Partida Rol por web

La ira de Dorn disminuía al tiempo que la comprensión de la situación la sustituía, el grupo que estaba delante suyo no era malvado, tenían miedo, falta de guía, como otras veces olvidaba que no todos los seres bajo el cielo escuchaban a su dios ni eran guiados por este.

Una vez mas los dioses lo llevaban ahí donde la luz de la justicia era necesaria para limpiar de sombras los corazones, sabía por experiencia que pese al respeto que como adalid de los dioses podían tenerle necesitaba ganarse su respeto personal para que sus palabras rezumaran fuerza y estuviesen dispuestos a encarar a la muerte, pese a ello estaba sorprendido, los dos mestizos, cada cual a su modo, parecían buscar la luz del bien, la hembra venia del camino de la avaricia, ella misma lo había dicho, y en enano, en cuanto al que se había presentado como Códice, el símbolo que enarbolaba debía traerle recuerdos dolorosos, sin duda herencia de su mentor por el excelente tallado del mismo.

No podía abandonarlos en conciencia a seguir dando bandazos en su camino, solo los dioses sabían que penurias les acecharían por no tener un ejemplo al que seguir  -Os acompañaré, esta claro que necesitáis mi ayuda mas incluso de lo que creéis, sin embargo debo cuidar de Godín hasta que Dumathoin lo llame para que abandone este mundo y una vez lo haga procurarle un funeral enano, cosa que sucederá en cualquier momento- casi murmuro la ultima frase del mismo modo que alguien asevera lo inevitable. La olla rompió a hervir, sin perder un segundo cojio un cuenco y vertió sopa en el, justo en ese instante recordó a los "invitados" -servios si queréis- saco una cuchara del cajón y se dirigió la pequeña habitación donde descansaba su amigo, justo antes de abrir la puerta giro la cabeza y casi como si se le acabara de ocurrir se presento ante todos - por cierto me llamo Dorn- abrió la puerta, al hacerlo el olor a muerte inundo el salón, no era de extrañar que esperará el ultimo suspiro de su amigo en cualquier momento, se sentó al lado del enfermo y en el mismo tono que un padre se dirigiría a un hijo o un hijo a un padre firme pero suave -Godín  la sopa esta lista, tómala, esta caliente-

—Señor, disculpadme —interrumpió el mestizo a Dorn, que estaba ya en la puerta de la habitación de su primo—, pero... Puedo acompañaros mientras veláis a vuestro primo, si lo deseáis. Por lo que decís, entiendo que su estado es grave, pero quizás el poder de Chauntea pueda hacerle más llevaderas las horas que se avecinan.

Sus palabras fueron deliberadamente ambiguas: no quería hablar de muerte, tanto por el enfermo y su primo como por él mismo, pero tampoco quería dar vanas esperanzas a nadie, porque aquel olor realmente anunciaba un fúnebre desenlace. Con todo, el clérigo no sólo disponía de su magia, sino que era un consumado curandero y no daba nunca a ningún paciente por perdido hasta el final, menos sin haberlo visto de cerca. Sólo lamentó no tener el instrumental adecuado.

—Sea como sea, sabed que rezaré por él ante mi Diosa.

Dorn se detuvo un momento en el dintel de la puerta miro a Codice, como siervo de los dioses no le extrañaba que su impulso natural fuera ayudar al necesitado pero en su afán olvidaba el odio racial arraigado en todos los enanos hacía los orcos y si bien el anteponía la palabra de los dioses a sus propios prejuicios no podía decir lo mismo de su amigo, de echo el simple conocimiento de que dos semiorcos estaban cómodamente  en su salón podía alterarlo sobremanera, no era imprescindible que su amigo supiera de dicha situación pero si llegaba a preguntarle tampoco mentiría, fijo su mirada en el clerigo -Godín es un enano tal y como cualquiera espera que sea un enano, seguidor de las antiguas tradiciones, costumbres y creencias- desplazo su mirada a la Hembra y de nuevo a Códice -su destino ahora esta en manos de los dioses- esperando que hubieran entendido su mensaje ofreció de nuevo la sopa a Godín, este no hizo mención alguna de levantar la cabeza o alimentarse, sin embargo hablo, su voz sonaba cansada y pese a ello firme.

no me hará ningún mal un clérigo, no ahora, dile que entre

La mano de Godín apretó la de Dorn o al menos lo habría hecho de tener fuerzas para ello, el paladín solo noto que su amigo estaba frío como un muerto pensó, incapaz de negarle nada en estos momentos a su amigo y tampoco de decirle la mezcla sanguínea del clérigo simplemente se giro hacia Códice y asintió invitándole a pasar a la pequeña estancia.

La reacción de Dorn a sus palabras pilló por sorpresa al orondo fraile, que en un primer momento temió que el paladín viera con malos ojos su condición de clérigo de una diosa del panteón común. Sólo cuando el paladín miró a Morgan, el medioorco entendió por fin. Su incomodidad se volvió tristeza: su herencia salvaje, su cruz. Improvisó una balbuceante respuesta, concediendo y disculpándose. Luego, se giró y su mirada avergonzada se cruzó, accidental y fugazmente, con la de Morgan. Unos segundos después, las palabras de Gudin llamaban su atención y el gesto del otro enano le ponía en una tesitura: ¿debía avanzar y arriesgarse a la reacción hostil de un moribundo? Su compasión ganó el pulso. Titubeante, se acercó al lecho.

—Que los Dioses Bajo la Montaña velen tu llama, Godin el enano -dijo tratando de transmitir algo de alegría e hincando la rodilla junto al lecho—, porque la Gran Madre me ha guiado hasta aquí para velar tu cuerpo.

Luego miró a Dorn y en silencio asintió en señal de gratitud.

Rivoel no pudo obviar la tensa situación que suscitó la respuesta del paladín a la petición de Codice de hacer algo por el moribundo Godin. En un intento de apaciguar el fuerte espíritu del enano pronunció en su propio idioma:

" Noble Dorn, Lo que se es cuando se nace es obra del destino, pero lo que se es en la vida es obra de cada uno. Nuestro compañero Codice ha luchado  contra su destino durante toda su vida y créame que le tiene ganada la batalla. Uno no elige lo que es, sino como es... Y  como es,  los ojos de vuestro Dios lo han visto. Vuestro compatriota está tan cercano a los dioses ahora que quizás lo vea también con sus mismos ojos..."

Las palabras del enano hicieron que Morgan arrugase por un instante la frente -¿Mas de lo que creemos? Un brazo dispuesto y una mente fuerte es lo que necesitamos- se dijo la mestiza pero quedó callada, habían conseguido que aceptase acompañarlos todo lo demás ya se vería. Con la mención a un funeral digno la mente de la guerrera voló hacia esa misma madrugada, cuando ellos mismos enterraban a sus muertos, e inclinó ostensiblemente la cabeza para que Dorn supiese que por ese lado no tendría ningún inconveniente con ella -Otra cosa es lo que bufe 'La Ley', dos funerales como los dioses mandan en un solo día puede que sean demasiado para ese canalla, lo suyo es dejar los cuerpos a los carroñeros- pero se tendría que aguantar pues su jefe lo había enviado a acompañarlos, en ningún caso a dirigirlos.

Declinó la oferta del paladín de comer, con la muerte rondando tan cerca el apetito se le había ido, prefería esperar a llegar a la posada para llenar el estómago. Códice se ofreció a velar al moribundo pero las palabras de Dorn y su mirada dejó claro que, como con muchas personas en muchos sitios, el estigma de la mitad no humana de ambos volvía a aparecer. La respuesta del clérigo, tanto verbal como gestual, y sus ojos avergonzados hicieron que Morgan le dedicase una medio sonrisa triste y negase débilmente con la cabeza. Como ella no era hábil con las palabras y no quería parecer descortes con su anfitrión si decía algo incorrecto no habló, intentaba transmitirle que no debía hacer caso de los prejuicios, que quien lo conocía lo apreciaba por quién era no por lo que era, que Rivoel era elfo y lo había aceptado al conocerlo.

Por suerte quien intervino sí era diestro con las lenguas, y también sabía el idioma natal de los enanos, y él puso en palabras lo que ella no supo. Y entonces el enfermo dió su conformidad a que entrase el clérigo, aunque si se había dado cuenta de su condición o todavía no, eso era algo que solo los dioses sabían. Morgan se acercó un poco para poder echar un vistazo al estado del pariente de Dorn y, aunque no lo reconocería en voz alta, por si Códice pudiese sufrir algún daño estar cerca.

No hacía un instante que Códice había apoyado la rodilla cuando...

—¡Ah! —exclamó, y se dio una palmada en la frente, como si acabara de recordar algo de una gran importancia—. ¡Acabo de recordar algo de una gran importancia! —Volvió a mirar a Dorn.— ¡Venid!

Y, tal como se había arrodillado, se levantó y salió de la habitación, sumido en sus pensamientos. Una vez fuera, esperó a que Dorn* saliera y le susurró:

—Disculpadme todo este secretismo, pero creo que es mejor que vuestro primo no nos oiga. —Tras lanzar a sus compañeros una mirada que invitaba a participar de la conversación, prosiguió.— Aún no he podido observarle, pero al conocer su estado me vino de golpe a la mente el recuerdo de algo leído hace mucho tiempo. —No llevó más allá esa explicación, sino que fue al grano:— Es sobre la sangre de dragón: no sé si lo sabéis, pero de ella se dice que tiene poderes curativos que la magia de ningún sacerdote común puede igualar. —Señaló hacia la habitación.— Yo no sé si ha llegado al final de sus días... Y en tal caso —se interrumpió, bajando la mirada y negando—, no habría nada que hacer, porque la Cosecha es sagrada e inevitable y el día está fijado... ¡La Amorosa nos acoja en su seno! —exclamó por sorpresa, alzando los brazos y los ojos—. Pero... ¿Y si no es así? ¿Y si se trata de alguna de las obras de Talona? —añadió abriendo mucho los ojos y asintiendo. Se detuvo: volvió a señalar hacia la habitación.— Ahora pondré todos mis conocimientos y mi poder en saber qué le aflige a vuestro primo y cómo puedo curarle, pero, si no fuera capaz de esto segundo... Bien: por ello, he creído que debíais saber todo esto.

Por unos segundos pareció que no iba a decir nada más, pero entonces pareció percatarse de algo más... Algo que le resultaba incómodo.

—Ah... No os lo dije antes porque no quería condicionar vuestra decisión de ayudarnos —añadió con menos seguridad. Evitó mirar a sus compañeros.— Pensaba decíroslo, de todas formas... claro.

Y, entonces sí, permaneció callado y con la cabeza gacha a la espera de la respuesta del enano.

Dorn dejó el cuenco de sopa en la mesita saliendo detrás del semiorco, algún milagro de los dioses había hecho que Godín no viera al clérigo o la niebla de la muerte pensó el enano una vez fuera le explico sus inquietudes sobre que su amigo estuviera bajo la influencia de la pérfida Talona miro la cara malicienta de su amigo, sus cejas se enarcaron de preocupación, lo cierto  es que había intentado todo cuanto había en su mano para ayudarlo, medicinas, hierbas, rezos incluso utilizar su propia energía para sanarlo sin mas resultado que hacerle mas llevadero el dolor.

¿podía ser verdad? ¿la podredumbre de Talona afectaba a Godín? 

Entiendo lo que decís pero si fuera el caso Godín no puede quedarse solo, podeis ver su estado, apenas come y el dolor le acosa constantemente, si se puede hacer algo, tendré que buscar a alguien que le cuide en mi ausencia pero si no, no puedo abandonarlo y que sus dias finalicen estando solo como bien comprendereís sea cual sea el caso no es algo que debamos ocultarle

—Respeto, comprendo y apoyo la idea —respondió Códice, asintiendo serenamente.

Tras unos silenciosos instantes de reflexión, añadió:

—Respecto a lo otro, como mencioné y quizás ya supierais, hay un templo de Dumathoin en el pueblo, llevado por uno de vuestros congéneres: Enethek se llama. Nosotros le conocimos anteayer y anoche nos ayudó a dar una digno adiós a nuestros compañeros caídos... —La sola mención del asunto ensombreció sus facciones, pero aún así buscó el respaldo de sus compañeros a su historia.— Parece un varón honorable y respetado. Quizás no pueda dejar el templo desatendido, pero yo y mi compañera podríamos trasladar fácilmente a vuestro primo hasta allí en una camilla. —Hizo una breve pausa y se encogió de hombros.— En todo caso, no se pierde nada al preguntar.

Nada mas entrar en la habitación los dos hombres volvieron a salir de nuevo, Morgan se echó un poco para atrás para dejarles sitio y ladeó la cabeza escuchando a Códice. El clérigo comenzó a contar una historia sobre las propiedades mágicas de la sangre de los dragones y la guerrera no pudo evitar recordar a los contadores de historias de su ciudad natal, aunque allí nunca había visto a un semiorco haciendo tales trabajos. Cuando el enano comentó que no dejaría a su primo solo, la mestiza pensó en intervenir pero decidió que fuese Códice quien continuase la conversación, al fin y al cabo nadie la había pedido su opinión y parecía que lo llevaba bastante bien. Al girarse Códice un poco hacia ellos Morgan asintió y por fin volvió a tomar la palabra.

-Clérigo comprometido con su labor. -dijo escuetamente para acto seguido añadir -Seguro que agradecerá a los dioses el poder velar a un hermano.

Cuando códice lo dijo, Rivoel empezó a recordar historias y leyendas sobre el poder curativo de la sangre de dragon, intentando descubrir si sería de utilidad para el moribundo enano.

Leyendas ancestrales hablaban del poder de los dragones, esas majestuosas criaturas que existían desde el principio de los tiempos de Toril*. Sus escamas son tan duras que compiten con el mejor acero, sus garras tan fuertes que dejan pequeña a la más majestuosa de las mandobles. 

Sus huevos son un bien muy valorado que puede hacer muy rico a un aventurero.

Pero poco se hablaba de la sangre, tan poco que solo quedaba en leyendas sus propiedades curativas. Pero parecía indicar que habían enfermedades que los clérigos no podían curar y que la sangre de dragón so podría. Quizá fuera este el caso o quizá no, no e sabía con certeza, pero algo de ello habías escuchado y se te había venido  la mente en el instante en que códice lo había mencionado. Y si él lo decía era porque también lo habría escuchado de alguna parte, eso hacía a 2 del grupo que hubieran escuchado al respecto, suficiente para convencerse de que así debía ser.

Dorn se mostró pensativo un rato, había alzado sus plegarias a los Morndinsamman sin embargo pese a servirlos era su arma, ejecutor de sus deseos no un cuidador como lo son los clérigos, se meso la barba, bien podía ir a ver al clérigo y pedirle consejo y cuidados, fue en ese momento cuando cayo en la cuenta de todo cuanto había dicho Códice -¿compañeros caídos? ¿que ha sucedido?- 

La pregunta del enano pilló a Códice desprevenido, pues pensaba que Rivoel ya habia explicado eso en su explicación. El fraile bajó la cabeza para ocultar su expresión de pesadumbre.

-Veréis, señoría... —comenzó, alzando el rostro—. Cuando llegamos a este pueblo, no éramos el triste cuarteto que tenéis ante vos —explicó, señalando con un gesto a sus socios—. Éramos ocho. Pronto, dos abandonaron y marcharon del pueblo... ¿Quién puede culparles? La misión es arriesgada —reflexionó en voz alta—. Los otros dos... los otros...

Algo se le atragantó. Tardó unos segundos en proseguir.

—Hace dos días, nos dividimos para buscar pistas. Ellos dos, un elfo mestizo y una halfling, fueron por su lado. Por la noche, los cuatro presentes nos reunirnos de nuevo, pero ellos no aparecieron... —Se notaba que le estaba costando contar aquello.— Cuando salimos a buscarlos, descubrimos a unos orcos que habían llegado para reunirse con el Puma y comprarle el libro del que le hemos hablado. Sin contar a los hombres del Puma, estos orcos ya eran demasiados para nosotros —se excusó, quizás previendo el reproche del paladín—, así que nos escondimos y les tendimos una trampa: hicimos creer a los orcos que estaban siendo traicionados por el Puma, de forma que se pelearon y huyeron... No hubo intercambio. —Aquello elevó algo sus ánimos: era obvio que lo consideraba un triunfo, pero fue algo que no duró demasiado—. Sólo al día siguiente, es decir, ayer, conocimos el triste destino de nuestros dos amigos: habían sido asesinados por los orcos. Kraum, el alguacil, nos lo dijo y nos llevó hasta sus cuerpos. 

Cayó por unos segundos, cerrando los ojos.

—Dieron sus vidas por el Valle —añadió finalmente, desafiante—. Anoche les enterramos en el camposanto del pueblo, junto al templo del Guardián Silencioso*. —Con un gesto desganado, alzó brevemente las manos y, bajando la cabeza, dijo:— La Gran Madre cuida de ellos ahora... ¡Bendita y benditos sean!

Después de un momento de silencio durante el cual el enano parecía que pensaba en las palabras que habían dicho, éste preguntó por los compañeros caídos. El ánimo en la sala, ya de por sí tenso y frío por el estado de salud del enfremo, se enfrió otros cuatro grados. Cuando las palabras se le atragantaron a Códice en la garganta, Morgan elevó su manaza y la posó con suavidad en su hombro, dándole ánimos.

La mestiza se mantuvo en silencio durante la explicación del clérigo, sólo cuando su compañero hizo mención a la trampa que tendieron a los orcos se permitió murmurar una maldición en enano. Siempre que maldecía lo hacía en ese idioma, fueron las primeras palabras que aprendió de los mercaderes enanos de su ciudad cuando hacían ver que estaban cerrando un mal trato, y encontraba que la sonoridad de las palabras quedaba muy bien con lo que quería expresar.

Escucho en silencio todo lo que el mestizo contó acerca de los camaradas caídos, cerro los ojos y murmuro unas oraciones en honor a quienes habían muerto en pro del bien común -Has dicho que esos orcos pelearon y huyeron, sin embargo es posible que vuelvan a hablar con el Puma, si no ellos si quien les comanda ¿sabéis donde han huido?, si el Puma descubre que habéis causado el combate puede ser un gran problema- también observó la reacción de la guerrera, al parecer ambos son amantes o algo mas.

Master si por lo que sea no termina la conversación antes de que actualices te pongo el comportamiento general de Dorm:

• Dorn esta convencido de llevar a su amigo al templo
• Se tomará su tiempo en preparar el calastro y asegurar bien que esta firmemente  sujeto
• vigilara constantemente en el camino que el calastro se mantiene en posición horizontal y que no se vuelca a cada lado mostrando su preocupación por el enfermo
• Toda su atención estar en su amigo por lo que cualquier pregunta responderá vagamente casi sin oirla
• Insistira en que Códice y Morgan coman algo y hagan sus necesidades antes de salir
• NO PREGUNTARÁ el nombre a nadie (esto es a propósito, quiero hacerlo luego)
• Al llegar al templo saludara al clérigo como si se conocieran de toda la vida aunque no lo haya visto jamas

Todo eso si no sucede otra cosa o muere Godín

En cuanto al martillo llegara a cogerlo pero solo si Godín insiste o se lo recuerda alguien lo hará antes de tener a su amigo preparado, si no lo hará después de salir acordándose en el ultimo momento y teniendo que volver a entrar a la casa a por el

—No sabemos a dónde huyeron, aunque tal vez hayan vuelto con su señor, en las Colinas... —contestó diligentemente Códice, soltando un suspiro ante las abrumadoras dimensiones del gran cuadro en el que se enmarcaba su pequeña historia particular—. Y antes de que digáis nada: sí, lord Alba está advertido de la amenaza orca. Un compañero nuestro, y amigo personal del Señor del Valle, partió con el mensaje hacia Cataratas hace ya más de media decana.

Todos los días, Códice rezaba a la Gran Madre para que su querido compañero Klain estuviera sano y salvo y pudieran volver a encontrarse... ¡En este mundo!

—Por lo que respecta a vuestra advertencia —retomó el medioorco con su cuidada expresión, algo del todo inusual en un ser de su sangre pero no tan raro en un clérigo—, debéis saber que es en vano: muy probablemente el Puma ya sepa que somos los culpables del fracaso de su negocio.

“Personalmente, apostaría por ello”, pensó. Antes de que el paladín tuviera tiempo de hacer las lógicas objeciones, Códice levantó una mano, pidiendo tiempo más que mandando callar.

—Con todo, creo que estamos decididos a seguir adelante —añadió, titubeante, lanzando breves miradas a sus compañeros—. No sólo esta es la única opción de recuperar el libro antes de que vuelvan los orcos —dijo sombrío y algo ansioso—, sino que, si lo que dicen de la mina es cierto, vamos a comprar el libro por un precio más alto que ninguna fortuna que ningún orco pueda reunir. —Asintió.— Estoy seguro de que el Puma, como hombre de negocios, sabe ver el beneficio de ayudarnos a conseguir nuestro objetivo... ¿Nos traicionará una vez matemos al dragón? —preguntó, anticipándose de nuevo a las preguntas, quizás para disgusto de Dorn.— Bueno: tenemos su palabra.

Se encogió de hombros: llegados a aquel punto, los senderos del Destino eran innumerables. Códice sólo podía especular.

Nuestro compañero Códice tiene razón en muchas cosas - pronunció Rivoel asintiendo - Con respecto al dragón no son pocas las historias y leyendas que hablan de los poderes curativos de su sangre, pudiendo sanar enfermedades que ni siquiera los sacerdotes más poderosos pueden remediar. Además también se conoce la gran resistencia de sus escamas y garras, superior a la de cualquier armadura o arma conocida. 

Sobre los orcos sí que sabemos que huyeron hacia un castillo al encuentro con sus señores y con seguridad que volverán cuando descubran el engaño que sufrieron.

Y en relación a El Puma decirle noble  Dorn, que el propio Bontier Almadura, alcalde de Qark y fiel a la familia Alba, me habló del cruel bandido. Sabía que íbamos a recibir un encargo suyo y me pidió que lo matáramos, pues  solo aceptando el trabajo seríamos los únicos que podríamos llegar hasta él. Nos entregó pociones y armas para poder hacerle frente bien en el momento de hacer el trato o bien al ir al cobrar por el trabajo. Con todo esto, en cierto modo tenemos el permiso de las autoridades para pactar con el bandido. Y fue el propio alcalde el que me habló también de la palabra de El Puma....