Partida Rol por web

Ella se balanceó un poco sobre los tacones y decidió que estaba mejor sentada, y sus tobillos también.

- Es igual, yo tampoco estoy muy lúcida últimamente. Siento haberte gritado, es que no puedo imaginar que le haya pasado eso…- dio un sorbo a su café y dijo con firmeza- Pero se recuperará, estoy segura. Los niños de hoy en día son de goma y se que Sofía es muy fuerte. Como aquella vez que se cayó de cabeza y tuvo ese chichón enorme durante meses. Yo pensaba que se había matado y ella ahí, tan feliz correteando por la sala de urgencias. Luego cuando le manden guardar reposo no habrá manera de mantenerla en la cama, como si la viera.

Siempre hablaba mucho cuando estaba nerviosa, pero aquella vez se le acabaron las palabras, así que miró la matrícula del coche que tenía en frente. No le gustaba nada ese modelo.

Fernando sonrió nerviosamente.

-¿Tú crees? -Dejó caer la cabeza-. Me ha trastornado ver las manos de tu mujer llenas de sangre. Era la sangre de Sofía, ¿verdad? No sé, me pareció tan antinatural. Los niños no deberían sangrar. Sofía... Sofía tiene que estar bien. Pero los médicos dicen que... -La voz se cortó-. Ya sabes.

Carolina se quedó pensando en las manos de Ana. Para ella la sangre era vital, era importante, era natural. Se percató de que, de hecho, llevaba una especie de colgante con la sangre de Ana debajo de la camisa. Le permitía estar en contacto con ella, saber lo que sentía, dónde estaba, si tenía miedo… Había sido un regalo, uno muy bonito.

- Si, era la sangre de Sofi…- le puso una mano en el antebrazo- Pero Fernando, los milagros ocurren ¿recuerdas? L-los médicos siempre lo exageran todo. Ella… ella sangra porque está viva, y seguirá estándolo. Porque sabe que la queremos y que le quedan muchos años por delante. Los niños nos sorprenden muchas veces. Estoy segura de que ella lo hará.

-No sé, Caro, sangrará porque está viva, pero si lo hace mucho terminará mal.

Fernando ladeó la cabeza.

-¿Y qué pasa con el que la ha atropellado? ¿Qué ha dicho Ana sobre eso? La policía debería tomarla declaración, digo yo. Hay que meter a ese hijo de puta en la cárcel... Lanzarse a la fuga... Menudo cabrón.

Carolina cerró los ojos. Si, si sangraba demasiado se moriría.

- Emm... Ahora ha ido a buscar a Héctor y a arreglar un par de cosas. Después creo que me dijo que iría a comisaría. Espero que le cojan y le hagan pagar por lo que ha hecho...

-Me aseguraré de ello. Te lo prometo -respondió Fernando con decisión, apretándole la mano como hacía cuando eran jóvenes y felices. Fernando siempre intentaba animarla de ese modo. Lo había olvidado, casi.

Sin embargo, el colgante que pendía de su cuello le transmitió algo diferente. Ana sí sabía cómo ayudar a Sofía. Su tensión se había disipado casi del todo, y ahora estaba decidida... coléricamente decidida.

El móvil de Carolina sonó con la melodía de Ana.

- Gracias- murmuró.

Le sonrió para animarle también, cuando quería podía ser un encanto. Sabía que tenía contactos, pero no era eso exactamente lo que necesitaba en ese momento. Estaba segura de que Chus y las demás tenían otros planes.

-Disculpa.- dijo levantándose y rebuscando el móvil en el bolso. Se alejó un par de pasos, dándole la espalda, y contestó- Dime, cielo. ¿Has hablado con Chus?

-He recogido a Héctor y lo he traido al Nodo. Lo cuidarán hasta que volvamos. Chus dice que podemos hacer un ritual para sanar a Sofía, pero que la necesitamos. Hay que sacarla de la UVI y eso va a ser complicado. Escucha, ellas se están asegurando de que Sofía no muera en el traslado, pero hay que hacerlo todo lo rápido que podamos. Mira, voy a coger el metro para ir para Doctor Ezquerdo. No hagas nada hasta que llegue. Te quiero.

La verbena escuchó atentamente a su mujer y asintió varias veces emitiendo sonidos de afirmación, dando a entender que estaba escuchando.

- Yo también te quiero. Pero, cielo...- bajó la voz y dio un par de pasos disimulados alejándose- ¿habéis pensado ya cómo sacarla? Fernando sigue aquí, y no nos dejan entrar.

Aquel tema parecía preocuparle especialmente.

-Ya pensaremos en algo cuando llegue allí. Pero no debe de ser tan difícil... Bueno, cariño, voy al metro. Hasta luego.

Ana colgó, dejándola con el pi pi pi como único compañero. Fernando la miró interrogativo y dio un sorbo al café.

Ambos estuvieron allí sentado durante un buen rato. Un médico se acercó y les dijo que todo seguía igual. Carolina no esperaba otra cosa. Los médicos podían tener buena voluntad, pero no eran Despertados. Los únicos que hacían milagros eran ellos. Los magos.

Tras unos veinte minutos, Ana volvió a entrar en la sala de espera. Se había quitado la ropa manchada de sangre y ahora llevaba una cazadora de cuero desgastada, pero limpia.

Carolina intentó conversar un rato con Fernando para ver cómo le iban las cosas, pero aquel intento no duró mucho. El silencio hacía tiempo que entre ellos había dejado de ser incómodo si no hablaban, así que ambos prefirieron meditar sobre sus cosas. Cuando Ana entró se levantó de inmediato y se acercó a ella para abrazarla con una cálida sonrisa.

- Un médico ha venido hace un rato: no hay novedad. Sigue igual.- murmuró algo apenada.

Después la miró a los ojos, seria, esperando que le dijera qué debían hacer ahora.

Ana le dio un beso suave y miró a Fernando con una mueca que intentaba ser cordial o al menos neutral.

-Siento haber tardado tanto, pero ha habido problemas en el metro no sé muy bien por qué.

Apartó a Carolina de Fernando y le pasó un brazo por la cintura.

-Chus está preparando el ritual -dijo en voz baja-. Pero necesitamos a la niña. Y su ropa. Hay que hacerlo cuanto antes, no sea que vengan tus ex suegros o tus padres... No has avisado a nadie, ¿verdad? Mejor. ¿Sabes cómo podríamos sacarla?

Carolina miró de reojo a Fernando y se quedó pensativa.

- Voy a intentar que se vaya a casa a cambiar o lo que sea y podríamos…- se quedó pensando durante unos instantes- Tengo en el coche algunas hierbas, podríamos convencer al médico de Sofía de que nos la llevamos a una clínica privada, y que nos deje sacarla. En los hospitales no hay mucha seguridad y menos en Urgencias, que siempre está abarrotado… ¿no?

-No sé yo, Caro... El problema es que cuando nos vean cargando con una chiquilla no van a dejarnos salir. Tengo una poción que hará que su cuerpo se detenga y así no sufra daño al ser transportada, pero... -Ana suspiró-. Quizás podamos hacer que nadie se fije en nosotras.

Ana se acarició la barbilla.

-Si hacemos eso, nos volveremos en cierto modo invisibles para todos los demás. No llamaremos tanto la atención. Espero que no me afecte la Paradoja. No sé si puedo explicarlo coincidentemente... Da igual. Me arriesgaré. Tú saca a Fernando de aquí y yo prepararé algo.

La Verbena giró sobre sus talones y salió de la sala de espera y se metió en el baño. Allí prepararía su Efecto.

Suspiró y asintió. Confiaba en ella, y si le parecía un buen plan, pues a delante. Carolina se dio la vuelta y volvió junto a Fernando, se sentó a su lado y le puso la mano en la rodilla para parecer convincente y transmitirle algún sentimiento de tranquilidad.

- Ana dice que ya ha arreglado las cosas y que se puede quedar haciéndome compañía hasta la noche. Quizás deberías pasarte por casa ahora a cambiarte, y a avisar de que está Sofía ingresada. Esto parece tirar para largo…- mintió con una triste sonrisa.- Yo te llamo para cualquier novedad, no te preocupes.

Abrió la boca, probablemente para negarse, pero asintió.

-Tienes mi móvil. Llámame, pase algo o no pase, ¿de acuerdo?

Fernando se levantó, dudó y luego se inclinó sobre Carolina para darle un abrazo fuerte. Cuando la soltó miró hacia el baño un poco incómodo y se despidió, dejándola sola en la sala de espera.

Carolina le devolvió el abrazo brevemente, acompañado de un "te llamaré", y le contempló hasta que hubo desaparecido por la puerta de la sala. Entonces se encaminó hacia el baño de señoras. Al entrar echó un breve vistazo por si había más gente y pronunció el nombre de la verbena.

- ¿Ana? Fernando ya se ha ido, pero supongo que se dará prisa en volver.

Ana abrió el cubículo, donde había dejado su mochila con los instrumentos que necesitaba para realizar el hechizo. Sobre la taza del váter había un cuencoy dos viales, uno con agua y otro con sangre.

-Esto es agua de lluvia -explicó Ana mientras desenroscaba el tapón y echaba su contenido en el cuenco sagrado-. Recogida en uno de los Nodos más apartados de Madrid. Y esto es sangre de camaleón.

Mezcló las dos sustancias en el cuenco y las mezcló con un dedo, mientras recitaba:

-Venerado Hades, te ofrecemos el agua de la lluvia más fina y la sangre del animal que se camufla para que nos prestes la fuerza de tu casco -Con el dedo ensangrentado trazó una línea en la frente de Carolina, que goteó lentamente hasta sus cejas-. Evita que nadie se fije en nosotras, haz que nadie se percate de que estamos aquí -Cuando terminó de dibujar la línea, hizo lo mismo consigo misma-. Que sea así hasta que completemos la misión y retornen a ti las dádivas de la invisibilidad.

Una vez hecho esto, no sintieron nada, pero en teoría el hechizo había completado. Ana bebió de un trago lo que quedaba en el cuenco y lo enjuagó en el lavabo antes de guardarlo.

Esperó tranquila a que Ana finalizara el ritual y salió fuera, a la sala de espera. Se paró en el umbral de la puerta y contempló conteniendo la respiración a los allí presentes. En principio nadie parecía darse cuenta de que había una mujer con una mancha roja en la frente.

- Bien, la UVI tiene que estar por ahí.- dijo señalando una puerta por la que solían salir los médicos. Agitó las manos con nerviosismo- Espero que… salga bien.

No es que no confiara, pero era algo demasiado importante para ella. La vida de su hija.

Ana entró con cuidado de esquivar a uno de los médicos. El hechizo dejaría de funcionar si armaban mucho escándalo. Carolina fue tras ella, caminando ambas despacio y sin prisa, porque la prisa es la enemiga de la perfección.

La UVI estaba bien iluminada con fluorescentes blancos y la estructura de la sala era de camillas paralelas separadas unas y otras por cortinas, cada una emisora de pitidos rítmicos y respiraciones forzadas. Ana fue mirando por uno de los lados y Carolina por el otro.