Partida Rol por web

La voz que surgió del teléfono era atropellada e inconexa. No parecía Ana.

-C-cariño... Ha pasado una cosa. Yo... Escucha, Sofía está en el hospital. Se la han llevado hace un momento. La ha... la han atropellado. -Era complicado entenderla; estaba sollozando-. Ven, estamos en el Gregorio Marañón. Lo siento... Lo siento, cariño...

Asustada, se levantó de inmediato de la silla haciendo que se tambaleara un poco la mesa coja de la cafetería.

- ¡Qué! Dios… Pero…- le costaba encontrar palabras adecuadas- Vale, voy a… Voy ahora mismo para allí. Marañón. No te preocupes, cielo.

Casi sin darse cuenta colgó. Se dio la vuelta para mirar a sus compañeros, que parecían algo preocupados.

- Acaban de atropellar a mi hija, está en el hospital… Tengo que ir con ella. Dios mío…

Esperó un poco a calmarse y que las palabras de sus compañeros la reconfortaran y después de poner un par de asuntos en orden fue hasta el aparcamiento a coger el coche. De camino recordó a Fernando, así que marcó su número en el manos libres y esperó a que contestara al otro lado del teléfono.

Tras un par de toques de demoria, Fernando apareció al otro lado de la línea.

-Vaya. Qué pronto llamas, Carolina -dijo con tono extrañado-. Estoy en la oficina. ¿Es importante?

Carolina mantenía la vista fija en el frente.

- Si, lo es.- dijo secamente- Estoy yendo al Gregorio Marañón. Han atropellado a Sofía cuando salía iba al dentista… ¿Puedes venir?

-¿Qué? -espetó Fernando, sorprendido-. No puede ser. ¿Qué le pasa? ¿Está bien? Voy para allá. Espera un momento... ¿tú estás yendo aún? ¿Vas en la ambulancia?

Carolina dio con las manos en el volante y bufó.

- ¡No lo sé! Estaba en el trabajo. Fue a buscarla Ana.- tomó aire tratando de calmarse- Escucha, voy en el coche y no quiero tener un accidente también. No puedo ponerme a… discutir. Me quedan como cinco minutos para llegar. Localizo dónde está y te espero en la entrada de urgencias. ¿Vale? En el Gregorio Marañón.

-Qué? Por que estaba ella con…? Bueno, mira, voy para allá. Tenemos que hablar.

Fernando colgó bruscamente, con la voz rezumando rabia y preocupación.

Carolina le dio al botón de apagar, pero le dio con tanta fuerza que el móvil se salió del aparato de manos libres y se cayó por el lado del copiloto. Cuando llegó a Urgencias aparcó el coche da manera brusca y se agachó buscando el móvil. Cogió la chaqueta y salió a toda velocidad hacia la recepción.

- Buenos días.- abordó a la mujer que estaba allí- Acaban de traer a mi hija en ambulancia. La han atropellado. Es una niña pequeña, de seis años, rubia… Se llama Sofía Sodano López… Venía con su madrastra… creo.- dijo atropellándose con las palabras.

La mujer revisó la pantalla de su ordenador y un par de apuntes que tenía.

-La han llevado al Box 1, pero vaya a la sala de espera. Su madrastra debe estar allí, y el médico las atenderá cuando pueda -contestó la recepcionista sin preocuparse ni extrañarse.

Cuando Carolina se dirigió a la sala de espera encontró a Ana mirando fijamente al suelo, con la cabeza sujeta por las manos. Las tenía manchadas de sangre, pero no era extraño. Los Verbena solían incluir la sangre en sus hechizos y rituales. Sin embargo, Ana nunca temblaba ni dudaba al manejar el athame para sajarle el cuello a un conejo, y allí, en la sala de espera, se encontraba hecha un flan.

Levantó la cabeza al notar el movimiento a su alrededor y se puso en pie para recibir a Carolina. Su rostro estaba lívido.

-Caro, ha sido un accidente... El coche se ha saltado el semáforo y... Sofía iba por delante, ya sabes que le encanta ir a su aire... -Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Murmuró un “Gracias” bastante insulso y se dio la vuelta en busca de la sala de espera. Cuando localizó a Ana sola, temblando, la angustia se hizo presa de su cuerpo impidiéndole hablar. Se llevó la mano a la boca, quizás en un gesto inconsciente, y sollozó momentáneamente. Después atrajo con el otro brazo a Ana y la abrazó sin importarle que la sangre le manchara.

- ¿C-cómo estaba? ¿Han dicho algo los médicos…?- logró decir cuando consiguió controlar los nervios.

Sabía que no había sido culpa de Ana, pero en ese momento no se le ocurrió decirle unas palabras de aliento para que se calmara. Sencillamente esperaba que ella supiera que no la consideraba culpable. Ahora Carolina solo quería saber cómo estaba su hija.

-La han llevado corriendo a quirófano. Estaba muy mal, Carolina... -contestó Ana con voz queda-. Pensé en utilizar algo para ayudarla, para curarla, pero... Todo el mundo se arremolinó en torno a nosotras. Eran demasiados testigos y no pude arriesgarme a que saliera mal. Perdóname...

- Se que no es culpa tuya, cielo… Yo…- a Carolina empezaron a caerle las lágrimas por las mejillas y abrazó muy fuerte a Ana.- Dime que se va a poner bien… Tenemos que sacarla de aquí y llevarla para que la curen. Los médicos son unos inútiles.

No, realmente no lo eran tanto, pero tenía que focalizar la rabia y la impotencia hacia algún lado.

Ana asintió.

-Tenemos que llevarla al Nodo cuanto antes, pero hay que esperar a que esté estable, ¿no?

La mujer parecía recuperada después de que Carolina la abrazase y dijese aquellas palabras de aliento.

Se frotó las mejillas para calmarse.

- Si, si… Mejor.- Carolina se sentó en la silla y le hizo un gesto a Ana para que se sentara también. Esperar de pie era tontería- Cuando esté estable la sacamos de aquí. Cielos… no tenía que haber llamado a Fernando. A ver cómo le explico que… Sofía.

Y dejó la frase inconclusa.

-¿Has llamado a Fernando? -preguntó Ana, irritada-. Bueno, tiene derecho. Es su padre...

La maga frunció el ceño. No era raro imaginar lo que haría cuando llegara y las encontrase allí a las dos. Fernando tenía muy mal carácter, y se había agravado con el divorcio. Era muy orgulloso.

Ana y Carolina esperaron un buen rato, no supieron cuanto pues no se preocuparon de la hora. Fernando entró en la sala de espera, trajeado y con la melena que se había dejado desde verano pasado cayéndole sobre los hombros. Se acercó a Carolina ignorando en todo a Ana.

-Hola. ¿Cómo está? -Su tono era duro, reprendedor. Sus ojos pugnaban por mirar a Ana pero se centraban en Carolina.

Carolina alzó la mirada al ver a Fernando entrar. En otra situación se hubiera levantado a darle dos besos cordiales, pero estaba demasiado preocupada como para formalismos.

- No lo sé, no ha salido el médico a decirnos nada. Pero estaba grave y la llevaron al quirófano.- dijo secamente sin levantar la vista mas de dos segundos para mirarle.

En el fondo esperaba que se comportara y no montara un espectáculo. Porque era lo último que necesitaba.

-Ya veo. ¿Y cómo es que ella... -preguntó señalando a Ana despectivamente- estaba con la niña? ¿Dónde estabas tú? ¿No eres su madre tú? Porque en el juicio eso era lo que decías, que eras su madre y que podrías cuidar mucho mejor de ella que yo.

La voz de Fernando comenzó a subir peligrosamente.

-Tengo un nombre, que es Ana. No te pases, Fernando -advirtió la mujer poniéndose de pie llena de rabia.