Partida Rol por web

El guardia, sorprendido ante la tranquilidad con la que se tomó la noticia el heredero Forster, rápidamente aprovechó esa racha de suerte para guiarlo ante su padre.

El soldado caminaba silencioso, pero enérgicamente y dedicándole cada tanto, miradas al heredero. Parecía estar viendo cómo reaccionaba él. Pero no se animaba a preguntar nada.

El Lord se encontraba en sus habitaciones. 

El guardia se colocó junto a la puerta y se la señaló a Esbern.

-Milord... Lord Álvar se encuentra con Lady Rina.- dijo con bastante tranquilidad.

Afuera, la noche comenzaba a tomar preponderancia y las antorchas comenzaban a encenderse a lo largo de las murallas y pasillos de Piedra Muerta.

El soldado me miraba contrariado, era obvio, y es que debía parecerle un loco tomándome las cosas con tanta calma pero ya nada podía hacer. La noche se había venido encima y ni siquiera mis ojos podían rastrear en este terreno con la oscuridad del bosque nocturno.

Gracias soldado, puedes descansar.

Pose mis manos en la puerta un segundo, sintiendo el contacto duro de la madera en mis dedos. Toque de un sonoro golpe y pase sin pedir permiso. Al diablo las formalidades.

Padre, necesito hablar contigo

Lord Álvar y Lady Rina se encontraban en esos momentos conversando y tomando unas copas de vino, probablemente. Ambos observaron cómo su hijo entraba a la habitación y en su mirada se podía percibir la preocupación. Se levantaron de sus asientos, y las sonrisas que había en sus rostros se desvanecieron. De pronto, la distendida velada que estaban pasando las cabezas de la Casa Forster, se había convertido en una tensionante reunión familiar.

-¿Qué sucede, hijo?- preguntó Lady Rina llevándose una mano al pecho.

-Explícate, Esbern. ¿Pasa algo?- dijo el Lord poniendo toda su imponencia corporal frente a su hijo.

Padre, madre. ¿Aún no hay noticias sobre Alyss y sus acompañantes? Ya ha caído la noche y aún no han regresado al castillo. Mis ojos eran oscuridad pura y mi voz era el heraldo del desastre. Había intentado calmarme en el viaje hasta aquí, pero al parecer no había logrado mi cometido en lo más mínimo.

Lady Rina contuvo el aliento y su mirada se posó sobre la de su amado esposo. No se animaba a acercarse a él, y el miedo la había tomado por sorpresa.

-Amor...- comenzó a decirle a su marido -...hay que buscarla ahora mismo.-

El Lord, por el contrario, no pareció mostrarse muy consternado. Aunque Esbern lo conocía bien: era sólo una forma de darle valor a los hombres... o a su esposa.

-Rina, déjanos un momento...- dijo el Lord para luego darle un cariñoso beso en la frente a su esposa -Debo hablar con Esbern-

Cuando la madre del heredero hubo salido de la habitación, el rostro de Álvar se transformó.

-Estaba acompañada, pero nunca había llegado tan tarde. ¿Estás seguro de que no está aquí? En su alcoba tal vez, o con Kilaon...- aventuró con un dejo de desesperación.

Si estoy seguro. Padre déjame ir a buscarla. Mi voz iba más allá de una suplica, era un ruego desesperado y mi voz amagaba con quebrarse. Dame diez hombres de los batidores y déjame salir a buscarle.

No podía evitar que las peores imágenes posibles pasaran por mis ojos. Había estado reprimiendo esa posibilidad pero ya no había nada que hacer para evitarlo; hablar con mis padres al respecto hizo que todos esos sentimientos salieran del encierro. Quería gritar pero me contuve, ya les gritaría a los cadáveres desmembrados de esos bandidos. Aunque si tengo suerte solo se perdió en el bosque... ojala sea solo eso.

-¿Marshall aún no ha vuelto? Con él tendrías muchas más posibilidades de encontrarla en la oscuridad...- dijo el Lord mientras caminaba de un lado a otro con la mirada perdida.

-¡Esta chica! ¡Le he dicho no una sino mil veces que no se aleje de la Piedra y ¿ella qué hace? Se va!- gritó el Lord con su potente voz. Se lo notaba enfurecido y preocupado a la vez.

-Llévate a los hombres que necesites... y a los perros.- dijo Álvar con una sombra en sus ojos que bien podrían haberse convertido en los de Esbern. Tomó a su hijo por los hombros -Cuídate... acuérdate quién eres y no dejes que te maten. Estaré en el Bosque de Dioses si me necesitas o mandas un mensajero.-

Tío Marshall... Los perros... Si no hubiera venido calmado nunca se me hubiera ocurrido acudir al tío Marshall Ni llevarme a los perros como ayuda.

¡Saldré enseguida padre! Yo iba hablando mientras salía por la puerta. No te preocupes mássss... Mi voz sonaba distante desde el pasillo pues no tenía tiempo que perder.

Despache a dos sirvientes y un guardia con recados. Uno era para el jefe de las perreras. Necesitaba diez de sus animales con personal para manejarlo ya mismo en el patio de la fortaleza. Luego mande a una de las chicas a que me consiguiera ropa de Alyss que aún no hubiera sido lavada o cualquier otra prenda que tuviera su olor; cuando la consiguiera me la llevaría al patio de la fortaleza. El guardia debía tomar tantos de sus compañeros como necesitara y rastrear a mi tío y traerlo al patio de manera urgente por ordenes de Lord Alvis, su presencia era indispensable.

Yo mismo me encargue de reclutar 10 batidores y 10 infantes para que me hicieran de escolta. Los elegí de los más discretos y hábiles. Pensaba hacerles de todo a estos hijos de puta si llegaban a tener a Alyss.

Esbern estaba esperando a los infantes a que terminaran de pertrecharse, cuando los batidores se acercaron prestos para el combate y la marcha nocturna. No había miedo en sus ojos, pero sí desasosiego y curiosidad.

-Mi señor... estamos listos- dijo uno de ellos al que nombraban como "Jarra vacía" -¿Qué estamos esperando? ¿A los infantes?- preguntó con sorna y los demás sonrieron con complicidad.

Vas a tener que reformular el post, perdón. Cuando estés por entrar al patio de armas, encontrás a 20 hombres con pertrechos y al joven Esbern Forster. Además hay varios perros de caza. Hay mucha movilización y el rostro del noble está consternada, se nota a simple vista.

Tu post no lo borré sino que lo puse en otra escena. Te lo dejo hasta que postees de nuevo y después borro esa escena porque vamos a seguir en Piedra Muerta. Disculpá por tanta tardanza y demás, hubo problemas temporales jaja

Nada de eso, esperamos a los perros y a mi tío, Marshal. El los llevara a ustedes por el bosque mientras yo llevare a los infantes para hacer de refuerzo.

No planeaba darles más información de momento, pero nombrar a mi tío seguro les levantaría el ánimo, el era un conocido y respetado veterano en la casa; un excelente montaraz. Donde estas tío...

El rostro de "Jarra vacía" se ensombreció. Algo sucedía, no había que ser demasiado avispado para darse cuenta. Marshall había salido a la mañana y no había regresado. Ahora el joven Esbern salía apenas oscureció, con infantes, batidores y perros y su rostro no parecía inspirar mucha tranquilidad.

-Mi señor...- dijo un poco temeroso mientras sus compañeros casualmente encontraban tareas que se habían olvidado de hacer, como revisar los arcos, flechas y armaduras... -Su tío, Marshall, partió esta mañana con compañeros nuestros y aún no regresa...-

El tono del montaraz era lúgubre, no tanto por lo que supiera sino por lo que su imaginación le estaba creando para él.

Mientras caminaba fuí a dar con el patio de armas, allí estaban unos señores que no conocía de nada. Supuse que era hora de conocerles, y de que me conocieran... Como buena mujer que era y que soy. Me acerqué a ellos, cautelosa y sin perder en ningún momento el respeto por los superiores. Paré a distancia prudencial e hice una leve reverencia, ensanchando el vestido que llevaba puesto. No estaba acostumbrada a esas ropas, era extraño... La pregunta era.. ¿Como debería presentarme? Quizá a padre no le agradase que supieran que tiene una hija.. ¿O sí? Por si acaso simplemente sonreí y dejé que mi melodiosa voz corriera por el aire que envolvía a los señores.

-Buenos días caballeros, disculpen mi intromisión. Mi nombre es Daerya y me han enviado para servirles... ¿Puedo ayudar en algo? Será un honor para mi hacerlo, señores.-

Les sonrío con dulzura mientras realizaba otra reverencia, con la típica inocencia que puede aparentar una niña a pesar de ser ya toda una adulta en todo su esplendor, mayor y sin hijos, siquiera tocada o mancillada... dieciocho años y sin un solo indicio de impureza en ella.