Partida Rol por web

Tras la escaramuza y el improvisado funeral del elfo, la comitiva se vuelve a poner en camino con el ánimo destrozado, cabizbajos, caminan junto a los carromatos deseando llegar al Tirthon cuanto antes, pero aún les quedan varios días de travesía. Esa misma tarde, la de la muerte de Lolyan, todos se conjuran para darse algo de prisa, y avanzar unos kilometros con el fin de despistar a posibles perseguidores que bien podrían salir de los restos del grupo que les atacó en la vaguada.

Al caer la tarde, Amlaith, Harandir y Baga, los que más experiencia tienen en sobrevivir al aire libre, se percatan de un pequeño detalle, el cielo se está tornando negro como un pozo, con las nubes describiendo extrañas formas debido al fuerte viento que debe haber en las alturas, se está preparando una gran tormenta, sentencian. Finalmente, deciden pasar la noche al abrigo de unas grandes rocas que no quedan muy alejadas del camino, con la esperanza de que el vendaval no se desate antes de que ellos lleguen a su destino.

Pero es el mismo destino, quizas y eso nadie lo sabe, ayudado por fuerzas de otra indole por la ferocidad de la tormenta, el que da paso al vendaval. Solo un par de horas antes del alba, el viento se acelera y aulla igual que las manadas de lobos que dejasteís en el camino, llevandose consigo el escaso sueño de los viajeros, que tienen que adelantar su despertar para ponerse todas sus ropas de abrigo y asegurar los pocos enseres de los que son dueños. La caravana se vuelve a poner en marcha con las peores previsiones y al fin, la nieve hace su aparición, azotandolo absolutamente todo con inusual fuerza. La ventisca golpea a los viajeros ralentizando su paso y helandoles hasta los huesos, pronto, la capa de nieve cuenta con varios centimetros y se arremolina algunos metros por encima del suelo, reduciendo al minimo la visibilidad ...

La tormenta avanza demasiado rápido, no es normal. Husmeo el aire, y encuentro algo desconcertante...no huele igual que las tormentas de nieve que asolan mi pueblo en invierno. Noto algo extraño en el aire, no puedo describirlo pero me queda claro que esta tormenta no es natural. 

La tormenta empieza a aumentar su intensidad. En breve tendremos que ponernos a cubierto para comer algo y descansar si es posible. Me acerco al resto y con gritos les digo lo que opino de la tormenta:

- ¡ESTA TORMENTA NO ES NATURAL! ¡EL STRIGOI LA MANEJA! 

Mis gritos se ahogan debido a la ventisca, será muy difícil comunicarme con ellos. Así que decido acercarme a ellos y hablarles al oído y que luego lo comenten. Tengo más cerca a Amlaith así que se lo digo a él:

- La tormenta no es natural...no se forman tan rápido...el strigoi la maneja...

Escucho el aullar del viento, parece que esté llamando a sus hijos los lobos del Norte. Los huargos harán su aparición tarde o temprano y entonces la blanca nieve se teñirá de rojo. Tendremos que estar preparados.

En vanguardia, inclinado hacia delante y envuelto en la capa, avanzo contra el viento soltando de vez en cuando, un reniego a la salud del clima. De pronto, Baga parece gritar algo. Pero en medio del aullido del viento, no es que logre enterarme gran cosa yo.

Por tanto, cuando veo que se me aproxima para decirme algo, acorto distancias con el y presto atención. Y una vez que le he escuchado. Sonrío enseñando los dientes. Al menos ahora, mis maldiciones tienen un destinatario mas preciso.

En ese caso...

Respondo yo en medio del ulular del viento.

Sera conveniente buscar un refugio lo antes posible. Pues no se si os bueyes podrán continuar en medio de este caos desatado.

Dicho esto, echo un vistazo hacia atrás y contemplo, como puedo, los rostros de mis compañeros. Por tanto, añado.

Los bueyes y nosotros, ya que estamos.

Oteo entonces los alrededores con la esperanza de encontrar algún lugar que sirva de refugio. Alzando la voz, añado.

¡¡Eh!!. ¡Echadme una mano!. ¡Toca tratar de encontrar algun refugio o algo que se le parezca!. ¡Y no olvideis que los bueyes han de caber!.

Camino como siempre abriendo el paso en la vanguardia del grupo, aunque el temporal hacía que se pudiera ver más bien poco y el avance por la nieve fuera más a tientas que otra cosa. En realidad no es del todo como siempre, pues ahora hay una diferencia evidente respecto al resto de las ocasiones: camino al frente completamente en solitario. Días atrás no hubiera pensado de ninguna manera que pudiera ocurrir pero, desde que volvimos a retomar el camino, estaba echando en falta la cháchara del elfo y sus habituales canturreos. Sea como fuere, el vendaval que se había levantado hacía del todo imposible a ninguno de nosotros hablar con normalidad, la trémula ventisca ensordecía cualquier otro sonido y solo el ulular del viento alcanza a llegar a mis oidos, cortándome la cara. No hacía falta alzar mucho la vista para saber que, por lo que se veía arriba en el cielo, sólo iba a ir a peor. En estos momentos, observando los negros nubarrones que se levantaban amezanantes encima nuestro, no tengo ninguna duda: no importa cómo vayan las cosas, siempre van a peor, y el cielo era un presagio vivo de eso.

Me giro al escuchar que el viento traía palabras entrecortadas, y veo que Baga y Amlaith están intentando comunicarse entre ellos. Debe de ser seguramente acerca de la tormenta, pues la verdad que tal y como están las cosas no podemos avanzar sino penosamente. Tenemos que pensar en buscar algún sitio para resguardarnos que nos abrigue del temporal, y los gestos del también montaraz me confirman que en eso mismo estaba poniendo empeño. Él mismo no tarda mucho tiempo en señalar claramente un posible refugio, por lo que me encamino con el resto del grupo hacia allí.

Esta vez, la suerte se alia con los viajeros y Amalith encuentra un lugar ideal para acampar cerca del camino, en una de las paredes de roca de uno de los estrechamientos, el montaraz descubre una abertura de unos metros idonea para ponerse a refugio y encender un fuego, algo que no había ocurrido en todo el trayecto anterior. El único problema es que se encuentra a unos 35 metros del sendero y meter los bueyes por donde no lo hay sería una locura con la que está cayendo, pues habría muchas posibilidades de atascar las ruedas, así que el grupo llega a la conclusión de que deben establecer guardias para vigilar los carromatos mientras esten en el refugio,  la tormenta de nieve no permite verlos desde allí.

Entro en la cueva y la inspecciono momentáneamente, es suficiente para nosotros y eso reconforta bastante teniendo en cuenta el tiempo que está haciendo. Busco algo de leña seca para poder encender un fuego y calentarnos un poco. El viento y la nieve han tirado bastantes ramas así que hay bastante leña aunque a veces haya que escarbar en la nieve.

Con cuidado escarbo cerca de las raíces para ver si encuentro setas o brotes comestibles.  Miro a ver si hay castañas recién caídas, no es mucho sustento pero se pueden comer al calor de una lumbre y con este frío apetece algo calentito. No cuento encontrar muchas ya que cada vez hay más nieve y tampoco le dedico mucho tiempo.

Al final ha sido tiempo mal gastado ya que no encuentro nada para comer por lo menos encuentro algo de leña, suficiente para poder encender un buen fuego y evitar que nos congelemos. Lo enciendo rápidamente y lo avivo con mimo para que no se apague.

El viento y la nieve, arrecian en intensidad. Hasta tal punto empeora la noche, que me quedo en la entrada de la cueva guiando a los demás hacia su interior.

Entre tanto, mientras el grupo va entrando, Baga se dedica a examinar el suelo de la cueva. No parece encontrar gran cosa. Pero al menos, enciende una reconfortante hoguera. Asomo la cabeza por la abertura de entrada y digo.

Mucho cuidado con ese fuego. Y estad atentos al interior de la cueva. Me resulta extraño que un refugio como este, no este aprovechado por nadie. Cuando os hayáis calentado, echad un vistazo al interior de la gruta. No quisiera tener sorpresas desagradables en medio de la noche. Por mi parte, me ocupare del primer turno de guardia.

Dicho esto, rebusco apresuradamente en mi mochila. Tras sacar un par de tasajos de carne seca, los como rapidamente y los termino de tragar con un trago de agua. Puesto que mi cantimplora esta medio vacía, me limito a sostenerla en alto abierta y no tarda en llenarse de nieve. La agito para que esta se vaya licuando y repito la operación hasta llenarla del todo. Hecho esto, la cierro y la guardo. Y mirando al interior de la gruta añado.

Bonita noche se presenta. Espero que no vaya a peor. Que el siguiente me releve cuando la noche avance. Pero no quiero que los carros queden sin protección.

No obstante, dicho esto miro hacia el cielo. Nada. No se ve absolutamente nada. Ni un solo rayo de luna logra filtrarse a través de la capa de nubes. Por tanto, tras resoplar, no puedo evitar comentar.

Aunque no creo que esta sea una noche propicia para ataques por sorpresa.

Alzo entonces mi mano derecha a modo de saludo y, con la capa ceñida en torno al cuerpo y la capucha echada, me encamino hacia los carromatos.

Una vez llegamos a la cueva me pongo a ayudar a Baga en la tarea de encontrar leña para calentarnos un poco. Ahora mismo quizás estuvieran detrás nuestra, pero encender un fuego no iba a ser un problema para delatarnos, no con la poca visibilidad que proporcionaba el temporal. Alrededor nuestro todo era frío, y el monótono manto gris que nos rodeaba cubría lo poco que se podía alcanzar con la vista. No nos iba a venir nada mal entrar en calor.

-No te preocupes- le respondo a Amlaith mientras rebusco entre la nieve y él come,- en un momento me ocupo de ver qué hay por aquí.

Nada más conseguir hacer fuego construyo una antorcha con una de las ramas y un poco de corteza y, tras encenderla, me adentro en la cueva. No quiero que tengamos ninguna otra sorpresa, por lo que busco rastros de que la caverna pudiera estar o haber estado habitada.

La exploración de la cueva pronto desvela que sólo se trata de una grieta en la pared de roca y no tiene demasiada profundidad, por lo que no esconde nada extraño, A pesar de ello el nórdico si descubre por el humo en el techo y algunos otros rastros de que tal y como a dicho Amlaith, se trata de un sitio idoneo para acampar, puesto que ha sido utilizada en más de una ocasión para ello, afortunadamente ninguno de los rastros es reciente y parece que hace bastante tiempo que nadie pasa por allí.

Baga ha conseguido encender un agradable fuego que ya calienta al grupo cerca de la entrada, la noche va a ser muy fría y va a ser necesario mantenerlo vivo. Entre todos han decidido establecer guardias cerca de los carros con la intención de protegerlos, puesto que no sería muy inteligente alejarlos del camino en esas condiciones, Amlaith y Harandir harán la primera de ellas, a pesar de encontrarse no demasiado lejos es facil desorientarse y es mejor hacer los turnos de dos en dos. Edha y Dagar harán el segundo turno y Baga e Ivorwen se quedarán dentro toda la noche ya que deben reponer fuerzas por las heridas que recibieron en el ataque del poblado dunledino.

Después de prepararse con toda la ropa de abrigo posible, los montaraces se adentran en la espeluznante noche siendo azotados por la nieve y el fuerte viento nada más salir de la cueva, el frio es muy intenso y va a ser algo muy a tener en cuenta. No tardan en orientarse y encontrar los carros con los bueyes aguantando las inclemencias meteorológicas, estoicos. Ambos se parapetan en las ruedas, en la parte contraria a la que azota el viento, arrebujados en sus pieles.  Al cabo de un largo rato, Amlaith empieza a sentir un intenso frío y comienza a temblar compulsivamente, poco después se da cuenta de que en caso de permanecer mucho más tiempo allí se congelará así que entre los dos deciden que vuelva a la cueva a calentarse y que sea sólo el nórdico el encargado de acabar la primera guardia. Amlaith toma de inmediato el camino hacía la cueva, sintiendo un gran alivio al encontrar un sitio caliente donde guarecerse.

El nórdico se queda completamente sólo con el aullido infernal del viento, hace muy poco que su compañero ha tenido que abandonar la guardia practicamente congelado y a pesar de ello él se queda ahí, aguantando el fortísimo temporal, sin duda está mucho más acostumbrado a ese tipo de clima que el resto del grupo y eso le está ayudando en esta aventura.

Un corto espacio de tiempo después de que Amlaith haya desaparecido de su vista, tan corto que al montaraz le parece que es su mismo compañero o un relevo para la guardia, una silueta se acerca azotada por la tormenta. En un primer momento Harandir se muestra confiado, pero en seguida se da cuenta por su complexión y por la dirección en la que ha aparecido que no se trata de uno de sus compañeros, lo que lo asusta haciendo que se levante rápidamente ...

Coloco mis manos debajo de las axilas para calentarlas bien. Busco piedras en la cueva y las coloco en el fuego, normalmente las usamos como calienta-camas en mi tribu. Les indico que tras calentarlas se colocan entre las mantas y si están bien calientes logras una temperatura bastante agradable y permiten llevar mejor las noches.

Observo la ventisca que hay afuera, cuando me toque a mí tendré que llevarme un par de piedras y abrigarme muy bien. Este frío no es normal y la furia de la tormenta sólo puede significar una cosa: hay alguien que la domina y quiere acabar con esta tierra.

Miro al resto y les digo de beber algo:

- Es mejor que bebamos algo caliente... - les digo tendiendo unas agujas de pino para hacer una infusión - ...aunque tengan mala pinta y no sepa muy bien es necesario que bebáis la infusión...es muy beneficiosa...

Espero que me hagan caso, el pino es un árbol medicinal poco conocido. Puede que los Dúnedain lo conozcan pero creo que solamente mi pueblo conoce todas sus propiedades.

Y he aquí que con la barba teñida de blanco a causa de la nieve, aparezco a través de la grieta y me aproximo al fuego que arde alegremente en el campamento.

Y mientras me acerco, tras haber soltado el consabido reniego, digo.

Parece esta tormenta salida de los viejos días. Cuando desde el trono de Angband, el viejo enemigo llegaba a gobernar el clima.

Me agito y pedazos de nieve que habían quedado pegados a mis ropas, caen al suelo. Al fin, con algo de calor recuperado. Doy media vuelta al mismo tiempo que añado.

Le toca a otro salir afuera. Y que este atento al rostro de Harandir, si se va poniendo azul, mandadlo para acá para que se pueda calentar.

Me sobresalto al ver aparecer la silueta por entre el velo de la tormenta, y darme cuenta de que no parecía ningún animal, pero tampoco que se tratara de ninguno de mis compañeros. O por lo menos esa es la primera impresión que obtengo, su altura mayor que la del resto de nosotros. Desenfundo al instante mi hacha y escudo, aunque me mantengo con la guardia baja, expectante. Debido al temporal no veo de momento apenas nada entre la ventisca pero, aunque no sepa de las intenciones de quien se acercaba, prefiero estar preparado y equivocarme a que me cojan desprevenido. 

Observo con atención tanto el perfil en el que había reparado como la dirección desde la cual se aproximaba. Si se acerca de verdad en solitario puede que no constituya tanto una amenaza, pero si resulta acompañado... Mientras me esfuerzo en escrutar el manto grisaceo que cubría todo a mi alrededor, me mantengo impasiblemente erguido a pesar del azotar del viento helado, sin intención alguna de esconderme hasta que pudiera distinguir mejor de qué se trataba esa silueta.

La ventisca azota fuerte y dificulta el rastro que voy siguiendo, precipita mi decisión de establecer contacto con el grupo, así que hago mis pasos más ágiles, hasta que en un momento dado levanto la mirada y veo la silueta de un carro, algo, una figura humana al parecer se incorpora, me ha visto venir, yo llevo el arco en mi mano izquierda, pero sin cargar y en ningún momento hago ademán por hacerlo, aunque por un momento dudo al ver que la figura se pone en guardia.

Su barba y su envergadura me indican que se trata de un humano, pero no, no parece uno de los dunledinos como el de los cuerpos que yacían junto a la tumba del elfo.

Me fui acercando hasta verificar mis sospechas, parece un nórdico, sin duda uno de los que están custodiando los carros… levanto mi mano derecha enseñándole mi palma y me detengo a unos 7 metros  - Saludos humano ¿Viajaba alguien de mi raza contigo? – la respuesta que me diese podría ser suficientemente clarificadora ...

Permanezco observando la figura hasta notar que se trataba de una mujer y, por sus rasgos, aunque no es que hubiera visto demasiados a lo largo de mi vida, diría también que elfa. Tanto sus ademanes como su caminar sereno hacen que poco a poco me confie de que no era una amenaza, no en vano me recordaba en cierto modo al propio Lolyan. No parecía en absoluto que tuviera malas intenciones, y distinguir su arco colgado a su espalda me convence finalmente de que no las tenía, por lo que enfundo de nuevo mi hacha antes de contestarle. Por sus palabras, parece que podría haber pasado por donde la tumba de nuestro antiguo compañero el elfo.

-Así es, de los Puertos Grises, pero ya no está entre nosotros -respondo a viva voz, intentando hacerme oir entre el fuerte ulular del viento. -¿Qué es lo que te trae por aquí?

Me relajo un poco al ver que el humano hace otro tanto, aunque el frío no hace que permanezca un poco encogida…

- ¿De los puertos grises? – me quedo pensativa, lejanas tierras son, una vez más dedico uno pensamientos al su espíritu del elfo fallecido

- Me encontré con los restos de una batalla, allí encontré los cuerpos de esos malditos dunledinos y una tumba recientemente hecha, posando mis manos sobre ella noté el espíritu de uno de mi raza… - me acerqué unos pasos más para estudiar el semblante del humano

- Yo… vengo del sur, de la ribera del Bruinen – mi gesto se endurece al recordar lo que allí sucedió – busco vengar a un ser querido, no descansaré hasta que sacie mi sed de sangre de tropas del que se hace llamar Rey-Hechicero, al ver los restos de la batalla pensé que tendríamos algo en común, aunque de momento me conformo con un poco de cobijo – por la huellas sabía que faltaba más gente con las carretas quizás hayan encontrado un buen resguardo

Por el rato que lleva allí plantado y el frío que empieza a calar en sus huesos más de lo debido, Harandir deduce que ya va siendo hora de volver al calor de la cueva, además debería presentar al resto del grupo a la viajera elfa para que todos estén al corriente de su presencia, y decidir entre todos si le dan cobijo, al menos por esta noche ...

Los aventureros se encuentran tapados con sus pieles alrededor de la hoguera, ya que en cuanto te separas lo más minimo de ella el frio es muy intenso. No pasa demasiado tiempo de la entrada de Amlaith en la misma cuando un par de siluetas aparecen de súbito en la entrada, tras el obligado sobresalto inicial todos se dan cuenta de que el nórdico no está solo, una elfa viene con él, ambos se quedan plantados en la entrada esperando a que alguién rompa el incomodo silencio ...

Cojo la espada por si acaso y me levanto con cautela...

- Harandir no viene solo... - digo en voz alta para alertar a los que no se dieron cuenta.

Veo que es un elfo, la verdad es que casi nunca había visto un elfo en mi vida y en un par de días he conocido a dos aunque uno de ellos tristemente falleció. A corta distancia veo que es una elfa, se quedan en la entrada a la cueva esperando a que alguno de nosotros diga algo así que ya que mi gente es bastante locuaz me dedico a romper el hielo.

- Veo que has encontrado algo en medio de la tormenta...¿o te encontró ella a ti? - digo con una media sonrisa ya que de momento no conozco a la desconocida.

Mi arma sigue preparada por si acaso ya que es mejor no corres riesgos y ser desconfiado que confiarse y que te claven una daga por la espalda.

Sigo al humano hasta la cueva, allí un grupo se resguarda al calor de una hoguera, ahora si me cuadra el número de pies que seguí desde la tumba del elfo, un joven dunledino parece ponerse en guardia sorprendido al verme, no hago ningún gesto de moverme a ese acto reflejo. Repaso con la mirada al grupo, no hay ningún elfo entre ellos aunque tan ataviados de pieles me cuesta un poco poder verles bien la cara.

- Me llamo Wenda, vengo del Sur, de la ribera de la ribera del río Bruinen, encontré los restos de la batalla en al que combatisteis y falleció alguien de mi raza, cualquiera que combata a esas tropas goza de mi confianza, yo… no lo voy a negar – dije negando también con mi cabeza - busco venganza, mataron… - respiré – mataron un ser querido - hice una pequeña pausa hasta conseguir relajar mi rostro

- ¿Me concedéis vuestra hospitalidad al menos por esta noche? Tengo alguna pequeña capacidad de curar, os la puedo ofrecer como agradecimiento – esperé de pie la respuesta de alguien