Partida Rol por web

Apunto de entrar a la cafetería un taxi se detuvo bruscamente a tu lado. Una mujer sentada a la parte de atrás del vehículo te abrió la puerta, llevaba un gorrito extremadamente cursi a juego con un vestido bastante coqueta y "pijo". Solo cuando se levantó sus enormes gafas de sol la reconoces como tu hija. Su manera de sentarse y de actuar se había vuelto moderada, tranquila, como de clase bien. Hay muchas máscaras que un buen ajente puede usar. Adelante. le dice en tono amable pero distante. Da unos golpecitos a la vidriera. André, vamos al aeropuerto. El conductor era un tipo realmente grande, pero su cara redondeada y su pelo rizado le daba un aspecto bonachón.
Vamos a una de mis zonas seguras, un hostal cerca del aeropuerto. Vamos a cederle la información a WikiLeaks, ellos tienen buena infraestructura para traer a su hombre asalvo. Luego ellos la lanzarán a todos los medios informativos de todo el mundo y si nadie se atrebe a publicarlo lo filtraran a la web bajo su nombre. La chica respiró nerviosa. Tenemos que aguantar vivas y con el pendrive en tu poder, al menos hasta que vengan ellos. Cuando cierres la puerta de este taxi, tu decisión estará tomada.

Cuando la vio con su disfraz, Christiane se sintió como si fuera una asistenta doméstica prematuramente envejecida, algo que la hizo sonreír pese a todo. Entró y se sentó en el vehículo, llevando consigo su escaso equipaje y una enormes ganas de vivir y de hacer justicia. Una demodada Robín Hood del siglo XXI muy consciente del precio que sus decisiones le reportaría. 

Un firme portazo fue su respuesta al comentario de su hija.

-Querida, creo que va siendo hora de que vuelvas a conocer a tu madre. O a Christiane. Como tú prefieras. Tal vez no sea una asesina, una espía o una Matahari -su voz tenia ese tono de madre que llama la atención a su hijo ante sus constantes tonterías adolescentes-. Solo soy una mujer, con años a su espalda, una vida relativamente feliz y quizá poco interesante para ti que, posiblemente, preferirías haber descubierto a un bloque de hielo por madre. Pero cuando tomo una decisión, la tomo. Hasta el final. Deberías saberlo. A fin de cuentas, estás aquí. ¿No, Saskia? Muy posiblemente no te sea de gran ayuda, pero no seré una carga para ti. Y si llegado el momento, ves que me concierto en una, déjame atrás. Por lo demás, tu plan se ajusta a los propósitos de la mujer que murió. 

El coche conducido por el gigante se dirige sin dilación hacia el aeropuerto, solo que tomando con aquel taxi caminos recónditos con una velocidad y violencia inusitada. O llevaba toda la vida recorriéndolos -cosa que dudas, ya que parece americano- o estaba acostumbrado a conducir en las peores situaciones.
Tu hija responde casi con monosílabos. La notas tensa a tu lado, pero por la manera de mirar hacia todos lados te hace pensar que lo que la hace estar así es precisamente la situación de vida o muerte.
Solo te había dicho escuetamente Golpearemos rápido y fuerte. pero ya no había hablado sobre las consecuencias. Ahora solo podían concentrarse en lo que llevaban en manos.
Habían atravesado barrios miserables, pequeñas carreteras que no se habían ganado ese nombre...hasta llegar a una en condiciones desde la que ya se observaba, a lo lejos, el aeropuerto del que nacía la ciudad justo en dirección contraria a la suya.
El coche se detuvo a cubierto de el porche metálico de la gasolinera. El gigantón se queda llenando el depósito, Saskia te acompaña hasta dentro del pequeño mercadillo de la gasolinera. Coge un teléfono, marca un teléfono, y te ofrece el auricular. Se llama Miguel, es el informante.
Mientras Miguel te dice las primeras palabras, Saskia se pone a dar vueltas como si mirara las revistas. No te cuesta imaginar sus fríos ojos debajo de esas enormes gafas de sol, mirando nerviosamente al dependiente, la puerta del aseo, al gigantón llenando el depósito...y a ti.
Hola, soy Miguel, los controles en el aeropuerto están siendo mucho más duros de lo que habíamos imaginado. Han detenido a mi doble y a todo el contingente oficial de "wikileaks", yo y un grupo de wikileaks menos oficial habíamos llegado en un vuelo anterior. No creo que tardemos mucho en salir de aquí, pero no os acerquéis para nada. Quisiera que mientras llegamos vayas contándome todo cuando sepas y hayas visto, te aviso que voy a ir grabándolo todo, ya que necesitamos cualquier aportación tangible. Espero que no haga falta que la utilicemos, pero por si acaso...¿te parece bien?

Christiane, sumergida de golpe en una película de espionaje de la cual era protagonista, no supo muy bien cómo asimilar aquella información. En apariencia, nada iba a ser muy fácil. Más bien al contrario, las dificultades estaban ya servidas.

-Sí, sí, claro. Verá, me llamo Christiane Volhard. Mi hija murió en el complejo de H Energía. Se llamaba Katrina. Bueno, es lo que me dijeron. Nunca los creí quizá porque nunca vi el cuerpo. Finalmente, recibí una mensaje. Una cita. Una mujer llamada Liss. Murió en el atentado de ayer en la Lützowplatz. Antes de morir, me confirmó que mi hija seguía viva y me proporcionó material para acabar con ese holding o lo que sea construido sobre mentiras. Fórmulas, nombres de personas contratadas por esa empresa y que van desde absolutos desconocidos hasta personajes de mucha relevancia en distintos cargos públicos e incluso religiosos. Detalles sobre la H-Energía... -dijo casi sin respiración Christiane-. Aquí hay todo ciuanto pueden necesitar ustedes acaben con ellos -tapó el teléfono con una mano y susurró a Saskia, mientras esperaba una respuesta del otro lado-. Dicen que no nos acerquemos al aeropuerto. Muchos de ellos han sido detenidos.

Justo después de decir estas palabras a tu hija el cristal del pequeño supermercado estalla lanzándo un millón de pequeños cristales que impactan contra el taxi mientras este vehículo y su gigantesco piloto emprenden el vuelo hasta chocar contra la marquesina metálica de la gasolinera. La manguera de gasolina se convierte en una serpiente salvaje que va lanzando gasolina en todas direcciones.
Crhistiane, absorta en aquella escena dantesca no habia asimilado su condición. Es su hija quién la coge y, ambas, hechas un obillo, caen juntas cotra el techo. Es su hija quien hace que ambas rueden sobre si mismas para esquivar una llúvia de objetos y estanterías.
Se quedan quietas para escuchar el gruñido, semejante al de un animal gingantesco apunto de morir, que hacía la estructura metálica de aquella gasolinera.

Aún no sabéis que pasa exactamente cuando la mitad de la edificación se desprende, de esta manera, solo media gasolinera esta sujeta al “techo”. Veis como la parte del pequeño supermercado delante vuestro prácticamente desaparece al precipitarse al vacío.
La edificación no era demasiado alta así que el golpe ha sido minúsculo. Lo que ambas tenéis claro es que apenas os deben quedar unos minutos para que la edificación salga desprendida. En ese breve tiempo tenéis que pasar la información de alguna manera, o la mayor parte de ella.
Y quién sabe, quizás incluso algún momento para las despedidas.

Christiane apenas fue consciente de qué estaba ocurriendo cuando sintió que su cuerpo era succionado, como si cayera de una montaña hacia el vacío. A cámara lenta, como suelen vivirse las experiencias de este tipo, la mujer vio cómo todo en derredor y fuera de aquel local era despedido hacia los cielos, como absorbidos por un gigantesco aspirador. Cuando sintió el fuerte abrazo de su hija, su mente pareció despertar y en medio del caos, se sujetó a ella y hecha un ovillo esperó a que todo acabara.

Pero lejos de acabar, metal, cables, cristal y cemento emitían un lúgubre gemido, el de un parto donde lo material se desgajaba de su madre tierra.

-¿Qué está ocurriendo? -dijo de forma estúpida. Era imposible que su hija lo supiera. Pero de algo sí estaba segura. De algún modo, de alguna forma, todo aquello estaba relacionado con aquella monstruosa maquinaria de terror que le había arrebatado a su hija-. No tenemos tiempo. Debemos darles la información -casi gritó viendo que el edificio estaba a punto de salir disparado con ellas dentro. En su mano, seguía el móvil -. Oiga, oiga. ¿Hay alguien ahí? Miguel, Miguel, MIGUEL...

Christiane escucha un respirar entrecortado desde el otro lado del auricular, El coche... dice una voz aterrada que te cuesta casi reconocer como la de Miguel salió volan..do...todos los coches...escuchas como intenta tomar aire pero solo escuchas el sonido de una garganta seca aspirando el vacío muchos fueron aplastados por otras estructuras, el mio...no... ahora... estamos flotando...hace mucho frío...y no hay aire... se pone a toser, la tos de un moribundo... ¡Lanza toda esa información a la red! ya no creo que tengamos que temer por el bloque, almenos no es el peligro que más nos tiene que preocuar, este kohj-koj cataclismo lo ha cambiado todo. Hemos pasado de la guerra fría koj fffookkj al fin del mundo. Lanza esa información a la red, como sea, y recemos para que llegue a quien sepa usarla...coj
Y luego silencio.
Tu hija te mira, como leyendo que puede haber ocurrido, luego observa hacia todos lados. Ve como afuera el conductor se levanta con la cabeza sangrando y da dos patadas al coche que ahora está boca abajo. Ambos sobre la marquesina metálica de la gasolinera. Ella te pregunta que ha pasado mientras intenta evaluar la situación.

El rostro desencajado de Christiane fue más expresivo que una retransmisión en directo de aquella conversación. Sin embargo, necesitaba hablar como una forma de conjurar a los fantasmas y sobretodo de desentumecer su cerebro embotado por aquella cascada de estímulos que era incapaz de gestionar de forma adecuada.

-Muerto. Han muerto todos -balbuceó-. Me ha dicho que volquemos los datos en la red -su voz sonaba agónica de algún modo, frustrada de otro-. Pero para eso necesitamos un ordenador. Mi portátil no tiene una conexión a internet y... No sé qué hacer, hija mía, no sé. No podemos salir de aquí y esto... va a salir volando de un momento a otro. Y tu padre... -una furtiva lágrima fruto de la tensión corrió por la mejilla de la profesora universitaria, metida a espía.

Madre, le dijo Saskia, no había afecto en las palabras, pero tampoco frivolidad ni desapego. Era más un reconocimiento, un rango, solo que familiar. Te vas a encargar de lanzar la información a la red, mientras yo voy a intentar que salgamos de esta...o mejorar nuestras espectativas.
Vuelvo en unos segundos, para entonces te quiero centrada. Le dió un beso en la frente y así lo hizo. La escuchas hablar con el piloto, este gruñe por el golpe pero parece estar vivo, lo ves entrar por la ventana y empezar a coger alimentos y trasladarlos fuera de tu vista, crees que al coche. El dependiente aparece de entre un montón de cajas, cree estar en una pesadilla. Del mostrador cuelgan lectores de tarjetas: visa, mastercard.
Al momento entra Saskiay te da una tablet, la pantalla se ha partido pero solo es una moléstia estética, funciona perfectamente. No coge ningún tipo de wifi te dice Saskia, después le da su iphone no parece coger covertura luego desaparece de tu vista y empieza a buscar frenéticamente algo. Ella tiene su misión...y tu la tuya.

Simplemente asintió. Incapaz de hablar, su mente era un torbellino y la energía de su hija, su frialdad le sirvieron para centrarse. Estúpidamente miró la tablet y el teléfono de su hija. No sabía qué pretendía que hiciera con ellos. El móvil sin duda tendría internet, pero ignoraba la contraseña del mismo para activar su wifi y que la tablet sirviera de algo. L entraron ganas de gritar por la frustración, hasta que vio al empleado.

-Usted, dígame. ¿Tienen un ordenador e internet? ¿Y un conector que enlace un pendrive a un... -durante un instante miró el móvil de su hija para saber su marca- Iphone?
 

El empleado, un hispano canoso de unos cincuenta años y tez morena, se quedó pensando. Le costó centrarse unos preciosos minutos en que el suelo bajo vuestros pies temblaba. Al final sacó un pequeño móvil negro con pequeñas teclar. Es una black...black...berry, la tengo porque no me aclaro con...con los táctiles. Tiene un modo router empezó a toquetearla. No me queda mucha batería y ira lento, pero no se me ocurre otra manera, busca en la ta...tablet la red wifi BB_garcia, pon de contraseña 261164... es la fecha de mi cumpleaños... Dijo hablando nerviosamente y se ofreció a ayudarte con la tablet No me aclaro mucho con estas cosas táctiles pero si...si puedo ayudarla luego añadió nerviosamente ¿Su hija...nos sacará de aquí? Quiere que vaya a hecharle una mano o me quedo...me quedo con usted?

Christiane no pudo evitar sonreír pese al caos y el desastre. Así era la naturaleza humana, capaz incluso en el mayor de los dramas de dar con un momento de alivio a través del humor. Aquel hispano había escuchado sus palabras, las había traducido a su propio lenguaje mental y había reproducido una respuesta que se alejaba totalmente de sus preguntas pero ofreciéndole una solución a sus problemas. Negó con la cabeza, repentinamente consciente de todo cuanto la rodeaba.

-Muchísimas gracias. Sí, mi hija nos sacará. De modo que ayúdela en cuanto pueda. Y si ella no se lo permite, regrese aquí. Y me llamo Christiane -dijo tendiendo una mano y sin poder evitar aquel momento que iba más allá de la cortesía y de la urbanidad. Quizá fuera la última vez que se presentaba a alguien-. Tenga cuidado. Una última cosa. ¿No tendrá el cargador a mano?

Con rapidez y sin esperar casi la respuesta, cogió la BlackBerry que el hombre ya había puesto en modo router y operó con ella apagando todas las aplicaciones que pudieran acelerar el consumo de la batería. Se guardó el móvil en el bolsillo de su camisa y buscó la conexión wifi de la tablet. Sin demorarse cuando la localizó, introdujo la contraseña: 261164.

Por alguna extraña razón, en medio del caos se hizo la normalidad, una normalidad consistente en tres rayitas verdes oscilantes, que decrecían y crecían a un ritmo constante en la pantalla del iPad, tan constante como la destrucción que se veía seguía en el exterior de aquel local. Christiane no se lo pensó dos veces y tan pronto como fue consciente de que existía una posibilidad de conectar con quien fuera en el virtual mundo de la red, se sacó el pendrive del cuello y lo conectó en el puerto usb correspondiente. El contenedor de la carpeta se abrió, con independencia de cualquier otra circunstancia. Copió su contenido y se apresuró a proceder al volcado de datos, una vez que la página de Wikileaks se abrió. Pero no iba a ser tan sencillo. 

No tenía tiempo, no tenía tiempo que perder. Estaba a punto de morir e intuía que el resto de la humanidad pronto correría idéntica suerte, abstracción hecha de los muchos que ya deberían estar muertos. Sus dedos se movieron ágiles sobre el teclado del iPad de pantalla rota. Sus ojos corrieron sobre líneas y datos de forma totalmente transversal. La investigadora, la estudiante, la profesora acostumbrada a buscar y hallar se concentró en su misión como si se tratar de una simple labor académica. 

De Wikileaks fue WL Central. Y allí comprobó que el último bloque de "news" correspondía precisamente a la anormalidad vigente. Avanzó hasta el final de la página. Pulsó sobre "Share" y descargó todo su contenido en las diferentes opciones que se le abrieron. Cuando concluyó, ni siquiera era consciente de si la conexión seguía funcionando o no. De si el móvil respiraba o había muerto. De si su hija estaba a su lado o flotando en el aire, fuera, en el exterior. Cerró los ojos y esperó a que llegara su hora.  

Cuando das a empezar el volcado informativo concretamente en la página de Wilileaks, una pantalla en negro se abre delante tuyo, en el Ipad.
Solo un nombre en blanco, un título, que te revela la identidad de quien pudo haber creado el programana.
Learning,Yeah!! Super Speed!!
Al momento, en verde, comienzan a aparecer nombres en verde:
diarios de todo el mundo, páginas de periodistas, miles de foros de todas partes del mundo.
Cuando se activa aquel "virus", se empiezan a abrir páginas en tu ipad, se abren durate solo segundos en que ves volcada la información en el idioma del país concreto: está traducido a cientos de idiomas. El pantallazo te muestra una parte al azar, y nunca es la misma. La velocidad de descarga es brutal, debe haber sido testeado para trabajar en condiciones de wifi realmente adversas.
Cuando dejas el ipad una mano enorme lo coge. El conductor del coche, anda algo cojo.
-Me ha dicho Saskia que quizá necesitarías esto. coge con agiliad el ipad, lo pone en suspensión y en apenas dos segundos le pone una batería completamente cargada. Luego se dirige al borde de la tienda donde ya han caído las cosas. Allí con cuidado se dirige a uno de los pilares metálicos rotos que surge del techo.
Cuando todo caiga, ete pilar seguirá aquí. Te dice el grandullon, luego con cinta adhesiva negra pega el ipad al metal, bien sujeto, y luego lo enciende. La pantalla vuelve a estar llena de cientos de páginas webs de todos los países, el título que puede verse en multitud de idiomas es: "Todo sobre L-Bloque".
Muy bien pensado,te dice el hombretón, alejándose del borde, és valiente, pero por su manera de hablar dirías que no es muy listo ya se de donde ha sacado su inteligencia Saskia.
Esto permanecerá aquí mucho más que nosotros.
Dice con seguirdad, y no dudas que será verdad.

Christiane sonrió casi tímidamente al cumplido de aquel hombre y asintió ante su última afirmación. Miró más allá, con la esperanza de ver a su hija aunque no alcanzó a verla. Suspiró quedamente. En medio de todo el horror, su mente voló para pensar en su marido. Posiblemente hubiera muerto. Algo dentro de ella parecía gritarlo  voces. Quizá él, como otros muchos inocentes, habría muerto en la asfixia de un espacio sin aire, golpeado por un fragmento o quién sabía qué. Y sin él, ya nada tenía sentido.

Había emprendido una cruzada, dejando atrás muchas cosas, desatendiendo otras y entre ella, a él. Pero siempre había ocupado su corazón y ahora que intuía su destino, comprendía que en aquel mundo sin esperanza, su vida ya no tenía sentido. Había hallado a su hija, una mujer fuerte que no la recordaba, pero tal y como Shakespeare mencionaba en Romeo Y Julieta, daba igual qué nombre se le diera. Una rosa siempre sería una rosa. Y su hija siempre sería su hija.

Y su supervivencia pasaba por su propio sacrificio. En la medida que tuviera que preocuparse por ella, sus posibilidades de continuar viva mermarían. Para que Saskia viviera, la madre debía morir. Sonrió para sí.

-Dile a mi hija que la quiero. Y que estoy orgullosa de ella. Y que su padre también lo estaría de haberla conocido. Y que debe vivir. Por todos nosotros -Christiane avanzó hacia la puerta de la tienda en aquel universo invertido. El batiente medio desencajado se abría como una invitación. Y Chrisitiane la aceptó. Dio unos pocos pasos y soltándose de toda superficie dejó que la nueva gravedad la arrastrara a su destino final.

Al principio un miedo atroz, la caída hacia la nada se hace eterna. Y al final no hay nada, solo más caída. Una sensación en el estómago y la velocidad de la caída disminuye al tiempo que aumenta el frío.
Bajo sus pies, como pequeños puntos, aparecen los primeros edificios, algunos destruídos, otros intactos. La velocidad continua disminuyendo, al igual que el aire. Pierde la consciencia varias veces, cada vez que la recupera está más cerca de aquellos edificios. Ya practicamente flota, etérea, y no sabe si eso es la vida o la muerte. Pero siente el frío, y agradece la lentitud del mundo a su alrededor.
Le parece imposible que ese mundo sea posible, con el espácio enorme abriéndose tan cerca, con la tierra, marrón y vacía, allá abajo. Es una vista tan preciosa, tan preciosa piensa, y no es la falta de aire ni el frío, ni la soledad, lo que se la lleva. Se la lleva su marido, este se refleja en sus ojos junto con las estrellas, aunque solo estas son reales. Tras un último suspiro: la paz, y su marido y las estrellas se reflejan aún en sus ojos, pero ahora lo que es real es su esposo. Y la certeza de que si hija vive, y de que ellos merecen ya un descanso, de que ese nuevo mundo es para jóvenes fuertes como su preciosa hija, niña, robada y encontrada: llora cuando el dependiente le dice que ha ocurrido, y está apunto de saltar tras ella, pero los fuertes brazos de su guardaespaldas lo impiden. Y este se asombra al ver como aquella fría mujer grita por haber perdido aquellas raices acabadas de encontrar. Y grita al viento, y jura, que lo pagarán.
Christiane se va con su marido, sin saber que ella será de los últimos que aún puedan cruzar el umbral. Ellos se van y aunque tapoco llegarán a saberlo lo intuyen: han legado al mundo aquella que traerá la paz.