Partida Rol por web

Alyss y su doncella, junto a Blaze, caminaban por el bosque de los alrededores de Piedra Muerta. Alyss necesitaba algunos hongos y hierbas que se le habían acabado luego de una serie de experimentos fallidos.

Llevaban una escolta, como siempre que debían ausentarse del castillo. Blaze, más acostumbrada al bosque, no necesitaba y nunca tenía una, pero esa tarde calurosa su Padre le había dicho que fuera con su hermanastra.

Aldrin, Gilen, Gasp y Rickard se quedaban siempre unos cuantos pasos por detrás de las mujeres que debían proteger con su vida. Eran los guardias de costumbre de Alyss.

Nunca se alejaban demasiado, para estar al resguardo de la guarnición de la fortaleza, si hacía falta. Ellos cuatro podían defenderse mientras llegaban los refuerzos. Para ello llevaban un cuerno de caza cada uno. Ante cualquier amenaza, debían hacerlo sonar cuantas veces pudieran mientras procuraban la seguridad de las jóvenes.

Pero ese día sería distinto. Justo la noche anterior, los cuatro guardias habían estado festejando le nacimiento del primer hijo de Aldrin, Alder: un hermoso y rechoncho muchachito de ojos verdes y pelo negro. Justo ese día, se debían alejar más de la cuenta para poder encontrar aquellas setas, y Alyss se hacía obedecer cuando era necesario. Justo ese día, los bandidos atacarían.

Las saetas surcaron el aire como si un viento repentino tomara vida desde los arbustos  y árboles. Fueron muchas, demasiadas para sólo cuatro soldados con resaca. La primera impactó en la garganta de Gilen; mientras que la segunda, tercera y cuarta perforaban el cuero endurecido de Rickard que se encontraba a la cabeza. Su pecho se detuvo en violentos estertores. La quinta echó por tierra los planes de Gasp de tomar por esposa a la hija del posadero de "La Casa del Leñador Muerto"; pero la sexta y séptima entraron en el pecho de Aldrin con suma determinación. El malherido soldado tuvo la fuerza y determinación suficientes como para tomar el cuerno de caza. Pero la sangre en los pulmones sólo hizo que el llamado de alerta se convirtiera en un sinfín de gorgoteos que produjo el aire al intentar hacerse camino por la ensangrentada garganta del desdichado padre primerizo. El pequeño Alder no conocería a su padre.

Dar paseos por el bosque no eran su actividad favorita por su falta de productividad en general, pero al menos significaban un periodo útil para relajarse y disfrutar del paisaje, por lo que no le molestaba en absoluto. Como lo hacía habitualmente, caminaba un par de pasos tras Alyss, silenciosa a menos que la señorita quisiera lo contrario. En lo personal, prefería mil veces conversar a caminar mirando el suelo.

Tan pronto vio los hombres caer, supo que si no actuaba estaría muerta en menos de lo que un borracho se termina su cerveza. Lo primero que pensó (y que hizo, dado que el tiempo no estaba de su parte) fue tomar el cuerno de caza rápidamente. Luego, tan rápido como pudo tomó a Alyss de la mano y la llevó a ocultarse tras un árbol junto a ella, para apenas tuviera oportunidad soplar el cuerno.

Blaze adoraba salir al bosque. Especialmente si podía montar a caballo, cosa que la apasionaba. A pesar de que aquella mañana habían decidido no montar, para poder encontrar más fácilmente las deseadas setas, su hermanastra se había levantado mandona, haciendo andar más de la cuenta a aquellos pobres soldados que, claramente, mostraban signos de una resaca importante. Por todo ello, Blaze no pudo evitar sonreír cuando no la miraban, al ver sus caras de resignación.

Su sonrisa no duró demasiado, puesto que pronto se vieron emboscados, y a juzgar por el número de flechas, los bandidos debían ser bastantes. Al ver como las flechas se clavaban en aquellos valientes soldados, una punzada de dolor se apoderó de su pecho, puesto que ya no podría escucharles bromear, ni reírse a su costa como tantas otras veces, cuando ella y su hermanastra les hacían alguna fechoría… Pero no era momento para el dolor, puesto que la prioridad era salvar a Alyss y a Sayeh, costara lo que costara.

Cuando se cercioró de que ambas jóvenes estaban relativamente seguras, se tomó un tenso segundo para observar la procedencia de las flechas, y la distancia que las separaba de los bandidos. No podía permitir que se acercaran, debían resistir hasta que Sayeh hiciera sonar el cuerno y llegaran los refuerzos.

Con toda la rapidez de la que fue capaz, se situó tras el árbol que mayor cobertura le daba, y montó el arco con presteza para disparar cuantas flechas pudiera. Si los bandidos llegaban hasta ellas, estaban muertas o algo peor.

Aún no habían caído del todo los cuerpos muertos de los guardias Forster cuando salieron de la espesura rodeando a las jóvenes cuatro bandidos con arcos y dos con espadas cortas. Además de éstos, apareció uno al lado de Alyss y Sayeh: un joven esbelto y muy agraciado con un arco tenso en sus manos apuntando al rostro de Sayeh.

-Yo que tú no lo haría... no les haremos daño, mientras no suene ningún cuerno y no vuele ni una flecha más- dijo entre sonrisas el joven y mirando un poco a Blaze y otro poco a las muchachas que tenía en frente -Les doy mi palabra-

Más allá de la voz del muchacho de aproximadamente 20 años, el bosque se encontraba en silencio, como si estuviera esperando la resolución de esta situación que se desarrollaba en su interior.

¡No, no y no! Por dentro Alyss maldecía una y otra vez. No era posible que les hubieran reducido a menos que nada en apenas segundos. Aunque corrió de la mano de su dama de compañía, màs que nada por inercia, pronto se sintió màs que furiosa, no había espacio para el miedo porque, claro, era Alyss Forster y no sabìa muy bien còmo funcionaba eso de temer por su vida. Maldecía por lo bajo y cuando vio a su hermanastra prepararse para disparar, pensó que quizás, bueno, podrían superarlo y si Sayeh era lo suficientemente rápida pero no. De medio lado mirò la muerte, tan cercana y tan fría, que siento un ligero temblor, después de todo, esos hombres eran su guardia desde hacìa mucho tiempo y sintió hasta un poco de tristeza. Estaba por volverse a Sayeh para decirle que hiciera sonar el cuerno cuando vio a aquel hombre.

La joven pelirroja lo mirò fijamente a los ojos, mientras miraba a los otros y sopesaba la situación pero si algo sabìa era que no había oportunidad y que era màs peligroso si hacían sonar el cuerno. No iba a apartar la mirada, aunque si le preocupaba la situación, no se iba a rendir ante nadie y menos ante un cobarde como aquel, por màs agraciado que fuera, porque eso no dejó de notarlo. Ladeò la cabeza y luego mirò un segundo a Blaze, sòlo para volver a mirar al que les apuntaba con el arco.

-No hace falta que apuntèis a mi dama, si habéis dado vuestra palabra de que nada nos pasarà, ella no hará sonar el cuerno.

Alyss no estaba convencida pero con aquello dio la orden de manera implícita a Sayeh y esperaba que Blaze también lo entendiera. Guardò en el bolso de piel unas setas que tenía en las manos y volvió a fijar sus ojos en los de aquel hombre.

-Bien, ¿què querèis de nosotras?

Si iban a hablar, iba a ser de manera directa. Las cosas a medias, las conversaciones veladas, aburrìan a Alyss, eso lo dejaba para otras tonterìas y para perder el tiempo cuando no había nada màs importante que hacer que poner nervioso a algún muchacho.

Las jóvenes comprendieron que aún faltaban más bandidos. Todavía quedaban por lo menos dos más, y seguramente con los arcos nuevamente cargados. No había tiempo suficiente para que dispararan y sacaran las espadas esos dos de enfrente.

Estaban realmente rodeadas... pero tal vez alguna decidiera arriesgar la vida confiando en los Dioses.

El muchacho parecía ser el líder de aquella partida de bandidos. Se lo notaba muy seguro y hasta tranquilo. Los demás también, con la confianza del que pone en sus manos su vida en las decisiones en alguien al que se lo respeta o admira.

Miró a Lady Alyss. Luego alrededor. Definitivamente no tendrían más salida que obedecer al bandido, al menos por ahora. No iba a arriesgarse con tanta gente dispuesta a matarla, siendo ella claramente alguien de quien podían disponer. Sería forzar demasiado su suerte. Además parecían bastantes, y comprometidos con la decisión del líder.

Resignada, se agachó para dejar el cuerno a un costado y luego se levantó, mirando al muchacho.

La Bastarda sabía que no tenían ninguna oportunidad. Habían sido reducidas en cuestión de segundos y aquel joven parecía muy seguro de tener todos los ases en la manga. ¡No! Su alma rebelde se negaba a aceptar el hecho de que las hubieran derrotado por completo, a pesar de las señales que le había mandado Alyss y a pesar de que su vida dependiera de su decisión. Los hombres que habían muerto por ella se merecían algo mejor. Alder tenía que haber conocido a su valiente padre, al igual que a ella le hubiera gustado conocer a su progenitora.

El arco de Blaze estaba tensado. Los ojos del apuesto bandido estaban clavados en Sayeh, mientras su flecha apuntaba sin piedad a la doncella. Por alguna extraña razón, sentía que amenazar de aquella forma a damas indefensas, estaba tremendamente mal.

No obstante, fueron las palabras del joven las que definieron las acciones de la arquera. Ella no había hecho volar ni una sola flecha, por lo que, técnicamente, aun podía disparar una, antes de que la amenaza de aquel hombre tuviera validez.

Rápidamente soltó su mano, dejando escapar la flecha de entre sus dedos e, inmediatamente, levantó los brazos, dejando que su preciado arco se precipitara en el suelo. Su intención era impactar en la cuerda del arco del líder, para lograr romperla y, con ello, que dejara de apuntar a las mujeres. Si conseguía dislocarle el hombro en el proceso, mejor que mejor, aunque dudaba que pudiera ocurrir. Le hubiera gustado darle muerte en memoria de Aldrin, Gilen, Gasp y Rickard, pero sabía que ese hubiera sido el fin para ella… Aun podían asaetearla, claro está, pero al menos así tenía una mínima posibilidad de que no lo hicieran.

- No es inteligente apuntar a damas desarmadas, cuando alguien mejor que vos tiene vuestra vida en sus manos, y cuando, con vuestras palabras, me habéis concedido una flecha antes de capitular. Dad gracias a que aprecio más la vida de miladi que la mía propia.

¡Vaya! Blaze estaba convencida de que aquella realmente era una frase para hacer amigos. Probablemente se arrepentiría profundamente de lo que acababa de decir, aunque ¿Quién sabe? Si no moría horriblemente en ese instante, seguro que captaría su atención.

La cuerda de tripa tensada castigó la cara del joven bandido cuando fue cortada. La flecha de Blaze pasó zumbando por frente el rostro del líder enemigo para terminar clavándose en un árbol y peligrosamente cerca de la cabeza de otro de los secuaces de éste.

"Qué demonios ha sido eso?..." el rostro estupefacto del joven giró en dirección de la tiradora. Los arcos enemigos se tensaron rápidamente y apuntaron. "...ALTO!, ALTO!... NO DISPAREN, LAS NECESITAMOS VIVAS!..." el muchacho agitó sus brazos, con el arco roto en una mano y la flecha en otra. Sin dejar de apuntar los bandidos desistieron del ataque por el momento. El líder encaró al grupo de mujeres, en especial a Blaze “…no lo diré otra vez, dejad vuestras armas en el suelo o las convertiremos en acericos…” señaló a la joven bastarda “…empezando por ti…” un hilillo de sangre comenzaba a brotar de la cara del muchacho que se había girado hacía uno de sus hombres “…atadlas a todas, en especial a ella” dijo esto último volviéndose hacía el grupo de rehenes.

Atadas las mujeres, primero de manos y luego entre ellas por la cintura, fueron escoltadas a través del bosque por lo que pareció una eternidad hasta que llegaron a una cueva que obviamente era utilizadas como base de operaciones del grupo.

Esperaba que ese disparo no fuese el fin para Blaze o para las tres, con hombres como aquellos nunca se sabìa. Se mantuvo en silencio, estaba mal y de malas, molesta no sòlo con lo que les estaba sucediendo, sino que además, aunque no lo pareciera, si que pensaba en los hombres que habían muerto, en sus familias, en el tiempo que le habían prestado su servicio y ahora, ambas mujeres estaban en peligro y algo le decía que no era porque sì. Querìa preguntar màs pero Alyss era demasiado Forster como para darle otra oportunidad al bastardo que se las había llevado. Esperaba ponerle las manos encima, que sus hermanos vinieran por ella y entonces la situación sería otra.

Cuando vio la cueva a la que las habían llevado, esbozò una sonrisa displicente, negó con la cabeza y mirò alrededor sin aùn decir nada mientras por dentro su mente repasaba los rasgos físicos del joven hombre que la llevaba como una prisionera, como si no supiera quièn era ella o mejor dicho, aùn sabiendo quièn era ella. Desde ese momento, la Forster se negó a decir nada mientras por dentro iba guardando detalles, detalles que le servirían y mucho a la hora de la venganza.

-No tardaràn en darse cuenta que no hemos vuelto-pensó.

Las paredes húmedas y adornadas por antorchas de aquella cueva, le dejaban claro que el sitio estaba preparado para aquello, quizá no sòlo para recibirlas sino para un montòn de otros hechos delictivos. Estaba con ganas de ponerle las manos encima a alguien. La pelirroja no mirò ni a Sayeh, ni a Blaze, estaba ensimismada o al menos eso parecía.

Por un momento, Blaze creyó que este era su fin. No obstante, el apuesto líder dio la orden de que no la mataran. ¡Qué lástima! Si lo llegan a saber, podían haber hecho sonar el cuerno. En cualquier caso, poder contemplar cómo aquel muchacho había perdido la seguridad en sí mismo por unos instantes, fue una satisfacción personal, que hacía que su temeridad hubiera merecido la pena.

-Ya solté mi arma hace un momento. Os rogaría que la cuidarais bien. – Afirmó aun con las manos en alto cuando el bandido se dirigió a ella. – Seguro que esa futura cicatriz os hará más atractivo. – Añadió con una media sonrisa orgullosa, mientras se dejaba atar sin oponer resistencia. Aun no podía creerse que el tiro hubiera sido tan perfecto, aunque estaba dispuesta a disfrutar cuanto pudiera, de su momento de gloria.

A medida que se adentraban más en el bosque, Blaze observó a las dos mujeres. Le preocupaba que Alyss no hubiera pronunciado una palabra en todo el camino. Conocía esa expresión, y no le gustaba nada lo que significaba. Se planteó acercarse a preguntar, pero lo desestimó inmediatamente.

Cuando llegaron a aquella húmeda cueva, la joven de cabellos plateados, observó todo con sumo cuidado. Nunca había estado en esa parte del bosque, aunque el lugar era perfecto y lo suficientemente profundo y espacioso, para lo que fuera que tramaban aquellos hombres. Intentó mantenerse alerta ante las relaciones que tenían entre ellos, los detalles del camino y cualquier cosa que pudiera serles útil más adelante.

Al entrar sintió como la temperatura descendía lo suficiente, como para que empezara a sentir algo de frío. No obstante se dijo a sí misma que no la oirían quejarse. Odiaba sentirse prisionera y a merced de desconocidos. Sobre todo si dichos desconocidos querían usarlas como moneda de cambio en sus asuntos turbios… Aunque no podía evitar sentir como el peligro la emocionaba de alguna manera.

Estamos esperando tu post.

Los bandidos la llevaron con firmeza pero con buen trato para ser de aquella calaña de personas. Todas iban rodeadas de estos hombres que cada tanto les dedicaban miradas llenas de lascivia y lujuria. Todos excepto el joven líder.

Sayeh parecía en estado de shock y no emitió palabra alguna, mientras que Alyss la acompañó en su situación pero desde una postura más orgullosa y tranquila, al menos en apariencia. Blaze, aún con su mirada desafiante, tenía los miembros superiores atados muy fuerte y hasta le escocían las cuerdas de cáñamo. Su mirada iba de un árbol a otro, de una piedra a otra, buscando señales que le pudieran servir para orientarse más adelante.

-Déjenlas allí... a la otra en el otro rincón- dijo el joven con voz firme mientras los demás obedecían rápidamente.

-Tom... Bervan está preparado por si las buscan- dijo un gran norteño de barba tupida y pelirroja que llevaba una gran hacha en su espalda.

-Silencio Krank, todavía pueden escucharnos- lo reprendió el joven Tom dedicándole una mirada a las mujeres -Tú con Gregor ocúpense de que no escapen, yo me reuniré con Bervan ahora-

Se estaba alejando luego de pedirle el arco a Krank cuando se detuvo en seco y se giró hacia los captores.

-No les hagan nada... en especial a la arquera... esa es mía. Aunque si quieren ablandarla, no hay problema... como para que no cree problemas más adelante- dijo con una sonrisa maliciosa mientras sus subordinados mostraban una gran desilusión ante las palabras de Tom -¿Me entendieron?-

-Sí, Tom, ya veremos qué hacemos- respondió Krank al instante.

Dicho esto y acompañados de risas de sus compañeros, el joven y sus secuaces se adentraron en el bosque.

-Somos ustedes y nosotros- dijo Krank mirando a su compañero, un hombre de barba negra pero flaco como una flecha. Su mirada era muy astuta y calculadora, diferente a la del gigante colorado que parecía ser una gran bestia de combate.

Alyss estaba cada vez màs molesta, fastidiosa, ¿de què había servido tanta guardia? Si, estaban muertos pero no era su culpa, habían sido una manga de idiotas que se habían dejado sorprender y ahora las trataban como paquetes. Se volvió furiosa al que estaba a cargo y por fin hablò.

-¡Hey, vos! ¿Què querèis de mì? ¿O acaso me habéis agarrado para detener a mi arquera y mi doncella?

Estaba segura que ellos sabìa perfectamente quièn era ella pero si no la retenìan por ser quien era, preferìa morir antes que terminar en manos de aquella maldita gente ordinaria. Intentaba soltarse mientras hablaba.

-No sè para que nos han traìdo pero si planean algo, es mejor que sepan que a estas alturas ya han de estar buscándonos y mi padre no se tentarà el corazón.

Se volvió a mirar a las otras dos, había pasado del mutismo y desasosiego al enojo y estaba muy enojada por eso estiraba de sus ataduras, no le importaba si se hacìa daño; querìa respuestas y las obtendría, eso o la muerte pero quieta no se iba a estar.

El hecho de que aquellos hombres las estuvieran devorando con la mirada, no le gustó lo más mínimo a la joven arquera. No obstante no había nada que pudiera hacer al respecto, y las cuerdas que ataban sus muñecas le apretaban tanto, que estaba empezando a dolerle bastante.

Comenzó a pensar que quizá no hubiera sido buena idea dejarle las cosas claras al líder, puesto que ahora, esos zafios la trataban como si pudiera hacerles daño, incluso sin un arco y una flecha entre los dedos.

Una vez dentro de la gruta, tuvo que soportar con impotencia como las separaban. No obstante, mantuvo silencio esperando descubrir de qué iba todo esto. Por lo pronto memorizó el nombre de todos y cada uno de los integrantes del grupo, y de las relaciones entre ellos. Trató de recordar si el nombre de Bervan le sonaba de algo, para intentar encontrar algún tipo de sentido para todo esto.

No pudo evitar que un escalofrío recorriera su columna vertebral al escuchar las órdenes de Tom… ¿Qué quería decir con que era suya? Y, lo que más miedo le daba ¿Qué significaba eso de “ablandarla”? Como se atrevieran a tocarle uno solo de sus cabellos plateados, lo lamentarían… y mucho.

Se encontraba enfrascada en dichos pensamientos, cuando Alyss rompió su mutismo para tratar de imponer su autoridad. Blaze le hizo un gesto de negativa, para indicarle que no les provocara. Le hubiera gustado seguir su ejemplo, pero pensó que la mejor forma de que las tres permanecieran ilesas, era no hacerles enfadar demasiado. No estaba segura de que, a estas alturas, se hubieran percatado de su ausencia, por lo que cuanto más invisibles resultaran a ojos de los bandidos, mejor para su integridad física. En cualquier caso, permaneció atenta, puesto que si alguno de esos desalmados decidía silenciar a la joven Foster, ella no dudaría en increparles, revolverse y hacer lo que fuera necesario, para convertirse en el escudo de la dama.

Miró a su alrededor, observando a los mismos que les dedicaban las obscenas miradas. Parecían bandidos comunes y corrientes, guiados por un fuerte respeto a su líder o al dinero. Fuera cual fuera la razón de su obediencia inmediata al jovencito guapo, era una razón con la cual se podía negociar. 

Esta vez, con estos secuestradores, habían tenido suerte. La mayor herida que planeaban hacerles por lo que habían demostrado hasta ahora, era una que otra marca de cuerda, que no sería tan profunda como para dejar cicatriz. En cuanto al honor de las nobles, pues, quizás ese sería el mayor daño que podrían hacerles si el líder no sabía controlar bien a sus hombres para que no dañaran demasiado la mercancía. Una noble intacta deja mucho mejores ganancias que una recién usada por un montón de delincuentes. 

Miró a Alyss. Quizás era mejor que estuviese enojada por ahora, el miedo sería peor y la haría ver como una presa aún más apetecible. Solo esperaba que no intentara luchar contra ellos, hacerles el juego más divertido. No había nada que ella pudiese hacer para evitar cualquier cosa que ellos quisieran hacer. No en este preciso momento.