Rainer se levanta entre las brasas claramente contrariado. Aparta con su maza restos de una mesa en llamas mientras busca a sus compañeros y alza las manos mientras habla.
¡Salgamos de aqui y persigamos a esos rufianes! dice mientras se acuerda del animal que tienen fuera con sus posesiones y se dirige al exterior.
¿¿Limosna?? que mas quisieran.... xD
- Creo que este viene con nosotros - dice el elfo señalando al rufian que todavía seguía en el suelo. - No creo que demos con ellos ya Rainer, pero seguro que este caballero nos puede dar la información que nos hace falta para encontrarlo - el tono irónico saltaba a la vista. - Este asalto no quedará sin consecuencias -, la mirada hacia el asaltante era fija, estaba claro que Eldarendil queria venganza.
—Este poco nos va a decir —dijo Johannes señalando al que yacía muerto— y el otro va por el mismo camino. Cargar con él nos retrasaría y quedarnos aquí no es buena idea. Estaríamos atrapados cuando llegue la guardia —continuó sin dar lugar a dudas sobre lo que estaría haciendo la guardia en esos momentos—. No se vosotros, pero no me apetece charlar con ellos. Pero si insistís en sonsacarle yo vigilaré la entrada. Cuando vea a los guardias silbaré y será el momento de salir volando.
Dicho esto el ladrón se asomó tras la barra donde el dueño se cobijaba, golpeando ambas palmas en ella, y le espetó:
—¡Eh, jefe! ¿Tiene el local otra salida?
El hombre no era culpable del ataque de los cazarrecompensas, de hecho lo había sufrido también o al menos su negocio, pero Johannes no tenía tiempo para andar con sutilezas. Así que dejó que la dureza de su tono y la escabechina que habían causado soltara la lengua del hombre.
—Si la tiene será mejor que salgáis por ella cuando os avise —les comentó a sus compañeros— ¡Y no olvidéis vuestras cosas! —señaló los ropajes y el equipo del que se habían desprendido mientras comían en el sofocante asador.
Tras obtener la respuesta del tabernero, Johannes recogió sus cosas y salió al exterior para hacer de vigía.
El asustado posadero, deseoso de colaborar y hacer desaparecer a los combatientes contesta rápidamente.
Ninguna, sólo el tragaluz.
Señaló la pequeña abertura en la pared, demasiado estrecha para que nadie pasara a través de ella, quizá Hugo pudiera escapar, pero desde luego los demás no. El resto de comensales había desaparecido en algún momento. El herido permanecía boca abajo en el suelo, inconsciente y desangrándose. Johannes salió al exterior.
El pequeño halfling se había preparado para apoyar a sus compañeros desde la retaguardia de los atacantes, pero ni en sueños habría imaginado la letalidad en combate de aquellas personas, y para cuando ya tenía desenvainada la espada, todo había acabado.
La cara de Hugo era todo un espectáculo, semejante a la de la gente que se escondía tras la barra del local.
¡Por el sagrado estofado de mi abuela Sigesmunda! ¿Quienes son estas personas? ¿Con quién te has juntado Hugo? Pensó el halfling.
El hecho de que los atacantes hubieran enseñado papeles de busca y captura con la cara de sus compañeros, no ayudaba en la tarea de encontrar una explicación racional que calmara los nervios del halfling.
Hugo envainó de nuevo la espada.
-Esto, chicos, no quisiera tener que meteros prisa. Dijo tras escuchar las palabras del posadero. Pero sería mejor dejarlo todo como está y marcharnos de aquí cuanto antes... comentó con nerviosismo mientras recogía sus pertrechos.
En el exterior no había nadie. La calle no tenía ningún transeúnte, aunque sí la calle en la que desembocaba. Una solitaria mujer tendía la ropa desde la ventana de su casa, ajena a todo lo que había pasado en el mesón. La situación parecía ir bajo control, al menos por el momento.
Sin embargo, en el suelo había una moneda de oro de cuatro coronas. Estaba ahí, esperando a que alguien la cogiera.
Sólo para tus ojos.
Extrañado por la situación Johannes miró alrededor por si algo no iba bien, la única persona en la calle era esa mujer cuya cabeza a veces aparecía y desaparecía cada vez que tendía una nueva prenda. No viendo a nadie se acercó a la moneda, cuatro coronas valía la moneda.
Habrá más de esas si ayudáis a mi señor -dijo una voz escondida detrás de unos barriles.
Johannes interrumpió el movimiento de agacharse para recoger la moneda cuando escuchó la voz. Automáticamente se irguió, alerta, tratando de identificar de donde provenía. Situándola en unos barriles cercanos contestó:
—¿Y de quién se trata que manda a su sirviente ocultarse entre toneles y usar triquiñuelas para llamar mi atención? Y aún más importante: ¿cuántas más?
No se molestó en disimular cuando pisó la moneda para que no se le escapara. No iba a agacharse y bajar la guardia con el oscuro personaje de los barriles, pero desde luego tampoco iba a desprenderse de la moneda. Cuatro coronas son cuatro coronas.
Observó los alrededores en busca de compinches ocultos y lanzó un vistazo a la calle, no fuesen a llegar los guardias mientras estaba distraído.
Hoy puedo responder, que estoy de vuelta, así que tengo internet. Me marcho mañana y ya hasta el próximo fin de semana (como pronto) no volveré a conectarme. Eso sí, hoy daré de alta internet en el otro piso, a ver si para la siguiente semana ya tengo :)
La voz se convirtió en una figura pequeña, de anchos hombros y una espada corta en la mano derecha, aún dentro de su vaina, y una cara semioculta por una capucha, pero se podía apreciar una descuidada barba, una cara ligeramente rechoncha, unos ojos marrones y una coronilla carente de pelo.
Mi señor es Wolfgang Von Drachensturm, y está interesado en gente con habilidades como las demostradas ahí dentro.
A la pregunta del dinero respondió.
No puedo hablar por él -dijo encogiéndose de hombros mientras apoyaba la punta de la espada en el suelo-, pero es hombre generoso y puede hacer desaparecer ese molesto cartel y todos los que son iguales.
Estaremos cuando regreses.
Johannes se acarició la cicatriz del labio en gesto pensativo. La última vez que tuvo que ver con un noble —y el tal Wolfgang Von Blablá sonaba a noble— acabó luchando por su vida contra unos mutantes del caos. Y la ocasión anterior le obsequió la cicatriz que ahora tocaba y la muerte de un amigo. Aunque entonces estaban robando al noble y no trabajando para él.
Por otro lado la recompensa era atractiva: dinero y quitarles de encima a los cazarrecompensas.
—Suponiendo que estuviéramos interesados en trabajar para vuestro señor —contestó—, ¿cuáles serían nuestras tareas?
Encontrar a alguien que ha desaparecido -respondió escuetamente, después pareció pensarlo mejor y añadió-, y sus papeles.
Ahora Johannes le veía con claridad, era el criado del noble que estaba sentado en una de las mesas de El cordero lechal.
Rainer registra los cuerpos de los rufianes, incluido el que agoniza, mostrando todo lo que encuentra a sus compañeros y guardandoselo.
Tal vez encontremos explicacion a esto... dice mientras inspecciona con detenimiento, y cuidado, a todos.
Cuando termina, el clerigo duda durante unos instantes que hacer con el malhechor que espera a las puertas de Morr. ¿¿Deberia terminar con su sufrimiento??
No deja lugar a la duda. De un golpe directo a la cabeza termina con su vida.
Cuando termine...¡a correr!
Hugo vió cómo se las gastaba la misericordia del sacerdote de Ulrich y tragó saliva.
¿Pero de dónde ha salido esta gente? Se preguntó a si mismo aterrado por lo que acababa de ver. Una cosa era luchar por la vida de uno, y otra matar a alguien indefenso. El hecho de que esa persona hubiera tenido intenciones de cobrar una recompensa por las cabezas de sus compañeros, no aliviaba la preocupación que Hugo sentía por estar junto a aquellas personas. Con lo bien que estaba yo entre las faldas de la mujer de Buenmanzano en La Asamblea...
-Bueno gente... creo que ya hemos estado el suficiente tiempo por aquí, yo me largo antes de que esto se llene de guardias pidiendo explicaciones... Dijo a los demás, y esta vez no espero a que sus compañeros se movieran, puso rumbo a la salida del local.
El sacerdote, con su habitual actitud piadosa, profundamente sopesada y tras largas deliberaciones decidió que aquel cazarrecompensas merecía morir. Y aplicó el mismo el veredicto. La maza aplastó el cráneo del hombre que apenas tuvo un ligero espasmo en el cuerpo. Más preocupante era la pierna del primer muerto, que parecía tener vida propia y se movía rítimicamente, pese a que su propietario hacía rato que había muerto.
Hugo decididió coger sus cosas y salir del asfixiante lugar en el que se había convertido el mesón.
Hugo salió de El cordero lechal, apenas subió unos pocos escalones cuando vio a Johannes, actitud erguida y puño en el pomo de su mortífera espada hablando con una hombre encapuchado parcialmente oculto por unos barriles. Llegó a una conversación ya iniciada y sólo puedo captar parte de la misma:
...y sus papeles.
Había dicho el encapuchado.
¿¿Tenian algo de valor?? ¿o algo interesante que llevarse? ¿algo sobre nosotros?
Oh, sí, los carteles el equipo (espada, escudo armadura de cuero completa, cofia de malla; dos de cada) y 4D10 chelines.
¿Ein?
A Hugo le extrañó encontrarse con esa peculiar situación a la salida del local, más aún por el hecho de que pese a que Johannes sujetaba el pomo de su espada en actitud precabida, el encapuchado con el que hablaba no parecía tener actitud hostil.
El halfling trato de no ser visto para ver si podía enterarse de algo, pero se topó con los dos hombres demasiado cerca como para tratar de ocultarse ya.
Motivo: Esconderse
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 63 (Fracaso)
—Veo que no nos quedan más opciones que salir de aquí más rápido que un goblin de una bañera. No obstante, esto no quiere decir que no tengamos que sacar unos cuantos beneficios... No sé si me explico.
Mientras hablo, recojo rápidamente los carteles de se busca y sus monederos. Al terminar de cogerlas, sugiero— Yo dejaría lo demás. No queremos que nos acusen de despojar cadáveres. Y ahora, si me disculpáis, me voy fuera yo también, cosa que os recomiendo encarecidamente.
—Sí, no quiero que vengan guardias alertados por el ruido de pelea, y mucho menos quiero que me vean tras el trabajo de cirugía que acabas de realizar a este hombre, Rainer —digo señalando al tipo que acaba de ser decapitado con un mazazo—. Así, os recomiendo salir cagando leches... Ya habrá tiempo para historias después.
Rápidamente, y antes de que haya opción a réplica, salgo de allí como alma que lleva el diablo; no sin antes buscar al dueño y decirle desde la puerta— ¡Excelente comida, señor! ¡Ojalá nos volvamos a ver en una situación más tranquila! —Dicho todo esto, abandono el local.
Siento no haber posteado antes, son las fiestas de mi pueblo y he estado "liado"
Johannes vio llegar al pequeño Hugo pero no le prestó más atención. No quería quitar su vista del extraño con el que hablaba.
—La oferta resulta interesante —le respondió—, aunque sin duda no será tan sencilla como la hace parecer. Tendría que consultarlo con mis asociados antes de responder. Además, necesitaremos más detalles sobre el trabajo. Como verá, ahora no es un buen momento para seguir discutiendo la propuesta —tenían que largarse cuanto antes y la llegada del Halfling sólo podía significar que el grupo estaba listo para partir—. Así que acordemos un lugar y hora para continuar.