Partida Rol por web

Tras el "intercambio" de opiniones con el tocón andante que es el cerebro de Rodrigo, me decido a subir de nuevo las escaleras hacia la planta superior. La atmósfera del Palacio parece hacerse más densa en dicha planta como si ondas de psique emanaran de la habitación del Principe. No puedo no obstante evitar apreciar el detalle y buen gusto que imperan en el lugar, el cual proyecta en si mismo una solidez que sin duda usa como pilar el dueño del lugar. Me dirijo a la puerta donde se encuentra el Principe, no pudiendo evitar mordisquar un mechón de cabello. - Tranquila Sofía, tienes que descubrir que fue de aquel fuego... -.

Llamo a la puera con apenas un ligero roce de mis dedos mientras hablo con una voz sumisa pero seductora,

- Mi Príncipe, ¿ofrecería una audiencia, a ésta vuestra servidora? -

Para cuando te acercaste todavía se podía escuchar como caminaba de lado a lado de la habitación cual animal enjaulado, casi se podía notar su angustia y su desasosiego desde el exterior.

- Adelante - alzó al voz tras tu petición

Todavía seguía utilizando aquellos zapatos italianos, cuya suela de madera hacía de sus pasos algo tan reconocible. Se acercaba a la puerta para recibirte.

Abro la puerta suavemente, y dejo la maleta a un lado con un gesto lánguido antes de atravesar el umbral. Una vez dentro cierro la puerta significativamente, doy un par de pasos y adopto una actitud recatada, mirando al suelo.

- Gracias por recibirme mi Señor. Me atrevo a comparecer ante mi Principe ya que anteriormente me concediste la gracia de poder hablar en privado - hago una adecuada señal de deferencia ante el poder superior. - Primero para agradecer mi liberación. Y entre otras cosas hacerte conocedor de la alegría que me invade al pensar que puedo volver a ser útil para mi Príncipe -.

Hago una pausa en mi discurso, esperando entreveer la actitud que puedo esperar del Príncipe Juan.

Se hizo a un lado ofreciendote paso a los sofás al fondo de su despacho

- No es necesario Sofía... - refiriéndose, más que posiblemente, a tus formas

Empezó un ademán para llevar la mano a tu espalda y "acompañarte" así hacia los sofás, pero se contuvo. Se limitó a caminar hacia allí esperando que le siguieras. Nunca había ocurrido "nada" entre vosotros, pero siempre había tenido cierta debilidad por ti que le hacía perder autoridad cuando estabais a solas, siendo él mucho más permisivo con tus errores.

Casi coordinado con su gesto de acercamiento, mi brazo se adelantó levemente, descubriendo mi costado, en muda invitación a su finalmente no realizado gesto, sirviendo finalmente para iniciar el moviento de andadura tras los pasos del Príncipe en dirección hacia los sofás.

- Si alguna vez quiero volver a tener tu beneplácito mi Príncipe, es el principio de mi penitencia... -.

Espero su invitación a tomar asiento, tras lo cual miro expectante en su dirección con una muda pregunta en mis ojos que cualquier avezado estadista podría adivinar, - ¿Por qué? -.

No levantó la mirada para hablarte, la mantenía fija en uno de los tallados que adornaban sus estantes a tu espalda. 

- No debiste interponerte*, no llegué a dudar de ti hasta ese momento... - sonaba a disculpa, en cierto modo y desde luego no era algo que hubiera dicho en público

Había evitado tocarte, mantenerte la mirada... aunque había recibido tu visita con agrado. 

Exhalo aire levemente en un gesto contenido, el único movimiento que se aprecia en mi es el de mis pupilas, las cuales buscan por un momento el contacto visual, sin conseguirlo. - Me interpuse, estás en lo cierto. Pero no por las razones que supones... - mi tono disminuye hasta llegar a un quedo silencio.

- Eres de un linaje que no se mezcla en el día a día con aquellos que están bajo tu Dominio, como debe ser. Por ello te vales de personas de confianza para que traten con aquellos que son demasiado toscos para ti, para informarte, comunicar tus deseos y hacer valer tu autoridad - mi tono se quiebra en mitad de mi siguiente afirmación. - Me equivoqué en pensar que ostentaba esa confianza... Y me interpuse antre ti y la jauría aullante en la que se convirtió tu Primogenitura en unos instantes, en parte porque creí que tenía tu confianza para hacerlo, para ponerles en su lugar... y en parte porque temía por ti - otro silencio. - No fue algo premeditado, mi instinto fue proteger a mi Príncipe, la cual ha sido y es mi labor -.

Inhalo profundamente un par de veces, y descubro mi mano apenas separada de mi regazo en dirección al Príncipe Ramírez, la cual domino finalmente y vuelve a su lugar.

Fue en ese preciso instante, cuando la puerta se abrió de par en par, como si quien lo hubiera hecho tuviera prisa... miedo por lo que pudiera ocurrir allí dentro en ese mismo instante. Elena os examinó a ambos con detenimiento antes de acceder al despacho.

- Vaya, no esperaba que tuvieras compañía - ¡mentira! ¡vil mentira! - ¿interrumpo algo? - dando un paso al frente y cerrando a su espalda, una pregunta de falsa cortesía, nada más.

Había interrumpido, cuanto menos, la respuesta del príncipe. 

- Tenemos que hablar, a solas... - ¿realmente tendría algo que decir? ¿o solo quería deshacerse de ti?

Mientras nos examina a ambos con detenimiento, agudizo mi visión para intentar percibir los colores de su Aura; ya es hora de empezar a ver con que cartas juega la señorita Gallego.

Con un gesto vacilante, susceptible de ser corregido, me pongo en pie. - No quisiera ser la causante de perturbar a mi Príncipe en importantes asuntos de Estado, pero si sentís que tras atender el pulso de la ciudad hay algo que deseeis decirme, tan solo hacedme llamar mi Señor. Aún os puedo ser útil mi Príncipe, como antes... -.

Espero en silencio y actitud sumisa la despedida, o cualquier otra resolución por parte del Príncipe Ramírez.

El verde en todos sus matices define el aura de Elena Gallego ahora mismo, algunas pinceladas de azul oscuro se dejan notar también. 

A punto estás de retirarte, ya en pie, cuando el príncipe te imita para sostener tu muñeca con firmeza (aunque sin violencia o fuerza desmesurada) deteniéndote. 

- Elena, podemos dejarlo para mañana - en ese momento parece que la Malkavian va a replicar - Gracias, puedes retirarte - añade al final, lo suficientemente autoritario como para que no haya nada que añadir

Solo cuando Elena abandona la sala y las puertas se cierran, Juan Miguel suelta tu muñeca, aunque no vuelve a tomar asiento todavía. 

Mientras la puerta se cierra, aumento la agudeza de mi oido para saber si los pasos de la malkavian la llevan lejos de la puerta, si yo no puedo oirla, ella no debería ser capaz de captar nuestras palabras, así mismo.

Ladeo a cabeza, mirando al Príncipe Ramírez, con una tímida sonrisa que expresa mi agradecimiento por su actitud. No obstante guardo silencio, a los hombres poderosos les gusta tomar la iniciativa a la hora de justificar o no sus acciones y de determinar los términos en los que va a seguir una conversación y creo que el Príncipe no será una excepción.

Le miraste, en esta ocasión si te mantuvo la mirada

- ¿Os habéis acomodado ya a los nuevos tiempos? ¿Iniciado... algo? - queriendo que le pusieras al día sobre los avances de la antigua primogenitura.

Pierdo lentamente contacto visual con él mientras arrastro mi mirada por la sala, buscando algún medio de producir un sonido ambiente, como una gramola o magnetófono. - ¿Iniciado?, esa palabra es correcta. Es el comienzo de recuperar lo que te pertenece, lo que espero se llegue a fraguar pronto -. Inhalo y dejo escapar el aire lentamente - Pero, ¿acomodado?... sin duda percibir tu hermoso hogar ha sido música para mis sentidos, sin embargo sería un bálsamo poder escuchar algo de verdadera música para así poder concentrarme más en mi exposición. Sería como aplicar un bálsamo a una herida abierta, el disfrutar de ese placer despues de el eterno silenco que he pasado, concededme esa gracia mientras me explico más a fondo si fuera posible, Príncipe Juan Miguel -.

Le dedico una breve pero cálida sonrisa, mientras apoyo el peso de mi cuerpo de un pie a otro, como el que espera un trago de agua fresca en un día de intenso calor.
 

Un gesto de mano del príncipe te autoriza a ello. Puedes encontrar un tocadiscos, bajas la aguja... Moonlight Serenade de Glenn Miller.

- Cuéntame entonces - volviendo a tomar asiento y siguiéndote con la mirada

Mientras los acordes de la música empapan el ambiente, dedíco un fugaz pensamiento a Elena Gallego - Disfruta de la música, seguro que algo hermoso le vendrá bien a tu mente retorcida -. Me dirijo con paso lento hacia la zona de los sofas, apreciando la belleza de los diversos ornamentos que el Príncipe tiene en su despacho, embebiendome de la recién adquirida sensación de libertad, tras tantas décadas de encierro.

- Acomodarse me temo no sea una empresa de pocas noches. Sin identidad ni recursos, lejanos ya todos los contactos y círculos que una vez puse a tu disposición, sospecho será tarea constante y ardua el volver a "pesar" dentro de la sociedad mortal. No así a la de los Vástagos, los cuales siendo tu Progenie, te serán fieles aunque, limitados en sus funciones aventuro - suspiro quedamente. - En cuanto a los inicios del cumplimiento de tus deseos... bien estoy algo confundida, ¿cómo puedo confiar en una Primogenitura que te dio la espalda en el pasado? Como bien dices me interpuse, pero por los motivos que ya expliqué. Me encuentro algo perdida, sin saber cómo debo tratar a Vástagos que cometieron faltas en contra de mi Príncipe, por eso pido, ¿podría saber cuales fueron los motivos de su castigo? Ahora que se cual fue el motivo del mío... así podría saber en quien confiar al menos en la empresa que ya se ha dicutido, el movimiento de poderes políticos mortales Valladolid - mi voz cae, apenas audible entre los sones de la música, sólo la proximidad y sus sentidos de depredador podrían oir esta última frase.