Partida Rol por web

Desde el otro lado

5. Ojo por ojo

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10/03/2011, 22:45
Director

Arturo dio con sus huesos en la cárcel. Cayó desde las alturas hasta un suelo metálico y lleno de sangre y orina. Era... no era una cárcel. Era un patíbulo. Había hombres colgando de sogas que caían desde el techo, tan alto que no podía ver más que la más negra oscuridad. La única luz provenía de una de las paredes, hecha de cristal. Allí se sentaban los testigos, familiares de la gente que había matado, secuestrado y golpeado. Lo miraban con odio y rabia y deseaban que muriera.

Lo rodeaban los guardias penitenciarios, cada uno con su porra y su pistola. Silenciosos. Férreos.

Arturo estaba solo, sin ningún tipo de atadura. Por más que caminara, no encontraba otra cosa que guardias a la espera. El tufo a sangre y a muerte se hacía cada vez más fuerte. ¿Cuánta gente había muerto allí? ¿Cuántos asesinos colgaban de las sogas, y habían colgado? ¿Y qué iba a pasar con él?

Una voz de ultratumba llenó la habitación. Un hombre vestido con la toga de un juez y un martillo en la mano le señaló:

-Arturo, estás aquí para ser juzgado y condenado por tus crímenes innumerables. Esta sociedad se asquea al ver a individuos como tú. Esta sociedad acaba con ellos. ¿Qué tienes que decir al respecto?

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10/03/2011, 22:58
Arturo

Antes de darse cuenta, estaba cayendo, recordaba vagamente el último grito de terror del prisionero liberado, aquel grito le acompañó zumbando en sus oídos durante todo aquel trayecto, en el que parecía deslizarse vertiginosamente sin ninguna dirección. Sentía que daba vueltas, extraviado, ante él se sucedían imágenes negras sin significados, y aquel grito desgarraba sus oídos todavía, como si el terror de aquella sensación se hubiese unido a sus oídos permanentemente.

No supo cuánto tiempo estuvo estuvo desplomándose sobre el vacío, para él fueron horas, habiendo sido quizás segundos, y al final de aquel abismo interminable, el suelo le recibió de seco. Apestaba. La loza estaba fría, gélida. Se sintió desamparado. Sus dedos se crisparon, se recogieron sintiendo la humedad asquerosa reinante, una humedad pestilente. Se incorporó lentamente, tembloroso, desorientado, trajo hacia sí la espada, el único trofeo de su intentona de liberación, aferrándose a la última esperanza de lucha.

Levantó la mirada, y sus ojos se abrieron, su boca lentamente se abrió en una expresión de horror mudo, mientras sus manos empezaron a temblar... apretó los dientes para ahogar el grito que quería liberar. Del cielo, de un cielo oscuro, lóbrego y monstruoso, de un techo infinito y demoníaco que en la altura se tragaba la luz, colgaban cuerpos profanados de hombres. Gruesas sogas se enroscaban en sus cadáveres putrefactos como pérfidas serpientes. Algunos de estos hombres muertos tenían para él semblantes familiares, eran conocidos o enemigos y otros simplemente desconocidos cuya suerte le inquietaba tanto como la de los demás.

Y entonces empezó a detallar el sitio al que había llegado. No había escapado de aquella prisión, pues el grito de horror del prisionero de la E aún hacía eco en su cabeza. Esto era solo parecía otra ala de la misma cárcel. Los sólidos muros se alzaban opresores, y cuando intentó pararse y caminar, con la espada en ambas manos, la oscuridad iba vomitando las figuras de recios guardias, con sus uniformes azules oscuros, con su gesto pétreo e inhumano, como malignas gárgolas esperando volver a la vida. Sus manos temblaban. Daba dos pasos hacia atrás, y allí a donde fuera, más guardias.

Pronto el olor se hizo insoportable, como si la temperatura estuviese aumentando lentamente, las emanaciones venenosas y satánicas de aquel sitio empezaban a nublarle lentamente los sentidos, haciéndole tambalear mientras caminaba, hasta toparse con un cristal opaco. Levantó una vez más la mirada. Una tribuna, una tribuna de espectadores furibundos y silenciosos, las miradas portaban tanto rencor, que casi pudo sentir como atravesaban su corpus, como si estuviesen intentando desde su posición acabar con él. Y los rostros, no podía nombrar el nombre de ninguno... y aún así, a su memoria llegaban los recuerdos de asaltos, de robos, de fechorías en compañía de Miguel. Dio dos pasos hacia atrás, no podía soportarlo...

El aire viciado lo asfixiaba, su consciencia parecía estirarse y retorcerse, y cada paso le costaba, sus brazos colgaban arrastrando la espada -Y... Yo...- decía, pero sus mandíbulas empezaron a temblar. Gruesas gotas de sudor frío y maloliente llenaban su rostro, podía sentirlas deslizándose, como cuchillos cortando la piel de su rostro. Todo le hacía daño...

Cayó de rodillas. Todo tenía una apariencia nebulosa... todo... iba a desvanecerse. Pero en lugar de ceder, como esperaba, como secretamente anhelaba, aquel paisaje dantesco hizo levantar una figura. No sabía cuán alta era, no percibía más que aquella túnica negra, más negra que la oscuridad misma del techo, y un martillo que podría haber aplastado su cabeza con facilidad contra el suelo.

Habló, habló con esa voz retumbante, esa voz horrible, que se extendió como un desgarrón, como un dolor por todo su cuerpo, cada palabra le golpeaba, le hería. Miró con los ojos llenos de lágrimas....

-NOOOO... NOOOOO...- alcanzó a gritar. Tomó la empuñadura de la espada con fuerza. Aquel debía ser el juicio, el juicio por sus crímenes, el juicio del más allá, aquel debía ser el infierno y su alma estaba destinada a ser condenada, a colgar ante el escarnio y el odio durante toda la eternidad, asfixiándose por siempre. En ese instante se rompió, su voluntad se quebró y el terror, la angustia de la eterna condenación lo poseyó con fuerza. Miró al juez, su voz se quiebra, se desgarra mientras se esfuerza en hacerse escuchar más allá del vidrio. Porque sabe que le están viendo, le están escuchando. -... ¡¡¡Yo iba a cambiar... yo iba a cambiar!!! pero la explosión... y luego las cadenas!!! les juro que iba a cambiar... IBA A CAMBIAR- dice mientras suelta la espada, que cae con un ruido metálico, mientras se echa al suelo, sollozando y gimiendo, sus manos se alargan, como buscando los pies del magistrado, implorando humanidad -¡¡¡PIEDAD!!! ¡¡PIEDAD!!!- lloriqueaba y gimoteaba

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10/03/2011, 23:26
Director

-¡No hay piedad para el asesino y el inmundo! -respondió la voz atronadora. Dos guardias se acercaron a Arturo y lo sujetaron cada uno por un brazo para levantarlo. De cerca eran iguales, exactamente iguales, como robots.

-Arturo Serrano, eres culpable de extorsión y asalto. Has coaccionado y aterrorizado a otros por dinero y diversión, has golpeado y mutilado con tus compañeros por puro placer.

A un lado se encendió una luz. Iluminaba una escena peculiar, que ya había vivido. Arturo y sus compinches se turnaban para darle patadas a un hombre, un tendero chino, que se había negado a pagarles lo que le exigían como impuesto. Por protegerle la tienda, al más puro estilo mafioso... sólo que ellos no llegaban a mafiosos, no eran más que un grupo de criminales sin escrúpulos ni honor alguno.

Arturo se vio a sí mismo riéndose a un lado, bebiendo cerveza. Sus compañeros se reían. Uno dijo:

-¡Traed el martillo!

Y trajeron el martillo. Inmovilizaron al hombre y le pisaron la muñeca. Uno de sus compinches sujetó el martillo con las dos manos y golpeó la mano blanca. Fue como si aplastase una araña. El crujido resonó por todo el patíbulo y la sangre comenzó a fluir, pero eso no era nada. Los gritos del chino, los gritos, tan horrorosos, tan altos. Se le clavaban en los oídos como si fuesen cuchillos. Pero su otro yo, el que bebía al lado, parecía complacido y no decía nada.

-Mira lo que has hecho, Arturo -dijo el juez, con voz metálica-. ¿Dices que quieres redimirte? ¿Cómo vas a hacerlo?

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10/03/2011, 23:38
Sombra de Arturo

Tu intento de redención ha sido patético. ¿Has visto lo que has hecho? Has repetido los mismos errores que antes. Te gusta machacar manos, ¿verdad? Disfrutas viéndolos sufrir. Pensabas que al estar muerto podrías hacerlo sin parar. Al fin y al cabo... al fin y al cabo una persona viva acaba quedándose en shock o muriendo desangrada. No puede gritar para siempre. Pero un fantasma... un fantasma sí, ¿verdad?

Cielos, de verdad te mereces todo esto. Eres una mala persona. Eres un monstruo. Haces daño a todo el mundo que tienes a tu alrededor. ¿Lo has visto? Ni siquiera ahora que estás muerto puedes parar. Si yo fuera tú... si yo fuera tú me largaría. Si quieres redimirte, déjate llevar. Haz lo que te digo. Lánzate al Olvido. Es el mejor modo de protegerlos a todos de ti. Eres un monstruo.

Eres un monstruo y mereces desaparecer por lo que has hecho.

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10/03/2011, 23:44
Arturo

Los gritos, los gritos eran insoportables. Quería dejar de ver, quería retirar la mirada, pero era como si aquella construcción se moviera con su cabeza, y se descubría petrificado, aterrorizado, observando como aquel hombre gritaba, como la sangre goteaba. Su cabeza parecía a punto de explotar. -PIEDAD!! ¡¡DETENEDLO... DETENEDLO POR FAVOR!!- pero la escena continuaba.

Y la voz en su cabeza, la voz de Miguel empezaba a susurrarle maliciosamente, le recordaba lo que había sucedido. -¡NO!¡NO! ¡¡QUERIA AYUDAR!!! ¡¡QUERIA AYUDAR!!! ¡¡QUERIA LIBERARLE!!!- chilló con fuerza, buscando que su voz misma opacase los gritos de terror y las risas de su alterego y su pandilla.

Se arrastró, se arrastró lentamente, sintiendo como sus rodillas pesadas se raspaban contra el suelo, tomó con sus manos el final de aquella oscura túnica, mientras se lamentaba, en llanto completamente...

-¡Iba a cambiar... Iba a cambiar! Preguntadle a Laura... Preguntadle a Laura!! No iba a volver... quería ayudar solamente! Preguntadle a Laura... la quería salvar... iba a cambiar, iba a cambiar cuando morí... piedad... piedad...- su voz se iba agotando entre hipidos y gimoteos

-D...Dadme otra oportunidad...- decía -No... no lo volveré a hacer... dadme... dadme otra oportunidad... permitidme volver... no volveré a hacer mal a nadie... lo juro, lo juro!- decía mientras cerraba los ojos, sentía ahora como sus lágrimas heladas se confundían con su sudor, como su rostro era una masa húmeda, humillada, sentía pánico, terror, mientras los gritos del Chino mutaban y le recordaban el grito último del prisionero de la E. Se sobrelapaban uno sobre el otro, a dos voces, y mientras más fuerte y horrorosamente sonaban, más sentía que él mismo merecía aquella sentencia por sus crímenes.

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10/03/2011, 23:55
Director

Como respuesta, el juez le entregó un machete.

-Ayúdalo.

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10/03/2011, 23:57
Arturo

Arturo se siente levantado de golpe, no sabe como. Ahora porta aquella arma en su mano, y las palabras de la sentencia se sobreponen a los gritos. Se levanta, secándose las lágrimas mientras mira la escena. Trata de contener el llanto, y corre, corre hasta llegar.

-¡Dejadle en paz Gilipollas!- dice mientras entra en la escena y propina una patada a uno de los que sostiene al tendero para que caiga y le libere, al menos parcialmente. -¡Dejadle ir ahora!- increpa con fuerza, empuñando el arma -¡Dejadle ir o no respondo por vosotros!- dice mientras se acerca para evitar que el que tiene el martillo continúe con su inquisidora labor.

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11/03/2011, 00:02
Arturo

-¿O qué, chupapollas? ¿Vas a matarnos? ¿Vas a cortarnos en pedacitos con eso que llevas en la mano? -se rió su otro yo a carcajadas.

El martillo detuvo su golpeteo sólo porque el chino ya no tenía mano. Donde antes había habido dedos, hueso y carne, ahora sólo había un puré rojizo colgando de su muñón.

Alguien empujó a Arturo por la espalda y lo sacó de la zona iluminada.

-Eh, chinorri, ¿te ha quedado claro el mensaje? -gritó otro de los rufianes-. Si no pagas, te quedas sin la otra mano.

-Qué puto asco -observó otro-. ¿Cómo te vas a hacer las pajas ahora, chinito?

Las frases eran las mismas que se habían pronunciado ese día, pero el hombre chino había quedado mucho peor ahora. Recordaba que en su momento había conservado la mano. La había tenido escayolada variso meses y había tenido que ser operado. Nunca pudo moverla de nuevo más que para apoyarla en el mostrador y girar picaportes.

-Lárgate -siseó el otro Arturo-. Piérdete. Suicídate. Ah, no, no puedes, que estás muerto...

Todo el mundo se echó a reír.

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11/03/2011, 00:08
Sombra de Arturo

Sí, estás muerto. Pero ni muerto te quedas tranquilo. Ni muerto puedes dejar de hacer daño. Mírate, empuñando el machete como si fueras a hacer algo con él.

Vete. Hazle caso a Arturo. Vete, pero arrójate a la Tempestad y déjate llevar por el Olvido. Es lo mejor que puedes hacer si quieres protegerlos de ti. Si quieres proteger a Laura...

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11/03/2011, 00:12
Arturo

Empuño el arma con fuerza. Miró y apretó los dientes, sentía la humedad pegajosa sobre su rostro mientras se contenía, se contenía con todo lo que tenía. Ve por un instante la mano destrozada, y gira el rostro para mirar hacia el otro lado, con una expresión de desazón. Había sido un cobarde, un idiota. Si Laura lo hubiese visto, le habría temido, ni le habría hablado. Apretó con fuerza las manos, ambas, con una, sosteniendo el machete, con otra, sosteniendo el puño cerrado.

-No voy a proteger a Laura yéndome, no cuando hay tanto cabrón como él por ahí... te jodes Miguel...- susurra mientras camina sin decir nada, da varios pasos, ignora las risas y mira con rabia a su otro yo, no media, no dice nada más, lo toma por la camiseta y lo alza, mientras lo mira fijamente, intimidantemente.

-Jodido maricón comemierda cobarde...- le dice vocalizando cada insulto lentamente -Cagado imbécil, te sientes bien... ¿eh? ¿tanto le temes al gilipollas de Miguel? no eres más que una mierda... mira lo que has hecho, mira cabrón...- dice señalando al chino con el machete y luego subiéndolo amenazantemente.

-¿Te gustaría estar allí? ¿si? apuesto a que te gustaría ladilla... a que no tendrías los cojones que tienes para ser un hijoputa, si Miguel no está detrás de ti... estarías comiendo mierda y basura... ¿te acuerdas?- le dice sin quitarle la mirada. -No me hagas arrancarte la mano como le hiciste al Chino para que te quede bien entendida la lección, soplapollas...-

Se opone a si mismo, siente el enorme peso de sus pecados, siente la ira y la impotencia, pues sabe que aquello ya ha pasado, que está muerto... pero quizás ese sea el momento de redimirse, de cambiar las cosas, de darse una lección. Si pudiese viajar al pasado, eso sería lo que haría, si, se daría una paliza de ser necesario, pero no dejaría que se convirtiera en eso que se transformó...

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11/03/2011, 00:28
Arturo

El otro Arturo sonrió cínicamente.

-Me conoces bien. Pero... ¿y tú? ¿Acaso no has sido tú el que le ha cortado la mano al señor E y lo ha mandado al carajo? Quizá YO tendría que cortarte la mano a TI para que aprendieras.

Todo el mundo se rió, incluso los guardias y los familiares de sus víctimas.

-¿No es esa la ley del Ojo por ojo?

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11/03/2011, 00:42
Arturo

Arturo duda un instante. El señor E, su grito empezó a formar un eco familiar en su cabeza... no había sido su intención. Había intentado ayudarlo... ¿o solo lo estaba liberando para que le ayudara a escapar? ¿Había realmente cambiado o lo había hecho por una razón egoísta? Apretó los dientes, sin saber que decirle, las risas y los segundos transcurren.

-Muy bien tío listo...- le dice soltándole -... ¿te cagas de risa? ¿crees que me lo merezco? ¿quieres saber como se siente? jodido cobarde, toma tu el puto machete...- dice mientras se lo lanza a sus pies -... y córtame las jodidas manos. ¿No? pero recuerda, que tú eres yo, nos separan sólo él tiempo, y lo que me hagas sufrir acá...- le dice con la mirada fija -... lo sufrirás tu también.-

-Yo quería ayudar al señor E, joder, quería liberarlo... quizás no sea un santo... quizás no pensaba sólo en ser el tío bueno- le dice serio -... pero joder, se que si tú hubieses estado ahí, lo habrías dejado encadenado...- y se arrodilla, estirando los brazos hacia el frente. -¿Me lo merezco? adelante, castíganos, por lo de E y por lo del chino, aprende tu jodida lección de una vez...- le dice racundo.

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11/03/2011, 11:45
Arturo

-¿Para qué quiero yo tus manos? Yo ya tengo estas -Las levantó y movió frente a la cara de Arturo para demostrárselo-. No tienes huevos para cortártelas tú, eso es lo que pasa.

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11/03/2011, 13:27
Arturo

Arturo miró a su otro yo. -Eres un jodido cobarde... sabes que lo que me hagas a mi te pasará a ti...- dice poniéndose en pie, confrontándose con odio hacia lo que se había convertido. Hacia todo aquello que quería cambiar.

-No tienes una pizca de valor, soplapollas de mierda...- le dice, se dice. -Necesitaré ambas manos para compensar por todo lo que tu, jodido bastardo, has hecho. Todo lo que hemos hecho...- se acerca mientras estira las manos para tomarle por el cuello de la ropa de nuevo.

-Te voy a quitar esa maldita sonrisa, cabrón, gallinita...- continúa insultándole - no serías capaz de darme mi merecido, no tienes los cojones, no sabes los que se yo ahora...-

Y lo acerca lo suficiente, mientras su rostro se contrae con un gesto de rabia, apretando los dientes. -No soy más como tú- le dijo apretando muy fuertemente su mandíbula.

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11/03/2011, 16:01
Sombra de Arturo

¿de veras crees eso?¿que tu eres diferente de ese despojo que tienes delante? tu y el sois lo mismo, tus esperanzas de redención no son mas que autoengaños. Eres la peor basura que hay y solo el olvido cambiara eso.

Redención, estas en un pozo de mierda chico, y cada vez que te mueves intentando salir te hundes un poco mas. No me hagas caso si no quieres, sigue hundiendote intentando salir de ahí. Yo seguiré disfrutando del espectáculo

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11/03/2011, 16:30
Arturo

-Es cierto. No eres como yo. Tú estás muerto.

El otro Arturo se apartó de él como si sintiera asco. La voz del juez, implacable:

-Se está acabando el tiempo.

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11/03/2011, 18:55
Arturo

Arturo tomó el machete. Miró hacia donde estaba el juez, miró hacia donde estaba el otro Arturo... dio un paso.

-Si uso esto contra ti, cabrón, no seré mejor que tú... estaría cometiendo los mismos errores... y entonces Miguel tendría razón...- le dice encarándolo. - No, no es así como van a ser las putas cosas...- y estira su mano izquierda.

-Si tengo que perder una jodida mano para evitar volver a ser como tu, imbécil de mierda...- y aprieta con fuerza la empuñadura. -... que así sea!- y sin mediar más deja caer con fuerza la hoja sobre su muñeca, mientras aprieta los dientes, cierra los ojos y ahoga un grito de dolor. El arma cercena su mano, con dolor, con el golpe seco del hueso, y cae al suelo. Por unos instantes el tiempo parece detenerse, casi puede sentir un suave latido en su cabeza, como si le cuestionara por lo hecho, todo se congela, deja de fluir, se abre paso con lentitud el horror de su acción.

"No voy a dejarme ir... aún puedo salir. Antes habría pensado en ello... antes no lo habría dudado. Pero conocí a Laura, y se que tengo esperanza de salir. No voy a hundirme en la mierda, no más... aún puedo cambiar, no... es... tarde... no importa lo que me cueste, no voy a rendirme..." su cabeza resonaba entre el dolor y convicción. Había pedido una oportunidad... y la iba a hacer valer. Siente como la sangre es la vida misma que se le escapa por su mano, el dolor le hace tambalear, pero está muerto, no puede morir nuevamente, pero se acerca y toma a su otro yo, soltando el machete, con la mano libre.

-Esto... esto...- dice levantando la mano sangrante frente a él, acercándola para mostrarla, como una distinción, como una marca que le separaba de aquel sujeto despreciable que estaba frente a él, de él y de Miguel -esto... es lo que me separa de ti...- dice con fuerza entre sus dientes -Quiero una oportunidad para enmendarme... para ayudar al chino, a todos... a todos los que jodiste...- y levanta la mirada un poco -...y daré lo que tenga que dar... para enmendar todos mis jodidos errores, no me iré a ningún lado hasta... hasta...- dice repitiendo las palabras con ahínco, haciéndolas salir -... hasta que pueda mirarlos a los ojos a todos ellos... a Laura. Y no sentir más culpa...- y calla...

-... No seré como tú... no harás más daño... no soy... tan cobarde ahora...- dice parándose firme y dispuesto a no ceder.

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12/03/2011, 14:50
Director

Sonó una campana. Los guardias se hicieron a un lado otra vez y se cuadraron. La mano cortada de Arturo reptó por el suelo en un charco de plasma, hasta unirse al muñón del chino y soldarse a él. El otro Arturo se deshizo mientras se reía, al igual que el resto de sus antiguos criminales. El juez le señaló con el martillo y golpeó con fuerza en su estrado. De nuevo se abrió un agujero en el suelo y Arturo fue absorbido por él.