Partida Rol por web

Espero en silencio a ver qué sucede, con otra fecha cargada y apuntando a ese área. En un silencio casi sepulcral, esperando a ver si la otra persona que está sobre la azotea hace algo. Y si hace algo malo se reunirá con el matón en cuestión de segundos...

Pero la adrenalina que acaba de entrar en mi torrente sanguíneo tampoco es que me permita esperar demasiado tiempo, es como una sed de sangre...cuando empiezo es difícil parar. Ver  a la escoria muerta es algo que me alegra, que me gusta...¡joder! diría que hasta me pone.

Así que decido imitar el sonido de búho desde mi posición para ver si esa persona se mueve un poco, al menos para verla bien y saber si es un enemigo o un posible aliado. 

La situación era más que complicada, pero no estaba perdida. No, no podía estarlo. Tenía que salir de allí y encontrar un nuevo camino a través del cual poder dar con mi pequeña. Me giré con rapidez, dispuesta a regresar hasta aquella puerta para poder resguardarme tras ella, pues aquel tipo parecía dispuesto a disparar; encontrándose ya apuntándome.

La distancia a recorrer era suficiente como para que al matón le diera tiempo a realizar algún disparo antes de ponerme a salvo, con lo que esperaba tener la suerte de que el matón no fuera demasiado habilidoso con las armas de fuego, de lo contrario, incluso con mi agilidad y capacidad de reacción me sería difícil librarme de aquella bala.

Esperaba escuchar al enmascarado abrir fuego, pero en lugar de eso oí un gorgoteo que me llevó a detenerme y mirar atrás. Presencié entonces cómo el matón dejaba caer el arma para llevarse las manos al cuello, donde se encontraba alojado lo que parecía ser una flecha. En un primer momento me sorprendí, pero enseguida recordé el tipo noqueado que había encontrado fuera y la proliferación de justicieros en Metro City que tanto molestaba a Ethan.

Armada con los bastones, comencé a acercarme despacio a la zona, viendo cómo el tipo caía de rodillas tratando de respirar, para poco después caer hacia atrás con aquel proyectil clavado en su cuello. Entonces se hizo el silencio, el enmascarado no respiraba, seguramente estuviera muerto tras algo así. Me acerqué hasta él, atenta a cualquier sonido, y teniendo en cuenta la trayectoria de la flecha, miré en dirección a donde debía encontrarse el francotirador. Dando con él, no sólo se abría la posibilidad de poder contar con un aliado, sino que podría impedir que hiciera cualquier cosa que pudiera poner en peligro la seguridad de Liss.

El sonido del ulular de un búho es lo único que se oye en esa zona de los muelles, un sonido natural completamente ajeno a esa zona de la ciudad, que acompaña el caminar de la mujer que avanza por la pasarela, saliendo de su parapeto al inicio del puente. Lleva ropas ajustadas de colores llamativos, que por la forma en que se adaptan a su movimiento y el grosor de sus pliegues, se podría apostar a que ofrecen algún tipo de protección. Su rostro está semi oculto tras unas raras gafas de lentes amarillentas que ocultan sus ojos, y se ve enmarcado por una larga cabellera anaranjada. La mujer se acerca al cadáver del matón, meciendo a ambos lados de su cuerpo bien contorneado un par de bastones metálicos, similares a defensas policiales. Tan sólo al alcanzar la posición del hombre abatido, se gira justo en la dirección de la que ha procedido la flecha.

Y su mirada se cruza con la de una sombra oculta en la oscuridad.

Se trata de un hombre, o eso da la impresión, que se encuentra de pie sobre la plataforma de la escalera de emergencias que asciende hasta el tejado del almacén. Con el rostro sumergido en las sombras de la capucha que cubre su cabeza, el extraño viste ropas de corte medieval, a lo que se une un carcaj a la espalda con varias flechas emplumadas asomando, una espada al cinto, y el arco que sostiene entre sus manos.

Ambos desconocidos se miran, quedando así durante unos instantes, en silencio, sin saber a qué atenerse. Tratan de hacer memoria, determinar si saben algo el uno del otro. "Una pelirroja con palos" era todo lo más parecido a lo que veían sus ojos que el hombre podía encontrar en su memoria, palabras pronunciadas por un traficante de poca monta convertido en confidente. Pero, desde luego, nunca antes de eso ha oído hablar de una mujer así. Tampoco ella recuerda haber sabido de un tipo vestido así, aunque sí que recuerda haber leído un informe que fácilmente podría relacionar. Un caso de tiempo atrás, tres pandilleros de los Dirty Boyz que aparecieron muertos en un parque. Dos de ellos habían muerto por arma blanca, uno degollado y el otro con la tripa abierta, pero lo realmente llamativo del caso era el tercero, fallecido por un  punzamiento recto en el pecho. El forense había dictaminado que podía tratarse de una flecha, por la penetración y por el daño que había hecho desgarrando carne al salir. Por supuesto, se había dado carpetazo al asunto rápidamente.

Y allí están, dos desconocidos con inciertos objetivos, en un mismo campo de batalla... ¿Enemigos con un enemigo común, o aliados? Los próximos segundos podrían determinarlo...

Observo a la mujer pelirroja, de ese mismo color me imagino a la dama Eowyn de Rohan, aunque las películas la hayan puesto como rubia en mi cabeza siempre será pelirroja...un color de cabello a juego con su coraje y valor. No he escuchado nada de ella aunque sí me suena que algún camello de poca monta mencionaba a la chica de los palos. No creo que haya muchas más...aunque podría ser una impostora...una trampa destinada a cazarme...

Seamos corteses, al fin y al cabo ella es una dama y tú un caballero...no de brillante armadura pero caballero al fin y al cabo...

Desde la distancia le hago una leve reverencia, algo teatral pero una reverencia al fin y al cabo. Mientras espero a su próximo movimiento. Atento a moverme rápidamente si decide atacarme, aunque la distancia de momento sería un impedimento para ella y una ventaja para mi arco.

Aunque el lugar estaba oscuro, pude divisar quién había sido el responsable de aquel ataque. El encapuchado parecía ser un hombre, uno con un aspecto más que peculiar, y es que además de llevar ropa que parecía del Medievo, llevaba una espalda y un arco con su respectivo carcaj.

En seguida vino a mi memoria un informe que había leído hacía tiempo sobre el asesinato de tres miembros de los Dirty Boyz. La forma en la que los habían matado no era nada convencional, pero aun así nunca se encontró al responsable, se dio carpetazo al asunto en seguida. No sabía exactamente el motivo, pero no era difícil imaginarlo: o el asesinato de tres pandilleros poco le importó a los policías responsables del caso, o trataba de taparse la actuación de los justicieros para evitar el “efecto llamada”.

El informe no decía nada del aspecto del responsable, pero dado su modus operandi, no me costó determinar que quien se erguía en las sombras debía ser quien mató a los pandilleros; y aquello me dejaba claro de lo que era capaz el encapuchado.

Mis músculos se tensaron al verle moverse, dispuesta a adoptar una posición defensiva, pero en seguida me di cuenta de que tan sólo hacía una suerte de reverencia; muy acorde a su “disfraz”. Por un brevísimo instante, sonreí de medio lado, divertida; pero no tenía tiempo para divertimentos ni pantomimas.

Comencé a acercarme despacio mientras guardaba mis bastones, en un gesto que trataba de demostrar que no quería pelea, total, tampoco estos me servirían de nada si el arquero decidía abrir fuego. Si eso sucedía, tendría que echar mano de mi pistola.

- ¿Qué es lo que buscas aquí? – le pregunté lo suficientemente alto para que me escuchara cuando ya estaba cerca, pero sin alzar mucho la voz. – Parece que pretendemos disparar a la misma manzana, y eso podría entorpecernos. – expliqué haciendo referencia a la leyenda de Guillermo Tell, esperando ganarme su simpatía.

Escucho sus palabras desde la seguridad de la distancia. Camina hacia mi pero guarda sus bastones, eso indica que al menos no tiene pensado atacarme de momento aunque quien sabe...cualquiera se fía de una pelirroja armada. Viendo que se acerca demasiado decido contestarle:

- Caza mayor. - digo secamente - Un buhonero en una posada me comentó que este páramo era un buen sitio de caza, y no se equivocó... -  hago una pausa y prosigo - ...creo que esta manzana es suficientemente grande para los dos milady.

Cuelgo mi arco a la espalda y con un suave movimiento me apoyo en un borde mientras mi mano se coloca sobre el pomo de mi alfanje. No es una actitud agresiva pero sí que quiero mandar un claro mensaje, que sin el arco sé y puedo defenderme.

- Y ahora bella dama guerrera permitidme preguntaros algo...¿Qué es lo que buscáis vos?

Espero en silencio su respuesta, la verdad es que en parte me alegra encontrar a alguien tan loco como yo para salir a cazar aunque por otra parte es peligroso ya que no sé que intenciones tiene. ¿Enemiga o amiga? Pienso en las leyendas artúricas y en la mitología anglosajona y el temor a los pelirrojos. Robin Hood estaría preocupado o Lady Marian tendría ese color de cabello...gran pregunta que uno se hace a sí mismo. Cuando llegue a casa lo googlearé. 

Al parecer, el tipo con arco se tomaba muy en serio su disfraz, hablando también de un modo que recordaba al Medievo. Esperaba que tan sólo se tratara de ir en consonancia con su alter ego, y no que se tratara de algún chiflado peligroso. De momento no lo parecía, así que medité su respuesta antes de volver a hablar, viendo cómo guardaba su arma a distancia; aunque sin apartar demasiado sus manos de cualquier tipo de arma.

Antes de que hablara, volvió a hacerlo él, devolviéndome la pregunta.

- En seguida os responderé, pero, ¿puedo preguntaros por el motivo de vuestra cacería? ¿Cazáis por deporte o seguís algún código moral? – pregunté al encapuchado, tratando de emplear su misma forma de hablar, lo que pensé que quizás me ayudaría a ponerle de mi lado. – En algún lugar de esta “manzana” se encuentra una pequeña damisela en apuros. Trato de encontrarla para rescatarla de sus captores. Quizás podríais ayudarme a encontrarla, o al menos no obstaculizar mi camino. Aunque preferiría que optarais por lo primero. – concluí en tono calmo, aunque estaba impaciente por reanudar mi búsqueda.

Lo que me dice es algo que me suena, algo que he leído en la red y escuchado en las noticias. Es interesante para ambos.

- Una joven damisela en apuros, algo he oído...eso es algo que un noble arquero debe ayudar a resolver. ¿En qué puedo ayudaros? Creo que el pobre villano al que derribé no hablará demasiado...aunque puede que su cadáver hable más que él...

Cojo carrerilla y con una corta pero potente carrera me lanzo hacia donde está ella con un preciso salto, el cortejo es complicado en estos casos y es mejor hacerlo en las distancias cortas. Ya sobre el mismo suelo ambos, me muevo con cautela dándole tiempo a que vea que no represento un peligro inmediato.

- Cazo porque la escoria no se muere sola...sigo mi código de honor, un código benévolo con los que han sufrido e implacable con los malhechores...¿y vos qué código seguís?

El misterioso arquero se mostró dispuesto a ayudar, declarando haber oído algo sobre la “damisela”. Eso significaba que la información sobre lo sucedido ya estaba en circulación, lo que puede que pusiera en marcha a otros de los justicieros de la ciudad, aunque el que dieran con aquel lugar era algo muy distinto. En cualquier caso, no estaba segura de si eso era algo bueno o algo malo.

Antes de responderle en qué podía ayudarme, vi cómo el encapuchado cogía carrerilla para saltar, terminando por alcanzar la pasarela en la que me encontraba. Me mantuve atenta ante su avance, aunque no parecía tener intención de atacarme.

Me habló sobre su código mientras terminaba de acercarse, preguntándome por el mío después.

- Uno similar, aunque prefiero que los malhechores acaben entre rejas. – le hice saber, antes de retomar su anterior pregunta. – No he encontrado nada en este lado, necesito continuar avanzando y entrar en el siguiente almacén. Quizás pueda ayudarme a buscar allí a la pequeña damisela. Comprenderé que no quiera ayudarme, pero por favor, decídase rápido, el tiempo apremia. - le pedí, pudiéndose atisbar mi impaciencia.

Mientras los dos justicieros están tratando de discernir, con cautela, si podrían llegar a trabajar juntos en esta ocasión, algo hace que ambos se giren para mirar la puerta del segundo almacén. Les parece oír un ruido, el sonido de pasos apresurados a lo lejos.

Alguien se acerca. Varias personas.

- Alguien viene... - susurro cerca de la pelirroja enmascarada mientras cargo una flecha en mi arco y me preparo para entrar en acción - ...creo que primero nos ocuparemos de los villanos que vienen a por nosotros y luego comentaremos cómo podemos colaborar sin estorbarnos...¿le parece bien señorita?

Dicho esto con el arco cargado apunto hacia donde escuchamos los pasos para ver cuántos son y con qué armas vienen cargados. Cargo una punta de flecha normal, pero si veo que vienen muy apelotonados puede que pruebe la explosiva que siempre llevo por si pudiera cargármelos a todos de un solo flechazo.

De pronto escuchamos unos pasos que acudían en nuestra dirección, lo que parecían ser varias personas caminando con rapidez. A pesar de que estas aún debían encontrarse lejos, el encapuchado propuso que concluyéramos la conversación cuando nos deshiciéramos de los enemigos, preparando su arco mientras tanto.

Con aquellas palabras parecía acceder a ayudar, aunque no entendía qué quería decir aquello de “estorbarnos”, puede que tuviera un objetivo del que no había querido hablarme.

Asentí cuando terminó de hablar y volví a sacar mis bastones, avanzando por la pasarela hasta alcanzar el otro lado, y con ello la puerta; donde trataría de ocultarme a un lado de esta, esperando que la noche y las sombras que esta favorecía me ayudaran a ello.

Los pasos parecen anticipar la llegada de varios hombres. Son sonidos bien claros, de pisadas apresuradas, posiblemente con botas pesadas. También se oyen algunos chasquidos metálicos, propios de armas de fuego preparándose para ser usadas. Montaraz prepara un proyectil y lo tensa en la cuerda de su arco, listo para recibirles. Misery, apresurándose hacia la propia puerta, se sitúa en un lateral, dispuesta a sorprender a quien la cruce. Sin embargo, los pasos se detienen de golpe, y lo siguiente que se oye son varias voces con distintos acentos.

¡Eh! ¿Lo has visto, wey? -Comenta alguien con acento chicano.

¡Claro que lo he visto! -Responde otra voz, con un apenas reconocible acento italiano- Nos están esperando, joder.

¿Quién tiene las granadas? -Pregunta una tercera voz, aparentemente japonesa.

La última vez que las vi, las llevaba el colega de éste, el tal Mike. -Comenta nuevamente el chicano, oyéndose entonces unos pasos que se alejan- ¡Estaba bajo, voy a buscarle! ¡Aguantad!

Y una mierda vamos a esperar a Mikey... -Afirma nuevamente el italiano, y acto seguido se oye el inconfundible y estremecedor sonido de la corredera de una escopeta- Estáis conmigo ¿no? -Pregunta, haciéndose el silencio durante un corto instante- Pues vamos a darles por el culo...

- Creo que saben que los estamos esperando... - digo colocándome en una situación en diagonal a la puerta para evitar que si disparan a través de ella me acierte. Sigo con una flecha tensada en el arco. - Deberíamos bloquear la puerta y buscar una forma de tomar ventaja... 

Busco con la mirada algún hierro que pueda ayudarnos a bloquear la puerta o evitar que la abran fácilmente. Eso nos hará ganar unos segundos, o malgastarán munición. Si disparan y crean un hueco para que pueda colar una flecha, podría usar la especial que yo llamo "El gran BOOM". Es una opción que empieza a dibujarse en mi mente, y puede que funcione para hacer que salgan cagando leches de aquí.

Mi idea de esconderme junto a la puerta para tratar de sorprender a quienes se acercaban no resultó. Tras oír cómo se preparaban armas de fuego y escuchar aquellos pasos cada vez más cercanos, estos se detuvieron de repente, pudiendo escuchar las voces de varios tipos.

Nos habían descubierto, no cabía la menor duda, y pretendían usar granadas para librarse de nosotros; sin embargo, quien las llevaba no se encontraba aún allí, por lo que alguien se ofreció a ir a buscarlo.

Sin embargo, el que parecía italiano no estaba dispuesto a esperar. Pude reconocer perfectamente el sonido de la corredora de la escopeta, en cuanto cruzaran aquella puerta abrirían fuego.

Ante el inminente ataque de aquellos indeseables, el encapuchado propuso atascar la puerta y tratar de ganar ventaja, pareciéndome que aquella era nuestra mejor opción en aquellos momentos. Ganar algo de tiempo nos permitiría enfrentarnos a ellos con mayor eficacia.

Asentí con firmeza ante sus palabras, examinando el lugar con rapidez en busca de algo que me permitiera bloquear la puerta. Lograra encontrarlo o no, trataría de situarme en una zona fuera de la trayectoria de las balas del grupo que se aproximaba, en algún alto a ser posible, como la plataforma de las escaleras de emergencia del almacén; situándome así fuera del alcance de aquellos malnacidos.

Todo sucede muy rápido, demasiado incluso para los matones que avanzan hacia la puerta de acceso a esa pasarela en que se encuentran Misery y Montaraz. La justiciera se asoma por la hoja abierta de la puerta de metal, viendo con ello a los dos matones que avanzan, armados uno con una pistola y otro con una escopeta corredera, ambos con los rostros cubiertos por máscaras amarillas y negras. Misery sujeta la puerta por el asidero y tira de ella, cerrándola sonoramente, justo a tiempo de evitar los disparos que se producen en ese instante. Hasta dos balas de pistola impactan en el grueso metal, y un sonoro disparo de escopeta que parece abollar el metal sin que al otro lado se detecte desperfecto alguno. Las planchas de metal son sumamente resistentes, al menos contra esas armas. Otra cosa será cuando acudan con las granadas que han oído nombrar.

Misery no cuenta con nada a su alcance con lo que bloquear la puerta. No hay nada en absoluto en la pasarela, salvo el matón abatido y los dos justicieros. Apresuradamente, como una medida provisional, la justiciera sitúa uno de sus bastones entre las asas de las dos hojas de la puerta, para impedir que nadie pueda abrir desde el otro lado. Sin embargo, eso es sólo un medio para ganar algo de tiempo, pues es evidente que no puede permanecer ahí eternamente. Dejar ahí el bastón es un precio demasiado alto, y no aguantará si vienen con las granadas. Es preciso hacer algo.

Tanto ella como Montaraz buscan una salida. Sus ojos se alzan al techo de la pasarela, conscientes de que trepar a la parte superior, y de ahí al tejado del almacén, es una opción. Otra es, al fijarse en la fachada del mismo, las escaleras de emergencia que reposan sobre uno de sus muros, gemelas de aquellas por las que Montaraz ascendió al otro almacén. Por supuesto, también es posible dejarse caer hasta la calle, aunque es bastante altura; retroceder por la pasarela hasta el primer almacén, aunque eso les dejaría expuestos durante el trayecto; o sencillamente avanzar y encarar el peligro directamente, por las bravas.

- Tenemos que darnos prisa...pienso que una retirada a tiempo podría ser una buena opción... - le digo a mi compañera eventual de correrías - ...o puedo volarlos con una flecha...aunque podría no acabar con ninguno de ellos...

Mi flecha sigue apuntando a la puerta, aunque no es mi flecha explosiva. La puerta no aguantará demasiado y serán cuatro hombres fuertemente armados y con ganas de acabar con nosotros.

- ¿Tienes alguna idea? Podía ser interesante que se te ocurriera algo ahora...podríamos subir al tejado o bajar por las escaleras...podría cubrirte mientras lo haces... 

Puede que no tuviera demasiada fuerza, pero tenía la suerte de contar con una gran agilidad. Llegué a tiempo de cerrar la puerta y atrancarla antes de que aquellos matones enmascarados llegaran, aunque tuve que hacer uso de unos de mis bastones para ello. Los disparos no habían atravesado aquellas pesadas puertas, pero si el tipo de las granadas llegaba, de nada nos servirían aquellas planchas de metal.

Observé a mi alrededor con rapidez, tratando de localizar posibles vías de escape. Debíamos irnos de allí cuanto antes, cosa con la que el encapuchado parecía de acuerdo, aunque también contemplaba otra opción.

¿Volarlos con una flecha?

Aquello no fue lo único que llamó mi atención en sus palabras. Había dejado de usar aquel lenguaje que remitía al Medievo, seguramente lo apremiante de la situación le había sacado de su papel.

Mientras sopesaba las distintas opciones de huida, el justiciero volvió a pronunciarse, insistiendo sobre lo que hacer.

- Nada de retroceder, subamos. - afirmé con absoluta convicción, mirando hacia el techo de la pasarela nuevamente.

Recuperar mi bastón y trepar hasta este, para después alcanzar el tejado del segundo almacén, me parecía la mejor de nuestras opciones.

Si hay que subir, tocará subir. Con rapidez guardo la flecha y me dedico a trepar hasta el tejado para tener un mejor ángulo de ataque hacia ellos. Desde esa posición tendré mejor visión y puede que se me ocurra alguna otra forma de enfrentarme a estos mal nacidos.

Cuando ya estoy en el tejado busco un sitio donde parapetarme y poder disparar.

Los movimientos son rápidos y precisos, propios de quienes están más que preparados para acometer las tareas que tienen entre manos. Más aún, casi daría la sensación de que ambos justicieros están correctamente sincronizados, como si ya hubieran trabajado juntos. Pero no es el caso. A ambos les basta poner un pie en la barandilla del puente, tras recuperar su bastón una, y guardar su flecha en el carcaj el otro, para saltar y aferrarse al borde de la techumbre de la pasarela. Desde ahí, a ambos les resulta muy sencillo encaramarse al techo, alzándose rápidamente.

De hecho, lo hacen justo a tiempo de oír la puerta abriéndose bajo ellos, y la voz del italiano.

Cabrones de mierda, dónde os habéis metido...

Misery y Montaraz se encuentran sobre un techo de chapa, con algunos tornillos asomando por encima de mala manera. Un poco más adelante, donde comienza la techumbre del almacén, la cosa pinta bastante más estable y sólida, y hay varios respiraderos de cristal, sucio y cubierto de mugre hasta el punto de no verse prácticamente a través de él, al menos desde su posición. Lo curioso es que parece que uno de esos cristales está completamente abierto.

Aunque lo más preocupante es que al menos uno de esos matones está justo debajo de donde los dos justicieros se encuentran, y la chapa no parece precisamente a prueba de balas.