Partida Rol por web

Te diriges a tu casa en la moto arrebatada a los malnacidos que han secuestrado a tu hija. Te repites una y otra vez que está bien, que tiene que estar bien. Y por supuesto, que vas a recuperarla. Pero tienes que actuar con cautela, meditar bien tus próximos pasos. Sabes dónde la tienen, al menos por lo que logró descubrir Allan, pero también sabes que el resto de lo que te dijo puede ser verdad. No puedes fiarte de cualquiera, de modo que, cuando llegas a los aledaños de tu edificio y aparcas la moto sin cuidado ninguno y con mucha prisa, te convences de que sólo hay dos caminos para tomar.

El primero de ellos es hacer algunas llamadas y pedir ayuda, únicamente a aquellos en los que sabes que puedes confiar para algo así. La lista, en cualquier caso, no es muy larga. Puedes confiar en tu madre, por supuesto, pero por lo que sabes aún está en el hotel, secuestrada. ¿Tu padre? Claro que confías en él, pero es ingeniero, no sabría qué hacer con un arma. Sólo le pondrías en peligro involucrándole en algo así. Están tus hermanos, aunque Gary debe seguir también en el hotel. ¿Ethan? Es la posibilidad más plausible... No es que tengas muchos amigos en el cuerpo, tampoco. Rick es una rata de almacén, posiblemente no coja un arma salvo en las prácticas reglamentarias, pero no está preparado para algo así.

En realidad, ¿quién está preparado para algo así?

El segundo de los caminos es, sin embargo, dejarlos a todos fuera. Entrar en casa, ponerte tu uniforme y coger tu equipo, y que sea Misery en solitario quien acuda a esos muelles.

Y el futuro de tu pequeña depende de esta decisión...

Durante aquel interminable trayecto en moto hacia mi casa, trataba de convencerme de que mi pequeña debía estar bien. Así tenía que ser, ella no se merecía algo así, aunque tampoco se lo merecía Aidan… Las imágenes de la noche de su asesinato me asaltaron mientras trataba de lidiar con aquella moto que tantos problemas me había dado. Aquella noche no pude hacer nada, perdí una parte importante de mi vida ese día, y dejé que otra parte de mí se fuera en los meses posteriores. No podía dejar que aquello volviera a suceder, y extremé las precauciones con mi hija, de un modo que sabía que era casi obsesivo. Y para una vez que intentaba no controlar hasta su último movimiento, sucedía esto.

Tenemos que irnos de aquí y no volver jamás.

Esa maldita ciudad me había arrebatado ya demasiado. No había querido irnos de allí, pues no sólo se encontraba mi familia, sino que deseaba impedir que algo así sucediera a cualquier otra. Pero lo que estaba pasando… No, mi pequeña se merecía otro tipo de vida.

Sentí cómo las lágrimas estuvieron a punto de saltárseme. Tenía que concentrarme, decidir qué hacer, con quién contar para aquella operación; pero no era sencillo. No sabía qué había pasado con mi madre, y ni Rick ni mi padre eran hombres de acción precisamente. Estaba Ethan, él era un buen profesional, pero… ¿De verdad era aquello lo que quería? ¿Poner en peligro a otro de mis seres queridos? No, definitivamente no. Aquello era algo que tendría que hacer sola.

Iba a enfrentarme al mayor de los desafíos que había vivido hasta el momento, la situación requería de algo más. No podía hacerlo como Melissa Whedon, debía ser otra cosa…

…debía ser Misery.

Una vez en casa, busqué de inmediato mi equipo y me enfundé en el mono, me puse las botas y las protecciones, y cubrí parte de mi rostro con aquellas particulares gafas. Me armé con todo lo preciso, tanto con las armas de fuego que tanto detestaba como con los bastones, y bajé a la calle sin hacer uso de la entrada principal. Asegurándome de que nadie me veía, bajé por la escalera de incendios hasta que me encontraba a la distancia suficiente del suelo como para poder saltar al asfalto. Así lo hice, rodeando el edificio con cautela para volver a tomar aquella moto.

Me subí en esta y volví a arrancarla, poniendo rumbo a los muelles. Allí se encontraba mi destino, fuera este cual fuera.

Las calles de la ciudad te acogen de nuevo, pero no es a ti. Es tu alter ego. Ya no eres Melissa Whedon, agente de policía, madre preocupada de la pequeña Lis... y sí lo eres. Pero ahora eres Misey, la justiciera de la noche que va a hacer su trabajo una vez más.

Montada en la motocicleta arrebatada a los secuestradores, conduces eligiendo cuidadosamente las calles de Metro City menos concurridas, cuidando de no ser vista por demasiada gente. Eres consciente de que la discreción es fundamental, aunque también lo es la premura. Un equilibrio difícil de mantener cuando es la vida de tu hija la que está en juego.

Los muelles de Metro City suponen una basta extensión que explorar, si pretendes encontrar a esos delincuentes. El ingente volumen comercial de la ciudad pasa por unos muelles enormes, repartidos en una multitud de hangares, industrias y almacenes. Es cierto que a primera vista puede diferenciarse las zonas que están en uso de las que no durante la noche, a tenor de las luces o la oscuridad reinante, pero ¿cómo saber si se encuentran ocultos en hangares cerrados y oscuros, o a plena vista en hangares en que se está trabajando de noche? ¿Cómo encontrarlos?

Conduje con cautela por las calles de Metro City, haciendo uso de aquella moto que le había arrebatado a los secuestradores. Debía ser rápida, pero no podía descuidar la discreción, y es que llamar la atención de alguien podía echar todo a perder. Por ello traté de escoger calles poco concurridas y de ampararme en la oscuridad de la noche para no ser vista.

En mi interior, un torbellino de sentimientos se arremolinaba, pero por suerte conseguía mantenerlos bajo control. No era sólo la madre de mi pequeña en aquellos momentos, era quien trataba de salvarla, quien debía salvarla.

Una vez llegué al muelle, tenía que determinar por dónde comenzar. Aquello no era nada sencillo, y es que este poseía multitud de hangares, industrias y almacenes. La noche permitía intuir en cuáles había actividad aún y en cuales no, pero aquellos que tenían a mi hija bien podrían haber optado por mantenerse a oscuras a pesar de no ser los únicos que se encontraban en aquel muelle.

Decidí así dar una vuelta por el lugar, tratando de encontrar alguna pista que me llevara hacia esos indeseables.

Aguanta, Liss, aguanta.

Conduces tu moto, esa que has "requisado", por las carreteras que circulan perimetralmente por los muelles. Hay multitud de hangares, algunos aparentemente trabajando, otros aparentemente vacíos. Es imposible saber qué es lo que estás buscando, por lo que confías en moverte y que algo llame tu atención en algún momento. Confiar en el instinto. Sin embargo, alcanzas el final de los muelles sin haber visto nada fuera de lo común, y tu vista se pierde en la bahía de Metro City con desesperación.

Tu hija está por allí, en alguna parte...

Decides dar una nueva pasada, recorrer nuevamente esos muelles, hasta dar con algo. Te asaltan las dudas, acerca de si habrías entendido mal, si la información sería errónea. ¿Y si estabas perdiendo el tiempo allí mientras tu hija estaba en la otra punta de la ciudad? No, eso no podía ser, Liss estaba en alguno de aquellos hangares...

Entonces, de repente, algo llamó tu atención. En una zona poco iluminada, viste una motocicleta aparcada, un modelo de carretera clásico que no encajaba en aquel lugar, donde los únicos vehículos presentes eran vehículos de carga y transporte. Por supuesto, podía tratarse del vehículo personal de algún trabajador, aunque estaba en una zona colindante a un hangar donde no parecía haber nadie trabajando. Deteniendo tu propia moto, recorriste la zona con la mirada, descubriendo algo más. En el hangar frente a aquel donde estaba aparcada la moto, a un lateral había un par de contenedores de basura. Y entre ellos dos... asomaban unas piernas tiradas en el suelo.

Me dediqué a recorrer el lugar sobre aquella moto, esperando ver algo que llamara mi atención, pero se trataba de un lugar demasiado grande; eran muchos los hangares que había en aquellos muelles. En algunos parecían estar trabajando, mientras que otros estaban aparentemente vacíos, y en ninguno vi nada que me hiciera pensar que pudieran tener a mi hija dentro.

Llegué al final de los muelles sin hallar nada, teniendo que luchar conmigo misma para no perder la calma. Que no hubiera visto nada, no significaba que no lo hubiera, así que decidí dar una nueva vuelta por el lugar. Por un momento llegué a dudar de si la información que tenía era correcta, ¿y si mi pequeña no estaba allí y estaba perdiendo el tiempo? Pero no, en seguida me negué a mi misma que aquello fuera así. Algo me decía que mi hija estaba en aquel lugar, y no se trataba de instinto policial, sino de algo más fuerte.

Mi instinto como madre.

Volví a poner toda mi atención en cada rincón de aquel enorme lugar. Tenía que haber algo que desentonara, una pista que seguir, algo. Entonces, de pronto, apareció. En una zona menos iluminada vi una moto aparcada. No es que fuera algo inusual por sí sólo, pero teniendo en cuenta que estaba en un lugar donde sólo había vehículos de carga y transporte, y que no parecía haber ningún trabajador en el hangar colindante, decidí echar un vistazo.

Detuve la moto cerca, observando el lugar con mayor detenimiento, descubriendo que entre dos contenedores que había en el hangar frente a la moto asomaban dos piernas. Aparqué la moto en un lugar discreto y me apresuré hacia aquellos contenedores tratando de no ser descubierta. Debía averiguar qué había sucedido y comprobar si podía hacer algo por aquella persona que se encontraba tendida en el suelo.

Ese hombre tendido en el suelo es la única pista que has encontrado desde que has entrado en los muelles, de modo que ocultas la moto y te acercas para comprobar cómo se encuentra. Lo haces con sumo cuidado de no ser vista, aunque no estás segura de quién y desde dónde podría hacerlo. No es que se vea a nadie por los alrededores.

Cuan es tu sorpresa cuando, al acercarte a los contenedores, descubres a un tipo tendido en el suelo con la espalda en la pared, llevando puesta una máscara negra y amarilla, aparentemente inconsciente. Un arnés sostiene un par de fundas pistoleras bajo los brazos, pero están vacías. Le quitas la máscara y descubres a un tipo con pinta de chicano, con un fuerte golpe en la sien, la cual sangra un poco dejando caer un reguerillo de sangre por su rostro, que ha empezado a resecarse.

En ese momento, del fondo del callejón en cuya entrada te encuentras oyes pasos, provenientes de una entrada a ese almacén que se encuentra ascendiendo unas cortas escaleras.

¡Daniel! ¡Pinche pendejo! ¿Dónde te has metido? -Alza la voz un desconocido desde el interior, con un marcado acento mexicano. La voz suena cada vez más cerca, tanto que el tipo podría aparecer en cualquier momento- ¡Te juro que como te estés montando una fiesta con fulanas en lugar de hacer tu curro, y sin avisarme...!

No parecía muy probable que nadie pudiera verme, pero aun así traté de ser discreta. Al llegar al lugar donde había divisado aquellas piernas, comprobé que se trataban de un tipo con una máscara amarilla y negra apoyado contra la pared que cómo mínimo debía encontrarse inconsciente. Aquella maldita máscara era de los mismos colores que la que llevaban aquellos terroristas, con lo que parecía haber dado con algo. Le quité esta, comprobando que se trataba de un tipo con rasgos latinos que había recibido un golpe en la sien.

El rayo de esperanza que supuso encontrar por fin algún indicio de que mi pequeña debía estar cerca no me permitió darme cuenta de inmediato de algo que aun así no tardó en venirme a la mente.

¿Quién se me ha adelantado?

Sabía que no podía tratarse de la policía, pues aquel no era su proceder. Quizás el tipo había tenido problemas con otro de los suyos, aunque cabía otra posibilidad, que otro de esos justicieros que tanto aborrecía mi hermano mayor estuviera ya allí. No perdí tiempo pensando en aquello, teniendo que comprobar si en aquel almacén estaba mi hija o si aquel sitio sólo se trataba del lugar donde habían decidido dejar a aquel indeseable.

Fue entonces cuando escuché unos pasos seguidos de una voz. Del interior del almacén alguien salía buscando al tipo inconsciente, pensando que este se estaba escabullendo del trabajo. No era de extrañar, y es que a juzgar por cómo el pequeño reguero de sangre que caía desde su sien había empezado a resecarse, ya había imaginado que debía llevar allí un rato.

Aquel segundo individuo cada vez se encontraba más cerca, y me mantuve agazapada a la espera tras coger mis bastones. Esperaría a que llegara hasta mí, y entonces le asaltaría por sorpresa, queriendo dejarle inconsciente con un golpe en la cabeza.

Tu entrenamiento, tu experiencia como justiciera, tu instinto natural... Todo empuja en la misma dirección, ayudándote a reaccionar velozmente. En apenas un instante, en silencio, te resguardas tras aquellos contenedores. El tipo continuaba acercándose, algo de lo que eras consciente por el sonido de sus pisadas. Pero ya no hablaba, al parecer comenzando a tomarse en serio la ausencia de su compañero. Tomaste tus armas, tus bastones, y te preparaste para su llegada. Desde luego, no se esperaba lo que de verdad le aguardaba en aquel oscuro lugar.

Con rapidez, me oculté tras aquellos contenedores, escuchando cómo el enmascarado se acercaba. Oía clarísimamente sus pasos, ayudándome del sonido de estos y de la sombra de aquel tipo para calcular el momento exacto en el que salir de mi escondite.

Aquel desgraciado ya ni hablaba, seguramente por haberse dado cuenta de que su compañero no estaba simplemente vagueando. Apretaba con fuerza mis bastones mientras aguardaba a que el tipo estuviera a mi alcance, y cuando el sonido de sus pisadas se escuchaba casi a mi lado y su alargada sombra se dejaba ver casi por completo, supe que era el momento de actuar.

Salí rauda de mi escondrijo, flexionando mi brazo rapidamente hacia atrás para, sin soltar mi bastón, asestarle un fuerte puñetazo en mitad de la cara. No fue mi mejor golpe, pero resultó suficiente como para dejar a aquel tipo noqueado.

En cuanto cayó, lo agarré por las hombreras de la chaqueta y empecé a arrastrarlo hasta ocultarlo tras el contenedor. Le quité la máscara y me la guardé, volviendo a salir de detrás del contenedor con cautela, recorriendo el callejón todo lo rápido que podía sin hacer ruido. Mi objetivo era ascender aquellas escaleras y alcanzar la puerta del almacén, queriendo internarme en el lugar sin ser vista.

El ataque es certero, vertiginoso, perfecto. En un abrir y cerrar de ojos, y mucho antes de que el matón tenga siquiera la oportunidad de intentar reaccionar, ya le has dejado fuera de combate. Inconsciente, el hombre se derrumba a tus pies, desde donde le arrastras para ocultarle junto a su compañero, entre los contenedores. Allí permaneces apostada unos largos instantes, tratando de discernir si hay más sorpresas aguardando más adelante.

El silencio te indica que puedes proseguir, aunque no estés segura del siguiente paso. Sin embargo, tomas la ruta del segundo matón, el que has noqueado personalmente, y avanzas por el callejón con cautela y velocidad, tratando de moverte silenciosamente. Es un callejón estrecho, no demasiado largo, pero extremadamente alto. Los muros a ambos lados cubren toda la altura de la fachada del almacén, hasta quedar cubiertos por el mismo techo que éste, lo que impide que el callejón se moje en los días de lluvia. En el muro de la derecha, una escalera de emergencias de metal forjado asciende hasta el tejado, quedando a cierta altura su primer tramo, tanto que sería imposible alcanzarla salvo empleando los propios contenedores de basura como apoyo antes de saltar.

Alcanzas las cortas escaleras sin contratiempos, situándote junto a la puerta de acceso, apoyada en la pared. Aguardas, consciente de la importancia de saber escuchar, prevenir sorpresas, y parece que las hay. Oyes pasos en el interior, y voces algo lejanas. Parece que hay más gente allí, aunque no puedes aún determinar cuántos son ni dónde se encuentran...

El almacén está prácticamente vacío. Es un gran hangar con varias torres de palés de madera mal colocados, una maquina elevadora en evidente desuso, y unas escaleras que ascienden a una plataforma superior a dos plantas de altura, estando en la primera planta una especie de oficina flotando sobre pilares de metal. La plataforma superior parece dar acceso a una puerta, abierta en estos momentos, desde donde calculas que se accede a la pasarela que conecta este almacén con otro que se encuentra al otro lado de la calle.

Frente a esa puerta se encuentra un matón armado con una pistola, mientras que en la planta baja hay dos matones más, encendiendo uno de ellos dos cigarros, uno para sí mismo y otro para su compañero. Ambos se han quitado las máscaras y las llevan colgando al cinturón, mostrando uno de ellos un rostro de rasgos latinos, mientras que el que está encendiendo los cigarros parece más bien oriental.

Tras esconder el cuerpo de aquel segundo terrorista, me mantuve unos instantes tras los contenedores, tratando de advertir si había algo o alguien más en el callejón. Ante el silencio, decidí salir y comenzar a avanzar, empezando a recorrer aquel callejón que si bien no era muy largo, era estrecho y con muros muy altos.

Divisé una escalera de emergencias a la derecha que llevaba al tejado, a la cual sólo podría accederse usando los contenedores para ello. Aquello podía ser un plan B llegado el caso, pero de momento decidí continuar hacia las escaleras que llevaban a la entrada, deteniéndome junto a esta para tratar de advertir cómo estaban las cosas dentro.

Había gente en aquel lugar, podía escuchar pasos y voces lejanas, con lo que me atreví a asomar la cabeza para hacerme una mejor idea de la situación; tratando de ser lo más discreta posible. Pude ver entonces que se trataba de un hangar prácticamente vacío, con palés de madera, una máquina elevadora, y unas escaleras que daban a una plataforma a dos plantas de altura; pareciendo la inferior ser una oficina.

En aquella plataforma superior había una puerta abierta que parecía dar a una pasarela que conectaba con otro almacén, y que era custodiada por un matón armado. En la planta baja también pude ver a dos tipos, ahora mismo distraídos por querer fumar, hasta se habían quitado las máscaras para ello.

No veía a nadie más en la zona, y dado cómo estaban distribuidos aquellos malnacidos tenía claro que debía acceder a aquella plataforma a la atura de la segunda planta. Algo debía estar cociéndose al otro lado de aquella puerta.

Entré en el almacén, valiéndome de la oscuridad y las sombras para pasar desapercibida, así como de los descolocados palés, queriendo alcanzar a aquellos dos mentecatos. Si quería subir por aquellas escaleras, debía deshacerme antes de ellos para que no advirtieran a quien custodiaba arriba la puerta.

Trataría de acercarme a ellos de manera sigilosa, por la espalda, dispuesta a dejarles fuera de juego de la forma más rápida y silenciosa posible.

El interior del almacén es oscuro, sucio y mohoso. Sin embargo, eso obra en tu beneficio. Las montañas de palés representan un parapeto perfecto tras el que ocultarse, y las sombras proporcionan cobertura para moverse. Así lo haces, adentrándote en silencio y desplazándote hasta una posición en que puedas tener una mejor perspectiva del lugar.

Sin embargo, una vez lo haces, te queda claro que tu plan inicial no va a ser posible. Los dos matones de la planta baja están en medio del almacén, en una zona abierta, a la vista del matón de la planta superior. Saltar sobre ellos alertaría al vigía inmediatamente, quien te vería hacerlo con total seguridad. Desde tu posición, observando la disposición del lugar, sólo se te ocurren dos opciones, a cual más complicada.

La primera es apartar a los dos matones de su posición. Quizás podrías crear alguna distracción y atraer a los tipos a una zona fuera de la vista del matón de arriba. De ese modo, podrías acabar con ellos sin alertar al tercero en discordia.

La segunda es intentar alcanzar la planta superior sin alertar a los matones de bajo. Llegar a las escaleras, que se encuentran en el otro extremo del almacén, puede resultar complicado. Bajo la pasarela no hay palés tras los que ocultarse. Sin embargo, podrías ascender por la estructura de la propia pasarela, trepando por los soportes de metal, y rezando por no llamar su atención. Si inutilizases al matón de arriba discretamente, posiblemente los de abajo tardarían en darse cuenta.

Tal vez, si piensas más en ello, se te ocurra alguna otra idea. Sin embargo, no dispones de mucho tiempo...

Aquel lugar no era precisamente ordenado y luminoso, lo cual era de agradecer, pues me facilitaba mucho el moverme por el lugar sin ser vista. A medida que me aproximaba a aquellos dos matones, valiéndome de las montañas de palés y las abundantes sombras, pude tener una mejor perspectiva; dándome cuenta de que mi plan inicial no iba a ser posible. Daba igual por qué dirección me acercara a los dos tipos enmascarados, el de arriba me vería con facilidad.

Así, solo se me ocurrieron dos opciones. Por un lado, podía tratar de hacer que los matones salieran del campo de visión de su compañero de arriba para dejarles fuera de juego, y por otro, podía intentar subir sin que los dos enmascarados me vieran y noquear al de arriba de manera sigilosa; algo que desde el lugar que ahora estaba me pareció posible si no usaba las escaleras y me valía de la estructura de la pasarela para trepar. A priori, aquella segunda opción se me antojaba más complicada, sin embargo, me decidí por esta, confiando en mis habilidades; pues me pareció que el hecho de hacer que los dos matones abandonaran su posición podía llamar la atención del de arriba. Puede que hubiera alguna otra forma de resolver aquella situación, pero no disponía de mucho tiempo para pensar, y decidí ponerme manos a la obra cuanto antes.

Trataría entonces de continuar avanzando hasta alcanzar la estructura de la pasarela desde la zona más discreta posible, continuando valiéndome de la penumbra y las torres de palés, así como de cualquier otra cobertura que hallara en mi camino. Una vez allí podría comenzar a trepar, eso sí, de la forma más sigilosa y rápida posible.

Caminas en silencio por las zonas más oscuras del almacén, pasando de una sombra a la siguiente, ocultándote detrás de las torres de palés amontonados para que ni los matones que charlas en voz baja a tu altura ni el que vigila desde la pasarela superior detecten tu presencia. Es una tarea complicada, llena de tensión, pero es también algo que se te da realmente bien. Así, logras alcanzar la estructura de metal que sostiene la plataforma sin que nadie repare en tu presencia.

Debes guardar tus armas para trepar por la estructura, compuesta de una serie de pilares de acero forjado unidas por travesaños cruzados en diagonal, que sostienen y mantienen fijos los pilares. La pasarela superior cuenta con una barandilla, pero todo está suspendido sobre esa estructura, tan robusta como hueca.

Alcanzas la parte superior sin llamar la atención, asomando tu pelirroja cabecita por el borde para comprobar la situación del vigía. Está muy cerca de la barandilla delantera, frente a esa puerta que custodia, de doble hoja de metal, tan sólo ligeramente entreabierta, de modo que no puedes ver qué oculta. Encontrándote en un lateral de la plataforma, no te resulta difícil encaramarte sin que el matón se de cuenta, dispuesta a saltar sobre él por la espalda. De hecho, sacas tus bastones y tratas de acercarte sigilosamente hasta él, pero la superficie de la plataforma cruje bajo tu peso. Es un sonido muy suave, pero suficiente para que el matón se gire a ver qué sucede.

Dos bastones le reciben al darse la vuelta, un golpe doble en la cabeza que le hace caer bruscamente, sin sentido. Pero el impacto resulta demasiado estrepitoso, y atrae la atención de los dos matones de la planta inferior.

¡¿Pero qué cojones...!? -Exclama uno de ellos, el oriental, mientras el otro arroja al suelo el cigarro que tiene en las manos. Ambos se apresuran a ponerse las máscaras mientras echan a correr hacia las escaleras para subir a la pasarela. No tardarán demasiado en alcanzarte...