Partida Rol por web

Increible, el calvo tiene razón. Aunque no vale para nada más que para decir cosas de jerga de raperos.

El gato movió la cola, impaciente.

Como te encanta hacerte la heroina... Deja por una vez de darte aires de salvadora suprema y salgámos de aquí. No seas estúpida.

Su plan no tuvo el respaldo ni de el otro fantasma - que no le dijo su nombre cuando ella se presentó - ni del gato-sombra,como ya esperaba. Al parecer el otro no había entendido del todo su plan, pero es que en su mente ya estaba trazado y odiaba tener que explicarlo TODO. ¡No era su culpa que otros no pudiesen seguir su línea de pensamiento!

- Oíd... - dijo tanto para el fantasma como para la sombra - ...no estoy diciendo que ataquemos a los Segadores. Pero si podemos coger a algún recién muerto antes que ellos, no pueden esclavizarlo ni nada de eso. En este mundo hay leyes también. Y sé lo que tengo que decirles para que me dejen en paz.

Se cruzó de brazos, mirando hacia la puerta de la habitación.

- En fin... yo iré. Si tengo que ir sola, pues lo haré sola. Como siempre he tenido que hacerlo todo.

Arturo observó a la chica unos momentos. No estaba seguro de que había pasado en todo ese tiempo y aquel nuevo mundo era completamente desconocido y nuevo en la muerte. Observó hacia donde estaba Laura, y sintió el deseo fuerte de quedarse justo allí, de no moverse, de permanecer a su lado.

-Tía, si vas sola y te pillan, vas a flipar de lo lindo- dice Arturo. Da dos pasos, está serio, pensativo, aunque él mismo sabe que pensar no es una de las cosas que se le de bien. -Mira, vamos, miramos, y tratamos de ayudar, pero si están los tíos allí, no vamos a poder hacer nada... aunque entre los dos les demos de a media hostia, estos cabrones tienen más tiempo que nosotros dos juntos acá... ¿me entiendes?- dice mirando hacia atrás y hacia adelante como si los pudieran escuchar, como si fuesen a aparecer en algún momento.

Para Arturo, había algo de cobardía en sus propios actos, pero observando a su amiga, parecía encontrar el valor que necesitaba. Si a ella le pasaba algo, esperaba estar cerca para evitar que fuese arrestada como él mismo. Habría tragado saliva de tener cómo hacerlo, mientras una angustia virtual parecía recorrerle, estremecerle, ante la sola idea de que algo le sucediera a ella.

Volvió a mirar a la chica. -Y si nos ven, nada de hacerse la valiente jodia... que no tenemos oportunidad, nosotros somos los recién llegados...- le recordó mientras esperaba que empezara a camiinar.

Clara esbozó una media sonrisa al oir que el otro fantasma también iba a venir. No le conocía mucho, y en realidad no sabía hasta qué punto podía fiarse de él, pero desde luego no quería ir sola a meter palos en las ruedas de los Segadores. Y sabía que el hombre no era muy amigo de los que le habían esclavizado. De hecho, era el que más había gritado y amenazado mientras les arrastraban con esas cadenas, y había sido el primero en sumarse al intento de fuga que ella misma había empezado.

- Vale... mira, si te dicen algo, o quieren volver a ponerte las cadenas, tienes que decirles que eres propiedad de Gonzalo Hernández, que te ha comprado, que trabaja en la Forja y que si te ponen un dedo encima él les denunciará al Ana... - se quedó pensativa. ¿Cómo era esa palabra que había usado su tío? - ...a las autoridades. En tu caso no es verdad, pero dudo que puedan comprobarlo sin volver a la Ciudadela y todo el follón.

Se encaminó hacia la puerta, pero antes de atravesarla se volvió hacia el hombre.

- Aún no me has dicho como te llamas... - le dijo, y tras su respuesta, procedió a atravesar la puerta otra vez y poner rumbo a urgencias.

Arturo se paró en seco y frunció el ceño. No podía ser tan idiota... o al menos tan ingenua. -Mira tía, creo que no entiendes...- dice él con su tono algo agresivo -No se como coños funcionan las cosas aquí, pero no creo tampoco que sean tan diferentes. Cuando pones tu culo al aire contra otros, lo peor que te puede pasar no es que te metan en la jaula...- le dice sin contenerse. -...es que te la metan hasta el fondo. Y si le entendí bien al tío de la jaula con la E en la frente, a pesar de estar muertos, si nos meten una puñalada, nos duele... si nos joden, nos duele. ¿Lo sabrás tú no?- le dice serio. -Y encima, si te joden mucho, te viene la tormenta o una cosa así, pero no se necesita ser un genio para saber que no parece nada bueno...- y luego camina hacia adelante.

-Así que si quieres ponerte, culo en pompa, esperando a que excusarte con tus palabritas te salve, te equivocas. Los tíos están jodidamente armados, usan esas cadenas y quien sabe que otras cosas. ¿Me entiendes? Y si diciendo palabras bonitas te crees a salvo, es cosa tuya, yo no te sigo, leñes, ni porque me pagases- pero luego hace una pausa unos minutos.

-Mira tía, no le darías ni una hostia antes de que te dejaran bien jodida. Necesitamos algo para defendernos, algo que sirva, tú y yo no podemos contra una espada o una cadena. Así que antes de que vayamos a ayudar a los de abajo, necesitamos buscar algo para ayudarnos nosotros. ¿Me entiendes? No se dónde se consiguen navajas aquí, cuchillos, pistolas... incluso las espadas esas servirían más- había hablado de más, pero le había enojado con su idealismo, como si luchar por algo fuese tan fácil como pararse y esperar a que todo saliera bien.

-Y soy Arturo- añade.

-zorra estupida, va a conseguir que te cuelgen. ¿lo sabes, verdad?-

La voz suena casi divertida, como invitando a que sigas a la chica

Arturo y Clara caminaron por los pasillos lúgubres y oscuros, desiertos. Las baldosas del suelo se hallaban resquebrajadas, las paredes húmedas y llenas de grietas. Bajaron por las mismas escaleras que había usado Clara para subir y buscaron la bifurcación de Urgencias.

El trasiego en esa zona era considerable. Las ambulancias llegaban continuamente, mientras los doctores iban de acá para allá atendiendo los boxes, salvando vidas. Clara lo conocía bien. Había estado presente en algunos turnos nocturnos, llenos de accidentes de tráfico, comas etílicos y amagos de infarto. De vez en cuando alguien moría o ingresaba directamente cadáver. Eran cosas que pasaban. Ahora, visto desde el otro lado... no era tan sencillo.

Al llegar a la sala de urgencias vieron a un fantasma parado junto a la zona de los boxes. Apoyado contra la pared, con aire de pereza, miraba pasar a los humanos y los escudriñaba en busca de signos de muerte.

Atravesar la puerta. Tardó un poco en superar aquello. Era un fantasma, así que debería poder atravesarla, pero al intentarlo con suavidad, su corpus se oponía como si esta fuera del todo sólida. Pero era un fantasma... quizás si se concentraba podía usar la fuerza. Abrió la boca, pero no pudo realizar ningún esfuerzo que le hiciera sentir que tomaba aire. Su corpus se agitó y se lanzó contra la puerta, atravesándola en un estampido inmediato, un golpe seco que le provocó un estremecimiento, cómo si hubiese sufrido un desgarrón o una raspadura dolorosa pero inmediata. Por escasos segundos sintió cómo si le hubiesen arrancado la piel de un tirón, fue instantáneo, doloroso y efímero. Y estaba al otro lado, trastabillando, pero habiendo atravesado la puerta.

Sintió como su corpus se quejaba, observó sus manos. Parecían débiles y translúcidas y recordó que lo mismo le había sucedido a sus captores. -Empiezo a entender como funciona esta mierda- le dice a la chica mientras habla en voz baja. Como si temiese ser escuchado.

Caminó al frente, lentamente, esquivando algunas personas que pasaban, temiendo que se repitiera el efecto que ya había visto en otros. Las paredes y el suelo parecían dar un aspecto lamentable. Pocas veces recordaba Arturo haber estado en un hospital, pero ahora sólo podía verlo de este lado.

Todos parecían moverse con vertiginosidad, saliendo y entrando, los gritos y ecos se perdían en medio de aquella estructura lúgubre, y Arturo trataba de no verse distraído por las distintas sensaciones que proyectaban los vivos, trataba de concentrarse en no ser descubierto por otro muerto, con la chica en sus espaldas.

"Pueden colgarme estando muerto..." el pensamiento se deslizó, pero antes de darle una respuesta, frenó en seco, y dio dos pasos, obligando a Clara a quedarse tras la esquina. Había alguien haciendo guardia. Alguien que cómo ellos no estaba vivo. Se conocía la rutina, las cosas no debían ser muy diferentes, aún para estar muerto.

-Si hay un tío vigilando, debe haber más adentro esperando que sus espaldas estén cubiertas. Es como te dije tía, esto no es un tiovivo- susurró a su compañera. -Tenemos que buscar algo para defendernos de los cabrones, o vamos a ser nosotros los que quisiéramos que los jodidos médicos nos atendieran...-

Clara ya había atravesado la puerta para entrar pero, al ver a Arturo dudar tanto, le dio la sensación de que él no lo había hecho. Entonces, ¿cómo había entrado? Se encogió de hombros y supuso que habría aprovechado el momento en que saliese una enfermera o entrase un familiar. Esta vez con más confianza, le siguió hasta el pasillo, haciendo que su corpus pasase a través de la puerta. Descubrió que la confianza no hacia que fuese menos incómodo o desagradable, pero no se quejó.

Le indicó a Arturo la dirección y el otro fantasma tomó la delantera. Ella le siguió con cierta sensación de incomodidad. Esto iba en contra de los consejos que le había dado su tío... pero ella ya era mayorcita y nunca se había conformado con seguir órdenes. Además, sentía que estaba haciendo lo correcto, aunque fuese peligroso. Mientras andaban , miraba de reojo al gato que la seguía, su "sombra"... que estaba extrañamente callada y sumisa, sin protestar. Quizá el felino empezaba a hacerse a la idea de que ella era así y que poco podía hacer para cambiarla.

Arturo le hizo un gesto para que se detuviese y le indicó que había alguien vigilando. Luego insistió con el tema de conseguir un arma.

- A ver, yo no tengo ni idea de dónde conseguir armas en el otro barrio. No creo que crezcan en los árboles, y aunque conociésemos a un traficante de armas fantasmal, no tenemos modo de pagarle. Pero oye, que esto no es una zona de guerra, ¿no? Estos tipos van a por novatos débiles, confundidos y asustados. Si actuamos como si supiésemos de qué va todo esto, como si no les tuviésemos miedo, nos dejarán en paz... creo.

-va a conseguir que te maten, o algo peor. ¿lo sabes, no?. Tienes que librarte de ella, y pronto, o acabaras muy mal-

Arturo la miró seria. Estuvo a punto de decir "Ve, esta bien, yo te espero aquí, que eres tú la de la idea" pero se contuvo. Se contuvo por muy poco. Frunció el ceño.

-Mira tía, si tú estás acostumbrada a ir de listilla y a intimidar a todos, te tengo noticias. Nadie va a dar una mierda por ti... a la legua se te ve que hablas de más.- y luego recalca -Y baja la puta voz, no vaya a ser que nos oigan-

-Así que si quieres hacer las cosas bien, tendrás que callarte y empezar a oír de una puta vez. Cómo te lances sin avisar nos matan... de nuevo...- dice serio. -Así que joder, vamos a salir de aquí bien calladitos y vamos a buscar una forma de ayudar a los tíos de allá sin que nosotros salgamos más. ¿Me entiendes?- de alguna forma parecía una amenaza... o al menos usaba ese tono propio de quienes no se iban a coartar para hacer una maldad, aunque el contexto ahora parecía... diferente.

-El tío que te compró. ¿Decías que sabía cosas no? creo que tendremos que ir a preguntarle antes de jugar a los super héroes- dice mientras da la espalda y empieza a buscar una salida por el otro lado.

Cuando vió que Arturo se disponía a irse, estuvo a punto de gritarle. Pero se contuvo. Tenía razón en una cosa: no les interesaaba hacerse notar. Así que lo cogió del brazo y le habló en voz baja.

- El tío que me compró está en la Ciudadela. Perderemos un montón de tiempo si vamos hasta allí y volvemos, y quizá para entonces los esclavistas ya se han llevado a todo dios de aquí. Además, allí hay guardias. Él les contó que me había comprado, y me dejarán pasar, ¿pero y a ti? ¡No sabemos si dejan entrar y salir libremente a la gente, quizá te capturan y te llevan a las Forjas otra vez! ¡Además, yo no sé si quiero volver allí!

Se dio cuenta de que había empezado a alzar la voz con esa última frase, así que se calló. Soltó a Arturo y se alejó dos pasos hacia la esquina, volviéndose para mirarlo.

- No tienes que ayudarme en esto si te da miedo que te capturen otra vez. Yo también tengo miedo... pero mucho menos que cuando desperté en un lugar extraño, oscuro y macabro, y un tipo trajeado me encadenó y me arrastró, me amenazó y me insultó, y me vendió en una ciudad escalofriante donde me iban a convertir en ladrillos para reforzar sus muros. ESO fue un infierno. Voy a ahorrárselo a otros. Tu quédate escondido.

Lo de "jugar a los superhéroes" que Arturo había dicho la había molestado. Ella nunca había tenido tiempo de jugar, siempre había ido en serio. Con su defecto cardíaco, la vida era demasiado breve para desperdiciarla con juegos. Y ahora, tras morir, aunque ya no tuviese esa espada de Damocles colgando de un hilo sobre ella, ensombreciendo toda su vida, no quería relajarse. Mantenerse ocupada, seguir avanzando sin parar, o dejar que la tristeza, la depresión, la desesperación y la apatía la alcanzasen y la invadiesen; esas eran sus dos únicas opciones.

Empezó a andar hasta la esquina y echó un rápido vistazo desde su escondite, para saber dónde se encontraba el otro fantasma y ver si había otros cerca.

Arturo dio dos pasos. Levantó los ojos cómo si dijera "no puede ser verdad" y se acercó por detrás de Clara, con el ceño fruncido, aprovechando que estaba mirando hacia donde estaba el sujeto.

No entendía, simplemente no entendía. Era una niña que no había tenido que vivir lo mismo que él. No podía saberlo. Apretó los dientes, y aquella provocación fue suficiente. No era un cobarde, pero no iba a lanzarse de cabeza a que lo hicieran. Dudó unos instantes. No la conocía de nada, podría dejarla ir a hacer lo suyo, no tenía que sentirse culpable...

Pero no podría luego mirar a Laura y decirle que era el mismo cretino de siempre.

La tomó cubriéndole la boca y asegurándola con el otro brazo para que no se moviera. -Me lo vas a agradecer luego tía- dice mientras la empuja hacia atrás como buscando una sala abierta. -Que yo también quiero ayudar, pero así sólo la vas a liar parda- le dice tratando de que no se oyera demasiado fuerte.

Arturo la asaltó de repente, y no se lo esperaba. Le cubrió la boca y tiró de ella, que empezó a forcejear. Cuando escuchó sus palabras, comprendió por qué lo hacía; pero eso no significaba que ella estuviese de acuerdo, o que fuese a permitirle que la tratase así y la arrastrase de un lado a otro. Eso ya lo habían hecho los esclavistas, y les haría pagar por ello de un modo u otro, pero no iba a consentirle a ese tipo que le hiciese lo mismo. Al fin y al cabo, en sus clases de autodefensa para mujeres le habían enseñado a defenderse contra un intento de secuestro u agresión sexual, y lo aprendido le servía ahora perfectamente. Cerró los ojos, trató de tranquilizarse un poco y estabilizar la respiración mientras se dejaba arrastrar unos pocos pasos, y entonces pasó al ataque, lanzando un puñetazo hacia atrás en dirección a los testículos del agresor. Si tenía éxito, lo siguiente sería retorcerle el brazo para que la soltase.

Si bien Arturo no sintió el doloroso golpe en los testículos (más que nada porque su sentido del tacto y del dolor había cambiado), sus instintos hicieron que se doblara para proteger la zona, permitiendo a Clara que lo agarrara con fuerza.

Se dobló para protegerse, aquella muchacha le estaba trayendo problemas, más problemas... en un instante, pasaba a ser él ahora el atrapado y aquello. Era demasiado de lo que podía soportar, su ego y su orgullo se ven resentidos por haber sido malamente contrarrestado. Incluso sus recuerdos parecen saltar directamente con rabia a su niñez... a su niñez en vida.

"Quiere irse, quiere que la jodan, no soy niñera de nadie"

Pensaba. Pero en su interior también albergaba la duda, por cada palabra de aquella voz en su cabeza, existía una segunda, menos débil, más reconocible e igualmente ignorada en tantas ocasiones, que le hacía dudar de lo que iba a hacer.

-Niñata pija de mierda...- dijo entre dientes, mientras buscaba revertir aquello. Era más grandes y más fuerte... y él tenía más experiencia que aquella chica.