Partida Rol por web

Las botas del pirata valioso sostén familiar se deslizaban por aquel ambiente familiar, en el que se mezclaba la riqueza de los mercaderes y el desfile de los proyectos con los patanes borrachos o en proyecto de estarlo y el abarasador olor de la salazón y mugre marina: el verdadero olor de la libertad. Garfio iba apartando a la gente que se le cruzaba sin demasiados miramientos teniendo en cuenta lo abarrotado del lugar, con la menina bien tapada detrás suya. Buscaba una figura concreta... y la encontró.

-Buenos días tengamos -dijo, con un chasquido y mesándose el bigote por un extremo- seo Capitán.

-¡Oh! ¡Garfio! ¡Qué sorpresa encontrarte por aquí!- dijo sarcásticamente el Capitán -Y Zehra... ¿Cómo estás?- agregó dedicándole una sonrisa y un guiño de su ojo derecho.

Tiberius no parecía estar muy ocupado, tenía una botella en la mano y observaba cómo se realizaba la descarga y carga de uno de los barcos mercantes...

Zehra miró al capitán con una mirada entre desprecio e indiferencia.

-Bien Tiberius, bien...- dijo la joven, para luego dirigirse a Garfio -Dile lo que venimos a buscar y sigamos con lo nuestro...-

Acto seguido le dio la espalda a los hombres de mar alejándose apenas un par de pasos. Ambos sabían que aunque no lo demostrara, la Maestra de Espías sabría muy bien qué hablarían ellos dos.

El pirata fiel servidor de los Lindemar respondió a las palabras con una sonrisa cortés, un meseo de su bigote con la mano y un ¡hum! ¡hum! entre bajinis.

-La señora cree que puede dar las órdenes -puso los ojos en blanco. Mujeres...- Necesito la Lysbeth, un cargamento de relleno decente como para llenarla entera y unos cuantos hombres de los que sepan arrimar la espalda y callar. Órdenes de arriba, mi capitán.

Si fuera por él, le daría la patada a Tiberius, que era un inútil que no se merecía su cargo, pero aun así sería injusto no reconocerle que sabía hacer bien su trabajo; el problema, claro, es que tenía que compararse con él mismo.

-Pfff...- exclama el capitán ante el comentario de Garfio sobre Zehra y luego le guiña un ojo a su "colega" -Me desea... pero aún no lo sabe.- y soltó una carcajada que se habría escuchado hasta en las habitaciones del Lord.

-¿La Lisbeth? ¿Cargamento y hombres discretos?- preguntó acercándose Tiberius -¿En qué andas, Garfio? ¿Te has convertido en mercader? ¿Qué productos necesitas?- 

La mirada, parcial, del capitán demostraba desconfianza y curiosidad, en partes iguales. 

Yo no lo haría, dicen que parece mucho una chiquilla. Para descoyuntar grumetillos a pollazos ya está alta mar, gracias.

-Mercader y honrado hombre de vientos -dijo, con una sonrisa. Porque daba la imagen, sí- Órdenes son órdenes, pero hace falta gente que no hable para comerciar. Digamos que hay que hacer un par de paraditas después de llevar caladero, seo capitán.

¿Qué productos necesitamos...? ¡Yo que sé! ¡De mercancías sólo se lo que asaltamos!

-Especias, supongo. Y algo de telas. Y pescado en salmuera del que pueda hacerse buen precio y cangrejos frescos también -todo lo que fuera caro, en resumen, para justificar que no fueran un convoy de mercancías- Y una tripulación que se las vea venir, nada de tripulación de comercio, mejor si han estado al cuchillo una vez o dos.

Zehra esperó un tiempo en uno de los lados del barco, desde allí podía verse el horizonte y el aroma salado de las aguas azules la distrajo de la conversación. Garfio sabía lo que hacía y de seguro ya habría logrado lo que el señor les encomendó.

- Tiberius, crees que podrás complacernos?- dice con voz indiferente, pero en una clara provocación, mientras toma el brazo de Garfio - sería ideal poder viajar cuanto antes. Piénsalo, te damos un minuto- y aleja unos pasos al pirata hombre de confianza de su señor, mientras le dice - ven, explícame que es eso que se ve allí, a lo lejos, es una galera?- 

Camina unos pasos junto a Garfio, tomada de su brazo, hasta llegar a ese lado del barco en donde estaba, dónde casi no era audible lo que hablaran, y señala a lo lejos, apuntando a una mancha oscura que apenas podía divisarse.

- Como te ha ido? si tienes problemas recuerda que tengo una bolsa con oro, que prefiero evitar malgastarlas con este infeliz. Solo te pido que tengas en cuenta que quiero privacidad en el barco, un espacio intocable por ningún intruso ingenuo que meta su nariz dónde no debe, y algunas jaulas con cuervos... sin preguntas de nadie... tuyas si, obvio, estamos juntos en eso - sonríe con ingenuidad, como dándose cuenta que la mancha no era mas que la sombra de una barcaza de pesca a pocos cientos de metros.

- Si necesitas ayuda, dime, y si quieres manejarlo solo, te dejo en paz - le dio un rápido beso en la mejilla y con una falsa sonrisa se volteó para observar a la tripulación del barco mientras esperaba la respuesta de su compañero. 

Caminó hacia la sala en dónde se encontraban los cuervos, había olor a estiércol de aves allí, mezclado con comida. Tomó nota de ello para levantar en peso al asistente del maestre, de todos los defectos que podían decirse de la casa Lindeman, la suciedad no era uno de ellos. Se abrió paso hacia la habitación del maestre, golpeó y entró sin esperar respuesta.

- Maestre Ogarit, tenga usted buen día- se inclinó levemente con una sonrisa - lo han atendido bien hoy? si tiene alguna queja con quién fue asignado ayudante suyo, hágamela saber y corregiremos eso inmediatamente. Si sigue descuidando así a nuestros cuervos, haré que los limpie con la lengua... Disculpe mis modales, es que no soporto la mediocridad - da unos pasos hacia la mesa donde se encuentra el sabio - me permite?- y toma asiento junto a él.

Le extiende una notas, las que había recibido de su señor -Lord Alvis me entregó este código, me parece oportuno que lo vea - el papel estaba sin sello, ya le había dado una mirada antes de subir hasta esas habitaciones, pero la opinión del maestre al respecto no era de despreciar, aún a costa de compartir algo de información con él.

-De acuerdo... si lo piden así- dijo sonriendo Tiberius y guiñándole el único ojo a Zehra -Veré qué puedo prepararles... ¿para salir mañana con la caída del sol?- preguntó dirigiéndose especialmente hacia Garfio, después de todo el que sabía de barcos, contrabando negocios y marineros era él, no la hermosa y seductora muchacha.

El Maestre se sorprendió ante la irrupción de la joven. Algo de tinta se desparramó sobre el pergamino que estaba utilizando para escribir unas líneas con una hermosa pluma blanca.

-¡Oh! ¡Zehra! No te esperaba por aquí- dijo el maestre levantándose de su asiento con sorpresa y con su acostumbrado tono pausado y tranquilo al hablar -Ya le diré a Erick que haga un mejor trabajo, últimamente parece bastante disperso... creo que tiene que ver con una moza de las cocinas- contó el Maestre mientras observaba cómo la joven se sentaba a su lado -Sí, siéntate- atinó a decir acompañando sus palabras con la misma acción.

-Dime, muchacha, ¿qué te trae por aquí?- preguntó amablemente tomando los papeles que Zehra le había extendido.

La cocinera apuntó ese dato en su cabeza, y prosiguió como si nada se hubiese dicho. - Verá, en pocos días debo hacer un viaje, no durará mucho, pero estaré ausente y quiero que todo esté en orden durante ese tiempo. He revisado las provisiones y arreglado que todos sean atendidos como se merecen, en parte por eso me preocupa la actitud de Erick... usted cree que deba tomar alguna reprimenda de inmediato con él?-  hizo una pausa, no le haría nada al muchacho, no aún, pero sus movida ya habían comenzado - Ah, tome, esto es solo para usted- le entrega un papel doblado - en caso de que necesite comunicarme con Lord Alvis, use esto para descifrar el mensaje que le envíe por cuervos - 

- Le hago una pregunta, me interesa su consejo, estaba pensando en aprovechar el viaje para hacerle un regalo a la dama Elora, para su boda con Esbern Foster, qué podría ser adecuado? Se me hace difícil, son tan distintos como el mar y la montaña. Sin duda nuestro Lord sabe lo que hace, aunque se escapa a mi comprensión, ese muchacho no le llega ni a los talones a la señorita, no le parece?-

El código muestra una serie de caracteres que se corresponden y algunas palabras en clave. Las familias se llamaran como animales, los géneros como armas,  las palabras se leerán según el orden escrito si están en minúscula, y si están en mayúscula serán el último párrafo pero en orden inverso, y siempre los renglones pares serán descartados.

-No te preocupes, hija, no te preocupes, ya hablaré yo con él- dijo Ogarit con la amabilidad de un abuelo, y luego aceptó el papel que le entregaba la joven.

Su mirada iba y venía, y apenas unos sonidos apenas audibles sonaron de sus labios.

-Interesante, interesante...- dijo dejando el papel en uno de sus tantos bolsillos -Has hecho un gran trabajo, no sé si podría haber hecho algo así- halagó el anciano -Lo tendré en cuenta para nuestra comunicación...-

El maestre era un fiel sirviente de la Casa, hace mucho tiempo que estaba con ellos y probablemente no habría servido a nadie más. 

Luego, ante la pregunta de Zehra sobre los prometidos, se quedó pensativo.

-Sinceramente no creo que sea un mal partido, aunque tiene una fama no del todo comprobable de ser algo mujeriego...- comenzó diciendo el Maestre -No había pensado en algo, pero si usted quiere cumplir con un regalo acorde, probablemente debería obsequiar algo que represente la unión de la montaña con el mar- terminó diciendo con un leve guiño de su ojo pequeño y arrugado.

Mujeriego... una leve sonrisa se dibujó en su rostro, sacaría provecho de esa información. Le dió un apretón de manos al maestre y le deseo buena salud antes de salir de la habitación, llevarse bien con ese anciano era clave. Quería hacerle mas preguntas pero no deseaba exponer los planes de su señor ni siquiera al maestre, su discreción era uno de los pilares del porqué Lord Alvis le confiaba algo tan delicado.

Se retiró de la habitación y bajó las escaleras con calma y decidida, rumbo a la cocina. Había pocas cocineras, y ella conocía bien la tarea, había comenzado a servir en la casa desde ese lugar, y tenía planeado que desde allí sigan surgiendo nuevas posibilidades.

Garfio no hizo ningún comentario a la actuación de la espía, y hasta le dirigió una de sus pequeñas y encantadoras sonrisas corteses-bribonas cuando se fue. Después de eso...

"Por el que vive que va a encontrarse con malos presagios..."

¿Un lugar reservado e intocable en un barco rodeado de criminales y bandiduzos? vale... no. Tendrás un lugar donde se te promete un mínimo de privacidad, y si quieres que haya cuervos y los pone el castillo (¿para qué coño cuervos en un barco, cómo van a encontrar de nuevo el camino?) cuervos serán. Pero la privacidad y las mañas con los hombres se las busca ella, no estaba para ir defendiendo la virtud de una mocilla que se creía de verdad que en la mar los señores y amos eran como en la tierra.

-No, primera hora todo preparado para zarpar con los primeros rayos -dijo- Somos honrados comerciantes en una travesía, esta vez.