Partida Rol por web

Y maitines regresó.

Movidos por el pago que el misterioso caballero Casimiro habíales entregado, una bandada misteriosa de hombres comenzó a "tirarse" a las oscuras calles cordobesas, casi amanecientes. ¿Quién se atreve a andar como un rey en su jardín personal tan libre de miedos, dudas, sospechas y no demasiadas preocupaciones en tan aciago lugar, pese a ser cristiano (el lugar y el hombre)? Bueno, quizá decir esto es aventurarse demasiado, sin lugar a dudas, puesto que "el Justo" y "el Errante", el intrépido y jovenzuelo alguacil de nombre Diego, y casi media docena de musulmanes sin duda les apretaban los pensamientos dentro de sus cabezas, intentando adivinar qué vendría antes: una bandada de aceros que les dejaran huecos por dentro, un grupo de alguciles que les conducirían directos a las mazmorras con "aquellas pintas" o tal vez unos judíos que no harían sino encapucharlos y despiezarlos dentro de la aljama para luego robarles tranquilamente...

Pero no..., nada de eso ocurrió, y sobre todo ninguno de ellos se dejaría cazar tan a la ligera, pues bien armados eran los tales y tan bien duchos que iban... e iban... iban a una cita, "iglesia de san Miguel". El barro apestaba a heces y las primeras aguas fecales (humanas y porcinas, todas juntas) y corrían ya calles abajo en las más empinadas cuestas, y vuestras botas probaban un día más los empedrados suelos.

Los gallos inundaban el cantico principal, mucho más que los repiqueteos mañaneros de las iglesias cercanas y sobre todo la de delante de donde estábais, cuando el susodicho grupo se encontró allí. Parecía que habían acudido todos, excepto los dos malogrados anteriores. Parecía haberse corrido el rumor de, tal vez, una buena recompensa por tal "aventurosa travesía" (y "pomposamente" misteriosa) que parecía avecinarse, pues un muchacho de tez morena y barba (Zaif), venía junto a al Diego, el alguacil, y parecía ir de la misma guisa... (¿acaso serían corruptos miembros cristianos del órden de la ciudad?). Hay que decir que otro de los "moros" allí presentes (Nazeh), no era del recuerdo de ningno del resto, y no lo habían visto ni siquiera en la plaza del Potro la noche anterior. ¿Qué haría allí? ¿Cómo se habría enterado del "negocio"?

Sea como fuere, eran dos aportaciones más, y cuando aún los pícaros no se habían atrevido a salir a las calles para el pillaje habitual y los comerciantes aún respiraban en sus llegadas sin tener que abrasarse bajo el sól de "Corduba", apareció con su habitual capa negra el caballero Casimiro.

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* Por privado les pondré a Zaif y a Nazeh su "gancho" o motivo por los que están allí. Que os lo digan es cosa suya.

El caballero Casimiro llegó con paso decidido, pero tranquilo.

Bien, bien... -alcanzó a decir entre dientres mientras os miraba a todos (incluido los nuevos) de abajo a arriba-. Al menos llegáis pronto, y todos - se refirió al musulmán y a Zaif incluidos-. ¿Algún problema durante la noche? Apuesto a que no...

El amanecer estaba en su plenitud.

Un hombre enorme, un gigante, completamente de negro, incluido el turbante que hace juego con su negro pelo, su barba negra, sus espesas cejas de color negro y sus ojos negros como la noche, tan sólo su piel bronceada por el sol de un tono cobrizo brillante, contrasta con la negrura más absoluta.

Lo que más llama la atención del hombre es su rostro tranquilo y un halo de seguridad que parece irradiar, como si en verdad fuera la mejor persona del mundo en todos los aspectos. ¿Será un guerrero? Podría ser lo que quisiera con ese físico portentoso aunque en verdad sería un desperdicio que su oficio no fuesen las armas.

Quedóse quieto y en silencio sin decir ni una palabra.

Ninguno...por supuesto— Diego sonrió. Su desmesurada altura alejaba siempre a los truhanes  haciendo que eligiesen como víctima a otros de aspecto menos fiero

Nada más llegar al lugar donde habían quedado, Diego observó a su alrededor. No podía olvidar que era un alguacil mayor y por tanto era menester que no se juntase con mala gente, aunque bien pensado tener contactos entre los malandrines le vendría bien para descubrir a peores personajes de mayor vileza y peligro. El mal menor para evitar el mal mayor...ya se encargaría del menor más tarde. Parecía haber mucho moro entre los elegidos por Casimiro pero aquello no le importaba demasiado. Conocía la cultura árabe aunque la despreciaba, pues su padre se había encamado con una mora y había cuidado también a sus hijos. Sin embargo este desprecio no se había convertido en hostilidad, la familia y la convicción de que cada cual en su casa y Dios en la de los cristianos habían hecho mucho por ello. Además, había acabado llevándose bien con su medio hermano y babeando por su mediohermana árabe, de oscuros ojos y caracter sumiso, tan distinto de las temperamentales y desobedientes españolas, que se acostaban con cualquiera. 

No había pasado un minuto desde que Diego empezase a observar a sus compañeros cuando un desagradable y familiar olor invadió sus fosas nasales abotargándole los sentidos. Por todos los santos que acompañaban al señor en los cielos...Aquel olor no posía provenir de un ser civilizado...

¿Zaif? —Diego arrugó aún más la nariz y escrutó con la mirada. Efectivamente, allí estaba su medio hermano Zaif. El único árabe que no había conocido la costumbre del baño. Por todos conocido es el hecho de que el agua sienta mal al cuerpo pero lo de Zaif era exagerar. Por todos los demonios del infierno. ¡Solo puedes ser tú! ¡¿Qué haces aquí?!

Parecía que estaban todos reunidos ante el caballero Casimiro, la aventura de la noche anterior casi estaba olvidada, y solo quedaban pequeñas magulladuras de lo ocurrido con esos ladrones en el cuerpo de Duran Gómez.

Había caras nuevas y eso no le gustaba mucho, sumándole también la sensación de estar cerca de los moros, ya que no era muy partidario de tratar con ellos.

Duran espera callado mientras observa el amanecer...

Los caminos del señor son inescrutables... 

Es curioso como muchas veces el mismo refrán referido a dios, vaya, en definitiva, las mismas características se le atribuyen a dioses de distintos credos y profesados por etnias o sociedades muchas veces enemigas. Sin embargo aquella dicha fue a reunir en aquella oscura plaza a dos viejos amigos. O incluso más que eso...

- Diego...? - pronunció el medio árabe con una voz suave y cargada de acento. - Pero, ¿de verdad eres tu? Salam Aleikum, hermano... es... es increíble que te encuentre aquí.

Ambos cruzaron abrazos y parabienes al tiempo que se reían de tan feliz coincidencia.

llegué apresurado y siendo el último como siempre agarrado a los arneses de mi mochila para que no rebotase mientras casi que corría.

-Llegué, llegué...

Le iba diciendo mientras saludaba con la mano a Casimiro para que me viese y no pensase que me estaba retrasando.

Me junté entre todos, y me quedé esperando mientras respiraba profundo.
 

Con la llegada del alba, llegué donde aguardaba el caballero Casimiro y algunos de los hombres que conocí la tarde anterior, junto con algunos otros que aún desconocía. Evidentemente el de la Orden de Calatraba había recorrido la ciudad recabando los servicios de un variopinto grupo.

Me alojó en el mesón más barato que encontró, compartiendo habitación con ocho o nueve más. - "Un cazador no puede permitirse ningún lujo o capricho"-. La compañía no proporcionaba seguridad precisamente, teniendo que dormir en un continuo duermevela para controlar mis escasas pertenencias hasta poco antes del cantar del gallo. Ya lo decía mimadrasta Fatima siempre que surgía la ocasión, "Ala es grande, pero en el zoco ata fuerte tu caballo.

Mirando a su alrededor, Ahmed tuvo por ociosa la pregunta de su patrón Sidi Casimiro. Grandes y fuertes, pertrechados para el combate, su mero aspecto disuadiría a cualquier maleante de enredar con ellos. O siquiera de acercarse. El caballero debía prever fuerte resistencia a su plan, pues había reunido en torno a sí una hueste suficiente como para asaltar un torreón. Tal como había hecho después de cenar caliente, y después de cumplir con sus oraciones vespertinas, y antes de caer dormido, Ahmed volvió a preguntarse qué empresa se proponía aquel hombre.

Uno de los moros desconocidos se arrojó en brazos del cristiano alto, saludándole con efusividad. Para confusión de Ahmed, se saludaron como hermanos. Aunque las preguntas se amontonaban en su cabeza, se limitó a rascarse la barba.

Hasta el de Calatrava sorprendióse, tal vez más que cualquiera de los presentes, de la efusividad de uno y la aparente y casi asquerosa indiferencia del otro, Zaif y Diego. ¿Hermanos? ¿Primos tal vez? La misma sangre corría por sus venas, y había sido una casualidad enorme el encontrarse allí, una casualidad "terrible", llegó a pensar Casimiro.

La sangre y los negocios en el mismo saco..., mmm... -decían sus pensamientos-.

El caso es que quiso quitar hierro al asunto de ese "feliz" encuentro, y no queriendo que el tal tomase la importancia y atrajese la atención del grupo o cualquier otro curioso, Casimiro López carraspeó un segundo.

Ejem..., bien -mirando a todos-, ahora seguidme, hay asuntos que resolver.

Su capa negra comenzó a balancearse con pavoneo y majestuosidad, mientras otro gallo ocultaba el sonido de las pisadas de éste y el vuestro una vez puesto los pies en marcha. Pareciera que os acercárais más al más viejo y peligroso ladron la tarde antes, en el Potro, que a cualqueira de vuestros compañeros durante la marcha, los que seguían a Casimiro igual que vosotros mismos, pues en la Plaza del día anterior no había tanto misterio que hiciera ebullir la tensión en una simple caminata. Tras unos minutos andando en silencio tras el de Calatrava y haciendo progresivamente su aparición el astro de los astros, llegásteis a las Tendillas de Calatrava* donde se encuentra el convento-fortaleza homónimo de la orden rodeado de pequeñas tiendas que permanecen cerradas a estas tempranas horas.

Una vez allí y tras dejar el convento a la izquierda, Casimiro se detuvo ante la puerta de una mansión cercana, donde parecía que lo estaban esperando, hecho del que os percatásteis, ya que el portón se abrió inmediatamente para dejar pasar a Casimiro y al resto de vosotros. Una vez en el zaguán (vestíbulo) de la casa, os encontrásteis con un único criado, un tipo enorme y fuerte, de piel oscura (pero no negra), que tras hacerles una reverencia les conducirá sin hablar por la casa. El criado movía los labios al ver a casimiro, hacía como que reía, y no los separaba. Sin soltar palabra, comenzó a caminar y guiaros zaguan adentro, que era un patio interior, hacia el corazón de la mansión...

Tirada voluntaria de Descubrir (PER)

Bermudo acudió a la "cita" tal y como había quedado, no era su costumbre faltar a su palabra. Se extrañó al ver caras nuevas en aquel abigarrado grupo que el de la Orden de Calatrava había formado. Mucho moro y poco cristiano. Pero ahora no se podía echar atrás y esperó con paciencia a que el otro hablara o les indicara alguna pista de cual sería la tan misteriosa misión.

Caminaron hasta llegar a la fortaleza de su tan admirada Orden, mas no fue allí donde se detuvieron sino en una mansión cercana cuyo portón abriose para dejarlos pasar. Un solo criado los guió sin decir palabra e igual de mudo se mantenía Bermudo, el cual observaba con cierto recelo todo a su alrededor.

Pasando por delante de la orden de Calatrava, Duran se daba cuenta de la importancia de la misma, pero parecía que no era ese el destino, sino una mansión cercana. Sin presentarnos al criado, parece que le seguimos a través de un patio, nos metíamos de lleno en la mansión.

Si fuera una trampa, creo que habría pocas salidas. Pensaba Duran mientras se fijaba en cualquier detalle de la casa.

Estaba rodeado de los que deberían ser mis compañeros, cuando comencé a ver cosas muy raras...

Esperó a que todos los demás siguiesen al hombre antes de hacer él lo propio para ir el último. Caminó con paso firme tras sus compañeros y hasta que llegó a la mansión no levantó la vista del suelo, como si el resto del mundo no importase lo más mínimo para él.

Al llegar al Zaguán miró a los ojos al criado y evaluó su aspecto, sin duda que era de tierras del Sur. Mostró atención a sus rasgos y al entorno de la vivienda mientras caminaba el último siguiendo al criado y a todos los demás.

Zaif caminaba con sus piernas más bien cortas junto a su hermano. A una zancada de Diego a Zaif le correpondian buenas tres pero no se separaba de él ni un metro siempre sonriéndole con gestos de aprobación ante una circunstancia tan afortunada y sorpresiva. Los hermanos juntos en... ¿en dónde realmente? Aquello era un misterio en sí mismo pero habiendo dinero de por medio bien valía la pena estarse callado unos minutos.

Mientras caminaba junto a Zaif (aún estaba sorprendido Diego de aquel fortuito encuentro) Diego no dejaba de preguntarse por el niñato que tenía como criado y que habría hecho con el viejo jamelgo, única herencia del adultero de su padre. Decidiendo no pensar demasiado en ello palmeó amistosamente la espalda de su hermano. No era malo encontrarse con un hermano en una situación como aquella.

Seguí al de Calatraba por las estrechas calles de Cordoba hasta una mansión. Nadie habló conmigo de camino allí y yo, tampoco lo hice a ninguno de mis compañeros. Me extrañaba la cantidad de hermanos que había en el grupo; un grupo así hubiese sido fácil formarlo en Granada, pero era cuanto menos extraño verlo en mitad de una plaza cristiana.