Partida Rol por web

Aunque mi primer tiro parece no haber hecho mucho daño, cojo otro flecha del carcaj de mi espalda me adelanto un poco, monto el arco y vuelvo a apuntar al mismo trasgo, pero en su lugar hay un enano apoyando al gnomo. Por tanto escojo la opción menos arriesgada y decido apuntar al otro trasgo. Apunto un poco por encima de su cabeza para que la distancia compense la diferencia, suelto el proyectil y blanco!!!. Vuelvo a hacer diana.

La precisión del elfo es sorprendente, pues a pesar de la distancia acierta al trasgo en su huida. La flecha se incrusta en su espalda y lo hace caer al suelo, inerte.

El último de los trasgos aulló de dolor al notar como la espada del gnomo se introducía en su carne. Con las últimas fuerzas que le quedaban intento devolverle el golpe, como un reflejo involuntario en la lucha desesperada por su vida.

Pero erró, su suerte estaba echada.

Mi carrera acabó golpeando al infortunado trasgo que había perdido la vida antes de que su cuerpo aterrizara despues de volar varios metros.

Creía que querías toda la diversión para tí, JAJAJAJAJA!!- respondi riendo al bravo gnomo que le había asestado un buen golpe al trasgo, pero el maldito aun se tenía en pie. Con el grito de dolor antes de morir de su compañero como sonido de fondo, el trasgo lanzó un golpe que el gnomo pudo evitar, al tiempo que aproveché para golpear la cabeza del trasgo con mi hacha y descargar así toda la ira que todavía tenía acumulada.

El último trasgo cayó, pero ningún sonido de dolor salió de su boca. Todo quedo en silencio durante un largo rato, solo se oía vuestra agitada respiración debida al esfuerzo del combate.

Parecía extraño, pero jurarías que los cuerpos caídos de los trasgos se difuminaban. No estabas equivocado. Sus restos se volvían por momentos translúcidos, perdiendo su color, contrayéndose y transformándose, para finalmente convertirse en un halo de partículas azuladas que revoloteaba en el aire, como succionado por una fuerza, hasta elevarse por encima de vuestras cabezas y desaparecer en la oscuridad.

Te quedaste atónito ante la escena.

No por mucho tiempo, pues uno de tus compañeros gritó de dolor. Había comenzado a desaparecer tal y como lo habían hecho antes los trasgos. Se miraba las manos, incrédulo al verlas desaparecer poco a poco, intento agarrarse la piel, la carne, el hueso, en un vano intento de sujetar su cuerpo. Su rostro era el fiel reflejo del miedo. El grito cesó, pues ya no quedaba nada de él. El polvo azulado en que se había convertido fue succionado hasta perderse en las alturas.

Uno tras otro tus compañeros fueron desapareciendo de la misma manera. Sus desesperados gritos penetraron en tu mente. No los olvidarías. Resignado, esperaste tu turno.