Partida Rol por web

Tras el reparto del botín, los legionarios son distribuidos por entre las casas del poblado bretón. Son unas chozas redondas, con tejado cónico y un agujero para que salga el humo. Comparada con una casa romana es un agujero, pero aun así son mejores que las tiendas y podéis dormir sin tener el sobaco de un hermano pegado a la nariz.

Los prisioneros son encerrados en los dos graneros del pueblo con guardias vigilando. Los centuriones son prudentes y distribuyen además centinelas en la empalizada y enlas colinas cercanas. A fin de cuentas hay un ejército enemigo fuera en alguna parte, y nadie quiere ser despertado por una lanza en las tripas.

Tras comeros la cena, charláis un poco sobre la batalla.

La muchacha celta, Ammina, se la quedan los centuriones para usarla de traductora en interrogar prisioneros.

Estáis ya acostados cuando llega uno de los optiones (sargentos) a decir que Marcus tiene guardia en la empalizada, y Fuscus en las colinas.

Había estado tendiendo a sus heridas, no queriendo estar malherido durante un ataque.
Las chozas no eran lo mejor del mundo, pero ciertamente albergaban mejor que las tiendas.
Cuando sus compañeros Fuscus y Marcus se fueron a sus puestos, se despidió de ellos con un saludo fraternal. Tras luchar juntos, ya se sentían como hermanos suyos.

-¿Cuántos habéis matado?-preguntó al resto.

Quintus se hallaba tumbado en su lecho observando pensativo el techo de paja de la choza en la que encontraban. El cansancio, después de la batalla, había hecho acto de presencia al menos en su caso. El humo de la fogata ascendía describiendo ligeras formas sinuosas y el frío atenazaba ya las extremidades. Mantenía los ojos abiertos de forma casi forzada y, aunque no estaba herido, apenas sentía las leves magulladuras tras el combate. Un pequeño hematoma se dibujaba en su hombro izquierdo producto de la arremetida de los bárbaros.

-Bastante tenemos con haber salido vivos -murmuró en voz baja casi imperceptible, terminando con un suspiro de agotamiento.

Me había quedado dormido, exhausto por la batalla, cuando las voces me despertaron. Menos mal, podría descansar un poco más, no me gustaría estar ahora mismo en el pellejo de Marcus y fuscus.

-Sólo pude anotarme una baja Magnus, pero era un gran guerrero, doy gracias a los dioses por decantar la balanza a mi favor. -Tenía los ojos medio cerrados, buscando de nuevo descanso. -Me han parecido mucho mas duros de lo que pensaba.

Fuscus descansaba tranquilamente después de una bien merecida cena cuando llegó uno de los optiones a buscarlo para la guardia.

¡Perfecto, ni una noche de descanso! Pensaba para sí Fuscus poniéndose en pie.

Tras recoger su equipo y saludar a sus compañeros sale de la tienda en dirección a su puesto de guardia en las colinas.

Antiocus había tenido el tiempo justo para sanear todo lo que pudo un pequeño corte en el antebrazo antes de tumbarse a intentar dormir.
-Tras el pésimo día que he tenido no he salido muy marcado y he mandado a uno con sus dioses, sean cuales sean. Dijo, levantando el brazo para mostrar el rústico vendaje, tras escuchar la conversación de sus compañeros.
-Tratemos de descansar un poco, mañana será to día donde necesitaremos estar muy atentos. Buenas noches a todos.
Tras eso se dio media vuelta e intentó dormir un poco

Bostezo y me dispongo a tumbarme en la manta.

- Buenas noches compañeros... qué sueño tengo...

LA GUARDIA NOCTURNA.

Las noches en Britania son frías y húmedas a más no poder. Os castañetean los dientes mientras seguís al Optione hasta la empalizada. Allí os dan una antorcha a cada uno para iluminaros y os dicen donde dirigiros: Marcus tiene guardia en las colinas, y Fuscus en la propia empalizada.

MEDIA HORA ANTES QUE LLEGUE MARCUS:

Calenus, un legionario, está terminando su turno de guardia. Bueno, éste termino hace un buen rato, en su opinión. Ese vago de mierda de Marcus se está retrasando. "Tacete, que frío tengo", murmura soplándose las manos. Lo que quisiera estar soplando ahora es una cuchara llena de rancho. O soplándole las carnes a alguna de esas britanas. Algunas son pasables. No tan guapas como las chavalas de su Sicilia, pero...

Entonces, entre las sombras de la noche, ve una silueta más oscura que se dirige hacia él. Empuña su lanza, pero ve que el hombre se acerca muy tranquilamente y viene de la aldea a paso tranquilo. Será el relevo. ¡Por fin!

- Ya era hora, hermano. Serías capaz de llegar tarde a mi propio entierro...

Entonces la antorcha ilumina el rostro del recién llegado. Y Calenus nunca termina la frase.

EN LA EMPALIZADA.

Todos los centinelas, repartidos entre las puertas y la empalizada, coinciden que tanta vigilancia es algo ridícula. Los britanos han sido apaleados. No tendran ganas de revancha tan pronto. Seguro que quedan más hordas por ahí, pero no hay de qué preocuparse. Pronto encontraréis el resto del ejército romano, seguro. Entonces un par de batallas más y Britania será vuestra. Luego vendéis un par de esclavos, saqueáis alguna ciudad, y para Roma. A celebrar el Triunfo y ponerse morado de pinchar con las romanas más patrióticas. Dicen que hay una tal Luperca en el Forum Boarium que...

Las charlas se interrumpen cuando se acerca el centurión Herenius. Todos se ponen firmes y en silencio. En cambio cuando pasael otro centurión, Servilius, éste siempre tiene alguna broma que compartir con sus hombres.

En todo caso Fuscus asume su lugar. Pronto el cansancio empieza a cobrarle factura...

La batalla había sido agotadora, y sin apenas haber descansado Fuscus montaba guardia en la empalizada tan firme como podía. Aún así, las fuerzas le fallaban y apenas podía mantener los ojos abiertos, los cuales le pesaban como una losa.

Quintus estaba dormido, pero su mente no descansaba. Había empezado a soñar con las colinas que ya quedaban atrás. No había olvidado a Ammina cuya melena cobriza y voz suave le habían llamado tanto la atención. Ahora una mujer de igual figura se encontraba delante de él, en la cima de la colina cerca de la costa. Oscuras sombras se extendían a sus espaldas y cuerpos de cadáveres marchaban animados en su dirección. Las palabras que salían de la boca de la mujer eran ininteligibles y se volvían cada vez más suaves. En un momento su voz se tornó en la de una anciana, sus cabellos encanecieron y en su boca sólo quedaba ya un diente superior. Un sentimiento de impotencia embargo el corazón del duermiente y este no pudo más que sacar su gladius y asestar un espadazo al cuello de aquella bruja.