Partida Rol por web

Con apuro por el atuendo de Alan, trato de aguzar el oído, sin fortuna.

-Me cago en la mar salada, ¿dónde está? –claudico.

Yo no necesito ningún equipo; es más, me sobran hasta los zapatos. Me abrocho la cazadora hasta el cuello y me detengo unos segundos para descalzarme, quitarme los calcetines y colocarlo todo muy bien puesto en una redecilla. Antes de trasmutarme, advierto al americano:

-No se asuste.

Con la sola intención, mi boca se llena con la saliva amarga y antediluviana, mis facciones son moduladas por una ola genética, las cuencas de los ojos se agrandan hacia las sienes y las pupilas se afilan, las comisuras se disparan sobre mis pabellones auditivos atrofiados; no es un proceso doloroso, la piel mamífera crepita para congelarse en escamas de un color pardo tirando a verduzco, observo las palmas de mis manos: cobijan una proliferación de setas hirsutas (por lo mismo están pasando las de mis pies); son las herramientas precisas para atenazar la realidad, hecha de hebras electrostáticas.

Han transcurrido no más de veinte segundos y el gecko está en su plenitud, dispuesto a actuar.

-Hola –saludo a Alan.

La doctora sacudió la cabeza y volvió a las fotografías y los documentos.

Rafael se transforma y muestra su otra cara...realmente no es una cara agradable pero realmente se puede ver a Rafael tras ella. No es un monstruo con rostro horrible aunque realmente muchas personas saldrían corriendo nada más verlo. Ahora debéis centraros y ver que os encontráis en el otro vagón.

Seguís avanzando y pasáis los vagones dormitorio, estáis ya ante la puerta del de equipajes. Tiene una cerradura pero resulta que está abierta. En España no controlan mucho la seguridad y menos en un tren de este tipo. Abrís la puerta lentamente, el vagón está a oscuras. Aunque para vosotros eso no es problema.

Veis claramente que hay maletas y baúles amontonados. Al fondo adivináis una ventana rota ya que notáis mucho aire frío en el compartimento. Si alguien entró lo hizo por aquí.

En los informes no encuentras nada interesante. Las autopsias son demasiado confusas y algunas de ellas incompletas, parecen haber sido realizadas más bien por un veterinario que por un médico forense. Lo que no te extraña nada de nada. Revisando más a fondo encuentras algunos datos de interés, se ha encontrado trazas de sangre desconocida aunque no se le ha hecho prueba de ADN, y ni siquiera comprobaron el RH de las muestras. No hicieron pruebas para demostrar que son humanas o animales.

En las fotos ves algo más, tus conocimientos de medicina te ayudan mucho. Puedes ver que ninguno de los cadáveres están enteros, a cada uno de ellos le falta una parte. A una chica le falta el brazo izquierdo completo, a un chico la pierna derecha...El asesino se lleva un trofeo con ellos claramente. 

Examinas a fondo una escena del crimen, la foto no es de muy buena calidad pero logras ver lo que parecen unas huellas. Son humanas, alrededor de un 45. Seguramente sea un hombre alto y fuerte, por eso maneja tan bien a las víctimas. Miras en varias fotos y ves que las huellas aparecen en cada una de ellas pero que no han sido catalogadas por la policía. Es un desastre en toda regla. Vas tener que examinar algunas escenas por ti misma ya que han debido ser contaminadas por los propios agentes.

Echas un último vistazo y puedes notar incisiones con un objeto cortante de gran tamaño, como un cuchillo. Ha dejado rastros de óxido por lo tanto no estaba en muy buen estado. Se ve en los dos últimos cadáveres por lo que lo ha debido de conseguir recientemente.

Sigues mirando pero no logras encontrar nada más que no esté en los informes.

Tras un par de minutos que te parecieron interminables logras ponerte la armadura del combate. Los sistemas están activados y operan perfectamente. Todo listo para salir al exterior.

Abres la ventana del vagón con sumo cuidado y compruebas que por suerte cabes perfectamente por ella, si no habrías tenido que romperla. Subir al techo del vagón va presentar mayor dificultad. Tus manos agarran suficientemente fuerte para que no te caigas pero seguramente dejes la impronta de tus manos al agarrarte (teniendo en cuenta que no pesas precisamente poco y has de ejercer más fuerza para lograr ascender). Por lo menos no tendrás más dificultad que dejar tu mano marcada en el techo del vagón, si lo disimulas parecerá fruto de un choque con un ladrillo o algo parecido, nada que deba preocuparte durante mucho tiempo.

Es hora de que subas y busques al polizón...

Ya en el techo del vagón, avanzo hacia la cola del convoy activando las grapas electromagnéticas de mis botas. Y no puedo evitar sonreír pues pienso en como se oirán mis pasos al otro lado del techo de metal de los vagones. Pero mi sonrisa apenas dura un instante.

Radar, infrarrojos, y visión nocturna conectadas. Estoy de cacería y no puedo permitirme desvíos de atención.

Y finalmente, frente a mi, un punto aparece en el radar. Rápidamente hago un zoom visual sobre la zona mientras mantengo el punto perfectamente encuadrado ante mi.

Me detengo sobre el vagón, inclinándome levemente hacia delante, tratando de marcar el objetivo con la mayor claridad posible mientras evalúo todas mis opciones.

Personalmente, no querría perder el factor sorpresa si es que todavía lo mantengo. Pero no puedo cargar contra algo completamente desconocido. Por tanto, mantengo todos mis sentidos en alerta mientras reviso de nuevo el estado operativo de la musculatura y los láser de la armadura.

No hay nadie sobre el techo del tren. Examinas a fondo la zona pero no ves ningún ser vivo aparte de ti que estás unos metros, al mirar a fondo encuentras lo que parecen ser dos ventosas encima del primer vagón de mercancías. El polizón ha debido acceder al interior del tren, seguramente antes de que te elevaras él ya estaba dentro de ese vagón.

Tus dos compañeros iban en esa dirección, podrías cortarle la salida entrando desde el último vagón y avanzando uno a uno. 

Frunzo el ceño cuando, a través de mis sensores, no logro detectar nada. Avanzo por el techo del ferrocarril hasta hallar un par de ventosas. Este era en método que empleaba nuestro desconocido particular para ir avanzando.

Examino el vagón sobre el que estoy y sobre el que he hallado las ventosas y he aquí que se trata de uno de los últimos del convoy. Uno de mercancias.

Me inclino entonces para examinar su superficie pero no logro oír nada. Es muy posible que nuestro visitante, ya se halle en el interior. Nuevamente lamento la ausencia de comunicacion entre nosotros que impide coordinarnos y finalmente, flexionando las piernas, me impulso hacia arriba unos metros antes de activar los jets de mis botas. Al hacerlo, me separo del tren y este sigue su curso. Pero yo, me volteo en el aire y no tardo en estar a su altura.

Estabilizándome ante la puerta del vagón de mercancías, la examino por si tuviera signos de haber sido forzada. De todos modos, no pierdo demasiado tiempo en hacerlo pues el posible objetivo, ya se halla dentro del convoy y mis compañeros, le cortan su avance.

Sin mas dilación, abro la puerta del vagón de carga y penetro en su interior con un leve impulso de los jets para apagarlos de inmediato. Y ya en el interior del vagón, cierro la puerta detrás de mi pues no necesito iluminacion alguna.

Con todos mis sensores encendidos, avanzo amortiguando mis pasos a la búsqueda del inesperado visitante.

Nunca había presenciado algo semejante por lo que se quedó completamente perplejo. Hasta el momento se había imaginado a los metahumanos como los superheroes de algunos comics, echando fuego por las manos como su último amigo, dando grandes saltos ... nunca hubiera pensado uno que uno se convirtiera en una especie de lagarto -Hola- Respondió Alan a su nuevo amigo. El soldado ya se había puesto todo su equipo y presentaba un aspecto de soldado táctico, con pasamontañas, chaleco, fusil de asalto, completamente vestido de negro ... Alan abrió la puerta de manera sigilosa con una de sus manos y entró en el vagón apuntando alternativamente a los lados. A la vez, realizaba un barrido del mismo tanto con la visión infrarroja como con la térmica para intentar descubrir si había alguién allí adentro, también uso el sonido ampliado ...

Hay tres vagones de mercancías. El primero está tras el último vagón dormitorio. Luego tiene dos más tras el. La puerta de acceso a esos vagones está en el último vagón del convoy.

En el primer vagón ves una ventana rota, es bastante estrecha por lo que el polizón es delgado y debe poseer una gran flexibilidad para colarse por ella desde el techo. Tus sensores no indican si hay alguien más dentro, ni si va armado o no el polizón.

Alan activa la visión térmica y ve a su objetivo, por la masa corporal es un hombre no muy alto. Su temperatura corporal es normal y se mueve de manera silenciosa hacia vuestra posición. Parece haberos detectado al abrir la puerta pero actúa con cautela como evaluando si sois peligrosos. Está situado detrás de unas maletas que dificultan un disparo directo. No ves si lleva armas aunque tu sensor no detecta objetos fríos en sus manos. 

Se produce una tensa espera, Alan y Rafael saben que el individuo está ahí y el polizón sabe que ellos están en la puerta. De momento ninguno de los dos bandos actúa contra el otro.

De repente la puerta lateral de carga del vagón se abre y aparece una especie de robot de casi 1,90 de altura. Este se apoya en el vagón y examina el interior...

Ahora estáis los cuatro en el vagón...y todo puede pasar en décimas de segundo...

-¡A cubrirse toca! –exclamo, y con un par de saltos procuro adherirme al techo, en el ángulo izquierdo más próximo, del lado por el que ha irrumpido la máquina andante; se agolpan aquí unos bultos de seductora cobertura.

Desde esta posición privilegiada, puedo asomar la cabeza y parlotear a mis anchas:

-Siluro, Silurete, no nos gustan los polizones en este tren. –En tanto, voy acoplando los pies sobre una torre de maletas y tanteo si soy capaz de derribarla, todavía dudando si hacerlo sobre el primer o segundo recién llegado. Obedezco mi intuición y proclamo: -Aquí, el amigo de hojalata, es nuestro revisor, y va a hacer que pagues hasta la última peseta. ¡Que salgas, fisóstomo!

Derribo las mercancías con un gran empellón, confiando en que alguna maleta descalabre al intruso.

Rafael actúa a una velocidad increíble, casi no da tiempo a parpadear mientras salta y golpea una columna de maletas colocada en el centro del vagón. Las maletas caen en el centro del vagón creando un muro entre la armadura y el polizón. Mientras Rafael queda pegado al techo del compartimento el polizón parece preparado para actuar...

Con un rápido movimiento el polizón actúa, se apoya en sus manos en las maletas que acaban de caer y lanza una potente patada con las dos piernas contra el pecho del tecnificado impactándole de lleno. Este no puede evitar el golpe y se ve lanzado hacia atrás con dureza. No puede agarrarse al marco y sale volando por la puerta lateral que acababa de abrir.

Con otro movimiento se levanta y se pone en posición defensiva para intentar defenderse de los siguientes ataques...

La situación se descontroló en cuestión de un segundo y eso no gustó nada a Alan, maletas vlando por todos lados,  una especie de robot que aparece y sale volando de una patada. El militar había observado todo a la vez que apuntaba alternativamente a los desconocidos, primero al polizón, luego al robot y por último de nuevo al polizón al llegar a la conclusión de que solo él era de los malos. Estaba pensando en darle el alto pero después de lo que le había hecho al robot sin mediar palabra y, la fuerza con la que este salió disparado por la puerta lateral decidió que lo mejor sería neutralizarlo cuanto antes o podía dar problemas. Alan soltó una ráfaga de disparos contra el enemigo y se cubrió tras la puerta del vagón ...

A ver como te sienta esto ...

-TAC, TAC, TAC, TAC, TAC-

El capitán Foster no se anda con bromas y dispara contra el polizón, puede ver claramente que es de etnia asiática y que posee una agilidad envidiable. Aunque sus balas también son rápidas... 

Con un mortal lateral esquiva el primero de los disparos. Luego realiza un par de volteretas con maestría para esquivar el resto de la ráfaga enviada por el capitán. El oficial no puede creer lo que ven sus ojos ya que acaba de esquivar cada uno de los disparos con gran facilidad aparentemente. No se trata de un individuo normal, de eso no hay ninguna duda...

-¡Hey, tú no eres Siluro, Siluro se dejaba patear el culo! –le reprocho.

El chino tiene las habilidades de un asesino, y de un asesino magnífico: acaba de enviar al acorazado Potemkin a… a… ¡a la Conchinchina!, nunca mejor dicho, y de ejecutar un baile jovial como quien va a las fallas.

Sin dudarlo un instante (“¿Pero qué haces, te has vuelto loco?”, grita mi cerebro), avanzo pegado al techo para situarme sobre él, disparar mi lengua y tratar de estrangularle.