Partida Rol por web

Observo con desdén el agua. ¿Este es el maravilloso y especial plan de entrenamiento del nuevo Lord General? ¿Ponernos a chapotear como chiquillos en una alberca? , me digo, rememorando tiempos de infancia en alguna hacienda lejana.

Quizá estuviera bien para los étrangers, a juzgar por cómo algunos afirmaban venir de horribles lugares donde no había agua, ¿pero qué sentido tiene para los lanceros? Un desembarco suena a una gran oportunidad para cargar gloriosamente sobre terreno enemigo, pero lo hacemos cabalgando, no sobre nuestros propios miembros como simples milicianos plebeyos. 

En fin, las órdenes son las órdenes. 

Deposito con cuidado mi habitual arsenal en el lugar indicado, y me ajusto el chaleco con cierta molestia. Ya fue bastánte difícil determinar esta mañana cómo llevar la armadura nueva sobre nuestro elegante uniforme, no digamos este mamotreto gris. 

Pero una vez seguro, me lanzo al agua de un salto, sin más dilación. No me asusta que esté helada como a algunos , sólo es otro terreno hostil que atravesar. 

Y como tal, lo supero con corrección, deslizándome por el agua sin gran dificultad.

Silvara atendió a las instrucciones que les daban y se colocó el chaleco, ajustándose todas las correas y preparándose mentalmente para la idea de sumergirse en el agua. Una vez estuvo completamente lista, se arrojó a las heladas aguas. Le costaba mantenerse a flote, y a pesar de sus esfuerzos, sentía que no hacía más que tragar agua, mucha más de la que debía. Maldijo para sus adentros tener que usar este tipo de transporte acuático. 

Correajes superiores alrededor de cada brazo, correaje inferior en la cintura... La disposición del chaleco no era tan diferente a la de los hidrotrajes de supervivencia en los mares de polvo de Fezzorn. Además, todavía se acordaba de la instrucción en su mundo natal, donde sí les habían dado nociones de natación, aunque rudimentarias. Después de todo, no eran un regimiento de infantería de marina.

Se acercó al borde del muelle y saltó. Decir que estaba fría era como decir que en Fezzorn había poca agua. Por suerte el pesado uniforme del regimiento aislaba ligeramente, y la máscara antigás permitía respirar sin preocuparse de tragar agua con cada bocanada. En un par de minutos Paul se atrevía a dar alguna brazada y avanzaba poco a poco pero sin detenerse.

El Sargento se aproximó al arcón y, siguiendo las instrucciones dadas, se ciñó el incómodo chaleco. Obedecería, por supuesto, su deber como soldado y el honor y la lealtad al Imperio era lo primero, pero eso no quería decir que estuviera de acuerdo.

Él era un noble, un caballero, no un despreciable y rudo marinero. Él se había criado en tierra, en un hogar con firmes cimientos y valores y no en una barcaza en la que rumbo y convicciones eran decididas por el viento. Que dijeran que los marineros tenían una mujer en cada puerto era buen ejemplo de la escasa catadura moral propia de unos individuos incapaces de de echar raíces en ningún sitio.

Lo sentía también por sus monturas. Bestias tan majestuosas, tan preparadas para la monta en combate, condenadas al olvido ante una decisión sin ningún sentido.

Fuera como fuera, con el chaleco ya puesto, se arrojó a las frías aguas sabiendo de antemano que aquel no era su medio.

Sin tener muy claro cual era su papel en todo aquello, Vorgen se quedó en un espectante silencio para ver si entendía a que le habían mandado allí. Negó con la cabeza ante la absurda pregunta sobre si su armadura flotaba. Pesaba bastante más de media tonelada, como diantres esperaba aquel hombre que flotase. Intentó no perder detalle de lo que iba a pasar allí aunque solo fuese para ver si le servía de cara a planear estrategias de desembarco o a saber que esperar de esos hombres y mujeres de la guardia. 

La guerra siempre podía darte sorpresas y lo cierto es que no se aburrían en ningún momento. Pero lanzarse a aquellas húmedas y amplias aguas sin duda sería todo un reto. El agua era una bendición para la gente de su tierra, pero, bañarse y saber mantenerse era otra cosa. Quien dijo miedo. Se le aceleró el pulso pensando en el momento de saltar, pero siguió las instrucciones.

-Lo que me temía-replicó, chascando la lengua, observando detenidamente al superhombre y su equipo-y, ¿está sellada? Pongamos... Un escenario hipotético, en el que el barco se hundiera. ¿Qué sería de usted? ¿Caminaría por el fondo, se ahogaría sin remedio?-preguntó el hombre, distrayéndose por un momento del ejercicio. A parte se les dio razonablemente bien, pero siempre hay excepciones. 

El pobre Malek tragó más agua que aire, y pronto le lanzaron un salvavidas... Aunque para su consuelo, no tan pronto como debieron lanzárselo a Silvara. Sin embargo, la peor parte se la llevó el pobre Korlo, que se hundió a plomo nada más tirarse, con el chaleco saliendo disparado hacia la superficie. Alguien no había prestado mucha atención a las instrucciones de LeMer, al parecer, que pronto se lanzó a sacar a un empapado y medio ahogado acechadunas a flote.

-Bueno... Podría haber sido peor. Los primeros chapuzones con nuestros amigos de hierro no fueron ninguna maravilla tampoco. Ya han comprobado, al menos en su mayoría, como funcionan los chalecos. No teman, el plan no tiene que ver con que ustedes naden, es solo un ejercicio de seguridad. Queremos que al menos tengan una oportunidad si su barco resulta alcanzado. Ahora vamos a hacer que chapoteen un poco más y después pasaremos a lo siguiente: naden hasta esa boya de allí, y vuelta. Estaremos atentos para sacarles... Pero no les voy a engañar, las corrientes están removidas con tanto dragaminas y a veces alguno se ahoga. Estén hábiles y no les pasará nada.

El ejercicio no fue muy complicado al final y flotar en el agua pareció más simple de lo que pensaba a pesar de la armadura, gracias al chaleco salvavidas. Escucho lo que dicen los marinos y es reconfortante saber que la idea principal no es enviarnos a realizar nado sincronizado con armas, sino disparar o hacer nuestro trabajo sobre naves que pueden, si el Dios-Emperador nos lo permite, no hundirse.

"Solo nos queda esperar a que las embarcaciones resistan."

Ahora, el nuevo ejercicio es nadar de un lado al otro, probablemente para demostrar cuantas capacidades tenemos no solo de sobrevivir a la caída al agua, sino a llegar a algún punto que nos evite ahogarnos. Sé que tener esperanzas no es algo que debería hacer pero, si uno puede nadar bien y rápido, quizás y solo quizás, pueda llegar a otro punto seguro para sobrevivir al hundimiento.

Dejo de pensar en las funestas posibilidades de luchar sobre algo que no sea la tierra y simplemente comienzo a nadar. Al parecer, mantener la mente en blanco es la mejor manera de llevarme bien con el agua.

Malek se aferró al salvavidas, se le iba la vida en ello, por lo que al final fue un respiro para el tirador, que tomó aire, escupió agua y recuperó el aliento, empezando a nadar lentamente primero, con un brazo, al estilo perrito, pero poco a poco iba ganando más confianza y empezó a hacerlo mucho mejor, con más capacidad y confianza. Aunque lo hizo a su manera, nada profesional y con fallos, pero lo suficientemente bien como para mantener la cabeza fuera del agua y avanzando a muy buen ritmo.

Ahmed escuchó las nuevas instrucciones con escepticismo. Ahogó un suspiro que no se pudo ver tras el pañuelo que cubría su rostro. Y finalmente se encogió de hombros y se lanzó al agua para dirigirse a la boya y volver.

Comprobar como su compañero Malek pasaba de hundirse en el primer intento, a luego nadar y desplazarse por el agua como si no supusiera un problema, le dio ánimos.

Sin embargo, tras apenas haber recorrido un par de metros, Ahmed notó cómo aquello no funcionaba como debería. O iba muy lento o apenas se desplazaba...

Deseando acabar cuanto antes con este ejercicio, me lanzo de nuevo al agua con rostro inexpresivo y trato de avanzar hacia ese ridículo objeto flotante. 

Pronto descubro que eso ya es más dieícil que simplemente no ahogarme. M...merde! Pero luchando contra el elemento, logro alcanzar el objetivo señalado pese a las dificultades. 

Ojalá me toque en un transporte que sepan navegar como es debido y no se dejen hundir así como así, me digo, chapoteando de vuelta al borde. 

Había sido toda una experiencia. Muy desagradable. Había tragado suficiente agua para un par de vidas y no contentos con eso, seguían dándole la oportunidad de hundirse para siempre en ese planeta.

Se concienció como pudo, mirar hacía sus superiores ayudó bastante, y se dispuso a volverlo a intentar. Esta vez prestó más atención a las instrucciones y comprobó todas las posibilidades que al menos él pensaba que tenía el chaleco.

-Supongo que hay peores formas de perecer.

No sabía que había sido, pero el caso es que esta vez el chaleco no salió volando y poco a poco fue avanzando, incluso le pareció ver como algún otro de alrededor se hundía.

Le resultó vergonzoso tener que recibir un salvavidas, pero era mejor eso que tragar toda el agua del mar. Intentó esforzarse mucho más, pues no le quedaba otra y empezó a nada, una braza y luego otra realizando el viaje de ida, notando el peso de su uniforme totalmente empapado. Se giró, y empezó a recorrer el camino de vuelta, poniendo todo su empeño en ello.

El  primer intento había sido un éxito, al menos en cuanto pudo comprobar que el resto de sus tropas, más acostumbrados a tierra firme, lo siguieron pese a la absurdez que estaba seguro pensaban que era aquel tipo de entrenamiento. Ahora que todo había comenzado, sólo le restaba ser un "alumno" más en aquella estrafalaria clase de natación.

Descubrió, a las malas, que mantenerse a flote era una cosa, pero moverse mientras tanto se convirtió en misión imposible, era probable que el sospechoso chaleco fuera el que lo hacía flotar, evidenciando al tratar de moverse las nulas capacidades marítimas del sargento.

Paul descubrió que aquello era más difícil que el entrenamiento básico. Ya había conseguido dar la vuelta a la boya cuando se topó con una corriente especialmente fuerte y por mucho que se esforzaba no conseguía volver al punto inicial. Estaba claro que si te topabas en un lugar complicado, pese al chaleco, estabas a merced de la marea...

Los resultados de aquello... Fueron dispares. Podría haberse incidido en lo bien que lo hicieron algunos, logrando volver sin problemas, pero tristemente la nota la dieron aquellos que fallaron de forma más que estrepitosa. Descuidados, desganados y moviéndose con descuido, varios soldados fueron presa de las corrientes. Un bote con marineros y salvavidas partió rápido en su auxilio, y fueron evacuados para intentar salvar su vida, si es que quedaba algo que salvar. 

-Joder, esperaba que como mucho fueran un par...-dijo el instructor, no muy contento con el resultado. Por suerte, la mayoría lo lograron, o al menos no se ahogaron en el proceso. 

-Eh... Bueno... Supongo que aún así sacamos algo de todo esto. Esto son aguas de un puerto, cuando desembarquen, la cosa podría estar peor. No puedo decirles que procuren no hundirse, ya que no va a estar totalmente en su mano, pero aún así debo aconsejárselo. 

-Más allá de eso, vengan conmigo. Van a conocer el tipo de nave que les llevará a buen puerto-dijo, encabezando la marcha una vez todos estuvieron razonablemente enteros. Andando por los muelles les guio ante lo que se daba cierto aire a un contenedor de mercancías abierto por la zona superior, pero que flotaba. Unas paredes de hierro, siendo la delantera una rampa abatible, un motor y una cabina de conducción reforzada.

-No es bonito, pero es fiable y fácil de transportar en los buques de transporte. Tiene una capacidad para 10 soldados, 20 si la necesidad es imperiosa, y resiste impactos de calibre pesado... Aunque la artillería, torpedos y minas pueden hundirlo. Ahí es donde van a entrar ustedes-dijo, señalando a los Acechadunas-tengo entendido que son ojeadores y tiradores. Hemos hecho una gran labor de desminado, pero sencillamente hay demasiadas sueltas... Y es probable que cerca de las líneas enemigas hayan quedado algunas aisladas, o que se hayan esforzado por reponer oliéndose algo. Sus hombres van a practicar tiro al pato, y es lo que harán hasta tocar tierra. El resto, empiecen a familiarizarse con el vehículo, pronto todos van a hacer ejercicios de despliegue.

Ahmed agradeció las manos de quien fuera que le había sacado del agua. Definitivamente aquello no era su elemento. Ni siquiera pudo fijarse en su salvador y se pasó un buen rato cuando estuvo fuera escupiendo agua. La sensación era horrible, y seguía preguntándose qué demonios hacían ahí.

Por fortuna para él al cabo de un poco el instructor les explicó su papel. Ahmed observó el que iba a ser su transporte. Bien... Al menos no parecía que fuera a hundirse de primeras. Y si de algo estaba seguro, era de que era capaz de acertar a cualquier objetivo aunque estuvieran en movimiento. Si tenían que detectar y reventar minas a distancia... él y sus compañeros se encargarían de ello.

Miró al Sargento Moham, y esperó sus instrucciones ya que suponía que él se encargaría de organizar a los Acechadunas para comenzar el entrenamiento.