Partida Rol por web

Al ver volatilizados a parte de sus enemigos con esa facilidad, el sargento se entusiasmó. Puede que la victoria aún fuera posible, a pesar de lo que habían sufrido.

-¡Adelante! ¡Ya son nuestros!-bramó con optimismo, soltando un potente golpe que acompañaba a sus palabras. 

El grupo que estaba intentando contener para evitar que acabaran con la vida de otro compañero había sido despedazado por el tanque, así que el acechadunas devolvió su atención a la línea donde combatía el sargento, apuntando de nuevo cuidadosamente para procurar no errar el tiro. 

El combate seguía desarrollándose, y el sargento aguantaba todo lo posible, ahora ya trabado "solamente" contra cuatro enemigos. Mientras los acechadunas a melee se reposicionaban para apoyarle, el blindado aliado empezó a maniobrar, aunque no quedaba claro con qué objetivo. 

En serio, ¿has visto alguien fallar tanto con un porcentaje como el mio?.

Esta vez el sargento sí fue lo suficientemente hábil para bloquear el ataque dirigido contra él, aunque su contraataque no llegó a morder carne. Pero puede que aquello poco importara, y que el blindado se ocupara ahora de los traidores que quedaban. 

Por fin había conseguido acabar con la vida del último de los herejes que le habían mantenido enzarzado en un combate cuerpo a cuerpo que le había parecido eterno. Ahora de nuevo era libre para utilizar su habilidad como tirador para acabar con los que aun seguían luchando contra su sargento, que resistía heroicamente en combate cerrado con varios de ellos. Aun así, aun seguía teniendo el gran problema del blindado enemigo.

Por suerte la solución no tardó en llegar de la retaguardia: un Leman Russ acudió a ayudarlos. El tanque aliado había acudido a combatir el fuego con fuego, y no tardó en demostrar que el Emperador guiaba sus manos y protegía la causa de los Acechadunas y sus aliados, porque poco después de la llegada de Pequeña Susie, el blindado enemigo no era más que un amasijo de ennegrecidos hierros.

Con aquello las mareas del combate habían vuelto a cambiar, y enemigo a enemigo fueron cayendo. La ventaja volvía a estar de su parte... Pero no podían cantar victoria hasta que el último de los infieles regara con su sangre el campo de batalla. Así pues Haytham siguió disparando, y cuando se le encasquilló la pistola, cambió al fusil para poder seguir luchando.

No estaba allí para quedarse mirando.

Otra baja más en el grupo enemigo, que aún así insistía en cobrarse con sangre cada muerto que sufrían. De repente, el blindado aliado se lanzó hacia delante, claramente con la intención de aplastar con sus orugas a aquellos bastardos, sin embargo, puede que por miedo a dañar a sus propios aliados, no pasó lo suficientemente cerca como para que no pudieran evitar su embestida. 

Otro más de los traidores había caído. Otro más que con su sangre mancillaba el suelo. Pero su muerte suponía una amenaza menos para los leales al Imperio. Hombres valientes que aun seguían luchando en un combate en el que hasta hacía nada se habían encontrado en inferioridad numérica. Y aun así estaban ganando. La disciplina, la perseverancia, la lealtad y la razón guiaban sus manos en la lucha contra el hereje. Pero había una razón aun más importante para su éxito, la fe en un poder muy superior. El único poder verdadero y legítimo...

- ¡Por el Emperador!- exclamó en un arrebato antes de volver a apretar el gatillo.

Ya no quedaba nada, y dentro de nada quedaría aun menos. Los justos prevalecerían.

Ya casi lo habían logrado, solo tenían que aguantar un poco más, despachar a los últimos enemigos, y todos estarían a salvo. Sin embargo, las fuerzas empezaban a fallar al sargento, junto con el agotamiento, y poco a poco se encontraba más y más torpe, tanto que no pudo bloquear el ataque, ni acertar con su contragolpe. 

Ya casi tenían la victoria, lo sabían, y actuaron en consecuencia. Varios disparos certeros fueron mermando los números de los pocos que quedaban, mientras que en cuerpo a cuerpo la espada sierra del sargento hizo lo propio. Sin embargo, el honor de la muerte final lo tuvo uno de los cuchillos de Caldeum, que hundió firmemente su hoja curvada en el pecho del último superviviente, que cayó al suelo sin vida. 

La escotilla de la torreta del blindado aliado se abrió, asomando su comandante por él, que miró ceñudo hacia atrás en busca del enemigo, solo para reparar en que acababa de caer. 

-Bueno, mejor así... ¿Están ustedes bien?-preguntó, más relajado, centrando su atención en los acechadunas supervivientes. Antes de que tuvieran respuesta, miró hacia el interior del blindado y dijo-informa al mando de que esto está limpio. 

Los soldados acechadunas, quizás por la sorpresa de haber salido victoriosos, no dijeron nada al comandante del tanque, que los miró a la espera de una respuesta, empezando a sentirse incómodo por aquel silencio. Por suerte, fue roto por otro de sus hombres, que le dijo algo desde el interior del vehículo, ante lo que asintió.

-Dígale que recibido, pero que las fuerzas leales están muy mermadas-replicó, haciendo después que el tanque maniobrara para quedar encarado hacia el frente. Tras eso, volvió a asomarse y bajó del vehículo, estirándose una vez llegó al suelo.

-Nos quedaremos de momento... Por si acaso. 

Ahmed apenas era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Ya el dolor ni se notaba, simplemente no sentía nada.

¿Y si estaba muerto? Tampoco sería algo grave, habría sido voluntad del Emperador. Pero si estaba muerto no debería estar escuchando esas voces tan distantes.

Gimió levemente y mientras su diafragma se movía levemente cuando intentaba respirar, algunos cascotes se cayeron de encima de su cuerpo. La sangre manchaba el suelo y su uniforme y probablemente no viviría para combatir otro día, pero el Acechadunas aún estaba vivo, y si podía trataría de matar a más herejes en nombre del Emperador antes de cerrar los ojos definitivamente.

Ardeth mira a su lado para tomar nota de las bajas sufridas y ver rápidamente si alguien necesita asistencia.

Mientras lo hace contesta al Comandante.

Muchas gracias señor. Como ve hemos sufrido numerosas bajas y si no han sido mas se debe a vuestra ayuda.

Tuerce el gesto al ver los resultados del enfrentamiento.

¿Como están las cosas en el resto de zonas de defensa señor?, ¿se espera algún nuevo ataque inminente?.
¿Alguna orden para nosotros?.

Haytham contribuyó con el suyo propio al silencio que de la mano iba con el fin de la batalla. Y es que sentía la necesidad de honrar la calma que reinaba donde antes tan solo había habido caos. Ahora quedaba hacer recuento de bajas. Saber a cuántos de los suyos había que cubrir en sudarios blancos antes de ser enterrados. Guerreros valerosos que debían ser recordados como un ejemplo para todos, pues habían muerto cumpliendo su deber, luchando contra el infiel.

El Acechadunas cerró los ojos y oró en silencio, y solo cuando terminó se decidió a hablar.

- Radi, por favor, ve a buscar mi pistola. La dejé caer por allí.- El lugar era fácil de encontrar pues como si del mapa de un pirata se tratara había una gran equis señalándolo, una equis con la forma de los cadáveres de los traidores que lo habían tenido trabado en combate cerrado durante la mayor parte de la batalla.- Por cierto, bien luchado, muchacho.- Esbozó una sonrisa tímida y palmeó la espalda del chaval con orgullo.- Lo has hecho muy bien.

Tan pronto el muchacho se alejó a cumplir lo que le había pedido, Haytham se giró hacia el tripulante del tanque para dedicarle unas palabras.

- Qué el Emperador le bendiga, señor.- Inclinó su cabeza en señal de respeto.- Y muchas gracias.

Pero aun quedaba un asunto que atender, y para ello se aproximó a su Sargento, que de los que aun estaban conscientes era el más herido de todos. Él mismo estaba herido, pero no era nada comparado con la sangre que había derramado Abderraman.

- Sargento... Señor...- y antes de nada le ofreció su hombro y su brazo para que se apoyara en él en caso de que fuera necesario.- Lo siento. Siento mi salida de tono durante la batalla- añadió contrito, recordando el momento en el que le había pedido, casi ordenado, a él, su superior, que ordenara un ataque de artillería sobre el blindado enemigo.- Aceptaré cualquier medida disciplinaria que considere oportuno, señor.

El oficial del tanque alza una mano, como quitando importancia a todo aquello, mientras sonríe levemente.

-No es necesario que me agradezcan nada, solo cumplimos con nuestro deber. Los escáneres detectaron que tenían problemas y el mando nos envió a echar una mano-explicó con naturalidad. Ante la pregunta de Ardeth, sin embargo, se encogió de hombros.

-No sabría decirle como van. Creo que aún queda algún foco de resistencia, y sé que los chicos de aviación han tenido que acudir también a echar un cable en otros sectores. Aparte de eso, no sé decirle más. Aunque si fuera ustedes, aprovecharía este momento para llevar a los heridos a la enfermería. No creo que vuelvan a atacar hoy, pero nunca se sabe...