Partida Rol por web

Me mantengo en silencio, sin mover ni un músculo intentando no llamar la atención de los malhechores. Incluso mantengo la respiración unos segundos intentando no captar su atención. De reojo miro a mi compañera que espero que esté haciendo lo mismo, hay que esperar a ver qué hacen para poder actuar nosotros antes o escapar antes de que el peligro elevado.

Una parte de mí dice en mi cabeza: "Son un blanco fácil..." pero la otra, más cuerda en estos casos me replica: "Vive hoy, mata mañana".  Ahora mismo es mejor vivir más y matar con mayor seguridad, al fin y al cabo si caigo herido no sé si mi "amiga" de aventuras me ayudará o me rematará...es duro decidir sin apenas conocerse. Además si caigo otros caerán por mi culpa a modo de represalia. Mejor vivir para cazar otro día.

Encaramarme al techo me resultó muy sencillo, viéndome en seguida sobre este, al igual que Montaraz. Salimos de aquella pasarela justo a tiempo de librarnos de encontrarnos con uno de los enmascarados, aquel con acento italiano.

Observé la zona mientras oía al matón preguntarse dónde estábamos, en silencio, moviendo mi cabeza lo imprescindible. Había que actuar rápido, pues como aquel tipo nos descubriera comenzaría a pegar tiros hacia arriba, pero salir de allí sin que advirtiera nuestra presencia no parecía sencillo.

Miré al arquero y le hice un gesto con mi mano, indicándole que me siguiera, antes de comenzar a avanzar con cautela hacia el tejado del almacén; donde uno de aquellos mugrientos respiraderos estaba abierto. Me extrañó que aquello fuera así, pero más que el motivo por el que este estaba abierto, me interesaba saber si a través de él podría llegar hasta Liss.

Con movimientos lentos y precisos, atentos a cada resalte del terreno, de cada tornillo que asoma por encima de la superficie de aquella chapa de metal, los dos justicieros se desplazan por el techo de la pasarela, logrando un intenso silencio que tan sólo se ve interrumpido por las maldiciones del delincuente que se encuentra bajo ellos. Mientras Misery y montaraz avanzan, pueden oír sus quejas, hasta que alguien más se deja oír desde arriba, seguramente situado en la propia puerta.

¿Q-qué ha pasado? ¿Dónde están? -Pregunta una voz entrecortada por incesantes jadeos- ¿H-han huído?

Ni puta idea, ¡vamos dentro! -Exclama el italiano, y se hace perceptible el modo en que su voz se desplaza por el puente, de regreso a la entrada del almacén- Se han cargado a éste, y seguramente a los que vigilaban el otro almacén. Cerrad la puerta y vigiladla, voy a avisar al jefe...

La puerta de metal se cierra con un sonoro estruendo, el impacto de metal contra metal. Acto seguido, se oye el repiqueteo de una cadena entrechocando con algo. A buen seguro, están cerrando con ella las dos hojas de la puerta. Sin embargo, para entonces ambos justicieros se encuentran ya sobre el tejado del propio almacén, mucho más resistente y discreto.

Pudiendo ya caminar con mayor soltura, ambos acuden en silencio hasta los aledaños de uno de los grandes respiraderos, similar a una pirámide de cristales mugrientos. Uno de esos cristales, un ventanal cuadrado de más de un metro de lado, se encuentra sospechosamente abierto, y a través de él puede verse el interior del almacén, un complejo sistema de tuberías y conductos de ventilación que corren por el techo del mismo, anclados a las propias estructuras que sustentan la techumbre, vigas de metal, horizontales y diagonales, en una compleja maraña destinada a soportar y transmitir las cargas transversales del techo, sustentadas en grandes columnas cilíndricas de hormigón. El lugar es inmenso, un tremendo laberinto de torres de almacenaje en contenedores y palés, con pasarelas por encima y varias grúas sobre raíles anclados al techo. También resulta bastante oscuro, pues la deficiente iluminación consta de algunas luminarias en el techo y focos en las paredes, pero resulta del todo insuficiente.

Pero basta para darse cuenta de que el almacén no está ni mucho menos abandonado. Hay sombras moviéndose de un lugar a otro, gente haciendo guardia. El lugar pertenece a los hombres de amarillo y negro.

Me muevo en silencio sobre el tejado y me acerco a la ventana por la que podemos acceder. Me relajo un poco al ver que se han ido. Echo un vistazo y le susurro a la pelirroja:

- Me parece haber visto el Arca del Alianza en el tercer pasillo...

Luego sonrío levemente.

- Supongo que quieres entrar, pero si entramos vamos a tener que trazar un plan...la niña que buscas está dentro ¿no? - espero a que asienta y continuo hablando normal sin meterme en el papel que suelo utilizar, ahora mismo es mejor tener la cabeza fría - ...En ese caso te ayudaré. ¿Qué sabes de este sitio? ¿Cuántos crees que hay dentro? Parece que el anclaje que usan para guardar la mercancía nos puede permitir movernos sin ser demasiado vistos...llegado el momento de tener a la niña a salvo podríamos apagar las luces. Seguramente haya un automático general o uno por cada zona en alguna de las paredes...al fin y al cabo es lo que indican las normas municipales para este tipo de edificios...

Me sorprende recordar en este momento las normas que había leído en la mesa de mi padre de construcción de almacenes y de otros tipos de edificio. Son datos que normalmente no sirven para nada, pero de vez en cuando viene bien conocer cómo se construye un edificio y sobre eso mi padre sabe mucho.

Por suerte, el encapuchado era bastante hábil, pudiendo ambos continuar avanzando sin hacer ruido alguno. Escuché perfectamente a los matones bajo nosotros, llegando uno de ellos a la carrera, probablemente aquel que había ido a buscar a quien tenía las granadas. El italiano dio órdenes de volver dentro y cerraron la puerta usando alguna cadena.

Habíamos logrado llegar al tejado del almacén, pero la situación era ahora más peligrosa que nunca. Los enmascarados eran conscientes de que estábamos allí y de lo que éramos capaces, además, en cualquier momento el jefe de toda aquella banda estaría al tanto de la situación. Sin embargo, también estaba más cerca de alcanzar mi objetivo, y aquello me llenaba de fuerza.

Llegamos fácilmente hasta uno de los sucios respiraderos, acercándonos pronto a aquel ventanal abierto, desde donde podíamos observar el interior del lugar. Mientras examinaba este, dándome cuenta de las sombras que se movían en aquel intrincado laberinto, me pregunté si habría alguien más observando aquel lugar como hacíamos nosotros.

La voz del arquero hizo que dejara de observar aquel lugar para mirarle, sorprendida por aquella broma. En seguida supuso cuál era mi intención, manifestando después la necesidad de elaborar un plan y preguntándome si la niña que buscaba estaba dentro. Asentí, aunque realmente no era algo que sabía a ciencia cierta, pero aquella era la única pista que tenía. Debía estar allí, no podía pensar lo contrario, no podía permitírmelo.

El encapuchado aceptó a ayudarme y tras hacerme un par de preguntas comenzó a plantear cómo podíamos actuar. Lo primero que planteó me parecía bien, pero le veía lagunas al tema de las luces.

- Si apagamos las luces, ¿cómo veremos nosotros? Apenas hay luz, creo que nos iría mejor si empleamos las sombras que estas ayudan a crear. Además, si apagamos la luz por esos medios, sabrán dónde nos encontramos, ¿no? - comenté, mirando de nuevo a través del ventanal - Lo único que sé de este sitio es lo que veo desde aquí. No nos queda otra que entrar para hacernos mejor a la idea de qué hay dentro. - apunté antes de volver a mirarle. - Vamos, Indy, no hay tiempo que perder. - añadí antes de girarme hacia el respiradero, dispuesta a entrar.

Veo que no me entendió lo que quería decir de apagar las luces al salir, pero bueno no voy a ponerme a discutir el plan ahora que estamos entrando en un almacén lleno de tipos armados.

Decido seguirla esperando que encontremos a esa niña, es lo único que importa ahora mismo.

La primera en acceder por la ventana de aquel respiradero es Misery. Sin decir nada al respecto, es bien posible que cederle el paso sea parte del "papel" que Montaraz interpreta en su rol de justiciero, un gesto de caballerosidad. La mujer se adentra en las alturas del almacén con cierta soltura, aterrizando suavemente sobre la estructura de metal, apoyadas las manos en las traviesas de acero y caminando lenta y silenciosamente, como un felino al acecho.

Le sigue Montaraz, quien al adentrarse en las sombras cree ver algo en la distancia. Es una parte concreta del almacén, algo lejana, pero ese instante de atención le distrae, al menos lo justo para no pisar en el lugar adecuado. Su bota pisa una caja de fusibles adosada a la viga de metal, en lugar de en la propia viga. El resultado es que, por supuesto, la caja no soporta el peso del justiciero, quiebra, cede ante su peso y, aunque Montaraz no cae desde esa altura, pues se sujeta a tiempo de las traviesas, varios cables eléctricos se descuelgan, lanzando algunas chispas al entrechocar entre sí, y dejando sin tensión algunas luminarias que se apagan inmediatamente.

Y la caja, rota en varias partes, se precipita hacia el almacén, con gran estrépito.

Los matones de allí abajo no tardarán en descubrir lo que ha pasado.

Lo que ves al fondo del almacén es una zona libre de torres de almacenaje, completamente abierta, y mucho más iluminada que el resto. Allí, en el centro, parece haber alguien sentado en una silla. Alguien... muy pequeño.

- Mierda... - mascullo tras mi error de novato. Esto nos traerá problemas sin lugar a dudas.

Observo el desastre, pero a pesar de mi error logro saber dónde tienen a la niña retenida. Le hago un gesto a mi pelirroja compañera y le digo señalando con el dedo:

- La tienen allí, en aquella zona libre de cajas y más iluminada que el resto... - miro hacia donde la caja que cayó debió romperse y le digo a la enmascarada - ...hay que actuar rápido, mi cagada de hace unos segundos los atraerá...aunque puede que nos venga bien si eso hace que esté menos vigilada... - le hago un gesto para que se mueva rápido y nos acerquemos a esa zona en silencio.

Fui la primera en entrar al almacén a través de aquel respiradero, algo que hice de modo sumamente sigiloso, comenzando a desplazarme del mismo modo una vez en el interior. Mis pasos eran gráciles pero firmes, y me ayudaba de las traviesas de acero en mi avance, no queriendo dar un paso en falso.

El encapuchado me seguía, igualmente discreto en un inicio, pero de pronto algo salió mal. Me giré hacia atrás al escuchar un ruido, viendo pronto una caja precipitarse hacia el suelo mientras unos cables se descolgaban y parte del almacén se quedaba sin luz.

Mientras la caja caía, sentí por un breve instante como si fuera yo misma quien caía al vacío. Aquel falló podía echar todo por tierra, siendo el final de mi pequeña, y el mío con el suyo. El ruido de la caja al caer y derramarse su contenido no se hizo esperar, reaccionando con aquel estrépito. De nada servía pensar en cómo aquel error podía impedirme alcanzar mi objetivo, simplemente debía buscar otro modo de alcanzarlo si las cosas se complicaban.

Le hacía un gesto al arquero para que avanzáramos cuando él también me hizo uno a mi para llamar mi atención, señalando después a un punto determinado de aquel almacén e informándome de lo que había visto.

- ¿E-estás seguro? - pregunté inquieta y en voz baja al indicarme dónde se encontraba Liss, habiéndome dado un vuelco el corazón ante aquella información.

Cuando me instó a actuar con rapidez, asentí con firmeza, retomando el camino rumbo a aquella zona. Puede que el justiciero tuviera razón, y que aquel percance provocara que parte de los enmascarados se dirigieran hacia el lugar en el que había caído la caja, algo que podía terminar favoreciéndonos.

Los dos justicieros tienen un objetivo a la vista, o al menos la referencia suficiente para ir en su busca. También una gran urgencia, ya que la caída de la caja atrae demasiada atención. Rápidamente deciden avanzar lo antes posible, para alejarse de la zona hacia la que deberían dirigirse los guardias del almacén. Sin embargo, no tardan en oír voces allá abajo, entre las torres de almacenaje.

¿Qué carajo ha sido eso, gueys?

¡Aquí! ¡Venid a ver ésto!

¿Qué mierda es esto? ¿Una caja de electricidad? ¿De dónde...?

¡Aquí no debería haber nada como eso...!

Aquí no. Allí sí.

¿Arriba? ¿Pero cómo va a caer ésto de allí arriba, hijo de la chingada?

¡BASTA!

La voz que pone orden e impone silencio está cargada de autoridad, al mismo tiempo que se ve distorsionada por algún tipo de efecto. Misery, con un estremecimiento, termina por sentirla familiar. No es la primera ocasión en que la oye, y es consciente de que ese efecto en ella es resultado de la máscara rígida que lleva sobre su rostro. La que llevaba en el hotel Majestic mientras amenazaba a Martha Snyder.

¡Vosotros, subid ahí arriba y comprobad que no haya nadie!

¿Ahí arriba? ¿Pero usted está loc...?

¡BAAAANG!

El silencio vuelve a inundar el almacén durante unos largos instantes, hasta que la voz de ese hombre vuelve a resonar con fuerza.

¿Alguien más va a cuestionar mis órdenes?

N-no señor, pero ¿qué hacemos si encontramos a alguien?

Si hay alguien ahí arriba, lo quiero vivo para colgarlo y arrancarle la piel a tiras...

Los apresurados pasos que siguen a esas palabras indican que los matones no quieren saber nada más. Se apresuran a correr, seguramente en dirección a algún acceso que les permita ascender al techo del almacén. No tardarán demasiado en subir...

Sigo avanzando con cautela alejándome de la zona del tropezón. En nada estarán por aquí arriba y habrá que pelear. La única forma es rescatar a la niña y salir pitando del almacén.

- Tenemos que darnos prisa en actuar...no disponemos de demasiado tiempo.

Busco una buena posición para disparar y empezar la fiesta. La única forma que tenemos de que salga bien es que podamos dividirlos al máximo y luego nos enfrentemos a los que quedan. Que la pelirroja coja a la chica y la saque de aquí mientras yo entretengo a los que quedan. No pinta bien para mí la verdad, pero bueno es lo que un caballero haría.

- Ese psicópata se carga a sus hombres...ya podía matar a un par más para mejorar la situación... - murmuro - ...lo mejor es que yo me encargue de atraer el fuego y tú cojas a la niña y salgas de aquí...si logras sacarla podré usar una flecha especial y volar algo por los aires...como una pared para que no tengas problemas en salir...luego podría descolgarme para escapar...si tienes bombas de humo no estaría nada mal para crear una cortina que nos permitiera salir sin ser dianas andantes...

Mientras tratábamos de alejarnos de la zona en la que la caja había caído, poniendo rumbo al lugar que me había señalado el arquero, pude escuchar la conversación de aquellos matones. Sin detenerme, puse en esta toda mi atención. No oí nada que se saliera de lo normal hasta que alguien trató de poner orden.

Identifiqué de inmediato aquella voz distorsionada, fruto de aquella máscara que le había visto llevar en el hotel a aquel hijo de puta. Aquel malnacido era el responsable de todo lo que estaba pasando, quien se había atrevido a poner en peligro a mi familia.

Apreté los dientes, y proseguí, no podía desviarme del objetivo; ya habría tiempo para ir a por aquel desgraciado. Fue entonces cuando comprobé que aquel tipejo era aún mucho más despreciable si cabía, pues parecía haber matado a uno de sus hombres sin contemplaciones, un gesto que quería que sirviera de ejemplo para los demás.

El encapuchado se pronunció, señalando que debíamos darnos prisa en actuar y esbozando un plan de acción. Me había detenido cuando él lo hizo, y al terminar de hablar le miré pensativa un instante, sopesando su idea.

- Podría funcionar, aunque no tengo nada parecido a una bomba de humo. Tendríamos que ser rápidos. - Más rápida de lo que he sido jamás. - Lo peor es que no basta con salir del almacén, también tenemos que conseguir escapar de los muelles, así que si encontramos una salida y escapamos sin ser vistos, mejor. ¿Cuentas con algún vehículo? Sólo tengo una moto. - le pregunté en voz baja, aguardando lo justo antes de continuar avanzando, buscando por dónde bajar y una posible salida de aquella nave.

Los dos justicieros no cuentan con más tiempo para charlar acerca de cómo proceder. Montaraz ha propuesto un plan de acción, apresurado y simple, pero posiblemente lo más efectivo dadas las circunstancias: atraer él el fuego enemigo y dejar libertad de acción a Misery. Distraer la atención con alguna explosión y abrir una salida, de ser posible. La justiciera, desgraciadamente, no cuenta con el tipo de equipamiento que habría ayudado a nublar la visión de aquellos indeseables, aunque sin duda será buena idea hacerse con algo así para el futuro. Sin embargo, en cuanto pregunta acerca de un posible vehículo con el que huir de los muelles, la conversación se ve abruptamente interrumpida.

¡Por aquí, pinche cabrones! -Grita una voz, con un marcado acento mexicano, ya a la misma altura que los justicieros, en lo alto del techo del almacén- ¡No os quedéis atrás, hijos de la chingada!

Ambos justicieros se giran bruscamente, buscando el origen de la voz. Varios hombres enmascarados se encaraman a la estructura de vigas del techo, procedentes de una escalera de emergencia estrecha y vertical por la que se accede desde la planta baja. A medida que van llegando, tratando de sujetarse donde podían para mantener un precario equilibrio, echan mano a sus armas, al parecer todas pistolas de mano, automáticas o revólveres según el caso. Aún no parecen haber visto a los héroes, pero dado que la estructura carece de un sólo lugar donde esconderse, no cabe duda de que les detectarán en breve. Algo en la planta baja del almacén parece haberlos distraído.

Dos disparos, seguidos de un tenso silencio, y un grito.

¡¿A QUÉ ESPERÁIS?! ¡¡ID A VER QUÉ COÑO PASA!!

- Debemos actuar, si quieres puede intentar encargarme de alguno y crear una distracción... - susurro mientras apunto a uno de ellos con una flecha que acabo de cargar. Una pena no haber traído las granadas, deberé pensar en ello la próxima vez. - O podemos atacar al grupo y limpiar la zona...

Apunto con calma, y espero una indicación de mi compañera de aventuras para poder acabar con uno de ellos. Si actúo rápido podría acabar con un par. Si ella me ayuda podrían ser cuatro o cinco, sus armas disparan más rápido sin lugar a dudas.

- Creo que es hora de actuar...

La situación parecía comenzar a sernos favorable, a pesar del contratiempo con aquella caja, pero pronto se torció. En seguida escuchamos a varios de los enmascarados que parecían estar a punto de darnos alcance, encaramados a la estructura metálica. Habían conseguido subir por una escalera de emergencia, y aunque no parecían muy hábiles manteniendo el equilibrio, pudieron sacar sus armas a medida que llegaban.

El encapuchado señalaba que debíamos actuar ya, proponiendo dos opciones antes de volver a meterme prisa.

- Lo sé, lo sé... Nos van a ver sí o sí, tenemos que quitárnoslos de en medio. - le dije mientras guardaba mis bastones para sacar el revolver.

Mientras tanto, el jefe de aquellos desgraciados se puso a pegar tiros y a gritar, parecía nervioso.

Me asomé lo justo por la parte de la estructura con la que nos cubríamos para poder disparar, apuntando hacia la pierna de uno de aquellos tipos, lo que esperaba que le hiciera caer. Desafortunadamente, mi primer intento no logró aquel objetivo, pero insistí, apretando nuevamente el gatillo para disparar a uno de aquellos malnacidos.

Viendo que la pelirroja actúa, la apoyaré con mi arco. Decido disparar al que ya tenía en mi punto de mira. Con la cuerda ya tensada respiro una última vez hasta que suelto la cuerda mientras exhalo. Cargo una segunda flecha y vuelvo a disparar, de esta veo como la flecha vuela hacia el objetivo pero no me quedo a ver el final, ya que me muevo para alejarme de la zona y evitar ser visto por los de abajo que podrían dispararnos.

Intento mantenerme a una distancia de la pelirroja para no ser dos patos de feria para los de abajo. Ahora queda tener suerte y esperar que la estructura me dé algo de cobertura para evitar morir a temprana edad. Mientras cargo una segunda flecha en mi arco preparado para cargarme a otro si tengo suerte.

La reacción de los dos justicieros es prácticamente inmediata. Ambos se mantienen sobre la estructura sin problemas, guardando el equilibrio. Montaraz apunta con su arco mientras Misery guarda sus armas cuerpo a cuerpo para optar por una estrategia más conservadora, a distancia, gracias a su pistola. Dos disparos resuenan en lo alto del almacén, acompañados por los fogonazos del arma de la justiciera. Invisibles e inaudibles, dos saetas salen también disparados del arco del justiciero medieval.

Una bala impacta sobre el metal de la estructura, resonando con un fuerte chispazo junto a uno de los matones, que se echa al suelo casi de inmediato. Su compañero adyacente no tiene tanta suerte, pues recibe un tiro en el pecho y cae hacia atrás. Otro matón siente más que ver cómo una flecha pasa rozando su cabeza. Se dispone a buscar un lugar donde ocultarse, pero otro matón le impide retroceder. Para desgracia de ambos, una segunda flecha se clava en su hombro, haciéndole girar bruscamente, con lo que choca con su compañero y ambos pierden el equilibrio.

Los tres matones se precipitan desde el techo del almacén, cayendo entre gritos. Uno de ellos se estampa contra el suelo de cemento. El segundo aterriza sonoramente sobre una de las torres de almacenaje, atravesando una caja de madera. El tercero se estampa en lo alto de un montón de palés, que se quiebran y desperdigan ante el impacto, causando un gran escándalo. Al mismo tiempo, otros dos disparos se oyen en la parte inferior.

¡Eh, iluminad ahí arriba! -Se oye gritar desde abajo, al tiempo que ambos justicieros ven cómo algunos hombres corren hacia los laterales del almacén, en busca de focos- ¡Y que alguien compruebe qué son esos disparos de la zona este!

Ambos justicieros son conscientes de que no tardarán mucho en estar a tiro, una vez los focos les iluminen. Y allí abajo hay demasiados tiradores. Aunque aún restan algunos segundos antes de que eso pase, y en la parte superior aún quedan dos tiradores de los que preocuparse.

Viendo la situación decido disparar una última flecha contra uno de los que quedan en pie. Desde mi posición apunto brevemente y sin pensarlo demasiado intento matarlo de un solo flechazo.

Luego me quedo quieto detrás de una de las vigas que sostienen la estructura del tejado mientras cojo otra flecha del carcaj, no se nos ha dado mal y hemos limpiado la zona. Luego rescataremos a la niña lo antes posible. Miro a la pelirroja y le hago un gesto para que se cargue a los que quedan mientras preparo otra flecha.

- Limpiemos la zona... - se puede leer en mis labios mientras me dispongo a lanzar un flechazo más a ver si elimino a alguno más de los que queden.