Partida Rol por web

Alineea se movió para tener un ángulo mejor y volvió a atacar con su tridente pero fracasó miserablemente.

-Melinda, flanquealo! Tu por el frente y yo por la espalda!

Con el grandote fuera de combate y sin armaduras aquello pintaba muy mal. Alder contuvo sus ganas de salir corriendo y abandonar a sus compañeros únicamente porque sólo una de aquellas criaturas se había acercado a él.

Retrocedió un poco y de nuevo dos flechas salieron disparadas contra su enemigo.

Las flechas de Alder acaban completamente e inmediatamente uno de los armqueros tira su arco y se lanza contra el con su lanza apoyado por el chamán y el otro lancero, pero la fuerza del número no consigue tornar la suerte a su favor y todas sus acometidas fallan.

Viendo como el humano es rapidamente rodeado, el jefe decide centrar su atención en el combate de los chacales con las hembras y clava dos certeras flechas sobre Aineea mientras que Rukhin restante falla completamente su disparo.

Los dos perros centran su ataque en la paladina, demostrando la efectividad de dejarse guiar por sus instintos al conseguir morder con fuerza las piernas de Melinda.

-Amigos, se impone una retirada a tiempo!

Alineea echa a correr para dejar atrás a los kobolds. Seguramente los chacales les alcancen pero entre los tres podrían encargarse de ellos.

Alder retrocedió un poco mientras movia el arco hacia un lado y otro.

Después puso pies en polvorosa siguiendo a Aineea

Vamos vieja, mueve esas piernas arrugadas o te quedarás atrás.

Melinda estaba sintiendo como poco a poco la iban arrebatando su vida. Pero no era de valientes huir de un combate, así que la anciana estaba dispuesta a seguir luchando hasta llegar al final, fuese cuál fuese. Pero al ver a sus compañeros huir de allí, comprendió que tampoco era de buenos paladines ignorar a sus acompañantes, así que como si no le quedase más remedio, salió huyendo de allí con la esperanza de que no les persiguiesen.

Al ver cómo escapáis por donde habéis venido varios kobolds estallan en gritos, en lo que parece ser alegría por su victoria, mientras que los dos chacales intentan asegurarse de que continúas corriendo durante un buen trecho antes de que uno de ellos se esfume en dejando un rastro polvoriento y el otro decida volver con sus amos.

En cuanto pudistéis recobrar el aliento, daba la impresión de que únicamente pretendían protegerse de vosotros, pues el único momento en que se exaltaron resultó cuando alder clavo sus flechas en uno de ellos. De todas formas, todo eso carecía de importancia ahora mismo, dejándoos como únicas opciones el intentar colarlos por su territorio, lo cual ya se había demostrado difícil, o regresar hasta la fortaleza.

Alineea se detuvo, por fin. Con las manos en jarras y disimulando su cansancio habló:

-Creo que no tenemos más opción que volver al campamento y hallar la forma de equiparnos. Pasemos por el aro de lo que nos espere allí y, cuando tengamos la oportunidad, nos vamos de nuevo pero esta vez con posibilidades.

Alder asintió a las palabras de la bruja marina.

Luego volverían para terminar de ajustar cuentas con aquellas criaturas.

Melinda chasqueó la lengua molesta por tener que volver a la fortaleza, les habían avisado de que eso podría pasar, y seguro que ahora se burlarían de ellos. La anciana tenía una reputación que mantener y que la hirieran el orgullo era algo dificil de superar. A pesar de todo, su orgullo no estaba por encima de su vida, así que decidió regresar a la fortaleza junto al resto de sus compañeros, a pesar de que Skudd ya no estuviera entre ellos.

Heridos en cuerpo, mente y con un miembro menos, optáis por retroceder a la fortaleza. Esperando que, al menos, os reciban de la misma forma que la vez anterior, aunque esta vez pudiera ser que hubiera llegado el señor del lugar. Pronto lo averiguaríais, metaforicamente, dado que aún os quedaba trecho hasta regresar.

Nada os bloquea el camino y cuando al final atisbáis la fortaleza, podéis alcanzar su puerta iluminada por su gran joya. Allí, un hombre os grita un claro.

- ¡Alto!

Poco después, el que parece ser el mismo hombre que os ha gritado aparece enfrente vuestra con la cimitarra y el escudo preparados para pelear.

- Estáis en la casa de Gedrón Piedralunar. ¡Declarad vuestras intenciones bandidos!

Os exhorta con firmeza y queda a la espera de vuestra respuesta.

Confiando en que aquel guardia fuera otro diferente al que les había atendido ya, Melinda decidió disimular y pedir asilo político. Venimos en son de paz, hemos sido atacados y hemos llegado aquí heridos, cansados y con hambre. ¿Sería posible que nos acogieran durante esta noche para poder reponernos y después emprender nuestro viaje?

-Sería un honor que nos concedierais el favor de aceptarnos en vuestro campamento. Acabamos de sufrir un ataque y perdido a un compañero en combate.

Alder guardó silencio. Con las súplicas de las dos hembras esperaba que hubiera suficiente lástima para que les dejaran pasar.

El hombre os mira suspicaz, claramente devanándose los sesos sobre que hacer con vosotros.

- De acuerdo.

Accede al parecer convencido por vuestros argumentos, aunque las noticias de la patrulla posiblemente tengan más que ver.

- Iré a avisar al señor de vuestra petición. Aguardad aquí.

Os informa antes de empezar a retroceder por el antiguo patio de desfiles, el cual está lleno de baldosas rotas rodeadas de hierbajos. El guardia termina por perderse al noroeste, pero no es el único lugar que presenta accesos.

Aparte de las puertas principales que acabáis de cruzar, veis tres puertas, a las que sumáis por lógica algún acceso a la caseta de guardia que custodia el acceso y otro camino por donde se fue el guardia. De esas tres puertas, una conecta con la torre noreste, otra con la sureste y la tercera, especialmente robusta, con uno de los edificios interiores.

No veis a nadie más en el patio, aunque eso no significaba que alguien pudiera aparecer en cualquier momento.

Melinda contempló la escena mientras analizaba las posibles salidas o entradas de aquel lugar. Después se limitó a esperar a que llegara el guardia con aquel al que habían llamado "señor".