Partida Rol por web

Giro la cabeza para mirarle mientras mostraba una amplia sonrisa, divertida por la cara que ponía al ver que no iban directos al castillo.

- Esta será la última, necesito saber si en el resto también pasa.

Se acercó a los campesinos que atendían aquella parcela de tierra, pero sin bajarse del caballo esperando a que estas se percatasen de su presencia, que no tardaron en darse cuenta de quien se les acercaba y se inclinaban para saludar.

- Hola buenas gentes. ¿Habéis estado teniendo problemas con los cultivos por las tormentas de sal? 

Un hombre de unos 40 años con una azada en la mano se acercó a ustedes cuando vio acercarse a los dos jinetes. Otros dos, que parecían ser sus hijos se mantenían a distancia con sendas herramientas de labranza.

-Milady- dijo el campesino al inclinarse ante su caballo. Su mirada se mantenía en el suelo, sin mirarla a los ojos y mucho menos mirar al gigante de hierro a su espalda -¿Tormentas de sal? No, milady, no hemos tenido problemas aquí. Es más, tenemos una buena racha- dijo sin dejar de sostener la azada con una mano y estrujando una cofia con la otra.

Frunció el ceño un momento y le dedico una mirada significativa a su guardián.

- Y dime, ¿has oído tu o alguno de los tuyos, de alguien con ese problema?

Consideraba que seria algo muy raro que unas granjas si lo sufrieran y otras no. Al fin y al cabo estaban todas cerca de la costa

El campesino frunció el seño a su vez, pero intentando recordar.

-Milady... creo que no... déjeme pensar...- dijo el hombre llevándose una mano a la cabeza y mirando en otras direcciones, posiblemente para recordar a los vecinos -No recuerdo nada al respecto... de todas formas, no han habido tormentas de sal hace tiempo ya.- agregó sin saber muy bien a qué venía el interrogatorio.

Al escuchar al campesino hablar de la buena racha y la inexistencia de tormentas de sal, Artos se alegro de tener buen juicio y cautela. Le devolvio la mirada torva a su señora y asintio, comprendiendo que significaba aquello. Apenas la llevara a Faro de Sal, pediria permiso a su honorable padre para cabalgar lo mas rapido que pudiera a la granja donde les informaron de las tormentas. No estaba seguro, pero lo mas probable era que algun enemigo hubiera infiltrado gente y deseara atentar contra la vida de Elora, conociendo su predileccion por los campesinos y su interes en el bienestar de su gente.

-Mi señorita Elora, uno debe recordar que ya casi es de noche, y vuestro honorable padre ha dado ordenes expresas volvio a repetir, esta vez con mas razones de su lado.

Elora le devolvió la mirada a su guardián con bastante más seriedad que la de hacia un buen rato, aquello despejaba las dudas que el joven había mostrado antes. Había hecho bien en ignorar la primera petición de volver, pero ahora sí que debía hacer caso. 

Se giró nuevamente hacia el hombre que la había informado y le sonrió con amabilidad

- Es bueno saberlo, dijo empezando a dirigir a su caballo hacia la dirección del castillo, que tengas una buena noche. Termino despidiéndose del hombre para emprender la marcha de vuelta a casa

- Vaya Artos comenzó a decir una vez estuvieron fuera del alcance auditivo del campesino, mientras giraba suavemente la cabeza para mirarle parece que tu suposición de "es más que un simple campesino", cobra fuerza ¿eh?

-Uno ve. Uno sabe dijo Artos laconicamente mientras se posicionaba al lado de su señora Aquel era demasiado audaz para ser uno de vuestros siervos, mi señorita Elora. Cuando usted este segura tras los muros de Faro de Sal, pedire permiso a vuestro honorable padre para cabalgar junto a otras 10 espadas y averiguar las intenciones de aquel mentiroso.

Hacia mucho tiempo el Golem de Norvos no blandia con furia su hacha. El continente de Poniente no era como Essos: Hacia unos años la guerra amenazaba con llegar al Norte, pero nunca terminaba de gestarse. En Essos, siempre habia un lugar donde se chocaban las espadas: Las Tierras de las Disputas o las inmediaciones del Mar Dothraki estaban inundadas siempre de sangre.

-Si las sospechas de uno son correctas, usted era el blanco. Pero no entiendo porque, mi señorita es adorada entre la gente sencilla.

Los dos jóvenes regresaban a la fortaleza con un regusto amargo: el campesino parecía haber mentido descaradamente, y si las sospechas de Artos eran ciertas, había algo peligroso detrás de todo esto.

Las granjas comenzaban a ser dejadas atrás por esos dos jinetes tan dispares en tamaños.

- O tal vez este siendo obligado contra su voluntad. En cualquier caso se cuidadoso, no quiero muertes innecesarias. Quizás si conseguían atrapar a quien quiera que fuese que estaba detrás de aquellas sospechas podrían interrogarle Venga apretemos el paso Y acto seguido espoleo un poco mas a su montura para acelerar la marcha y llegar cuanto antes al castillo.