Partida Rol por web

Unos y otros se van yendo hasta que quedas sola en el pasillo.

Shan Mei avisa que se queda abajo, junto a Alex, buscando a ver si encuentran algo de interés, la escuchais desde la trampilla decir que si la necesitais arriba subirá.
Una vez arriba os encontráis pilas de libros esparcidas por el suelo rodeando un colchón. Sobre este hay un album de bodas. Las paredes estan llenas de fotografías, algunas aún están hacia abajo. Todas presentan a una joven rúbia y muy guapa abrazada a él. Junto a estas fotos todo está plagado de papeles con fórmulas escritas, todas inacabadas, cortadas siempre en formulaciones que contienen un símbolo semejante al "pi" solo que con un pequeño ojo dibujado encima. Os fijáis porque todos los símbolos "pi" están subrallados con un circulo rojo, y escrito en el mismo color sobre las hojas de cálculo "¿Cual és el "pi" de una cuarta dimensión?" o "¿Cual es "pi"?". En el suelo, en un rincón, hay un portátil pequeño, aún está abierto. El diseño es igual de moderno que el móvil. Está abierto y en su pantalla hay cámaras que muestran diversos lugares, no reconoceís ninguno salvo la iglésia. Esa cámara está en más grande mientras que las que muestran los otros lugares están en pequeño. Ninguna muestra ningún tipo de movimiento.
Mientras observáis el portátil la luz azulada de todo el campamento parpadea, en los segundos que esto sucede antes de volver a quedar encendida, sentis un frío atroz, al mismo tiempo que escuchais gritos de dolor y derábia, niños rezando oraciones pronunciadas al revés, horrorosos sonidos no humanos. Os ves rodeadas por decenas de siluetas desdibujadas, hombres, niños, ancianas... todos desdibujados, olvidados por Dios, por el hombre y por sí mismos. Algunas partes de sus cuerpos aún conservan el color mientras otras no. Rostros en que conviven ojos que aún conservan el color junto con ojos que apenas son pozos de oscuridad. Hay cuerpos completos, a otros les faltan partes, pero no es que estén mutilados: es como si los hubiesen borrado. A algunos les faltan las rodillas, pero más abajo conservan las piernas y pies que semueven con normalidad. Son como recortes de la vida que una vez fueran, son un todo mucho mallor que las partes de las que carecen, no se acuerdan que para que sus manos se muevan deverían tener un brazo que las sujetase. Son puzzles de horror llenos de hambre y sed y vosotros sois un pequeño oasis de deseada vida de la que beber y con la que placar un dolor que irradia frio.
Luego aparece la luz azul, otra vez, y todo vuelve a quedar en silencio...

Steven se había puesto a ojear las fórmulas de las paredes, no les dedicó demasiado tiempo ya que no lo tenían. Ojeó el portátil Esto creo que nos será de utilidad dijo sobre el mismo, estaba buscando por el suelo cuando se fué la luz y se vió rodeado de horrores. Se quedó sin habla, inmóvil, atenazado por aquellos horrores. Si hubiese tenido voz hubiese gritado.
Luego la luz refresó y con ella la "tranquilidad".
Eso...ha sido un aviso... Tenía que encontrar algo, maldita sea, y fábricar una luz portátil.

Steven: encuentras en uno de los rincones, tapado por varios libros, una caja llena de bombillas azuladas de tamaño medio, de "farolillos" y, a su vez en un rincón de la caja, una -y solo una- pequeña bombilla azulada del tamaño de una linterna.

Steven desabrochó los botones de la almohada y vació su contenido, dentro metió el portátil y uno de aquellos farolillos. Quizá fuera útil.
Luego saca la linterna del bolsillo y quita la tapa, cambia la bombilla interior por aquella azulada, luego pulsa esperanzado, esperando que aquello funcione, que por una vez la suerte esté con ellos.
Duarte yo ya estoy, ¿como lo llevas? Cuanto más rápido nos vayamos hacia el depósito mejor.

En el momento en que Steve iba a cerrar el portátil ve movimiento en una de las cámaras. Concrétamente en la cámara de la iglésia: una explosión lanza por los aires los escombros que habían cerrado el paso de la iglesia a la fábrica, el mismo por el que habíais entrado.
Del humo de la explosión empiezan a entrar soldados con trajes de batalla negros llenos de inscripciones iluminadas de neón azul, sus armas llevan linternas con el mismo tipo de luz, así como sus cascos.
Entendéis el sentido de "ahí al lado".

Duarte mantenía el machete aferrado en su puño. Poco más podía hacer cuando ni siquiera sabía que había que buscar. Pero olía el aire y el aire olía a muerte. Cuando las luces parpadearon y fue consciente de la realidad alternativa, un escalofrío recorrió su cuerpo, un escalofrío que se prolongó más allá, cuando la luz azul ocultó a sus ojos el infierno que existía a su lado.

-No sé qué decir, mano -respondió ante la pregunta de Steven-, pero acabo de descubrir que la tenemos jodida. Órale, éramos poco y parió la abuela. Ahorita ya sabemos qué quiso decir con están al ladito. Y ante eso este fierro poco podrá hacer. Espero que el abuelo muerte guardara acá algo mejor con loq ue hacer frente a esos mierdas -dijo lanzándose a una búsqueda febril de un arma de fuego, no sin antes lanzar su linterna a su compañero-. Ándale y ponme una de esos bombillos. No quiero perder tiempo acá. Solo el justo. Deebemos detener el pinche ascensor.

Duarte busca por el suelo, entre las vigas, al lado del somier, entre alguna de las mantas, de los restos, de aquel caos de libros con olor a rancio, a enfermedad, a locura. Nada.
Maldice, enrabiado, lleva la vista al cielo para lanzar algún insulto... y lo ve. Casia nivel del techo, algo parecido a un ladrillo mal puesto, y recuerda que "eso" era el suelo, y que ese sería pues el lugar donde buscar. El escondite, como tal, no tiene la altura de una planta normal, así que aunque no sin dificultades. De detrás del ladrillo cae otro, dejando un espacio tras el cual se esconde un maletín.
Lo abre y encuentra dos pequeñas pistolas compactas, dos glocks 26 seminatomáticas. En el hueco aún se puede ver algo más, sacas una pequeña mochila totalmente gris por el polvo. La abres, hay diez cargadores.
Steven, en el portátil abierto puedes ver como algunos de los soldados del pequeño ejército que está entrando empiezan a flotar, luego sus miembros se parten y se doblan con ferocidad de formas antinaturales, obcenas: ellos también están pagando su precio por entrar a aquel lugar.
Un hombre con gabardina, el último en entrar, avanza poniendo orden entre los demás, luego se dirige reco hacia el final de la sala, saliendo del rango de visión de la cámara.

-El pinche cabrón sí que sabía -dijo mientras entreabría la mochila y veía los cargadores. Se echó la misma a la espalda mientras empuñaba las dos pistolas semiautomáticas. El sonido del seguro al ser retirado había sonado ominosamente en la guarida del viejo. Enganchó una de las pistolas entre la cintura y el cinturón del machete y sonrió macabramente mientras observaba aquellos cuerpos romperse en la pantalla del ordenador-. Es hora de irse, mano. Órale que acá ya no pintamos nada y las güeras nos necesitan. Ni para plática tenemos tiempo. Toma las luces y dame mi linterna. Y deberemos correr si queremos tener una oportunidad. Y la primera pasa por ese pinche ascensor. Hay que joderlo, wey. Corre negrito, corre.

Lerman? escuchas que dice Bajad esas armas coño cuchichean algo entre ellos y luego cuatro linternas iluminan más o menos delante de donde estás escondido.
Amigo, si eres tu sal de ahí tranquilamente. Si no lo eres y te estás intentando pasaar por él estás jodido.
No escuchas que se estén moviendo para flanquearte y por los movimientos de los haces de las linternas puedes saber exactamente donde están ellos, así que aunque el que se la ha de jugar saliendo eres tú, ellos digamos que han puesto algo de su parte: te han dado el beneficio de la duda.

Lerman se incorporó saliendo de las sombras y dejando que las linternas lo iluminaran. Parpadeó repetidamente cuando los haces de luz se centraron en su rostro. No dijo nada, limitándose a que Ehfront lo reconociera claramente. Dio unos pasos, hacia el centro, mostrando toda la frialdad que lo caracterizaba.

-Como puedes ver, soy yo. Aunque hacía tiempo que no nos veíamos no por ello deja de ser bueno ver un rostro conocido en medio de esta locura. ¿Y Johnson?

En el mismo momento que las linternas te iluminan la cara, deslumbrándote Tom estalla en una risotada Mecagüenlaputa!! Si es el maldito cabrón de Lerman!! salvo la linterna del propio Tom que ahora ilumina cerca de tí -ya no al rostro- las demás ya no te iluminan, aún así notas que los otros tres te observan (incluso los que llevan el rostro tapado). Si la mirada del joven que no lleva el rostro tapado es representativa de los otros dos que llevan las máscaras, su rostro estaría entre la sorpresa, el miedo y la admiración. Eres una leyenda y tu aparición a sus ojos es como la de un fenix materializándose en fuego delante suyo.
El mundo se nos cae encima y ni aún así puede con ese tipo. La voz de Tom está ahora mucho más tranquila contigo ahí, esa tranquilidad al momento cala en sus tres acompañantes.
Tras el grupo ves el enorme campamento que habían motando, ahora lleno de cadáveres própios y ajenos (algunos soldados junto a otros muertos antiguos vestidos con mono azul). Hay cajas y maletas llenas de alimento y armas y munición lanzadas por ahí por el viento. También hay una rádio con una enorme brecha que lanza chispazos, estos iluminan póbremente el interior del desastre. Alguna que otra luz sigue funcionando aquí y allá.
Jhonson había perdido el contacto contigo así que te creíamos muerto, aunque te va a maldecir por perder tu rastro seguro que en el interior se alegra de tenerte con nosotros. Eso sí, espero que tengas una buena razón que darle de tu silencio...lástima de tener tan poco tiempo, seguro que la historia de como has llegado hasta aquí será toda una odisea. se frota la nuca, aquí tenemos un buén desastre que deberíamos arreglar pero deberíamos avisar a Jhonson de qué ha pasado. es instantáneo, como en los viejos tiempos. Tom es un buen soldado, pero solo es eso, prefiere que otros -como tú- tomen las decisiones. Oficialmente él está al mando de ese grupo pero es como si te hubiese cedido a tí ese poder.

Lerman era capaz de oler la sumisión como un perro la carroña. Asumió con naturalidad lo que le ofrecían, dirigir los pasos del grupo, considerándolo una ventaja frente a loq ue disponían antes que era nada. Pero era muy consciente de que aquella era un arma de doble filo que podía volverse en su contra. Precaución y medidas arriesgadas en su momento serían su salvaconducto. El suyo y el de aquella muchacha a la que Aaron había vigilado bajo inciertos propósitos.

-Como bien dices, disponemos de poco tiempo. Y de igual forma que podríamos echar un rato comentando cómo he llegado aquí o contándome tú qué ha ocurrido aquí, las circunsatancias mandan. No hay tiempo que perder. Todo se está yendo al garete y casi me atrevería a decir que somos lo último que queda con vida. No vengo solo. Me acompaña alguien. Isabella, por favor -dijo sin volverse, mirándolos a ellos-. Está bajo mi directa protección y supervisión -comentó de una forma que en otro hubiera parecido descuidada y que en sus labios era una clara advertencia-. Respecto a Jhonson, sabrá cuanto tenga que saber llegado el momento. De momento no podemos quedarnos aquí. Recoged la munición necesaria, explosivos si hay y raciones de comida y agua. tenéis cinco minutos. Tras ese tiempo iremos en pos de Jhonson si es que sabéis dónde está o por dónde se fue.

Tus palabras resuenan con eco, así que si todo va bien debe ser cuestión de segundos que la chica salga de su escondite.
Tom intenta evaluar que demonios haces en el fin del mundo con una chica Por nosotros no va a haber problema, pero no se como reaccionará Jhonson ante una desconocida, más ahora que está cabreado. Mira a los demás Venga ya lo habéis oído, cinco minutos y nos vamos con los demás.
Tom está a tu lado, observando a ver de donde sale Isabella, o eso crees. Te das cuenta de que lo que está es "admirando" el grotesco contenido del Hall.
Sabes, te comenta, este es mi oficio y se me da bien. Además gracias a esto mis hijos pudieron acceder a universidades de élite. Había un porqué, ya no hay hijos, ya no hay universidades, si ahora estoy aquí es porque Jhonson está seguro de poder controlar lo que sea que haya sucedido. mira a su alrededor, cadáveres fosilizados, fusionados, anclados contra el suelo, otros medio dubplicados Ahora que estoy aquí, y veo esto...no creo que nadie pueda arreglar esto.

-Siempre hay un roto para un desaguisado y todo problema tiene su solución. Es cuestión de estar en el lugar apropiado en el momento adecuado. Y evidentemente contar con los recursos. Y diría que estamos de suerte porque nosotros estamos aquí y ahora y quizá contemos con los recursos aunque no lo sepamos. No voy a dejar de luchar solo por pensar que es difícil, improbable o imposible. Puede que ya no haya hijos, universidades ni hipotecas -dijo con un rasgo de humor ácido-. Pero tenemos algo, un propósito. Dar con una solución. Eso me basta.

Miró en derredor, esperando que Isabella hiciera acto de presencia, resgistrando con la mirada el grotesco lugar.

-Necesitaré algo más potente que esto, Ehfront. Una pistola está bien, pero me gusta un calibre más pesado cuando me muevo por el infierno. Si Satanás viene a por mí, no quiero que me pille con los calzoncillos en los pies y un bote de lubricante en las manos.

Claro dice Ehfront, mientras desaparece y se pone a buscar en uno de los bahules. Pasan un par de minutos que se te hacen eternos pensando en que estará haciendo Isabella y cuando Tom aparece te entrega un fusil Alta cadencia de tiro, buena estabilidad y un tamano decente, creo que siempre has preferido la calidad a la cantidad Luego sus compañeros se ponen a su lado, van cargados con mochilas, uno con armas, otro con víveres y otro parece que lleve una radio portatil. Vale mis chicos ya están. Aún nos han sobrado un par de minutos, ¿que sucede con tu amiga?
Y esa es una buena pregunta...

-Gracias -dijo tomando el arma entre sus manos-. Y no lo sé -su voz era neutra y la mirada azul recorrió el espacio que lo separaba de donde había estado Isabella hasta aquel momento-. Isabella -llamó para insistir nuevamente con una voz más alta-. ¡ISABELLA!

Aun así, no esperó a que ella respondiera y se acercó al punto en que la había dejado. No tenía sentido que ella se escondiera o hubiera decidido pulular sola por aquel infierno. La soledad dentro del bloque era una condena a muerte. Ambos lo habían visto, lo habían vivido y ni siquiera estaban solos, sino que eran un pequeño grupo.

Te alejas del grupo y caminas entre aquel museo de los horrores, luego te internas en el agujero de la pared que es la entrada -y la salida, al mismo tiempo- de aquel lugar dejado de la mano de Dios.
Encuentras bién pronto a Isabella. Está de pié, mirandote, tiene la pistola en la mano y te apunta directa al pecho. Incluso una persona tan poco diestra con las armas no fallaría desde tan cerca.
Me...me has vendido a los soldados del bloque!! Nunca debí confiar en tí!
El click suena como un disparo, es el sonido producido de quitar el seguro. Sabes a cuanta presión está sometida la chica y te es dificil evaluar si será capaz de disparar o si nisiquiera te dará una oportunidad de explicarte antes de hacerlo. Hablar o disparar. Si te equivocas con la elección sabes que estás muerto.

-Doble error -fue la respuesta de Lerman ante las palabras de Isabella y el click del seguro al ser retirado-. Nunca has confiado en mí. Primer axioma. No te he vendido a nadie. Segundo axioma. No obstante, has juzgado y sentenciado. Y me has condenado a muerte -la mirada de Lerman, azul como un glaciar no mostraba miedo. No era a la muerte a lo que podía llegar a temer aquel hombre-. Si es lo que quieres, mátame. No te lo impediré ni haré nada por evitarlo. A fin de cuentas, eres tú la que tienes una pistola apuntándome. He podido matarte, he podido abandonarte a tu suerte una vez que el mercenario desapareció, un hombre que de no haber estado pendiente de ti y de tu suerte quizá hubiera sobrevivido, podía haberte apuntado con mi pistola y haberte obligado a salir ante Ehfront y sus hombres o dejarte inconsciente y haberte arrastrado conmigo ante él y haber despertado maniatada y a su completa disposición. Pero no lo hice. Debo de ser estúpido, evidentemente. Yo sí confié en ti, Isabella Pars, y esta es tu moneda de pago. Culpas a los demás de tus miserias sin asumir tus responsabilidades y defectos. Achacas a otros lo que tú adoleces, excusas baratas de una cobarde sin inteligencia que solo se deja llevar por un odio que la consume y que necesita de víctimas para ser aplacado. Ha muerto mucha gente a tu alrededor, gente que ha decidido protegerte y ayudarte pero parece no ser suficiente -nunca Lerman había sido tan dado a la palabra, pero si aquel era su último minuto de vida, bien podía permitirse aquel lujo-. ¿Crees que podríamos haber evitado a esos soldados? Si piensas eso es que además eres una estúpida. Ellos son nuestro salvoconducto. O lo eran antes de que decidieras echarlo todo por la borda. Mátame. ¿Qué harás a continuación? ¿Arrastrarte por los túneles del bloque buscando... qué? ¿Una salida al país de nunca jamás? ¿Solucionar esta mierda tú sola, esquivando a quienes son una amenaza real además de protegerte de cuanto el bloque puede ofrecerte a modo de trampa letal? Realmente, no sé cómo sobreviviste la primera vez, ni qué vio en ti el señor Aaron, pero desde luego no es algo que yo alcance a ver. Asesíname si lo crees necesario para tu causa, si piensas que con ello vas a lograr salvar a este mundo mediocre que quizá tenga lo que él mismo se ha buscado, si piensas que vas a eliminar el obstáculo que te impide hacer lo que debes hacer -parpadeó un par de veces, aburrido de sus propias palabras-. Haz lo que tengas que hacer. Yo haré lo que tengo que hacer porque aún tengo un trabajo pendiente -dicho aquello se giró y se dispuso a deshacer el camino andado-. Puedes venir conmigo o matarme por la espalda. No creo que te cueste demasiado, Isabella Pars. A fin de cuentas, estoy convencido de que piensas que lo merezco.

Tus palabras la golpean como solo la verdad puede golpear, lo último que ves de ella mientras te giras es como un velo desaparece de sus ojos, liberándolos con la certeza del miedo.
Lo...lo siento...me quedé sola y... y tuve miedo
No acaba de hablar, porque se da cuenta de que no sirve para nada. No porque Lerman ya no la escuche, sinó porque ella sabe que ha perdido el control. Querría decirle a Lerman que no volverá a suceder pero sabe que así será, que cada vez que la deje sola, o algun soldado la mire mal, o que la más mínima sospecha -real o ficticia- cruce por su mente volverá a perder el control y, como un perro rabioso, intentará morder aquello que tenga cerca, sin distinguir aliados y enemigos.
Así que no dice nada más, solo quita el seguro y se guarda el arma.
Se que es egoista pero, si sobrevives...¿volverás a por mí?