Partida Rol por web

Poco a poco se van despertando y al hacerlo, notan que se

encuentran en un lugar totalmente desconocido y claramente tenebroso.

La pequeña habitacion en donde se encuentran es de apenas de unos 12 metros de largo y 20 metros de ancho, no tiene muebles ni objetos de ningun tipo y la unica iluminacion es esa extraña ventana por la que entra luz artificial incandecente.

Gracias a esa luz, pueden ver que hay una puerta cerrada en el extremo contrario a la ventana dentro de la habitacion, pero no tiene ningun tipo de cerradura o picaporte...

La ventana tampoco parece ser una posible salida, tiene barrotes hechos de lo que parece ser algun metal reforzado, probablemente acero.

Se sienten confundidos ¿y como no estarlo? La situacion no es para nada agradable ni entendible.

Pero lo peor de todo, es que se sienten extraños, como si algo les faltara...

La oscuridad. Tan acogedora sino fuera por los flashes de la escena que me puso en este estado. Mi Sire, el extraño, los gángsters. Oscuridad y rabia. Todo se vuelve rojo y mi inmóvil cuerpo grita "venganza"...pero aun siento la madera en mi carne. De repente, la cadena desaparece.

Poco a poco, a la vez que Febo se hunde en el mar hasta el próximo día, la conciencia vuelve lentamente a mi cuerpo. Una rabiosa furia que va inundando cada extremidad de mi cuerpo hasta hacerlos responder. Llega a mi garganta, soltando un alarido primal que desgarra la oscuridad. - AHHHAAHHHAAAAHHHHHH!!!!!!!!! -Mis ojos se abren, rojos, a la habitación. Me encuentro de acostado sobre mi espalda, y no soy el único allí.

De un momento a otro el interior de la capilla se tiñó de negro y se fue desvaneciendo. Luego hubo silencio y otra vez las cosas se aclararon. Otra vez estaban esos dos asesinos ahí amenazando a aquél médico. Parecían no prestarle atención en absoluto, así que aprovecho para cobrarse lo que les tenía jurado desde que les encontrara en aquél sombrío callejón. Cuchillo en mano les atacó por la espalda con rabia asesina, ellos ni siquiera se perturbaron cuando Ángel les abrió la garganta de lado a lado a cada uno, ni aún cuando les apuñaló en el suelo hasta teñirse completamente de rojo sangre. Luego se puso de pie y se acercó al sujeto del delantal. Quería verlo bien de cerca para asegurase de que no fuera otro sicario de Los Jefes. Para su sorpresa al acercarse el desgraciado estalló en llamas las cuales lo alcanzaron y comenzaron a devorarle. Antes de caer consumido por ellas recordó la manera similar en que había conocido a su sire. Luego todo fue tinieblas nuevamente...

Al despertar finalmente contempló incrédulo su cuerpo intacto. Se puso de pie libre de quemaduras para darse cuenta que estaba rodeado de gente. Lo habían atrapado finalmente, luego de décadas de arreglárselas para escapar. Los demás parecían también prisioneros de los Jefes, compañeros de celda.

Se acercó como extraviado a la ventana para sujetarse de los barrotes. Con todas sus fuerzas intentó en vano arracarlos de la pared. Finalmente pareció resignarse, aquellas cosas no cederían tan fácilmente. Se alejó entonces medio metro y comenzó a darles patadas, cada vez con mayor vehemencia y sin dar muestras de ir a detenerse hasta que el acero cediera o bien su pierna se le cayera en el intento.

- HIJOS DE PUTA!- Gritaba desaforado mientras sus piernas surcaban el aire y castigaban la ventana una y otra vez. Y la muy desgraciada parecía resistirse estoicamente, eso de todas formas no le desanimó para nada. Tenía toda la eternidad para seguir intentandolo...

Natalia abrió los ojos con una violencia que jamás nadie, ni en mil años de vida, podría haber presagiado de sólo mirar su rostro dormido. Su cuerpo yacía recostado, olvidado, al lado de lo que parecía ser una pared. La oscuridad de penumbras se ceñía sobre ella, y sobre su visión, como si también lo hiciera sobre su memoria, que por unos instantes permaneció totalmente en blanco. Instantes donde permaneció ausente de todo recuerdo y de toda fuerza, ausente de todo movimiento. Jamás había experimentado nada parecido, supo inmediatamente, cuando sus dedos se curvaron apenas y a ella le llegó sólo el recuerdo de un miembro dormido. Recuerdos, sí, porque tomó conciencia inmediata de que nada latía y que nada vivía, de lo que era, de quién era, y fue cuando escuchó los gritos.

Se puso de pie de un salto, dando la espalda a la pared, inclinándose. Su cuerpo agazapado, enviando desesperadas alertas, se enfrentó a lo que sus sentidos no habían podido decirle antes. Todo en ella estaba erizado, toda sangre, todo pensamiento, dispuesto a atacar o a defenderse de la violencia que, aún sin poder verla del todo, sabía perfectamente que estaba allí. El cabello le caía hacia adelante y hacía de marco a sus ojos, unos clarísimos ojos verdes que se movían de un lado a otro observándolo todo, atentos a cada instante, a cada cambio, y que brillaban tenuemente gracias a la única luz que se colaba. Así, supo que no estaba sola. Y que estaba encerrada en algo como si fuera un calabozo.

Natalia permaneció quieta, alejada. Sus ojos le hablaron de seis más. Cuatro permanecían inmóviles y dos de ellos habían montado en ira. Uno de ellos incluso arremetía a patadas, golpes e insultos contra los hierros que protegían la ventana. El otro permanecía echado, pero sus ojos estaban abiertos, y un brillo rojizo en ellos delataba que estaba viéndolo todo. Los demás, nada, aún nada. Miró hacia sus costados, y sin sorpresa supo que estaban encerrados. Prisioneros. Peor que esposados. La ira comenzó a latir desde la punta de su cuerpo hasta lo más hondo de su ser. La ira comenzó a apoderarse de ella, de forma salvaje, mucho más salvaje que la del que pegaba a la reja.

Había recordado.

- ¿¡QUÉ HICIERON CON JOAQUÍN?! - gritó, enardecida, y le dio un derechazo a la puerta cerrada que estaba cerca de ella - ¡¡CAGONES!! ¡¡¡HIJOS DE PUTA!!!

Ruido. Voces. Golpes. Gritos. 

Este no es un despertar común ni este es mi refugio. Aún sin abrir el ojo puedo sentir la diferencia, las preguntas se agolpan en mi aturdida mente. No es sólo ¿dónde estoy? sino también ¿cuándo? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Y sobre todo . . . ¿importa algo conocer las respuestas?

Abro el ojo y percibo movimiento a la luz recortada por los barrotes de lo que evidentemente es una celda. Hay otros alrededor y un antiguo instinto me obliga a encogerme en busca de la sombra y la oscuridad.

Sí, importa. Lo decido mientras salgo de las brumas que aún envuelven mi consciencia. Quiero saber. Quiero saber dónde estoy. Por qué estoy aquí. Quién me ha traído. Cuándo me han traído y cuándo es ahora. Cómo me han traído. Qué me han hecho.

Pensándolo bien no me importa demasiado, solo de una forma vaga e imprecisa. Es como una curiosidad morbosa. Me concentro por un instante en mi mismo, siento que hay algo fuera de lugar, algo es distinto y todavía no soy capaz de identificarlo.

Oculto en la penumbra dejo de forzar la vista y me concentro en escuchar, en el sonido que me llega tanto de dentro de la celda como desde fuera.

Luz, una luz más benigna que el flash de luz que se dibujó en su mente cuando la estaca paralizo su corazón. Sentía dolor, si, pero al menos era un dolor sordo proviniente de todas partes de su cuerpo y no esa agonía concentrada sobre la astilla de madera que congelaba su sangre. La bestia había aullado de rabia e impotencia ante el asalto, antes de quedar adormecida por la estaca, y por unos breves y agonizantes instantes Adrián Costas volvió a sentir la calidez de ser humano. La muerte lo había reclamado una vez, y volvió a apagar su chispa cuando la sangre que mantenía su cuerpo en movimiento se estancó.

La bestia despertó durante el día, brevemente, cuando la estaca fué removida, y luego el peso del sol en el cielo volvió a aplastarla, hasta que la tierra giró un poco sobre su eje y la noche se adueñó de Buenos Aires. Entonces despertó, hambrienta, furiosa, reclamando para sí un festin de violencia y sangre. Pero Adrián despertó tras ella y la dominó, poco podía hacer una bestia inexperta contra un intelecto aguzado y un alma aún compasiva. La calidez del alma apaciguó a la bestia con su música, la mente fría le hizo ver que habría otros momentos para sus arranques.

Con la calma llegó la oportunidad de estudiar su entorno, no estaba solo y eso era más que evidente por los gritos e insultos de quienes lo acompañaban. Dos mujeres por sus siluetas, cuatro hombres, uno de ellos evidentemente del clan Nosferatu... y evidentemente el único con la suficiente presencia de mente como para reconocer que la ira no lo llevaría a ningún lado. Como él, esperaba en una esquina, aún quedaba una de la estirpe por despertar, y se podían hacer apuestas acerca de que a que bando se uniría.

Adrián pensó en hablar, pero así como era mala idea dejarse llevar por la ira, convertirse en el foco del frenzy de algunos de los otros parecñia aún peor. En un gesto instintivose subió las solapas de la camisa, su saco estaba ahora en manos de su sire, y de nada le serviría hacer conjeturas acerca de su paradero. No, esperar, aguantar hasta saber quién los quería allí, y por que no había enviado una invitación en lugar de una estaca; eso era lo mejor que podía hacer.

Mateo se sentía aturdido. Después de tanto tiempo dedicado a su fabulosa muestra, toda la situación perturbaba sus sentidos mucho mas de lo que venian haciendo las horribles pesadillas de hace unos días. No le sorprendía el dolor, pero la irrupción intempestiva, la sangre recien vertida y la húmeda brisa que los sobrevolaba  la oscura celda, como un espiritu voyeur silencioso -ejém- impactó su conciencia como una bofetada. Ya no le importaba todo lo que había sucedido, sino qué demonios estaba pasando ahora.

Miró a su alrededor en busca de algo que le resultara familiar. A poco mas de un metro la hermosa mujer llamada Michaella, todavìa inerte ¿Quien es ella? Y donde está su sire? Nota que había otros...algunos más exaltados.

Recorrió su cuerpo con sus manos. Bien, tengo todo lo que necesito.

Se sentò en un rincón de la estancia mirando si sus uñas se habían hecho algún daño mientras que dice...-Propongo que nos calmemos un poco. Si nos hubiesen querido muertos, a estas alturas ya lo estaríamos. Paciencia...ya harán su aparición y sabremos qué es lo que quieren de nosotros...su voz es masculina y acaramelada denotando una seguridad evidente.

Se llevó las manos al corazón y abrió los ojos de golpe, con los colmillos afilados y los iris rojos. Le dolía la boca, de repente sentía que le sangraba las encias y que necesitaba morder algo. Las manos se le crisparon sobre el pecho desnudo, todavía llevaba ese traje de noche que su Sire le había regalado y tenía un escote demasiado generoso, pero eso no importaba. Se le había soltado el moño y una espesa cabellera negra caía sobre sus hombros, únicamente adornados por los tirantes del traje de noche.

- Alexander - se puso en pie como un resorte y buscó con la mirada perdida el rostro de su creador. Las miradas de los presentes (algunos de los presentes), se fijaron en ella, pero ninguna de las miradas era la que ella buscaba y la boca volvió a reclamar sangre. Un gruñido sordo se escapó de su garganta, en su pecho resonó un dolor tan atroz que estuvo a punto de arrancarse el corazón y se volvió sorda al entorno.

 Los últimos recuerdos asaltaron su mente. Una estaca se clavó en su corazón. Lo peor había sido que antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por la Muerte Detinitiva había visto que un mortal trozo de madera había herido a su amado. De repente la pérdida se volvió tan pesada que creyó ser incapaz de levantarse. Pero no lo aceptó. Aquello no había ocurrido, aquello no había pasado, era simplemente un mal sueño. La ira empezó a hervirle en las entrañas, la furia quiso imponerse a su voluntad y el dolor empezó a tomar posesión de su cuerpo.

Reconoció uno solo de los rostros, el de aquel pintor que los había traído hasta allí.

- ¿Dónde estamos? - rugió hacia Mateo. - ¿Qué has hecho con Alexander? - se levantó y se lanzó contra él con los colmillos desnudos, agarrándolo de la perfecta camisa. Nada le importaba más que saber dónde estaba su Sire y todo lo demás le daba igual.

El brusco gesto de la última en despertar provoca un doloroso recuerdo. Muevo la mano hacia mi pecho imitando lentamente el gesto de ella. Movimiento, había movimiento y entonces ocurrió . . . ocurrió algo. ¿Qué ocurrió? No, se lo que ocurrió pero ¿por qué?

Es desconcertante. Ayer mismo yo escuchaba los rumores y noticias. Hoy yo soy el rumor que se transmitirá por las cloacas y no estoy ahí para enterarme. ¿Quién obtendrá más y mejor información? ¿Ellos fuera o yo aquí dentro? Si pudiera sonreír ese pensamiento habría provocado el risueño gesto.

Parece que algunos se conocen pero ninguno me ha hablado antes. ¿Qué hago aquí?

Las rejas se negaron a ceder y al rato detuvo sus ataques más por aburrimiento que por otra cosa. Estaba claro que de esa manera las suelas de sus botas se gastarían mucho antes de que el acero se quebrara bajo sus pies.

- Dejémoslo en un empate ... -Murmuró con fastidio al darle la espalda a esa condenada abertura. Pero justo cuando parecía que el asunto ya estaba resuelto y que Angel se había resignado, sus ojos brillaron nuevamente en la penumbra y una sonrisa traidora se dibujó en su pálido rostro.

- ¡¡¡YIAAAAAAAAAAAAAAHH!!!- Rugió en una nueva y empecinada embestida. Antes de que aquella ventana enrejada tuviera tiempo siquiera de reaccionar , el cainita giró como un relámpago sobre  sí mismo, saltó en el aire y descargó de lleno su pierna derecha sobre  los acerados barrotes. La estructura apenas si le hizo caso al ataque,  limitandose a retumbar violentamente mientras el vástago caía al suelo pesadamente de espaldas.

Eso era todo, tenía que reconocer aunque fuera a regañadientes cuando alguién o algo lo superaba. Derrotado y algo maltrecho por la caída, se arrastró entre maldiciones hacia un rincón de aquella celda. Tenía que reponer fuerzas para luchar en un último e hipotético encuentro contra los carceleros. Tarde o temprano vendrían para controlar la situación, y quizá entonces se daría la oportunidad de una fuga masiva.

-Sueltame la camisa sino quieres que me enoje...dice Mateo con una calma perturbadora mientras Michaella lo mira con los ojos desorbitados, y quita sus manos en un brusco movimiento. -Está hecha con un fabuloso lino traido del Perú...

-Acaso no ves que estoy en la misma celda que tú? Lo último que llegué a ver de tu sire es que le clavaban una estaca en medio de su cuore al igual que tú...pausa. -Y después ese violento gangrel se las agarró conmigo...

Mientras ustedes estan en lo suyo, la puerta que ya todos habian visto tranquilamente se abre haciendo un gran chirrido, comun en las puertas viejas y oxidadas. Por un segundo dio la sensacion de que se habia abierto por la fuerza aplicada por Natalia, pero eso era imposible ya que la puerta se abrio hacia adentro, casi pegandole a la hermosa Cainita.

Ven que que al otro lado hay un largo pasillo iluminado por focos de luz incandecente.

La puerta había cedido finalmente, no tardarían en llegar sus captores para darles el golpe de gracia. Pero él no pensaba morir allí tirado como un infeliz. Ni bien vió una vía libre, se puso de pie y arremetió a la carrera atravesando el umbral opresor y corriendo pasillo arriba. Estaba atento ante posibles emboscadas y planeaba vender muy cara su derrota. Y si bien estaba desarmado, tendría el elemento sorpresa a su favor. Mientras avanzaba se fue desvaneciendo hasta desaparecer a la vista de los ojos menos cautos. Pronto estaría frente a su destino, o mejor dicho, detrás de él para atacarlo a traición por la espalda con uñas, colmillos y rabia.

No me gusta permanecer encerrado, me genera una sensación de impotencia y claustrofobia desagradables. Claro que al menos siento algo aunque sea desagradable. Me cubro con la capucha como tengo por costumbre. Hasta mi llega el perfumado aroma de los que discuten, cuanta delicadeza.

Cuando la puerta comienza a abrirse el chirrido que produce me enerva y me hace reaccionar. Me acuclillo mientras gira sobre los oxidados goznes, listo para saltar como un resorte ante cualquier amenaza, pero nada entra.

¿Una muda invitación a salir? ¿Para ir adónde? Solo hay un modo de saberlo.

Apenas he empezado a moverme en dirección a la puerta cuando otro vástago la atraviesa enloquecido, furioso. Puedo ver que . . . apenas puedo verle. ¿Será cosa de mi defectuosa visión?

No, es una ofuscación, algo más que visual. ¿Debería hacerlo? . . . No, ya saben que estamos aquí, somos como ratones en un circuito de pruebas. ¿Qué pondrán como queso? ¿Algo de ganado al final? Descubrámoslo.

De nuevo tras permanecer unos segundos parado me dirijo renqueante a la puerta, mirando apenas a los otros que aún parecen dudar.

Michaella mantuvo su expresión furiosa ante el pintor, su apunte sobre la camisa a punto estuvo de hacerle perder el poco control sobre sí misma que le quedaba y le dieron ganas de hacerla trizas. Los ojos rojos, los colmillos desnudos, el cuerpo le temblaba de rabia, al borde del frenesí. La Ventrue tenía predisposición al razonamiento lógico y nunca se había dejado llevar por la Bestia. Pero nunca se había visto en una situación como esta, dónde era evidente que tal vez su Sire había sucumbido a la Muerte Definitiva. 

Se apartó de Mateo con los dientes apretados, los puños crispados con tanta fuerza que empezó a sangrar y mientras observaba la sala en la que había sido encerrada con un montón de cainitas desconocidos que gritaban y aullaba, mientras que otros mantenían la calma, le provocaba hervores en las entrañas.

Dos surcos carmesíes resbalaron por sus pálidas mejillas, lloraba no de tristeza, sino de frustración, de ira.

Cuando la puerta se abrió, Michaella no lo pensó dos veces y con paso firme, mientras los demás se agazapaban a la espera de... algo, ella se limitó a salir con los sentidos alerta.

Desde el suelo se levanta poco a poco la petrea construccion del gangrel, ayudandose con sus manos. Los ojos continuan abiertos a la oscuridad, y ante la escena que se pinta ante ellos. Sin entender como llego alli, a estar rodeado de vastagos que francamente le eran completamente extraños, se queda espectante desde su torre.

Finalmente, detras de todo el drama, la puerta que los mantenia presos se abre. Sin perder un momento, el sujeto encamina su rumbo hacia ella, lenta y silenciosamente.

A su grito no hubo respuesta. Hubieron más gritos, sí, pero Natalia no prestó atención a ellos. No lo hizo, pues en el momento en que golpeó la puerta, un haz de luz distinto emergió cortando con las penumbras. Pegó en los ojos de Natalia como si fuera uno de los ya tan largamente olvidados rayos de sol. Iluminó sus pestañas, su rostro, luego una franja de toda ella. Supo que no había sido su fuerza lo que la había abierto, pero poco le importó. Supo que también posiblemente fuera una trampa, pero tampoco atendió a su instinto. Había una única cosa en su cabeza, un único recuerdo, que aplazaba la ira que había empezado a dominarla y que mantenía a la Bestia atada, relegada, permitiéndole mantener la conciencia de las cosas, incluso cuando el aire se había llenado de aroma a vitae, aroma a la sed, el recuerdo del depredador. Por ello, sin decir nada, antes que cualquiera, o después que todos ellos, Natalia salió de la habitación al pasillo.

Sus sentidos estaban alerta, todos ellos. Pero el sigilo estaba perdido, olvidado en su ira.

 Derrepente una voz se hace escuchar a lo largo del pasillo y de la habitacion, parece provenir de algun tipo de aparato electrico, seguramente un comunicador o algo por el estilo.

Continuen por el pasillo, en breve sus dudas seran contestadas...

Tengan en cuenta que cualquier actitud violeta o fuera de lugar sera fuertemente castigada...

Y por cierto, dudo que la ofuscacion vaya a servirte de mucho amigo...

Despues de eso, todo volvio a quedar en silencio.

Continúo por el pasillo.

Claro que continúo, como si hubiera más opciones. Aunque fuera el mismísimo príncipe local quien ha organizado esta charada debería tener buenos motivos. Muy buenos. No es sano insultar a otros vástagos, incluso si somos tan poca cosa como supongo. Podría toparse con algún protegido o rencoroso. Espero que las respuestas sean suficientes para saciarnos.

Mantengo mi irregular paso buscando inconscientemente los lugares menos iluminados del pasillo y buscando con la mirada los altavoces o cajas de sonido. Si consigo verlos me fijaré en los cables que las alimentan, de donde vienen. Eso quizá me dará alguna pista de donde está el que habla.

Con leves movimientos de cabeza hago trabajar a mi único ojo en busca de información, cualquier información y sobre todo escucho atentamente todo lo que se oye a mi alrededor.