Partida Rol por web

Sí, esto que les cuento es una historia cierta,
ustedes si quieren me creen o no,
pero no le cierre la puerta al diablo
si llama una noche a su habitación.

J. Sabina - Mi amigo Satán

En plena noche, llamando casi a la madrugada, todos se reúnen en la Torre de Babel para intercambiar la información descubierta...

Eran casi las dos de la madrugada pero la Torre de Babel seguía tan llena de gente como si se tratase de un mercado el sábado al mediodía. La movida supuraba por la piel de asfalto de Madrid y todos querían encontrar su lugar, fuera como fuera. Muchos, aunque no lo sabían, quedarían por el camino, vendiendo su alma a cambio de unos picos. Estrellas fugaces que desaparecerían antes de poder saborear la gloria de la nostalgia en la que otros, con mejor cabeza o quizás más fortuna, se asentarían en un futuro.

En la zona de arriba del pub, sin embargo, todavía se estaba tranquilo. Sobre todo porque el aspecto de Domingo hacía que algunos chavales se apartasen de la mesa del fondo. Un tipo tan mayor en la Babel sólo podía oler a policía. Ni siquiera la extraña y variopinta comitiva que lo acompañaba disipaba los temores de quienes llevaban en el bolsillo algo más que tabaco y chicles.

Elías y Agustín se habían sentado frente a frente, en una clara ironía de su situación personal. Intentaban ignorarse mutuamente mientras los otros se removían incómodos ante la tensión reinante. Sobre la mesita negra de cristal que se encontraba entre los dos sillones de cuero - Agustín, la Maca y Ricardo en uno, Domingo y Elías en el otro - reposaba un par de bobinas de cine super 8. Unos cubatas adornaban el espacio alrededor de las cintas de cine.

Agustín y el Chapas llevaban un buen rato esperando, tiempo que sobrepasaron sin complicaciones gracias a los cubatas que la Neus, colega de Ricardo, les había fiado.

Se dejó caer sobre el sofá apoyando las manos sobre las rodillas. La edad no pasaba en balde y Domingo ya estaba empezando a notar sus efectos. Notaba como la gente le miraba; era normal y no por gusto estaba en tal lugar a tales horas de la noche.

- Bien, ¿qué tal Ricardo? - dijo saludando al chapas - ... Agustín... - añadió con desgana.

Paso unos instantes observando el entorno. Aquí arriba estaban más tranquilos pero la paranoia de viejo sabueso le incomodaba. Las paredes pueden oírte... todavía creía oír las palabras de su instructor en la academia de policía.

- ¿Y bien, sacasteis algo en claro? - acabó preguntando.

Las copas habían terminado de subírsele a la cabeza durante el trayecto en coche. Hacía tiempo que no bebía, y a la falta de costumbre se le unía el entusiasmo por el espectáculo. Achispado, había ido canturreando desde el asiento del conductor con trinos y ademanes definitivamente afeminados que o bien avergonzaban a sus acompañantes o les hacía deslizar una sonrisa en los labios, o ambas cosas a la vez.

“Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin comprender...
Me ve perdiendo el cartel
de guapo que ayer
brillaba en la acción...
¿No ves que estoy embretao,
vencido y maniao
en tu corazón? “

Ahora en aquel local, persiguiendo su mejor cara de póquer y retocándose las vendas a cada poco, se regañaba por haber accedido a empantanarse en aquella situación que tanto se parecía a la mala vida (“Qué va a pensar de mí Adelita... Toda la culpa es de ese puto gallego”) y de memoria echaba las cuentas de cuánto le quedaba en la cartera.

La lúbrica ensoñación y su modulación escalofriante acontecieron sin previo aviso, aprovechando que su conciencia tenía la guardia baja: yacía debajo de Agustín, en la habitación de un hostal de mala muerte. Aquel gamberro bello y agresivo retozaba entre sus piernas, acomodándosele en las tripas, y Elías se venía de placer como una duquesa. Cerraba los ojos, y cuando los volvía a abrir Agustín había sido sustituido por Héctor, y éste a su vez por El gato, cuyo rostro comenzaba a deshilacharse, a ser un rastro en el aire de pulgares ensangrentados, hasta descubir por fin que quien lo estaba montando no era sino el hombre del traje gris.

La impresión le hizo parpadear cómicamente y buscar su gin tonic, el cual casi liquidó de un solo trago. Algo más sereno y pensando ya en pedirse el próximo, evalúo de soslayo a Macarena: “Podría pedirle unos manguitos a esta piba, por los servicios prestados”. Para colmo de males, estaba experimentando una erección inexorable, de modo que cruzó las piernas con recato, se alisó la tela del pantalón (“Sólo faltaría que Domingo creyese que es por él, já, este viejo no me calienta ni en pedo”) y procuró concentrarse en las explicaciones que Ricardo y Agustín (“Qué bueno que están estos flacos, lo que daría por libarlos”) fuesen a dar.

- Bueno... No estoy muy seguro de que lo que hemos encontrado... Agustín fue el que se metió en la casa...

Decía esto mirando de reojo a Elías, que no a su vez no le sacaba ojo a ellos. Enarcó una ceja y devolvió su atención a Agustín, cediéndole la palabra.

Tomó de su vaso tranquilamente y con la mirada perdida, cuando aparecen los otros 3 agitó un poco la cabeza para perder esa mirada, y los miró a todos medio de reojo mientras se van sentando, volvió a tomar un trago y se quedó con el vaso en los labios cuando notó que todos lo miraban a él, bajó el vaso y se recuestó en el sillón.

-Solo vimos a un extraño tipo con túnica negra y que se metió por una puerta secreta detrás de un desván, y ahí parecía a ver mas gente, parecían estar cantando algo o una especie de mantra y eso es lo único que pude ver y oír, la película

Dijo señalando con los ojos

-Estaban viendo eso, esta cortada porque tuvimos un pequeño problema, pero pegamos el pedasito y vuelve a funcionar como nueva

Se volvió a arrimar a la mesa y le pegó otro trago al vaso

-A ver, a ver. Entonces está claro que son una puta secta ¿no?- la brasa del cigarro dibujaba figuras en la penumbra del local mientras la chica gesticulaba.- ¿Y que dices de esta película?- cogió la lata en la mano, buscando una etiqueta o algo similar.

-¿La estaban viendo? ¿Se la mangasteis después?- esto último lo dijo mirando a su primo.- No se si es muy buena idea robar a esa gente Richi...

- Yo hice lo que él me mandó.- contestó a la defensiva el Chapas - Era una movie rara... Había una iglesia vieja, medio derruída... Pero no había actores, ni nada... Es como si estuvieran preparando la cámara para filmar algo... Luego subió el tipo raro y Agustín cortó la cinta para que no se diese cuenta de que la habíamos vuelto a poner, así que no sabemos como acaba la mierda esa...

Después mira a Agustín algo confundido:

- Pero no era un desván... era una puerta debajo de unas escaleras...

Miró a la Maca con la misma mirada que la miró desde la primera vez que quería tabaco, sin mirar a Richi

-Desván, puerta debajo de la escalera, la misma mierda... ahora solo necesitamos a alguien que tenga un proyector

Pegó un recorrido con los ojos en la mesa circular buscando alguna expresión de evidencia ante el pedido

Domingo recordaba que en la comisaría, en el almacén, había visto un par de proyectores viejos que se utilizaban antiguamente en la academia. Ya nadie los quería para nada y estaban relegados al polvo y al olvido. No habría problema en hacerse con uno de ellos rellenando un simple formulario de préstamo.

Elías posaba con la copa a medio camino de los labios. Pestañeó para salir de su estupor. “¿Los habrán visto? Pero claro, Soares empezará a atar cabos enseguida. Estamos muertos”, dedujo.

Domingo se rascaba el mentón.

La expresión de la cara hablaba por él. El cariz que estaban tomando las cosas no le estaba gustando nada pero la cosa estaba como estaba y no había forma de volverla atrás.

Miró a Agustín y meneó la cabeza disconforme.

—Bien, ¡a lo hecho, pecho!, decía mi padre— acabó sentenciando.

—Creo recordar que en el almacén de la comisaría hay algún proyector de este tipo de cinta— acabó diciendo tras unos momentos de reflexión.

- ¿Y que créeis que vamos a encontrar en esta peli?- preguntó el Chapas - Yo no sé vosotros pero lo que tengo jodidamente claro es que el cabrón del Portugués se cargó a mi abuelo... o eso o sabe algo... No sé en que mierdas estaba metido el yayo, pero todo acaba apuntando a ese cabrón portugués...

Ricardo estaba en lo cierto, al menos Domingo así lo pensaba.

—Yo también lo creo, Ricardo— dijo en un apagado tono de voz.

Seguía rascándose el mentón en busca de otra respuesta al enigma pero no logró encontrarla.

—No se que narices estaban haciendo en ese cuarto del que habláis y no creo que esta película nos de alguna pista pero, ¿tenemos algo que perder?— dijo encogiéndose de hombros.

- Por cierto... ¿qué tal los trucos de magia?- dijo el Chapas recordando lo que el otro grupo fue a hacer.

El gesto era claro, el policía quitaba importancia a los trucos de magia que de los que hablaba el Chapas.

—Pues eso, Ricardo, trucos, nada más —acabó concluyendo—, pero sacamos algo importante detrás del escenario. Mañana hemos quedado con el mago para charla con él. Parece que conoce a tu abuelo y quizá conozca cosas que vosotros desconocéis hasta ahora. Confío en que pueda sernos de ayuda.

La Maca lanzó la cajetilla de tabaco a manos del Argentino y después miró a su primo con aquella mirada demasiado maquillada que la caracterizaba.

-El mago también conocía a Tolito y es el hijo del otro tipo de la foto que encontramos, del Jan Reve ese.- buscó a la Neus con la mirada, tenía la garganta seca del tabaco, y sin mirar a los chicos siguió.- El tío da un mal rollo que no veas... a ver si le podemos sacar algo más mañana...

-Mal rollo... -repuso Elías ahuecando la voz. – ¡Pero si es un pibe encantador en todos los sentidos de la palabra! Una joyita, una luminaria para la profesión. En fin, no se hizo la miel para la boca del asno… -Pestañeó desdeñoso y dejó con un golpe seco el paquete de tabaco que la chica le había arrojado sin venir a cuento encima de la mesa. Estiró el cuello y a continuación se encaró a Domingo: -¿Cabría la posibilidad de ver esa película ahora? Si bien tengo algunas sospechas de lo que hay registrado en ella –mintió-, no me imagino nada mejor que una sesión cinematográfica como colofón de esta noche. –Y añadió con amaneramiento: -Por cierto, Macarena, tengo que devolverte el libro que sacamos de la biblioteca.

Domingo meditó la pregunta de Elías: aunque el almacén permanecía cerrado por la noche no habría ningún problema en pedirle a Santos, el guardia de seguridad, que los dejase pasar. Después de todo la zona en la que estaban los proyectores era el trastero, donde estaban las cosas inútiles o de escaso valor.