que se aproximaba al hombre que lo había empezado todo. Lentamente la joven se puso en pie y dio un par de pasos en su dirección aferrándose las manos. Quería gritarle a su padrastro que se detuviera, pero la voz no le salía del cuerpo. Dio otros dos pasos en aquella dirección. Su instinto le gritaba que debían alejarse de la piedra y de aquel hombre. El primer paso para ser valiente es querer ser valiente se repetía mientras inconscientemente se aproximaba como a una sombra a su padrastro. 

Maverick no se separaba de Dana y del médico, se mantenía en tensión a pesar de que el ataque había terminado ya. Sin embargo, no relajó la tensión hasta que el médico no confirmó que Deck viviría. Escuchaba de fondo los comentarios de Lynch, aunque su mirada no se apartaba de su compañera. 

- Gracias - acertó a decir como respuesta al comentario, aunque su carácter taciturno se relajó un poco al comprobar el estado de su compañera. Lo que hizo que se acercara a donde los suministros y cogiera una botella de Whiskey, echando un largo trago y pasándosela a Danna a continuación... - Creo que todos merecemos un brindis... - Dijo, para volver su mirada hacía aquel extraño objeto durante un momento aprovechando que muchos estaban bebiendo. había que pensar que hacer con aquello... por él, lo dejaría allí mismo, pues estaba claro que sólo traía problemas y Malone se bastaba y se sobraba para que los problemas le alcanzasen. 

Al comprobar que Marston se acercaba al tipo, Maverick decidió seguirle con la mirada, mientras se acuclillaba junto a Deck. Viendo al bastardo que había traído la desgracia al campamento podía suponer que ni siquiera estaba vivo. Pero observaría lo que pretendían hacer con aquel objeto, que a pesar de no creer en esas cosas, Malone pensaba que estaba maldito. - ¿Qué haremos con esa cosa? - preguntó desde su posición cercana a Deck donde le sujetaba la mano para tratar de infundirle ánimos. 

Morir para volver a la vida. Eso era lo que hacía Danna gracias a la presencia del doctor von Heizinger. El arma del indio había sido certera, quebrando su piel y carne, cercenando parte de su músculo y provocando que un manantial de sangre se filtrara por el suelo. No tardó en perder la consciencia, quedando tan pálida como el cadáver andante que era el hombre desconocido, aquel augurio que portaba la piedra que le llevó a una maldita ensoñación.

Todo fue oscuro durante un tiempo indeterminado. Deck escuchaba voces de fondo, lejanas mientras sus oídos no dejaban de pitar. Hablaban de ella, preguntaban si viviría, mientras la voz extranjera de su salvador indicaba la buena fortuna de la fémina tenía. Estaba claro que salía de esa situación, aunque a Danna en ese preciso instante nada le importaba, dejándose llevar por una duermevela cautivadora, tan acomodada que se negaba a abrir los ojos. Sentía paz.

En un instante determinado sintió una presencia, un olor conocido y que le transmitía calma. Era Maverick Malone. No hacía falta palabras para que intuyese que estaba a su lado, acompañándola, velando por su seguridad. Si habían sobrevivido al ataque era por él, o al menos eso pensaba la mujer aún dentro de su estupor. Malone, el tipo más rápido y habilidoso con las pistolas que podía haber encontrado en su camino, un hombre con quien parecía comprenderse, teniendo ambos un humor y complicidad que les unía de manera única. Sintió la necesidad de abrir los ojos y alternar con él, evitar que se preocupase.

- Eres tan malo disparando que me aburriste... Por eso me dormí - Dijo la mujer en un intento de parodiar la situación, algo que debió alegrar a Malone, pues se movió presto para coger una botella de whisky y darle un generoso trago, pasando aquel brebaje a Danna, la cual se permitió dar un par de buenos sorbos al licor, sintiendo como éste caía cálido por sus entrañar - Aún tienes que aprender modales, M.M. Las damas beben primero. ¿Ves? Por eso mismo no encuentras esposa.... 

Su compañero se centraba en la piedra que había traído la desgracia al campamento. Era momento de que ambos tomaran una determinación para con el objeto.

- Es una piedra hermosa, pero me da miedo. Lo mejor sería tenerla lejos de nosotros, alejarnos de ella. ¿Enterrarla quizás? - Fue la sugerencia de Danna Deck, alguien quien de por naturaleza, tendía a ser desconfiada.

Darius observó la preocupación de Maddie por su herida con una sonrisa en la cara. Dejó que la muchachita limpiara su herida y la escuchó mientras lo hacía.

—No tienes que pedir perdón, Maddie —le dijo, todavía con esa sonrisa en la cara—. No has huido, te has puesto a resguardo. Y has hecho bien, chiquilla. Hay que saber cuándo enfrentar el peligro y cuando esquivarlo. Pero, si quieres aprender a pelear, yo te puedo enseñar. Doc te puede enseñar a hacer su magia y yo te puedo enseñar a defenderte... aunque, para disparar, tu padre seguro que te enseñará mejor.

Y terminó sus palabras con un guiño para la muchachita. Después, observó a Maddie acercándose al hombre de la piedra, siguiendo a su padre. Se levantó y la tomó suavemente del hombro para detenerla.

—No te acerques. No eres la única que vio algo maligno en esa piedra... Tiene algo poderoso... y peligroso.

Aceptó el trago que Malone le ofrecía, en silencio, y se lo agradeció con un asentimiento de cabeza. Escuchó a la señorita Deck, que había vuelto a la conciencia y decía que debían enterrar esa piedra. Ella también debía haber visto algo, como Maddie y como él.

—Me preocupa más la vida del hombre que la piedra. Doc, ¿puede salvarlo? Además, él quizá pueda darnos alguna respuesta sobre esa... piedra, o cosa. O lo que sea. Pero enterrarla no suena mal.

El austríaco agitó lentamente su índice frente al lacónico pistolero antes de que llegase a ofrecer un lingotazo de whisky a su paciente.

—Ah-Ah-Ah. Nada de alcohol para la dama, Herr Malone. La señorita Deck prrrrecisa de descanso y una dieta equilibrada rica en magnesio para reponerrrrse. Porrr sierto, verrrdaderamente absurrrrda su habilidad con la artillería, mein herr. Un dominio extraorrrdinario del rifle y una no menos porrrrtentosa perisia con el revólver. Se diría que dispone de una excelente formación militarrr. ¿Estoy en lo sierto? ¿Ja? —preguntó dicharachero para animar a Malone mientras terminaba de suturar a la señorita Deck.

—Ijiji... Se «durmió», dise. ¡Jijijijijiji! ¡Es usted una mujerrr muy diverrrrtida, señorita Deck! ¡Jijiji! —rio el doctor mientras le tocaba con una carantoña la punta de la nariz con su índice. —Anímese, querrrida. Su momento no ha llegado aún.

Tras concluir la intervención, Von Heizinger comenzó a limpiarse las manos solo para comprobar que Maddie llamaba su atención. Darius parecía haber sufrido algún que otro corte durante la escaramuza. Desde luego, su oponente había salido muchísimo peor parado.

—Aaaaah, el temible Darius DeQuinn... Mal asunto enfrentarle en las distancias cortas, ¿sabe, señorita Maddox? ¡Jijijiji! —dijo muy sonriente mientras examinaba las heridas de su negro socio. —Hmmm... Hay un feo corte en el abdomen, sí. Dejará sicatriz. Una más para la colección, ¿no es así, lieben Freund?

@Darius: —Me preocupa más la vida del hombre que la piedra. Doc, ¿puede salvarlo? Además, él quizá pueda darnos alguna respuesta sobre esa... piedra, o cosa. O lo que sea. Pero enterrarla no suena mal.

Von Heizinger comprobó que Marston estaba a punto a abordar al desconocido, a lo que se limitó contestar.

—Bueno... Solo hay una manera de averiguarlo. —concluyó con cierto halo enigmático.

Marston caminó hacia el hombre moribundo con su diestra acariciando de un modo nada disimulado la empuñadura nacarada de su Colt. Calibró al hombre con una mirada felina, valorando hasta qué punto acabar con su vida era un acto de villanía... o de piedad. Sin embargo, Jake Marston no estaba preparado para lo que sucedió a continuación.

El infeliz, sus heridas faciales convertidas ya en costra, alzó su mirada febril y se permitió una sonrisa vagamente sarcástica.

—¿Qué pinta tiene...? —preguntó a Marston.

El vaquero no tuvo ni la más remota idea de qué contestar cuando el desconocido apartó sus temblorosas manos de su pecho.

La piedra, la que palpitaba y brillaba con vetas violáceas, como si de venas internas se tratasen de un corazón de oscura y pulida roca madre, estaba hundida en el pecho de aquel bastardo anónimo como si de un cuchillo atravesando manteca se tratase.

Los ojos de Marston se abrieron de par en par, brillando con el matiz púrpura que vomitaba el fragmento de roca. Lo demás, fue un acto reflejo.

¡BLAM!

A quemarropa, el disparo destrozó el pecho de aquel miserable sin nombre. La piedra dejó de latir. La luz violeta dejó de brillar. El tipo estaba muerto. Lo que no hicieron las flechas que decoraban su espalda o los cortes que maquillaban su rostro lo había terminado de hacer un Colt.

¿Justicia poética?

Marston se dio cuenta de que no había respirado durante más de un minuto y boqueó en busca de aire.

Se dijo a sí mismo que había hecho lo que tenía que hacer. Proteger a Maddie. Guardó su arma y caminó en silencio hacia la espesura, perdiéndose en la oscuridad, anhelando soledad. No se le volvió a ver hasta unas horas después. Fue él el que se encargó de enterrar el cuerpo de aquel maltrecho e intrigante enigma humano con un trozo de roca alojado en el costillar.

La marcha hacia Deadwood comenzó al amanecer, mucho más silenciosa que la del día anterior.

Atrás dejaron un túmulo con el cuerpo yerto del desconocido.

El túmulo no tardaría en quedar vacío.

Y cuando lo hizo, el renqueante ser que emergió de él habló para sí mismo en una lengua ignota que venía a decir algo así como...

—¡Menudo viaje infernal, chico! —exclamó con voz ronca y gutural. Miró al cielo de Dakota del Sur, un cielo gris que amenazaba tormenta. —Perdóname, Padre, pues voy a pecar... Mujujujujuuuu...

- Eres tan malo disparando que me aburriste... Por eso me dormí - 

Con una sonrisa en el rostro ante el comentario de la mujer, Malone con fingida tristeza miró al doctor - Herr Doctor, ha perdido la cabeza, habrá que sacrificarla como un caballo cojo - dijo con una amplia sonrisa tranquilizado por saber que su compañera se recuperaría. Cuando el doctor especificó que no podría beber, apartó la botella de su compañera - Ordenes del médico... - Aunque no entendía que podría tener de malo el Whiskey. Luego se agachó para permanecer junto a ella. 

Ante los comentarios sobre su habilidad de disparo por parte del doctor simplemente sonrió y asintió - Así es - Dijo ante el comentario de que debía tener formación militar. La mentira surgía con facilidad en sus labios a estas alturas. Nunca había sentido ese tipo de lealtad por los políticos ni los ricos. Luego después de unos segundos afirmó mirando al médico - Muchas gracias Doctor... le debo una - 

La situación con la piedra sería complicada, ni se molestó en sorprenderse cuando Marston mató de un tiro a aquel infeliz... 

Malone, continuó el viaje, cerca de Deck, pensando que lo peor ya había pasado y que nada de lo que deparase el resto de su vida, sería peor que lo vivido aquella noche...