Partida Rol por web

El sol matinal hacía que dejarais atrás la inconsciencia. Os encontrabais aún agarrados al trozo de madera que os había salvado la vida y sin mucha idea de cómo habíais conseguido sobrevivir al encuentro con aquel kraken, aunque posiblemente la ausencia de más supervivientes era el auténtico motivo por el que vosotros habíais vuelto a ver amanecer.

A vuestros ojos, el Gran Ryk parecía haberos dado una oportunidad para poder volver a surcar sus aguas... siempre y claro consiguierais llegar a la orilla. Ésta, por fortuna, no parecía encontrarse muy lejos y a juzgar por la corriente terminaríais llegando a ella tarde o temprano.

Aún así, llevabais casi toda la noche en el agua, por lo que todo el tiempo extra permanecierais en ella no os iba a hacer ningún bien. El océano parecía no conformarse únicamente con las vidas de vuestros camaradas, el navío y parte de vuestros vienes, parecía querer también parte de vuestro propio calor para templar sus gélidas profundidaes. O eso os ocurría a los tres que habías nacido tierra adentro.

¡ME ORINO EN TU REINO DIOS DEL MAR!, grito con ira el Orco como primera cosa al despertar. Odiaba el agua de la misma forma que los gatos lo hacen, y aunque era parte de una tripulación pirata, sobre un barco, y en medio del mar – obviamente -, trataba de mantenerse lo más seco posible.

Y no es que sus compañeros de tropelías fuesen de hábitos higiénicos mas recatados, pero ¡Dioses!, el aroma del Orco era todo un caso aparte y más de una vez tuvieron que caer sobre él a los golpes y en grupo para obligarlo a que se bañase.

Y ahora, luego de que ese asqueroso pulpo sobrevalorado les hubiese mandado el barco y ya de paso al resto de la tripulación a ver crecer los nabos desde abajo, el había terminado hasta el cuello, - literalmente amigos -, en el agua.

No estaba contento, ¡claro que no joder!.

Insultando en cuanta jerga se sabía, Skuldd el Orco, Azote de los Mares, Enemigo del Perfume, Asesino de Olfatos, El quiebracuellos, Quien ríecomounlocomientrasecomeatumadre, entre otros ingeniosos y autoproclamados títulos  (era bastante fanfarrón), comenzó su largo periplo de regreso a la costa guardándose el orgullo herido en aquel sitio donde no suele dar el sol.

Y nadando a lo perrito.

Gotanegra lo estaba pasando realmente mal. Ya no era solo el hecho de que aquel kraken hubiera destruido el barco en el que había viajado, sino que también había destruido el escaso orgullo que le quedaba a la mujer. Pues para Melinda, aquel barco era su salvación, una vía de escape de todo el sufrimiento que había sentido en sus años mozos.

Ahora que podía dejarlo todo atrás y adentrarse en las aguas más salvajes, aquel pulpo gigante decidió negarle también su escapatoria. Y es que, Melinda atraía los problemas y todo lo que sucedía parecía ser por su culpa. Estaba cargada de mala suerte, y no tenía muy claro si es que se había ganado la ira de alguna gitana o si es que era todo casualidad.

Mientras todos aquellos pensamientos le invadían su cabeza, su cuerpo sentía el dolor del rehuma en sus articulaciones. Tanta humedad no era sano para una anciana como ella, y estar sobre el mar aún lo podía soportar, pero estar dentro era algo ya superior a sus fuerzas. A pesar de todo hizo todos los intentos que tuvo en sus manos para poder alcanzar tierra firme y allí volver a empezar desde cero.

Aineea desperto en el acogedor seno de Sashelas el Profundo. Flotaba mecida por las olas como en muchas otras ocasiones. Solo que, en esta ocasion, la habia mandado alla un ser casi sagrado, un mito viviente. Kraken.

Aineea no podia dejar de pensar que quizas Sashelas habia enviado a su criatura para castigarla por asociarse con seres impuros como Skuldd pero se le hacia dificil pensar que ese descerebrado merezca tal enfado por parte de su dios. No. Salshelas es un dios del caos y que mas caos puede haber que el naufragio de un barco?

Desde su posicion la sacerdotisa diviso al bruto lanzando improperios. Como no! No podia haberse ahogado ese deshecho de tortuga! Por otro lado vio tambien a Melinda. La anciana le agradaba y empezo a nadar hacia ella.

Para ella nadar era como respirar. Lo hacia con la naturalidad del que ha nacido bajo las aguas.

-Melinda! Te encuentras bien?

Alder disfrutaba de los viajes en barco. Disfrutaba subiendo a las cofas y saltar desde el palo mayor al de mesana y al trinquete. Disfrutaba usando su arco desde las alturas.

Ahora se encontraba desnudo flotando en el mar. El ataque de aquel bicho salido de los nueve infiernos le había pillado dormido en su camarote. Sólo le dio tiempo a salvar su bien más preciado, su arco. Atrás dejó a varios de sus compañeros mientras Alder corría escaleras arriba para terminar saltando por la borda antes de que aquel engendro engullera el barco por completo.

A su lado el orco, y al otro la vieja. Parecía que su situación no había mejorado mucho. Al menos con la peste del bruto los tiburones ni se acercarán. Pensó mientras trataba de estirar el cuello para ver a su alrededor.

Aineea estaba con ellos, eso facilitaría su precaria estancia entre las olas.

Comenzó a mover los pies para tomar impulso junto al tablón.

Vamos, hay que llegar a la orilla

Con algo de esfuerzo conseguís alcanzar la playa. Estaba formada principalmente de una arena y rocas rojizas a los pies de un acantilado de los mismo tonos, pero no parecía haber salida clara de aquel lugar. Sobre la arena podéis ver como la caprichosa marea ha ido dejando partes de vuestro barco y algunas de las pertenencias de la tripulación, aunque sería dificil encontrar algo aprovechable. Al menos podríais recobrar un poco el aliento y pensar en que podíais hacer a continuación.

Aineea se apoyo en su tridente y saco su mochila del agua. La abrio y dejo sus cosas secandose al sol. Sus pertenencias eran escuetas pero por lo menos no habia perdido ni su amuleto ni su tridente. Observo a Alder, practicamente desnudo, y sus ojos oblicuos, casi verticales parpadearon. Se sumergio y busco en el mar los restos de una gran vela. Podrian cortarla y usarla para taparse y, tal vez, improvisar una tienda para pasar la noche.

Alder consiguió salir del agua al fin. Apoyó el arco en una roca cercana y dejó que el sol los secara a ambos. 

No sentía vergüenza de su cuerpo. Era fuerte y musculoso y los dioses habían sido generosos con él. Observó a sus compañeros, al orco no le había venido mal el baño, aunque seguía apestando. 

Alder miró al mar divertido, esperando ver el camino por donde habían venido señalado por múltiples peces muertos flotando a la deriva.

Miró a la vieja. No la ayudó a levantarse. Si no podía ella sola sería un lastre para los demás, y no sabían donde se encontraban.

Observó tierra adentro mientras desentumecía sus agarrotados músculos

VIVO!!!, MALDITA SEA TU SUERTE BASTARDO PRINGADO!!! SKULDD VIVE FUERA DE TU REINO!!!

Skuldd había llegado al fin a la orilla, arrastrándose cual lampiño perro sobre la húmeda arena de la costa hasta bien adentro de la playa.

Una vez allí, rodo sobre la arena buscando que toda la maldita agua que le empapaba se secase y así se mantuvo durante un buen rato.

Rodando de aquí, para allá.

Cuando estuvo satisfecho, se levanto con violencia y clavando ambos pies con fuerza al suelo levanto ambos brazos con los puños cerrados hacia el cielo a la vez que gritaba a vivo pulmón su desafiante bravata a los dioses del agua que tanto odiaba.

POR MIS HUEVOS QUE NO VOLVERE A MOJARME JAMAS!!!! Indico con convicción apretándose sus partes pudendas con aquellas inmensas manos suyas mientras reforzaba en dicho acto lo recientemente exclamado.

Más satisfecho consigo mismo recién se percato de los otros náufragos que le rodeaban; la pequeña orejas puntiagudas se había metido de nuevo mar adentro y Skuldd pensó en que aquella idiota estaba loca o quizás había perdido algo de mucha importancia para ella. Mas próximo estaba el humano al que llamaban “El Flechas” con el cual no había hablado mucho mas sin dudas debía ser amanerado para usar un arco como arma, ¡UN ARCO! Pfff, un arma de nenazas. Solo quedaba la vieja humana de tetas caídas, ¿Cómo se llamaba?...!Merlina!.

Skuldd se acerco a aquella humana ajeno al resto, la vieja parecía cansada y aun mas encorvada que antes, ¡sin dudas también odia el agua y por eso sufre tanto!, se dijo a sí mismo y eso le agrado.

EA MERLINA, saludo a los gritos (!si!, siempre hablaba así), sin un ápice de elegancia al llegar junto a ella e intentando comenzar una charla “amigable a lo humano” el pobre Skuldd quien tenía menos tacto que un troll en un baile de etiqueta, palmeo en el hombro, - con fuerza -, a la pobre mujer medio ahogada mientras lanzaba una frase ingeniosa al aire – para amenizar la charla claro -.

SI QUE ESTABA MOJADO EL MAR ¿EH?, sentencio mirando de reojo a la anciana mientras movía las cejas “amistosamente”.

Melinda se puso en pie justo cuando vio llegar al semiorco apestoso. ¿Por qué diantres la había elegido a ella? La paladín puso la típica cara que pone una persona normal cuando se encuentra a un borracho justamente en la mesa de al lado y tu quieres estar tranquila y a solas. No se esperaba que aquel bruto se diera cuenta de su mínima presencia. Desde que se había convertido en una anciana tendía a pasar inadvertida ante los hombres, y eso, en algunos aspectos era mejor que cuando lucía un lustroso cuerpo.

La mujer se movió el pelo enredándoselo aún más y le dedicó una sonrisa al semiorco. Esa era la única respuesta que le iba a dar pues tampoco entendía bien a qué se refería con aquella frase tan absurda.

Cuando llevó las manos a sus pertenencias se dio cuenta que su armadura y su cuerda habían desaparecido en el naufragio. Así que, salió corriendo para rebuscar entre los escombros con la esperanza de encontrarse con algo de lo que había perdido u otra cosa que le fuera de utilidad.

En verdad esperabais encontrar poca cosa, pero es que el Gran Ryk se había llevado consigo la mayor parte del barco. Ainea tuvo la fortuna de localizar semienterrado el cuerno cubierto de conchas de Oswin, el viejo lobo de mar que aseguraba haberlo obtenido tras desjarretar a diez kuo-toa... o al menos se lo regalaron en la siguiente posada que visitó, pero de las velas que buscaba para tapar a Alder ni rastro. Melinda localizó un morral de piel de oso que apestaba bastante gracias al agua salada, que provablemente hubiera pertenido a Joyce o a su hermano Herber, pero que aún podía ser funcional a pesar de encontrarse completamente vacío. Skuldd, más preocupado por maldecir a los dioses marinos no vió fortuna alguna en las arenas, lo cual era un justo castigo según el punto de vista de la clériga de Sashelas.

Sin embargo, el más afortunados de todos fue el único auténtico marino del grupo. Y es que su hallazgo no se transformó en un objeto capaz de llevar consigo, sino que consistió en lo que parecía una posible ruta para escapar salir de la playa. Y quizás estuviera bien el remarcar ese adjetivo, "posible", porque el sendero localizado era poco más que un reciente desprendimiento y cuya tierra aún se encontraba lo suficientemente suelta como para garantizaros un resbalón o dos.

Alineea se mostraba contrariada. Sashelas debía estar poniéndola a prueba, dejándola aislada en aquella isla con semejante compañia. Bueno, por lo menos estaba Melinda.

Cuando Alder encontro el sendero la sacerdotisa se echó la mochila a la espalda y agarró su tridente.

-Bueno, qué me decis? ¿Salimos de esta playa e intentamos encontrar algun pueblo o algo asi? ¿Alguien tiene idea de donde estamos?

Alder recogió su arco y miró al resto. Dudó un momento entre irse sin decir nada o esperarles. Al final optó por lo segundo.

Por allí parece que hay una salida.- dijo señalando a aquella especie de barranco.

 Debemos buscar un refugio. No sabemos donde estamos ni que peligros nos pueden acechar. Después buscaremos un lugar en alto para saber donde nos encontramos y si hay alguna camino de salida que tomar

Cosa rara los humanos sí.

La vieja arrugada no respondió nada y solo me sonrió mientras se tocaba su pelo.

¿Me estaría queriendo decir algo con eso?

¿Querría aparearse conmigo?

No sabía mucho de los ritos de apareamiento humano pero al parecer el pelo tenía mucha relevancia en ello.

Encogiéndose de hombros Skuldd miro a la vieja correr de nuevo hacia el mar, no era muy interesante su cuerpo achacoso pero qué diablos, era una hembra.

Quizás al llegar la noche le diera un poco de “cariño” Orco del bueno…

Ahora tocaba seguir, y por eso tomo sus cosas, escupió por última vez desafiante al mar y se interno tierra adentro.

Sin mirar atrás.

Melinda encontró un morral de piel de oso cuyo olor le resultó casi tan desagradable como el del semiorco. Lo contempló desde lejos y luego tomando un palo que hubiera por allí lo golpeó para ver si contenía algo dentro. Cuando comprobó que estaba vacío se lo enseñó a Skudd. Toma, dijo señalándoselo con el palo. ¡Por nada del mundo tocaría algo tan apestoso como aquello! Llévalo tú, apesta exactamente igual que tú. Espera que aquello se lo tomase como un cumplido, pues su olor era aún más nefasto que el del morral.

Después observó a sus compañeros, y en vista de que por allí no parecía haber nada más interesante asintió con la cabeza para aprobar la idea.

Cuando al fín llegáis a la parte superior, una sensación de pesadumbre se abate sobre vosotros. No os encontrabáis en una isla como había creído Aineea, sino que estabáis en la costa del continente.

Podíais ver el inicio de la cordillera que rodeaba la mesetea de Belfalas claramente, del mismo modo que podíais disfrutar del Gran Ryk en toda su inmensidad. Un paisaje de rojos y azules único, pero que escondía un gran problema.

Y es que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudades del reino se encontraban tras esa cordillera y, en consecuencia, lejos de vuestro alcance. Dejándoos únicamente dos opciones por recorrer con la futil esperanza de encontrar alguno de los pocos asentamientos costeros de la zona.

Pudiera ser que el señor de las profundidas te estuviera probando, pero no parecía querer dejarte completamente desvalidad, de lo contrario no te habría girado hacia el sur para distinguir la sombra de algo que no parecía creado por la naturaleza, sino que se asemejaba a algún tipo de edificación. Una fortaleza o castillo al parecer.

Alineea se llevo la mano sobre los ojos a modo de visera mientras se volvia hacia el Sur. Sus ojos elficos afinaban mas que los de los humanos y, ciertamente, mucho mas que los del ogro. Si, aquello parecia algun tipo de edificio...

- Bendito sea El Profundo! Distingo una especie de edificacion alla, en el Sur. Esta claro que estamos en la costa de Belfalas. Creo que lo mejor es dirigirnos hacia alla. Intentar atravesar las montañas sin equipo seria un suicidio.

Melinda miró hacia donde la elfa decía. Ella no vio nada pero decidió confiar. Pues si eso es lo que ves habrá que ir allí. No tenemos más opciones, andar sin rumbo y adentrarnos por tierra desconocida sería un riesgo excesivo. Y más en las condiciones en las que nos encontramos, hemos perdido la mitad de nuestro equipo en el mar. No podremos subsistir durante mucho tiempo sin provisiones. Dijo pensativa y esperando a que el resto del grupo se moviese.