Partida Rol por web

Anghara anunció su presente y cuando llegó hasta Rivoel para dárselo el bardo no pudo evitar que sus ojos se pusieran algo vidriosos Mo... Mo.... MOrgan... Es Precioso.... dijo con la voz entrecortada por la emoción. Y tras secarse las lágrimas con  la manga se fundió con su compañera en un emotivo  abrazo. Nunca te olvidaré... Por la cabeza de Rivoel empezaron a pasar fugazmente todos aquellos grandes momentos compartidos con la mestiza y el resto de compañeros....

El cometario de Dorn le hizo  volver a la cruda realidad y  Justo antes de que el enano abriera las puertas Rivoel  susurró  lástima no tener un coro de trompetas con las que anunciar nuestra salida triunfal, no vaya a ser que los orcos estén durmiendo y se la vayan a perder.... acto seguido se escurrió hasta el final del grupo sin quedar del todo claro si lo hacía porque temía lo que pudiera haber al otro lado o por un posible arrebato de ira del enano

El presente de Morgan dejó sin palabras a Lirian, que se quedó unos instantes mirando embobado la escama que la mujer le había regalado.  - Gra...gracias...-, tartamudeó no por su problema de dicción sino por hallarse presa de la emoción, - es pre...precioso... - Miró embobado y avergonzado a la mujer, todo al mismo tiempo. Era la primera vez que alguien le hacía un regalo desde que dejase su hogar, y que además fuese la más diestra guerrera que había conocido le llenó de alegría. No...no sé qué de...decir...

Pero pese a no saber qué decir acerca de su regalo, sí que lo tuvo claro en cuanto vio a Dorn entrar en la cámara como aquel que vuelve a casa tras un largo y agotador día de trabajo en el bosque talando árboles. No lo entendía. ¿Qué necesidad había de anunciarse cuando podían salir sin que nadie los viese?

Señor... Dorn - Se apresuró a decir. - ¿No ha consi...considerado mi pro...pro...propuesta de salir sin ser vistos...vistos? ¡I...I...Igual que hicimos cu...cuan...cuando lleegamos! Qué....qué ...qué necesidad te...te...tenemos de arriesgarnos a su..sufrir una herida fa...fa...fatal... - Prefirió callarse el hecho algo peor. - ¿No hemos pe...pe...pedido demasiados favores a Tymo...Tymora ya?

Lirian tiene razón. aunque no hubiera orcos yo no correría el riesgo de cruzar por el puente colgante.

Al llegar a las estancias del chamán, el olor y la visión de los cuerpos me asquearon como no me habían asqueado antes: una cosa era honrar la muerte como parte del Ciclo y otra, ser capaz de ver semejante carnicería sin inmutarme. Tuve que esforzarme para contener las arcadas y permanecer en silencio mientras Rivoel atendía a cualquier ruido procedente de las dos salidas de la cámara: una, la del fondo, que era por la que habíamos accedido al lugar por primera vez (tras cruzar dos puertas secretas); la otra, más cercana a las minas, un túnel de roca que en un punto se veía obstruido por una muralla de cajones, barriles, escombro y telas. Alguna especie de tosca barricada. ¿Quizás para protegerse del dragón?

La tarea del bardo se vio interrumpida por la discusión sobre el plan a seguir, que a su vez se vio interrumpida cuando Morgan nos sorprendió a todos con aquel regalo maravilloso. No supe qué decir. Paseé mis dedos por la talla, asombrándome del talento de la guerrera y emocionándome por su esfuerzo y por los sentimientos que aquello revelaba. La acepté en silencio y me la colgué al momento del cuello, junto al símbolo que había tallado para mí Ladfiena y la pluma blanca de Rivoel. Una pluma que valía más que la plata, un medallón que valía más que el oro y ahora una escama que valía más que cualquier gema preciosa -probablemente, en más de un sentido-. También acepté los otros tres y los guardé.

—Maese Dorn —comenzó Abrahel, aproximándose mucho a Dorn y colocando su mano en su hombro de él—, entiendo y comparto vuestra determinación de no mentir, y entiendo vuestro deseo de no ocultaros… Pero quizás el norteño tiene razón. No debemos poner al Valle en un peligro innecesario. Nuestro deber ahora es sobrevivir. No es indecente escoger nuestras batallas.

No añadí más que un escueto «La señora Isthar tiene razón, maese Dorn». Rivoel y Morgan -y a todas luces, Kraum- también apoyaban a Lirian: querían evitar tanta lucha como fuera posible.

Mientras investigabas la barricada del antiguo acceso obstruido, te pareció oír algo al otro lado (aunque no justo al otro lado, sino más lejos). ¿Qué había sido aquello? ¿La respiración de un orco? ¿Un tintineo? ¿Imaginaciones tuyas? Fue un ruido demasiado aislado, demasiado lejano. En el otro acceso no escuchaste nada.

Ante el comentario de Rivoel el enano dejó de empujar la puerta, su bigote temblaba de manera ostensible con todo el cuerpo rígido, escuchó a sus compañeros, entendía que la idea de salir sin heridas era atractiva para ellos, pero el semielfo...

Aparto la mano de la puerta y se dirigió frente a el - ¿el valor y el orgullo te parecen objeto de mofa? - sus ojos no se apartaron de los del semielfo, ni tan siquiera un parpadeo, el tono de voz ligeramente alto pero contenido, como la calma antes de la tormenta - ¿queréis salvar el valle? - volteo la cabeza mirando a todos - este asentamiento es difícil de atacar, si no ha prosperado es porque ninguno de esos orcos sabe cazar o porque escamanegra terminaba con la caza antes que ellos, deben saber que hay algo mas peligroso que ese dragon, nosotros y que no les tememos, que deben temernos ellos a nosotros

Rivoel vio llegar al enano como en cámara lenta, cada uno de sus pesados pasos resonaban como los golpes de mil armas chocando juntas contra su objetivo. Dorn Le habló con la altura y nobleza propia de su raza y condición. Cualquiera habría dado un paso atrás, habría agachado la cabeza y se habría amedrentado como un perro frente a la riña de su amo. Pero ni Rivoel era un perro ni Dorn era su amo. El semielfo no venía de buena familia, ni tenía el favor divino de ningún Dios, ni esgrimía un arma legendaria... Pero Rivoel ya no era el bardo de  trato afable que vino del sur en busca de una forma digna de ganarse la vida.

Rivoel había sufrido lo indecible desde que fue hecho prisionero, había visto mil formas de la muerte y había aprendido a   mantenerse firme y a tener coraje frente a enemigos como El Puma, Kraum y el mismísimo Escamanegra. Cuando el enano se puso frente a él el bardo no cedió ni un palmo ni le perdió la mirada al paladín. De forma más cordial, pero manteniendo el tono noble que el enano desplegaba Rivoel le respondió - Honorable Dorn Palabrasagrada, créame que no era mi intención ofenderle. Tan solo he exagerado  la situación para llamar su atención y que no abriera esa puerta sin pensar antes en la mejor manera de salir de aquí. La idea de Lirian es sin duda la más sensata, pues esa chimenea es la forma más rápida y segura de salir de aquí.
No creo que debamos preocuparnos tanto por estos orcos ahora. Hemos matado a su líder y ellos mismos han asesinado a su saman y acólitos. La rivalidad entre los guerreros más fuertes de la tribu hará el resto si no lo ha hecho ya. No serán un enemigo difícil de batir en el futuro. No sé por qué no han prosperado, pero le aseguro que saben cazar, recuerde que los vimos arrastrando una gran pieza de caza antes de nuestra incursión.
Después de haber decapitado a Ulfe  y también a Escamanegra seguro que nos temen, no creo que osen  atacarnos siquiera, pero el verdadero peligro está en ese puente viejo y podrido. Puede ser una trampa mortal que debemos evitar.
Llevamos meses tras ese libro, hemos pasado mil penurias atravesando el interior de unas montañas medio desnudos, en completa oscuridad, sin agua ni comida… Hemos perdido preciados compañeros, hemos visto la muerte pasar a nuestro lado en no pocas ocasiones. Todo por conseguir ese libro con el que salvar el valle. Estamos más cerca que nunca y creo que no debemos arriesgarnos más de lo necesario. Y por si eso no es suficiente recuerde que ha dejado a un amigo esperando una cura  que podría ser esa sangre de dragón que portáis.
¿De verdad creéis que es necesario recorrer toda la fortaleza, esperando el respeto de unos seres  que no lo tienen a sus propios líderes ni a sus sacerdotes, cuando podemos salir rápidamente por donde entramos corriendo menos riesgos? Entiendo que vos estáis hecho para la lucha y os sentiréis muy seguro bajo esa armadura y blandiendo el arma legendaria que le entregaron, pero os recuerdo que yo  le cedí mi cota de mallas y mi espada a Abrael para que pudiera defenderse. Ellos no tienen nada que perder excepto su vida, pero nosotros tenemos un cometido del que depende la vida de todo el valle, debemos salir de aquí sanos y salvos, aún nos queda otro duro escollo que pasar. El Puma nos espera, no le demos facilidades y evitemos el riesgo de enfrentarnos a los orcos o de perder a alguno de nosotros en ese puente. 

Y tras eso esperó la respuesta del paladín

No pudo por menos que asentir y suspirar de alivio cuando Rivoel salió como defensor de sus propias ideas. Lirian, por mucho que hubiese querido, no lo hubiese podido exponer mejor y en tan poco tiempo.

Se...señor Dorn, tiene ra...ra...razón nuestro ami...amigo, ¿de qué.... de qué servi...serviría todo lo...lo....lo que hemos hecho sssssi el Puma con.... siiii el Puma con...consigue librarse del dragón y de no...nosotros? - En caso de que todos ellos perecieran en una refriega contra los orcos, el Puma tendría las manos libres para hacer lo que se le antojase con Qark y sus gentes.

Se...sea sensato. - Continuó, sabedor de que la mente del enano sería tan dura y resistente como toda buena fortaleza de los de su raza. - Sal...salgamos de aquí, aca...acabemos con el Puma y de...de...demos la posibilidad a nuestros compa...compañeros de re... de re...recuperar el libro. Si to...tooo...todo sale bien, yo...yo mismo, Lirian Ventormenta, - palmeó con su mano su propio pecho, - juro que le acom...acompañaré de vu...vuelta y daremos su...su...su mere...merecido a los orcos. - Asintió fuertemente y miró al enano a los ojos. - Ya entra...entramos una vez...entraremos una se...segunda. - Tendió la mano a Dorn para afianzar su juramento.

Todos estaban de acuerdo en que lo mejor era no arriesgarse y salir por donde habían entrado, bueno todos menos el enano, pero eso era algo que no sorprendió a la mestiza pues conocía a bastantes individuos de su pueblo y sabía de su tozudez así como de su falta de dobleces. El acercamiento al bardo y las posteriores palabras que se intercambiaron, hicieron que la guerrera prestase la mitad de su atención a esa conversación y la otra mitad al acceso de salida, no fuese que sus voces alertasen a los orcos.

-Si no nos ven salir no sabrán si el dragón ha muerto o lo hemos hecho nosotros, y seguirán cautelosos al menos por un tiempo. Cuando resolvamos los "asuntos urgentes" volvemos a entrar por la chimenea, y entonces salimos triunfantes y les decimos que ya no hay dragón y lo que se tercie. -ella ya se había ofrecido a Abrahel para "educarlos".

En el momento en que el intercambio de palabras entre Dorn y Rivoel parecía que iba a llegar a las manos -o a algún lugar no menos desagradable-, sentí el impulso de intermediar y tratar de calmar los ánimos; pero me contuve cuando vi que el bardo cambiaba su tono socarrón por una actitud más respetuosa y directa, sin duda -me decía- más del agrado del enano. «¿Bastará?». Aunque el problema no era sólo apaciguar a Dorn, sino convencerle de que eligiera el camino que defendíamos todos.

Casualmente, me fije en que Abrahel se concentraba en la sala y los pasillos cercanos, tendía a posibles ruidos procedentes del pasillo. Me sorprendió, estando la discusión en un impás y habiendo ella apoyado la opinión mayoritaria, pero creo que lo hizo porque no quería contribuir a la presión que estaba recibiendo su hermano de armas. Ella sabía lo que es estar en la piel del enano en una situación así. La vida del paladín no es fácil.

—Dorn, por favor —me resolví a decir, finalmente—, escuchad a Rivoel. Sabéis que os respeto, y que respeto vuestros ideales, pero… Debemos pensar en el Valle.

De la misma opinión -no porque quisiera salvar el Valle, sino porque quería salir cuánto antes y sin cruzarse con nadie- era Kraum. El alguacil había bufado en un par de ocasiones mientras hablaba el enano, pero ahora se contenía, empleando la energía ahorrada en pasear de un lado a otro, nervioso. Quizás confiaba en las dotes del bardo. O quizás creía que los demás saltaríamos a defender al enano si se entrometía.

Dorn apretó los dientes con fuerza, cada fibra de sus ser le pedía salir por la puerta anunciando a voz en grito la derrota del dragón, y que los orcos osaran atacarles, cuando Rivoel y Lirian le recordaron el  motivo por el que estaban allí, el libro, esa herramienta tan cerca de las manos de un ser que la usaría para subyugar a las gentes libres del valle.

Su mano se deslizo suavemente sobre el mango de cráneorroto, su tacto le resulto familiar, cómodo y reconfortante miró al grupo, particularmente en Kraum, aquel seimorco estaba lejos de ser virtuoso tanto como un pozo del cielo pero detrás de su nerviosismo el enano vio el miedo que lo atenazaba, luego la serenidad de de Abrahel que lejos de centrarse en la discusión dedicaba el tiempo a asegurarse de que el grupo no fuera sorprendido, de algún modo el enano sabia que la paladina no abandonaría a nadie sin importar si le iba en ello la vida, de lanzarse solo a voz en grito contra los orcos ella le acompañaría, incluso en el grito.

Finalmente fue el clérigo quien le acabo de convencer, aquel orondo compañero era la personificación de la bondad, si tan solo la mitad de los habitantes de faerum fueran una décima parte de bondadosos que aquel semiorco el mundo sería mucho mejor para todos, no solo bondad, coraje, había visto el miedo en sus ojos en diversas ocasiones tanto miedo como determinación a no dar ni un paso atrás - eres un ejemplo para todos, un digno representante de Chauntea - dijo mirando a Códice - vamos, tenemos un deber que cumplir y - respiro un momento - apagar las luces, somos un maldito faro  - 

Ya estaba todo dicho, la guerrera avanzó y palmeó el hombro del enano mientras se disponía a encabezar la marcha.

-Vayamos pues, ¿Códice con Lirian y Kraum con Rivoel? -preguntó por los emparejamientos de quienes no veían sin luz -en medio del grupo. Los paladines podrían ir en los extremos "sintiendo" posibles enemigos, yo... mejor delante.

Aferró la lanza y se aseguró que todo su equipo estaba donde debía. 

Un asentimiento de cabeza sirvió para confirmar su satisfacción por el hecho de que el enano entrase en razón y para mostrarse de acuerdo con el orden propuesto por Morgan. Soltó una profunda exhalación, aliviado, por lo que suponía el abandonar aquel lóbrego lugar repleto de peligros: un ogro, un dragón, una tribu de orcos... Probablemente había visto y sufrido más en el día o dos que habían permanecido allí abajo que lo que vería la mayoría de los habitantes de los Reinos en toda su vida.

Va...va...vamos. - Dijo cuando tuvo el escudo firmemente asido con la mano izquierda y la cimitarra en la derecha. - El Puma nos espe...espera. - Añadió guiñando un ojo a Códice antes de que éste atenuase el brillo de la lámpara.

Finalmente, Dorn había cedido. Respiré aliviado y di gracias a los dioses: era consciente de lo mucho que le había costado dirimir aquel conflicto interno. Además, me sentí conmovido, agradecido y enormemente honrado por las palabras que me dedicó. No estaba acostumbrado a que me cumplimentasen tan directamente y no supe muy bien qué decir. Creo que le di las gracias tartamudeando. Por suerte, Abrahel atrajo la atención del enano para sí.

—Gracias, hermano —le dijo, poniéndole una mano en el hombro—. Os habría acompañado sin dudarlo. Podría haber sido una gran muerte —bromeó.

Pronto estuvimos frente al pasillo de las puertas secretas, listos para avanzar: luces apagadas, sentidos alerta, armas listas y paso cauto. Dorn y Morgan irían los primeros, seguidos por un servidor y por Lirian, que avanzaría a ciegas. Yo me ocupaba de guiar a Lirian por el hombro, pero en mi mano derecha llevaba la linterna y en mi bolsillo, el pedernal y el acero. No quería confiarme. En tercer lugar, Rivoel -también sin poder ver- y Kraum. Por último, Abrahel cerraría la marcha y vigilaría la retaguardia, pero antes de empezar, se situó en la boca del pasillo y rezó.

—Siento un aura maligna frente a mí —susurró al terminar su plegaria. En el pasillo no había nadie.— Más allá de la pared. Es tenue: probablemente, un orco.

Más allá de la pared, si no me engañaba la memoria, debía de estar la cocina.

Morgan asintió a las palabras de la paladín y comenzó a avanzar hacia el destino elegido, aunque no las tenía todas consigo de que fuese la ruta que realmente utilizasen para salir, pero eso ya lo verían. Se posicionó por delante del grupo y avanzaba con cautela, cada vez le estaba gustando más eso de ir en vanguardia atenta a todo. Seguramente hasta que se encontrase con una situación que la sobrepasase seguiría haciéndolo pero de momento confiaba en el recuerdo que tenía de los túneles y en sus habilidades.

Antes de que la mestiza hubiera llegado muy lejos, Abrahel avanzó unos pasos.

—¡Esperad, Morgan! —dijo, alargando un brazo hacia ella, y esperó a que Morgan se acercase—. Mis sentidos espirituales, y entiendo que los de Dorn también, no llegan demasiado lejos: puede que haya más orcos esperándonos. Más adelante, podría volver a pedirle a Torm que me otorgue la visión, pero para ello tendré que orar, y no creo que pueda evitar que me oigan.

El dilema de Abrahel estaba claro: podíamos avanzar sigilosamente o podíamos avanzar informados, pero no ambas cosas. La paladina no quería tomar esa decisión sola.

Iniciaron su camino hacia las cocinas, o al menos eso quería creer, pues para el norteño todo se reducía a un espeso velo negro que caía sobre sus ojos y que no le permitía siquiera el distinguir sus propias manos. Lo único que su limitada vista era capaz de captar fue el tenue, casi invisible, brillo residual que irradiaba la lámpara recién apagada, aún lo suficientemente caliente como para sentirla a su lado, sujeta por la firme mano de Códice.

Qué ganas de salir de este maldito pozo. - Se dijo en el mismo instante en que el clérigo detuvo su paso y le obligó a hacer lo mismo. Para su sentido del oído, el cual le parecía que había mejorado enormemente desde que entrasen en las cuevas, las palabras de la paladina sonaron como una campana avisando de un fuego cercano.

Un orco, había dicho. En otra situación no le hubiese importado tanto el hecho de encontrarse con alguno de aquellos odiosos seres, sobre todo teniendo en cuenta que sus compañeros eran gente capaz y experimentada en tales lides; lo suficiente hábiles para acabar con uno de ellos antes de que éste llegase a decir «esta boca es mía». Pero con la limitación que le venía impuesta por la oscuridad que le rodeaba, no las tenía todas consigo. Miró a su derecha. - Espe...espero que seas rá…rá...rápido en encen… rápido en encenderla. - Susurró al lugar en que intuía se encontraría el clérigo.

¿Se...se mueve? - Preguntó a continuación a la paladina. - A...a...a lo mejor está dormi...dormido.

Mas le vale estar dormido de lo contrario no creo que no nos haya escuchado- la pesada armadura del enano era todo lo contrario a ser sigiloso, las placas rozaban y rechinaban entre si a menudo, estaba claro que no pasaría sin ser escuchado

Rivoel entró en la formación propuesta y apoyándose en el hombro de Kraum comenzó a avanzar junto a los demás. Al comentario de Dorn el bardo añadió - lo mejor será llegar allí lo antes posible. Vamos, avancemos todo lo rápido que podamos....

Abrahel nos explicó que no había visto al orco moverse, pero que su visión había sido breve. Pronto acordamos que lo mejor era tratar de ser sigilosos, pero sobre todo darse prisa: como bien indicó Rivoel, nuestras probabilidades de salir sin obstáculos estaban en alcanzar las cocinas, sorprender a ese orco y subir por la cuerda tan rápido como pudiéramos.

Sin más, nos lanzamos hacia la oscuridad a buen paso. Morgan avanzaba un poco por delante de nosotros, atenta a los ruidos de los túneles. El pasadizo de las puertas secretas quedó atrás en un suspiro y nos vimos pronto en el primero de los dormitorios: las camas seguían deshechas y reinaba el desorden, como en nuestra anterior visita. No se veía un alma. La doble puerta al fondo del pasillo parecía medio abierta, pero nada fuera de lo normal. El cadáver del compañero de celda de Abrahel seguía pudriéndose donde lo habíamos dejado. Todos escuchamos algún ruido procedente de las salas más allá de nuestra posición, de frente y a la derecha, pero no era allí a donde íbamos: nuestro objetivo eran las cocinas, siguiendo por el túnel que se abría a la izquierda.

Morgan se disponía a avanzar, sigilosamente y en solitario, para sorprender al orco de las cocinas, cuando algo nos sorprendió: unos pasos procedentes de las cocinas y una cabeza cortada que salía volando del pasillo y se estrellaba contra el suelo frente a nosotros. Era la de Colmillo Podrido. Al instante, un enorme y terrible orco aparecía detrás, con un espadón en una mano.

—СМЕРТЬ ПРЕДАТЕПЯМ И ВТОРЖЕНИЯХ!!! —gritó aquel monstruo, preparándose para atacar.

Al momento, lo que habían sido ruidos leves fueron sustituidos por rugidos procedentes de todo el subterráneo. Un orco menudo y flacucho con un arma en cada mano -una machete y una daga- salió de su escondite en la celda. La puerta doble del fondo se abrió de pronto y un orco corpulento, por no decir gordo y con un ojo ciego, apareció blandiendo una espantosa hacha a dos manos. Al mismo tiempo, otro orco con mil amuletos al cuello surgió del pasillo que habíamos cruzado para llegar a la estancia de Ulfe, tridente y escudo en mano, y un último orco, este con un parche con cara de lelo, apareció corriendo y alzando un garrote por el túnel del que acabábamos de venir, sin duda procedente del dormitorio grande. Antes de que pudiéramos darnos cuenta, estábamos rodeados por cinco enemigos con intenciones asesinas. ¡Sin duda los campeones de Ulfe!