Partida Rol por web

Rebusco en busca de mi bolsa de tabaco abierta,y me la meto en un bolsillo con papel de liar.

-Te acompaño, voy a buscar la sala de fumar- abro el dossier por si sale un mapa del lugar o algo- a ver si aquí pone algo...

Zackarias entra atropelladamente a aquel dormitorio. Apenas puede respirar, el ritmo de su corazón le hace temblar incluso el dichoso mono que llevaba puesto. Se detuvo a la puerta enfrente de los presentes, tomando aire...
Ufh...ufh...ufh...hola me llamo Zackarias, encantado...encantado de conoceros.
Realmente se alegraba de encontrarse rodeado de luz y gente, la tal Anette le había dado las últimas indicaciones para llegar hasta allí, pero incluso a un siervo de Dios como él, tanta oscuridad le ponía nervioso.

Justo en el momento que alguno de vosotros iba a salir, aparece un nuevo mono azul. Puede que el mono gris por el tabaco os llame más, o que prefiráis hablar con él, o saludar y desaparecer...

Pedro se concentró en el dossier. En su mirada se veía que la lectura en un idioma que no era el suyo, breve y escasa, le costaba un esfuerzo. No alzó la mirada ante el sonido que señalaba la llegada de alguien. Suponía que el simio regresaba con nuevas instrucciones. Sin embargo, parecía tratarse de un nuevo inquilino.

Alzó la mirada para mirarlo. Su presencia había sido lo suficientemente inesperada como para que nadie del grupo hubiera reaccionado. Aún.

-¿Y quién eres tú, pelado?

Zackarias dejó caer su mochila cansadamente en el suelo. No hizo ningún sonido al impactar en el suelo, la ropa suele ser muy silenciosa.
Tras el silencio producido por su inesperada llegada, ¿No les habrá dicho nada es tal Anette?, llegaron las pertinentes preguntas. El viejo cogió un poco más de aire.
-Soy el reverendo... Zackarias... de una modesta parroquia en... Hackney... Quiero hacer unas reformas en la iglesia ya... ya que se cae a trozos y conseguir algunas mejoras para mi comunidad. En estos tiempos pedirles nada a gente que apenas tiene para comer...sería un crimen-
Ante las miradas de algunos de ellos el reverendo cree entender que la pregunta es otra.
¿Ah mi llegada? uf... no se como no me ha dado un ataque. Me detuvieron en el mismo aeropuerto de Londres, porque iba vestido como un siervo de Dios. Perdí el vuelo aunque tras algunas llamadas, y si me ponía este mono azul, me cambiaron todo el itinerario, me quitaron la noche de descanso y me embarcaron en un sinfín de transbordos. Estoy molido...Este lugar...¿es muy tétrico no? Y bajar por aquellas escalerillas mientras aquella compuerta se cerraba sobre nuestras cabezas. Pero bueno, me alegro de ver gente, y estos dormitorios al menos están bien iluminados, oh...¿hablo demasiado, verdad?
Era su principal defecto y lo sabía, demasiados años lanzando sermones desde el púlpito, al menos había aprendido a que no tenía que intentar, como decían los jóvenes, "venderle la moto" a nadie. Cada cual que creyera en aquello que quisiera, si eran buena gente intentaría ayudarles en todo lo posible, intentando no matarlos de aburrimiento en el proceso.

-Bien reverendo, le damos la bienvenida a nuestra mansión... Esta, definitivamente, es una llegada inesperada para ambos. Cuénteme algo ¿Sabe por qué está aquí?-

El chico se detuvo justo en la puerta, dejando que el reverendo pasara y recostado contra la pared cerca de la puerta, mirando al recién llegado con bastante curiosidad. ¿Cómo podía ser que un hombre de Dios estuviera acá? Defintivamente, este lugar se ponía más y más raro cada minuto que pasaba. El puño, el Dossier, el nivel de misterio, la seguridad... Ni siquiera sabía, a estas alturas, cual sería su función dentro de la fábrica.

Mientras habláis veis como una placa corrediza de material idéntico al pasillo cierra la entrada a la habitación desde el mismo. La placa es curva así que desde el otro lado debe ser prácticamente imposible de ver.
Escucháis una voz femenina pre-grabada que resuena desde el pasillo: “Fuga de Hache-Energía detectada. Fuga de Hache-Energía detectada. Protocolo de seguridad iniciándose. Protocolo de seguridad iniciándose. Menos cincominutos, cuatrominutoscincuentaynueve, cuatrominutoscincuentayocho, cuatrominutoscincuentaysiete, cuatrominutoscin...

-¿Qué? Están de broma ¿Cierto? Primera noche y ya hay fuga-

Pilni niega con la cabeza, suspirando pesadamente y devolviéndose a su "habitación". Toma las cartas con calma y empieza a mezclarlas y jugar con ellas mientras mira alrededor 

-¿Les apetece un juego? Dudo que vaya a poder conseguir comida o bebida a puertas cerradas...-

Su absoluta calma definitivamente era inquietante, pero él sabía cómo eran estas cosas. La H-energía era un absoluto misterio y, si estaba en lo correcto, viendo la cantidad de energía que producía debía ser algún tipo de energía producida con radiación excesivamente alta o algo así. Una fuga en la planta sin protocolos de seguridad los freiría a todos... No tenía sentido querer salir si apreciaban sus vidas.

El reverendo agradeció el gesto de aquel joven al granjearle el paso en aquel pasillo tan estrecho. ¿Que taquillas y camas quedarán libres? Se preguntó, la pregunta del joven le sacó de sus cavilaciones.
-¿Que sí lo se?. Claro, estaba en el contrato. Vengo a trabajar en la extracción de esa H.Energía. Necesito dinero para mi comunidad y, bueno, no hay muchos trabajos en que acepten a viejos como yo. Y aunque quizás suene mal que un hombre de Dios diga esto; la paga es buena. "Poderoso caballero Don Dinero", dijo suspirando. Todo se movía por él, y lo necesitaba para su gente. La escuela se caía a trozos así como el techo de la iglesia, y necesitaba contratar un abogado para intentar conseguir las subvenciones suficientes para abrir el comedor y... El viejo negó con la cabeza, abatido. El camino era demasiado largo, demasiado escarpado y, sobretodo, demasiado solitario.
La cuenta atrás le hizo sobresaltarse, pero...pero... inconscientemente había llevado la mano sobre su pecho, bajo el tejido notaba la vieja cruz que le regaló su padre. Un viejo legado de familia.

Pedro enarcó una ceja. ¿Sacerdote? Bien poco se parecía en porte al padre José Antonio, el cura de la ya casi olvidada parroquia de San Miguel, allá en México capital. Poco en Zackarias revelaba su carácter sacerdotal, pues con aquellas barbas blancas y las gafas, más parecía un estudioso o un Santa Claus yanqui. Pero cuando Pilni preguntó por lo que acababan de explicar, bufó por lo bajo, y se preguntó dónde habían vivido aquellos señoritingos.

-Así que dejó a su comunidad para conseguir lana. Abandona sus almas por unas reformas. Ya, ya. ¿No será que es un cusco?

Duarte sonrió, justo en el momento en que la voz pregrabada alertaba de una fuga. Su rostro se endureció al ver que la puerta de su jaula los encerraba a todos.

-Ya lo dije -afirmó con su deje mexicano-. Ratas en una ratonera. ¿Y a qué quieres jugar, wey?

El viejo escuchó las palabras de aquel hispano.
He dejado mi iglesia en buenas manos, en estos tiempos de miseria pocos acuden en busca de Dios, pero ninguno de ellos será desatendido. Pensó en la vieja hermana Clara y en el par de voluntarios que de vez en cuando les ayudaban...deberían bastar...
Por unas reformas sí, para que al menos puedan dormir dentro de la iglesia quienes no tienen nada. Y montar un comedor social también para... Se calló, ¿para que le daba explicaciones? Por su mirada severa ya lo había juzgado, no sin parte de razón, pensó amargamente para sí Zackarias. Lo último que quiere un pastor es alejarse de su rebaño...incluso aunque fuera por el propio bien del mismo.
Si no vais a jugar con dinero, ¿me podría unir? Les preguntó a ambos, no conocía demasiados juegos pero prefería concentrar su mente en las cartas que en la placa que les acababa de encerrar allí dentro.

Miro la puerta y toco la puerta con los nudillos, para oír la densidad de la puerta. Parece bastante gruesa. Busco también si hay un interfono o algo para comunicarte. Frustrado por no ver nada interesante y con la grabación de fondo, saludo al nuevo miembro. A los sacerdotes en oriente se les tiene mucho respeto por su sabiduría y su visión de la vida. Como no, el procedente del continente americano del sur no hace sino decir boberías.

-Nao Shen, sacerdote- gran inclinación- es un honor.

Zackarias se quedó asombrado ante la inclinación del tal Nao Shen. Movió las manos en señal de que no hacía falta -El honor es mío muchacho, pero no hace falta nada de reverencias, aquí soy uno más- Ni tan solo eso, pensó observando sus manos aún levantadas: eran las de un viejo.

Casi sonrío ante las palabras del sacerdote, es justo lo que esperaba oír.

Me doy la vuelta para ponerme con la puerta. Me miro primero el pelo del brazo y observo sin en mi lista tengo algún número que me identifique, o alguna tarjeta que insertar al lector que hay junto a la puerta.

A ojos de Pedro eran demasadas excusas para justificar algo tan magro como un abandono. Reformas, refugio, comedores... Sueños que no eran sino eso, sueños. Quien fuera que hubiera quedado atrás, no hallaría el refugio necesario por más que tuviera un techo sobre su cabeza. Un hombre no solo era cuerpo. Su espíritu también necesitaba de alimento, de refugio, de puntales y quien debía ofrecérselos, ya no estaría.

-Yo no tengo lana para jugar -dijo justo antes de ver al amarillo ir hacia la puerta. No sabía qué pretendía pero de seguro no sería nada bueno. Se encogió de hombros-. Pero parece que el juego se fue al carajo. El cara bonita se quedó mudito.

Pilni se había quedado distraído, mirando las cartas en silencio mientras intentaba adivinar qué pasaba. La última frase de Duarte lo sacó de su mente, devolviéndolo a lo que iban a hacer

-Oh, no... Sin dinero, usaremos fichas- El chico tranquilamente saca una hoja de papel y con cuidado empieza a rasgarla. Escribiendo distintos valores en cada trozo y luego repartiéndolas entre 5 grupos -Cada uno tiene 1500 puntos. 5 "fichas" de 100, 10 de 50, 10 de 25, 15 de 10 y 20 de 5.- El chico dice esto mientras separa los pedazos de papel y asiente tranquilamente, había ignorado por completo a Duarte, lo que definitivamente iba a ser una parte importante de su estadía... 

Zackarias observó los movimientos de Nao Shen con curiosidad. Solo veía su espalda pero estaba claro que se acercaba demasiado a aquella puerta panel que sonaba como si llevara algún tipo de corriente.
Ten cuidado con esa pared, no parece demasiado seguro... aunque realmente nada en este lugar lo parece. Dijo recordando los pasillos malsanos, tortuosos y oscuros por los que había llegado a quel dormitorio.
Se concentró en lo que decía el hombre de las cartas. Jugar con fichas no le parecía mal, y a todos les encantaba jugar con Zackarias porque siempre perdía, lo cual nunca llegaba a importarle.