Partida Rol por web

El rítmico sonido de los cascos de la mula junto con el de las pisadas de los cinco supervivientes alertó al la pareja de conejos de las llanuras e hizo que corriesen en pos de refugio. Una vez llegaron hasta la entrada a su madriguera y comprendieron que no había peligro, aguardaron a que los individuos y el animal de carga se alejasen para retomar su quehacer diario, roer hierba. Sin embargo una vez ahí algo en su instinto les decía que no debían alejarse mucho de su agujero excavado en el suelo.

El variopinto grupo avanzaba casi a la carrera por las inmensas extensiones de pastos de esa parte olvidada del mundo. Sobre la pregunta que a cualquier espectador casual  se le pasaría por la cabeza al verlos "¿Qué hacían allí y por qué corrían?", sólo puedo contestar que ni ellos mismos lo sabían a ciencia cierta. Podría resumir la cuestión diciendo que tal necesidad respondía, más que un suceso, a un desgraciado cúmulo de ellos; y desde luego que el adjetivo desgraciado era el más idóneo en este caso. Pues bien, para ser justo con la historia retrocederé dos dekhanas desde el momento en que nuestros nuevos compañeros rompieron la calma de los dos conejos que comían tranquilamente cerca en esas tierras.

Lejos de allí, muy lejos más bien, la recién fundada compañía de aventureros "Los Ocho de Valigar" se apretujaban sobre una de las sucias mesas de la taberna El Lechón Crujiente; la cual asentaba sus cimientos en la ciudad cuyo nombre habían elegido para la compañía, Valigar. Luchando por hacerse oír entre el ruido de las conversaciones cercanas, las risas y los cantos, el tema del día era que Spujnur, el risueño explorador semielfo, había comprado a buen precio el supuesto mapa que llevaba a las catacumbas del famoso complejo funerario de Harrum-Zhasal. Bajo el punto de vista del joven trotamundos y guía de grupo era una oportunidad única para conseguir riquezas sin parangón y comenzar con buen pie la empresa. Harrum-Zhasal era un antiguo rey de los humanos que vivían en el sur y era recordado por lo próspero de su reinado. A buen seguro las cámaras de su tumba contendrán millones de monedas de oro!! - Había exclamado Spujnur brindando con sus camaradas y besando su adorado amuleto de la suerte, un pequeño trozo de piedra que supuestamente había caído del cielo.

Los preparativos no se hicieron esperar y al día siguiente el grupo liderado por Klaver Talnar  "Ojo de águila" emprendía la búsqueda de las famosas ruinas. Junto al aguerrido clérigo de Tempus viajaban siete compañeros que pondrían todo su empeño, además de sus pocos ahorros, en la arriesgada aventura:  el mago elfo Eldwarind, un sujeto callado y serio pero de inestimable ayuda debido a sus conocimientos arcanos; los fornidos y duros como rocas enanos árticos Ruzgath y Kormack Quebrantahuesos, provenientes de las frías y lejanas tierras del norte; Zanc Piesligeros un gnomo curtido en las tierras salvajes maestro del arco y conocido por su certera puntería; Ogna una chiquilla de aspecto frágil pero que con su mandolina y su voz daba coraje y valor a los miembros del grupo; Traishor el druida, un gran conocedor de los caminos, y su amigo Spujnur el explorador semielfo y para cerrar el grupo Asgerian Fisner un joven paladín de la orden de Helm siempre dispuesto a morir con la espada en su mano a fin de ayudar a los desvalidos.

El viaje hasta las catacumbas no fue demasiado placentero y después de ocho días atravesando peligrosos pantanos, ciénagas infestadas de mosquitos y escarpadas montañas plagadas de trasgos los ánimos comenzaron a flaquear pese a las canciones de Ogna. Sin embargo en la mañana del noveno día algo cambió. La densa niebla que cubría el valle donde habían acampado  la noche anterior se despejó y las columnas del antiguo mausoleo de Harrum-Zhasal aparecieron ante ellos. No era una visión espectacular, para qué nos vamos a engañar, ya que la mayor parte de la edificación se encontraba en ruinas y cubierta por la vegetación. De la antaño gigantesca estructura sólo quedaba en pie como hemos dicho cuatro columnas mohosas sobre las que reposaban cuatro gárgolas aladas y un pórtico en el que se podían distinguir unas escaleras talladas en piedra que se adentraban en la tierra.

Si hasta aquí el viaje había resultado malo, lo que estaba apunto de suceder hacía del viaje un crucero de placer. Desde el primer momento todo había salido mal. ¿Mal? Oh! Vaya si había salido mal! Dejádme que os cuente amigos.

Antes siquiera de entrar en el entramado subterráneo el grupo tuvo que hacer frente a su primera baja. Al acercarse los compañeros a las escaleras, las cuatro gárgolas cobraron vida y pese a que las tres primeras fueron destruidas sin demasiadas heridas para el grupo, una de ellas consiguió atrapar al enano bárbaro Ruzgath. La criatura voladora elevó al enano por los aires hasta una altura que sólo fue medible por la duración del grito de horror del enano desde que fue soltado hasta que se estrelló contra suelo. El golpe sonó como si alguien hubiera arrojado un saco lleno de piedras desde lo más alto de una montaña. Kormack nunca olvidaría el trágico fin de su hermano del que no quedó ni un hueso sano.

Esta primera muerte fue un duro golpe para el grupo, nunca mejor dicho, pero quedaría empequeñecida por las que a continuación relataré brevemente por cuestiones de espacio, tiempo y porqué no decirlo, para no herir sensibilidades de los familiares de los difuntos.

La segunda baja fue el mago elfo Eldwarind cuya cabeza explotó literalmente mientras examinaba las escrituras rúnicas que Zanc había descubierto talladas en el dintel de una de las tumbas del interior. El gnomo, después del horrible episodio, aún miraba con repulsión las manchas que los trocitos de cerebro del mago habían dejado sobre las ropas que vestía.

Después de dos días recorriendo aquellos interminables pasillos plagados de muertos vivientes le tocó el turno al joven y honorable paladín Asgerian. Al menos él había muerto como siempre deseó, con la espada en la mano. De hecho, lo de que había muerto con la espada en la mano era literal. Todos sus compañeros pudieron constatarlo ya que la extremidad y el arma fue lo único que quedó de su persona cuando un enorme bloque de piedra se desprendió del techo y lo aplastó dejándolo tan liso como un papel de pergamino. Después de imaginar cómo había quedado el cadáver se optó por dejarlo ahí y no perder tiempo intentando levantar aquella pesada roca.

Al día siguiente, el líder de la expedición Klaver "Ojo de Águila" tampoco se escapó de la desgracia. De él sólo quedó el recuerdo en la retina de sus compañeros al ver cómo se deshacía lentamente en un pozo repleto de ácido que se abrió bajo sus pies.

Después de estos acontecimientos y de haber pasado dos días más sin haber encontrado nada más que un par de monedas de cobre, seguramente perdidas por aquellos que construyeron la maldita edificación, los supervivientes no tuvieron que convencerse mucho mutuamente para abandonar la misión y poner tierra de por medio entre sus cuerpos y aquel laberíntico complejo semienterrado repleto de trampas. Spujnur condujo a sus amigos fuera de allí tan rápido como se lo permitieron sus cansadas piernas y aún así tardaron un día y medio en desandar todo lo que habían explorado hasta que volvieron a ver la luz del sol. 

Una vez en el exterior la compañía, o más bien lo que quedaba de ella, tomaron rumbo norte a fin de encontrar la ciudad de  Cherrybroof, el enclave más cercano en el que comprar provisiones ya que éstas escaseaban a estas alturas. Durante el camino Spujnur contó a los compañeros la historia acerca de las tierras que pisaban y que eran conocidas como La comarca del Tor. En la antigüedad fue uno de los pocos reinos gobernados por un osgo, Huurl Manonegra, el cual pervivió durante decenas de años hasta que fue derrocado y su reino cayó en el olvido para las futuras generaciones de humanos que se asentaron en la zona tras su caída.

Pese a ser un terrero mayormente plano y con poco bosque o montañas escarpadas, aún persistían en estas tierras diversas tribus de orcos, goblinoides y toda clase de criaturas de semejante ralea que albergaban el deseo de restaurar su reinado de terror sobre la región.

Las tormentas eléctricas a esta alturas del verano eran otro de los factores a tener en cuenta en la zona y pobre del incauto que no buscase refugio cuando una de ellas se formaba en los cielos. Podían llegar a durar un día entero y eran impredecibles incluso para los más ancianos del lugar. Los rayos muchas veces, cuando no mataban a alguien, ocasionaban grandes incendios forestales que resultaban igualmente peligrosos. De hecho, cuando la racha de mala suerte parecía haberse quedado atrás después de siete días desde que abandonaron el complejo una de estas tormentas hizo acto de presencia.

Spujnur, consciente del peligro al que se exponían, apremió a sus cuatro acompañantes y a la mula a acelerar el ritmo para buscar refugio. La tormenta, con nubes de un color tan negro como el carbón, comenzó avisando tan sólo con el olor a tierra mojada que traía el viento. El sonido de la lluvia golpeando el polvoriento suelo se hacía cada vez más intenso a medida que la cadencia entre gota y gota aumentaba. 

Gracias a los dioses el explorador encontró lo que buscaba. - Ahí está Torrealta - dijo señalando con su dedo extendido hacia una formación de piedra cuya lejana silueta se dibujó en el horizonte gracias a un relámpago. 

El explorador besó su amuleto de la suerte y comentó al grupo - Tenemos que tener cuidado puesto que ... - En ese momento una súbita luz cegó a todos y tras ella un estruendo que derribó a cada uno al suelo. Un agudo pitido en los oídos hacía que ninguno pudiese escuchar nada que no fuese su propia respiración. Cuando Ogna, Kormack, Traishor y Zanc abrieron los ojos comprobaron porqué olía a pelo y carne quemada. Aquello que en su día fue Spujnur ahora simplemente era un despojo humeante con sus extremidades negras y extendidas hacia el cielo como las ramas de un tronco derribado.

MIERrrrRDA! Gritó el enano. El ambiente olía a aquel olorcillo que echaba alguna de sus creaciones culinarias cuando se las olvidaba en el fuego demasiado tiempo. Aquel flashazo lo había dejado ciego y confundido. Cuando se levantó del suelo parecía haber pasado una eternidad. Todos sus compañeros se arremolinaban en torno a una mancha negruzca en el suelo. Poco quedaba de lo que antes era un hombre, pero si hubo una cosa que quiso el avaricioso enano.
TRRAE PA' CA. soltó sin dar mucha importancia a que eran los restos de Spujnur. Su amuleto de la suerte. - JA! Siemprrre he querrido esto... sabéis? Desde que dijo aquello de que daba suerRte... Una bonita sonrisa iluminaba la cara de Kormack. Casi tan brillante como el rayo que había caído hace escasos segundos. ​Esperrremos me de más suerrrte que al flacucho! JA! decía totalmente abstraído. ​Mi suerte está cambiando. Eso seguro. Pensó en aquel momento mientras contemplaba aquel amuleto y se lo ponía.

Aún con los oidos retumbando de aquel estruendo, Zanc se levantó cómo pudo, caminando hasta donde estaba Kormack, apoyándose en el fornido enano para no perder el equilibrio... -¡Vaya!, que estruendoso fue eso! - Exclamó el Gnomo mientras sacudía la cabeza y soltaba a Kormack para estabilizarse nuevamente, entonces sus ojos vieron los despojos del desdichado Spujnur, reaccionó y rebuscó en lo que quedaba de sus pertenencias en busca de algún mapa o pergamino o cualquier cosa que fuese de utilidad, entonces un resplandor iluminó el cielo, levantó sus ojos para contemplar la magnífica tormenta que se avecinaba y señalando con sus dedos hasta el montículo de roca, nuevamente exclamó... -Rápido!, busquemos refugio en aquel lugar si no queremos terminar carbonizados!. - Dicho esto empezó a correr como alma que lleva el diablo, algo impensable para alguien con sus pequeñas piernas, corrió y corrió en dirección hacia aquella estructura de roca, mirando de vez en cuando el cielo, temeroso de ser el siguiente objetivo de aquellos rayos.

Añadidos a mi inventario.

 El arco lo dejo mejor en la mula, ya que para mi es muy grande e incómodo para llevar, xD.

La muchacha se levantó lentamente, manchada de barro por el humedecido suelo, y clavó su mirada en los restos chamuscados de lo que había sido su explorador semielfo. Se golpeó en el lateral de la cabeza al comprobar que no oía más que un pitido. Tras ver caer a tantos uno más no marcaba la diferencia, pero aún así era una visión cruda y demoledora de la crueldad del mundo.

- Yo no tocaría eso...- Dijo al enano con su suave vocecilla, no más que un susurro amortiguado por el ruido de las gotas al caer. Tras haber echado un vistazo al amuleto y, recordando las últimas palabras Spujnur, ató cabos y llegó a la conclusión de que el rayo le había caído a él, precisamente, por hacer ostentación del ridículo amuleto de la suerte.- Espíritus lumínicos.- Contestó al curioso gnomo.- Surcan los cielos de cabo a rabo, son caprichosos, recelosos y soberbios. Detestan a todos aquello se levanta a más de 1,70m del suelo y sienten debilidad por los metales. Al menos es lo que esta escrito. Tenemos suerte de ser poca cosa.- No sabía si el cabezota de Kormack entraría en razón. Que se llevara el amuleto si quería, como si se quemaba la mano al cogerlo.- Pfff.- Resopló ante la idea de tener que realizar las curas al enano. Seguro que era un enfermo terrible, de esos que no paran de quejarse.- Ains...- Tomó las riendas de la mula, miró a los otros y esperó a que se decidieran a volver a emprender la marcha.

Kormack se rascaba la cabezota escuchando a Ogna. No quiso dejar ver que realmente se asustó lo que le dijo ¡Todo eso es muy bonito! pero nah, esto da suerrrte...​Ia verrrrá. Ya, aunque... gulp!  - Pero fue cuando tragó cuando dejó entrever que sus palabras habían hecho cierta mella. Guardó el amuleto en la mochila y se quedó mirando al gnomo. Corría despavorido ante la idea de caer fulminado por un rayo. Je! Corrrrre muchacho, corrrre! - Le animaba, resultaba divertido verle correr. NO HAY MAÑANA!!! JE! le decía en forma de broma. Deberriamos irr con él, no crrres? le dijo a Ogna precedido de un toque con el codo. Delicadeza enana...

La compañía ya se estaba descomponiendo ya que empezó a perder miembros muy rápido y parecía que éramos víctimas de una maldición. Hasta el humano estaba empezando a tener miedo sobre todo lo que estaba pasando. Su querido amigo seguía con vida así que no tenía que temer nada ya que él sabía el camino hacia donde teníamos que ir y como llegar. El explorador era un gran amigo y sabía que con el todo iría bien.

Llegaron a aquel lugar y su amigo Spujnur estaba nervioso, Traishor no se lo podía creer estaba teniendo miedo de todo lo que estaba ocurriendo. En aquel momento una luz impidió que el grupo pudiera ver durante un momento y Traishor se fue al suelo. Cuando volvió a poder levantarse pudo ver a lo que quedaba de su querido amigo Spujnur, había sido fulminado.

¡Amigo mío! Que te ha ocurrido, tu siempre eras fuerte y no temías nada, todavía te quedaba mucho por vivir sabías que hacer en cada momento. - dijo colocándose junto al cuerpo de su amigo. Sin ti estamos perdidos, eras el más sabio de todos y cada acción tuya era una nueva enseñanza.

De repente el gnomo salio corriendo creyendo que se iba a morir ya que el pasado traía a tener esos pensamientos, aunque eran un poco locos. Volvió a mirar lo que quedaba del cuerpo de su amigo y pensó:

Decididamente, sin ti estamos perdidos...

Los cuatro compañeros y la mula corrieron cuanto pudieron para alcanzar la formación rocosa y buscar un cobijo para guarecerse hasta que pasase la tormenta. Los primeros granizos comenzaron a caer ruidosamente sobre las piedras cuando faltaban pocos metros para llegar hasta él. Ya que la opción de escalar el afloramiento rocoso con semejante temporal sobre sus cabezas era una opción descabellada, la opción más sensata para Zanc, que era quien iba a la cabeza, fue intentar buscar una abertura en un lateral. 

La estrechas repisas ofrecía poca protección contra los elementos pero una inspección más cercana reveló una entrada en la ladera de la colina que formaba un arco de unos veinte pies de alto por unos diez de ancho. El suelo estaba inclinado hacia el exterior lo que daba al grupo la seguridad de que al menos aquel cobijo no se inundaría y una losa granítica serviría de techo para mantenerlos alejados de los rayos y del granizo. La estructura parecía bastante resistente y la posibilidad de colapso incluso ante semejante temporal parecía remota. Desde la entrada podía apreciarse que el hueco era en realidad un estrecho pasillo que zigzagueaba hacia el interior del tor.

Zanc jadeó después de tremenda carrera mientras descansaba los brazos sobre sus rodillas, entonces resopló aliviado al haber encontrado aquel refugio que parecía más que seguro... Bueno, al menos aparentemente lo era.

Ogna correteo tirando de la mula. El pequeño gnomo había encontrado un tenebroso refugio. Un agujero oscuro como boca de lobo. Lo miró con suspicacia pero el granizo acabó haciéndola entrar.

- Pfff.- Bufó como un gato enfadado.

El enano parecía llegar el último a la cueva sus pequeñas patas parecían traicionarle continuamente... No, las piernas largas de los flacuchos eran una clara ventaja para huir, eso estaba claro, pero ​Un enano nunca tiene que huir. Y así entró en la cueva empujando, sofocado y bufando. AAAH... Uf... TJO TJO! PoRRrr Murrrrradin! Ah-ah... querrrréis matarrrrme? A qué viene esa ...ah... Carrrrerra?El enano tuvo que apoyarse en la pared con los brazos en jarra para seguir recuperando el aliento. Caen trrres trrrruenos y ale... A corrrerrr!  ah-Ha PHhhhhhu! su respiración parecía grave y su rostro estaba congestionado, pero cuando quiso darse cuenta de donde estaba empezó a inspeccionar el lugar. Con la boca entreabierta y un gesto de paleto que intenta asimilar algún dato complejo, se puso a mirar toda la cueva...

A ojos de Ogna y del más entendido Kormack, en cuestión de estructuras de piedra, el corredor parecía que había sido excavado de manera intencionada. El musgo y la vegetación que había crecido en él y los signos de erosión indicaban que probablemente hubiese sucedido hacía centenares de años.

Zanc permanecía aún temeroso de los cielos y no prestaba demasiada atención a cuanto lo rodeaba. Sin embargo Traishor y su lobo, que se habían adentrado un poco más, observaban unas piedras en el suelo que claramente no eran del mismo tipo. Esos trozos de mampostería habían formado parte de un sello de piedra del mismo tamaño que el pasillo y que ahora presentaba una grieta lo suficientemente grande como para que una persona se escurriese a su través.

Zanc observó el oscuro cielo, del cual no sólo caía agua y granizo, sino que esa condenada tormenta eléctrica parecía que nada más estaba empezando, debido a los constántes relámpagos que iluminaban de vez en vez el negro panorama... Su piel se erizó por un instante al imaginarse impactado por alguno de esos poderosos rayos, meneó la cabeza para salir de su ensimismamiento e intentó discernir cuánto faltaría para que aquella tormenta acabara.

Se mantuvo allí observando por unos segundos, el tiempo suficiente para llegar a una conclusión... -Cualquier lugar es mejor que allí afuera!....- Exclamó mientras le daba la espalda a la tormenta y se internaba en la gruta de roca, entrecerrando sus ojos bien adaptados a la oscuridad observó hacia el interior del pasillo -Y bien, veamos a donde nos conduce esto... Están de ánimos para explorar, ¿verdad?- Dijo mientras ponía los brazos en jarras e intentaba disimular el susto que había pasado por culpa de esos condenados rayos.

Ya bajo techo, Ogna se escurrió las ropas y el empapado cabello. Era gracioso ver como su pelo, lacio de por sí, quedaba aún más reducido al estar mojado, tanto que llegaba a vérsele el pálido cuero cabelludo de la cabeza. Se aseguró de que lo que tenía que estar seco seguía así y se dispuso a acometer la valiosa misión para la que había sido contratada: iluminar.

- ¿Alguien tiene una antorcha?- No tenía antorchas. Menuda porta-antorchas estaba hecha. Se mordió el labio, asumiendo su culpa. Rebuscó en la mula pero lo único que tenía allí era la simple lámpara y el aceite. No le parecía el momento de gastarlo.- Tres truenos dices...- Empezó a contestar al enano, indignada porque fuera tan insensible hacia la muerte de un compañero, pero de repente se quedó muda e inmóvil. Cuando la inspiración le llegaba a veces reaccionaba así. Elevó una mano hacia el techo y clavó la mirada en el horizonte infinito recitando los versos que se arremolinaban en su cabeza. Si no los expulsaba podría explotar.

Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo.

Tan pronto como acabó siguió buscando cómo encender una luz. Si no había antorchas no le quedaría otra que usar su preciada lámpara.

El poema pilló al enano poniéndose el escudo en la mano. Parecía un poema salido del corazón Oh! Cómo dices? dijo en primera instancia. Luego miró al infinito al que miraba buscando al joven que había enamorado a Ogna. Sin éxito ladeo la cabeza en forma de negación, miró al suelo unos segundos sólo, mudo y quieto... JA! y luego fue hacia el gnomo No corras tanto... A parrrtirr de aquí IO voy prrrrimerro! Tú abrrre bien los ojos...* A menudo el enano tenía el defecto de hace gestos con ciertas palabras que decía. Como si fuese una clase de traductor para sordomudos y así para "no corras" sujetó el pecho del mediano. Al decir primero tenía el dedo índice levantado. Y con su frase final se señalaba los ojos y el final del pasillo.

Finalmente el enano se puso en marcha Esperrro encontrrrrarr tesorrrros... o comida... o tesorrros y comida... Y si nada de eso fuese posible... MUJERRRES! JA!

- ¿No íbamos a Cherrybroof?- Preguntó en respuesta  a la pregunta del gnomo. Estaba algo asustada por tener que meterse a través del oscuro agujero. Pero ella sólo era una porta-antorchas, ni lista ni tonta, pero veía difícil llevar a la pobre mula. Así  que mirando al druida con una curiosidad sincera le espetó.-¿Crees que serás capaz de meter a Dientes por ahí? Es una mula muy valiente, eso sí.- Al escuchar al enano ella se situó en tercera posición, tras el gnomo, dejando la puerta de atrás al druida y su compañero animal.

- Céntrate en los tesoros Kormack. A no ser que quieras comida podrida y mujeres esqueleto...- La muchacha acabó encendiendo la lámpara y levantó el brazo con ella agarrada para iluminar el camino. Entonces se dio cuenta de la poca utilidad de su trabajó en el ahora reducido grupo de aventureros. El enano y el gnomo estaban acostumbrados a la oscuridad.

Zanc observaba a Kormack algo confundido por los gestos que hacía, entonces le dejó liderar la marcha y se ubicó detrás suyo como lo indicaba... -Claro que sí amigo... Cómo quieras, yo te aviso desde aquí cuando detenerte en caso de llegar a detectar algún peligro, ¿de acuerdo? - Dijo el Gnomo sacudiéndose su mojado cabello mientras miraba hacia atrás a los pocos que quedaban del anteriormente numeroso grupo... -Sí, vamos a Cherrybroof, pero ni seguiré al norte mientras esa condenada tormenta siga ahí! - Exclamó señalando hacia la salida para nuevamente girarse y darle un pequeño empujoncito a Kormack, indicándole que avance -¿Y que mejor manera de matar el tiempo que explorar una caverna desconocida?... Si tenemos suerte, quizás hallemos algún tesoro escondido de ese tal "Huurl Manonegra", claro, si es que no los han saqueado todos ya... Vamos, avancemos, ¿Que puede salir mal?- Indicaba con cierto tono animado el pequeño Gnomo mientras empezaban a internarse en las entrañas de aquella gruta.