Partida Rol por web

Hugo recordó algo sobre unos disturbios durante el Carnaval de Nuln donde hubo varios muertos y detenidos. Algunos exageraron (o no) diciendo que se sacaron cañones a las calles. Los altercados fueron causados por la marinería y unos alborotadores de Altdorf.

—Estaba pensando en el apellido que suena como salido de la historia de cualquier trovador... ¡qué mas da! —sonrió el ladrón— Yo también creo que deberíamos acercarnos. Tenemos mucho que ganar. En cuanto a la recompensa —respondió a Hugo— el criado dijo que también habría oro, así que ningún problema en eso Hugo. Además, tener el favor de un noble puede valer mucho más que el oro.

Aunque de bien poco nos sirvió con Oldenhaller. Claro que no era un noble, pero para el caso lo mismo da —pensó recordando las aventuras en Nuln.

El halfling sonrió complacido al oir hablar del oro mientras seguía dándole vueltas al intrigante asunto que concernía a sus compañeros mientras Johannes hablaba. Recordando algunas noticias que escuchó hacía tiempo sobre Nuln, preguntó:

-No estariáis por casualdiad metidos en los altercados que ocurrieron durante el Carnaval de Nuln ¿Verdad? Oí hablar sobre la que se lio allí a causa de la marinería y algunos alborotadores, incluso que la guardia estuvo obligada a sacar cañones a la calle, pero creía que la mayoría de cosas fueron exageraciones de la gente.

Johannes alzó una ceja sorprendido. No esperaba que Hugo estuviese al tanto de las revueltas. De hecho ni siquiera él presenció todo lo que ocurrió, ocupado como estaba recorriendo las alcantarillas en busca de la estúpida joya de Oldenhaller.

—Más o menos. Acabábamos de llegar a Nuln y unos guardias trataron de abusar un poco de su poder registrándonos esperando encontrar algo de valor que requisar. No ofrecimos especial resistencia, pero para la marinería fue la gota que colmó el vaso. Se ve que llevaban tiempo sufriendo a los guardias —se encogió de hombros—. Lo que comenzó como un pequeño altercado acabo en una batalla campal, pero nosotros ni siquiera estábamos ya allí. En cuanto pudimos nos escabullimos del puerto. Pero se quedaron con nuestras caras... y así nos tienes.

-Entiendo. Respondió Hugo. Tengo que admitir que por un momento me había preocupado por con quién me había juntado, jejeje. Reconoció con una sonrisa mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza. Despues de lo de las mostruorratas, solo me faltaba encontrarme con problemas con la ley del Imperio, no se si me entendeis. Pero no le demos más vueltas ahora que ya está todo aclarado. Dió un aplauso con las manos a modo de señal de "asunto zanjado". Y ahora ¿Qué hacemos? Si queremos estar a la hora en la hacienda de ese tipo, tal vez vaya siendo hora de dejar este lugar, cosa que tampoco nos iría mal despues de lo que ha pasado en El Cordero Lechal. Estoy acostumbrado a que me persigan jóvenes doncellas halflings, pero no hombres de pelo en pecho que me doblan en altura y amenazan con sus grandes espadas.

Dijo aquello último acompañando la broma con una sonrisa.

Creo que buscaban una joya robada en Altdorf, o algo así; y como nosotros veníamos por el Reik nos confundieron.

¿Qué aspecto tenía ese tipo? ¿No sería un charlatán o un sectario?

Rainer estaba pensando en la posibilidad de presentar un tributo a Ulric por la gran victoria de hoy. Para que lediera fuerzas para las batallas por venir.

Eldar escuchaba la conversación de sus compañeros y espero a que acabasen de hablar para dar un empujoncito - Estoy de acuerdo con Hugo deberiamos partir ya, aquí ya no pintamos nada, ademas estoy seguro que, si continuamos aquí no tardaran mucho en llegar los que han escapado con refuerzos - afirmaba el elfo mientras se acariciaba la barbilla. - Así pues pongamonos en marcha! -

El ladrón se rascó la barbilla mientras rememoraba el aspecto del criado.

—No era el criado típico, fino y frágil, sino que parecía un hombre curtido en el camino, como nosotros. Barba descuidada, bajo y fuerte empezando a quedarse calvo. Llevaba una espada. Probablemente el que se encarga de los trapos sucios de su señor. Todos los nobles los tienen.

Ante las menciones de Hugo y Eldarendil sobre partir, no pudo sino estar de acuerdo.

—Sí, partamos ya o llegaremos tarde a la cita. No queremos dar una mala impresión a nuestro posible patrón —sonrió Johannes.

Temiendo llegar tarde a la cita los aventureros salieron utilizando calles que ellos consideraron tranquilas, de Delberz y caminaron por arenoso camino, era tiempo de lluvias pero el campo y los caminos estaban secos. Habían oído quejas de aldeanos por la sequía del otoño, y ya se temía por una posible hambruna. Los mercaderes ya se frotaban las manos ante la expectativa de una subida de precios del grano, grano que ellos tenían almacenado en los silos. Malnacidos.

El viaje fue tranquilo, se cruzaron un solitario patrulla de caminos, algunas carretas de campesinos y un par de carboneros que llevaban su carbón para venderlo en Delberz. Iban muy bien de tiempo, de hecho aún faltaban varias horas para la cita y estaban a dos kilómetros de allí, y en al distancia se veía un edificio de piedra con un pequeño muro que sólo podía ser una parada de posta.

Llevaban ya un buen rato de caminata sin ningún tipo de percance, cuando un gruñido en el camino puso la nota de amenaza que se había convertido en una constante en sus vidas.

Hugo se echó una mano al estómago.

-Ups, lo siento. Pero es que cuando me salto la segunda comida, no puedo controlar a esta bestia enfurecida, jajaja. Bromeó. Vaya, mirad allí. Una parada muy adecuada en la que poder hacer la primera merienda del día ¿Qué os parece? Vamos bien de tiempo, y a decir verdad mis pies necesitan algo de descanso antes de llegar al lugar de la cita.

El camino había sido tranquilo hasta el momento, gracias a Ranald. Johannes pasó algunos momentos intensos cuando se cruzaron con la patrulla de caminos, temeroso que tuvieran noticias del altercado en la taberna o incluso los carteles con las recompensas. Sin embargo pasaron de largo sin inmutarse.

Hugo comenzaba a hacer alarde de sus habituales ganas de comer —sin importar la hora o las comidas que se hubiera saltado, como había notado el ladrón, por mucho que las usara como explicación a su estómago sin fondo— mientra señalaba la casa de postas cercanas.

Johannes tuvo que admitir que él también empezaba a tener hambre y así lo hizo saber.

—Sí, una cerveza para quitarme el polvo del camino vendría bien. Se ha metido en mi garganta y no hay quien lo haga salir. Además —añadió—, tenemos tiempo de sobra y la hacienda de Drachesturm está cerca. Seguro que en la casa de postas podemos indagar sobre el noble. Será un tiempo bien gastado. 'De sabio es conocer al patrón', como decía mi maestro.

Era la primera vez que el ladrón mencionaba a Max, el hombre que le enseñó el oficio, y él mismo se sorprendió al darse cuenta. En el poco tiempo que llevaba con el grupo, Johannes había desarrollado un grado de confianza y familiaridad que solo había tenido con su maestro y el otro aprendiz que tenía. A pesar de estar lejos de casa, el ladrón se sentía a gusto con sus nuevos compañeros y eso le hacía feliz.

Bienvenidos a El último Festag, señores.

Apenas se habían acercado a la puerta cuando un hombre apareció detrás de ellos con unas botellas de vino en la mano y una pequeña cesta con quesos y ajos.

Me llamo Franz y seré su anfitrión hoy. No se queden aquí fuera, pasen, pasen. Tengo comida y bebida de muy buen gusto, todo lo que el cuerpo necesita.

—¡Claro, claro, una comida siempre es bien recibida! —grito de alegría ante la mención de la comida y bebida del hombre que nos a asaltado en la puerta del local. Tras decir esto, paso dentro, como dice el hombre.

—¿Sabéis que? Esto me recuerda a aquella vez que fui a comer a "El cordero lechal". El sitio estaba bien, pero cuando terminé de comer una lámpara se soltó del techo y por poco acaba conmigo. También fue al suelo por el hecho de que una especie de orcos rumiantes aparecieron en el lugar buscando gresca. Por suerte, pude salir de allí antes de que pasase cualquier cosa. Lo que me pregunto es que harían allí unos orcos rumiantes de las montañas. Eso sí, la comida estaba buena, aunque no había alcachofas.

Mientras digo esto, me giro hacia el tipo que nos a invitado a pasar, para decirle— ¿Aquí tienen alcachofas? Son un manjar digno de la gente de más alta clase, pero asequible para cualquier boca hambrienta...

Johannes saludó con un asentimiento mientras entraba en el edificio. Sacudió la cabeza suspirando al oir la historia de Wolfgang, que mezclaba realidad con ficción. Quizás, pensó, así era como el charlatán creaba sus cuentos. Rumió unos instantes la idea hasta que oyó la palabra 'alcachofa'.

Saliva inundó su boca, de tal modo que a pareciera iba a escaparsele en cualquier momento. Tragó ruidosamente y se pasó la mano por los labios. Desde la aventura en la torre de las monstruo-ratas la idea de alcachofas le suscitaba efectos parecidos. No sabía por qué. Las probó durante su breve instancia en aquel maldito pueblo y, aunque sabían bien, tampoco le pareció el manjar que Wolfgang les había vendido. Una imagen de alcachofas cayendo del cielo, cual gotas de lluvia, pasó por su mente. Y tan pronto como llegó, se fue. Se rascó la cabeza, desconcertado, pero pronto se olvidó mientras prestaba atención a lo que el tal Franz respondía.

-¡Hola! Saludó efusívamente Hugo al entrar y ser recibido de tan grata forma. Y sin mediar más palabra echó mano a uno de los quesos de la cesta antes de seguir hablando.

-¡Ñam, ñam... eftá rifífimo! Exclamó salpicando al posadero con una lluvia de perdigones de queso mezclado con saliva. Efto ef jufto... ñam... lo que nefefitaba para llenar el fuche... ñam.

El halfling tragó lo que estaba masticando. Mientras escuchaba hablar al bueno de Wolfgang, mezclando la realdiad con lo que fuera que hubiera en su cabeza, y entonces terminó por convencerse de que a ese hombre tanta alcachofa le había debido de afectar a la cabeza. No le dió más vueltas y dió su opinión al respecto de la posada.

-Auguro un buen descanso, sí señor. Se giró hacia sus compañeros, y vió a Johannes paralizado, con la mente en otro sitio. ¿Y a tí que te pasa? Ni que hubieras estado una semana sin comer. Pensó en lo que acababa de decir. ¡Madre mía! Si me quedara sin comer una semana creo que se me caería el pelo de los pies. Venga, vamos para adentro antes de que sufra una alopecia podológica. ¿Tiene mesa libre Herr Franz? Preguntó al posadero. Estaré encantado de comer más de ese queso.

Claro que tengo mesas libres. ¡Son los únicos clientes que han venido hoy! Para celebrarlo abriré un barril de aromática cerveza tradicional. ¿Les gusta la cerveza tradicional? Aunque ahora que lo pienso...si lo que quieren es queso quizá lo mejor sea una botella de vino.

—Nada, sólo un escalofrío pasajero —respondió a Hugo. A continuación sonrió quitándole importancia—. Yo beberé algo de cerveza. Dejaré el queso para los demás. Si es que mi amigo deja algo... —Se trataba de una simple broma, pero realmente era increíble lo que podía tragar ese pequeñajo.

Al ladrón le llamó la atención que la posada fuese tan poco transitada. Es verdad que no estaba cerca de una gran capital, pero aun así que no apareciera nadie en todo el día era cuanto menos extraño.

—¿Malos tiempos para el negocio, pues? —le preguntó al posadero mientras entraba al local con los demás.

Malos, malos, sí, señor...

El hobre sacó un pequeño barril de unos 6 litros y lo dejó sobre la barra mientras sacaba una jarra para cada uno de los viajeros y otra para él. Empezó a servir.

La compañía de diligencias Flecha centelleante fue acusada hace poco de conspiración contra el Emperador, al parecer trasladaban agitadores nordlandeses hasta Altdorf, y su ruta ya no pasa por aquí. Hace ya varias semanas que no pasa ninguna diligencia por aquí, sólo algunos viajeros, como ustedes.

Tras la respuesta de Johannes, Hugo correteó hasta un taburete para coger impulso, y se subió al mismo de un salto.

La cómica maniobra logró que el halfling consiguiera sentarse en la silla de la barra, y Hugo se apoyó en la misma con los brazos cruzados mientras observaba cómo el posadero se encargaba de sacar la bebida mientras les informaba de sus penurias.

-Eso es una faena. Dijo mirando el vacío establecimiento. Con el ímpetu de la entrada y la visión de la comida y la bebida en manos de Frank, ni se había dado cuenta de lo vacío que estaba el lugar. ¿Y no hay nada qué hacer? Preguntó. Digo yo que podría tratar de negociar con otras compañías para que hicieran uso de su posada y así beneficiarse del dinero que pudieran dejar los viajeros.

El camino había sido muy tranquilo, el elfo se sentía bien caminando por aquellos lares, un gran sonrisa en el rostro denotaba su felicidad, no se había cruzado con muchos viajeros o diligencias pero eso a Eldar le sobraba. - Vaya!!! que relajante es este paseo no os parece - decia a sus compañeros, mientras estiraba los brazos hacia arriba y esbozando un gran sonrisa. Fue Hugo el primero que empezó a pedir descanso y comida - Pero como puede comer tanto este pequeño - pensaba. - Yo estoy bien pero si quereis comer algo o beber no me importa - respondió a la decisiones de Hugo y Johannes.

Cuando llegarón a la taberna que se encontraba un poco alejada del pueblo dos personajes asaltaron con amabilidad al grupo invintandolos a entrar. La taberna estaba bastante vacía, era evidente que no pasaba mucha gente por estos caminos.

Johannes pregunto al posadero acerca de la poca gente en la taberna y fuimos informados de una conspiración contra el emperador. Eldar intentaba escuchaba atentamente la conversación, allá donde iban las cosas no estaban tampoco muy bien, pero a veces se distraía al ver a Hugo comer con tantas ganas y las formas le parecía muy gracioso. Mientras tanto daba pequeños sorbos de la cerveza que amablemente le habia ofrecido Franz.