Partida Rol por web

La estatua parecía un guardián de algo, ¿no os pica la curiosidad de qué secreto podría estar custodiando?

Alder no dejaba de observar el interior de aquel lugar. Aunque estoy de acuerdo que este es un buen sitio para acampar, no creo que nadie nos moleste si saben que aquí hay semejante guardián.

¿Descansamos un poco y después vemos lo que hay? Tampoco es que tengamos un mejor sitio donde ir.

Está bien, primero dormiremos y luego investigas un poco. Pero tampoco me gusta saquear lugares sagrados. Además si esta estatua está aquí es porque alguien así lo quiso, no me parece honroso robar algo de esta forma. Así que de momento será mejor dormir y mañana ya se verá.

Alineea buscó algún ánfora o recipiente en el que poder alamacenar el agua que le permitía crear el conjuro que aún guardaba. No tenía muy claro cuanto hacía que se había hidratado pero pensaba que aún tenía margen y que podía usar ese agua para dar de beber a sus compañeros.

-Nadie está hablando de robar, Melinda. De momento, busquemos un lugar donde descansar. Aquí , al menos, estaremos protegidos de las inclemencias.

Eso estaba claro, aquí desde luego no ibais a sufrir por el clima del exterior y cualquier criatura de los alrededores habría aprendido a mantenerse alejada de este lugar. Parecía un lugar idílico teniendo en cuenta vuestra situación.
 

¿Skudd, te encargas tú de la primera guardia?

-Oh señor de las profundidades, Oh dragon bajo el mar! Concedenos tu gracia caotica y bañanos con tu regalo!- Oro la sacerdotisa.

Al cabo de unos segundo comenzo a manar el agua de una de las paredes de aquel templo olvidado. Alineea se coloco justi debajo y dejo que el agua la sumergiera y le encharcara el pelo y lantunica. Al salir de debajo del chorro se sintio fortalecida y excitada. El contacto con la sangre de su dios siempre la ponia asi.

O si ¿como no? También podría quedarme toda la noche despierto teniendo en cuenta lo miopes que eran el resto.

Así que con un sonoro gruñido avancé hasta el portal para vigilar.

Avisadme cuando me toque la guardia.

Alder buscó un sitio cómodo para poder pasar la noche, dentro de las comodidades que te podía proporcionar aquel lugar.

Las guardias van pasando con lentitud sin nada que os perturbe más allá de un pequeño desprendimiento en las piedras que sellaban el camino y que consigue poneros los pelos de punta, especialmente a Alder, quien en cuya guardia se sucedió el incidente y pasó un buen rato atento a cualquier otro movimiento desde aquel lugar.

Cuando por fín amanece, os extrañáis al descubrir como la luz entra con fuerza por el tunel de descenso, iluminando todo la sala con una fuerza cegadora que os hace despertaros asustados por el súbito cambio en la iluminación, aunque no hace mucho más que eso y tras un par de minutos cesa completamente.

Alineea despertó estirándose como una gata. Había soñado con el océano y se encontraba de buen humor. Podía notar con el Señor de las prunfidades había refrescado sus poderes y Alineea le dió las gracias con una rápida oración. Su dios era ladino y caótico, y había que dar las gracias cuando te favorecía.

-Bueno, ¿Estais preparados para llegar ya a ese maldito edificio? Pongámonos en marcha.

Alder se incorporó temprano. Llevaba tanto tiempo acostumbrado a dormir con el vaivén del mar que esa noche apenas pudo conciliar el sueño en tierra firme.

Encima, durante su guardia, no dejó de escuchar ruidos por doquier que hicieron que los pelos se le pusieran de punta y acercara la mano a su arco.

Y, por si fuera poco, aquella luz cegadora que le daba los buenos días como un guantazo con la mano abierta de un gigante de las colinas.

No, el día no comenzaba bien para el huraño arquero. Sin decir nada volvió a tomar la delantera para salir de aquel lugar. 

Melinda ignoró el haz de luz que había visto. No sabía si aquello era normal o no, así que prefirió seguir a sus compañeros y salir de aquel lugar lo más rápido posible. Ya era hora de alcanzar su destino.

Dejáis vuestro refugio decididos a alcanzar la fortaleza. Esto provoca que a pesar de que la distancia que os separa de la fortaleza os parezca el doble de larga al poder verla y tardar tanto en alcanzarla, sin embargo, sólo es vuestra imaginación y llegáis a ella antes de lo que os esperabais.

La fortaleza es un castillo bastante arquetípico pero con cierto aire enrarecido, como si hubiese visto tiempos mejores.

Está rodeada por un foso seco, pero los muros exteriores y las seis torres construidas se encuentran unos diez metros por encima del resto del terrero, dado que han sido erigidos sobre un montículo, logrando alcanzar veinte metros de "muralla" en las zonas más bajas.

Podéis oler el mar, aunque el viento llega del este.

Melinda alzó la mano para señalar un alto en el camino y señaló el castillo. Antes de seguir avanzando echad un vistazo previo. Quizá haya algo que se escape a nuestra simple percepción. Fijaos atentamente. Dijo mirando especialmente a Flechas, que imaginaba que sería el que mejor percepción tendría.

Ya estaba la anciana dando órdenes. Qué pesada era, se le quitaban a una las ganas de esforzarse.

Alder no necesitaba que la vieja le indicara que estuviera atento a lo que les rodeaba. Alder siempre estaba atento.

Con su arco preparado buscó un lugar elevado para tener una mejor visión del entorno.

Empezás a creer que estaba deshabitada si no fuera por pequeños signos aquí y allá que os indicaban lo contrario. Entonces conseguís ver una patrulla formada por seis hombres que se acercan a vuestra posición. Dos de ellos van armados con arcos cortos, otros tres portan escudos y cimitarras guardadas en sus cintos, todos ellos con cotas de malla salvo el último del grupo, un jóven con apenas una armadura de cuero endurecido y una cimitarra en el cinto.

Estaba claro que era una patrulla de la fortaleza, pero no parecían haberos visto de momento, quizás por la fortuna de haber seguido las indicaciones de Melinda, quizás porque no esperaban encontrar a nadie tan cerca.

-Cuerpo a tierra! - gritó la elfa antes de dejarse caer al suelo para resultar menos visible.

Alineea esforzó su vista para intentar discernir algún símbolo o pendón en las ropas de los militares y tomó buena nota de las cotas de malla. Había perdido su armadura en el naufragio y aquellos tipos tenían pinta de ser de su misma estatura pero eran demasiados para un grupo tan poco equipado como el suyo. 

-Alder, ¿Crees que podrías seguirlos y escuchar lo que dicen? Estaría bien saber con qué clase de personas vamos a tratar.

Alder asintió y trató de buscar un sitio para esconderse. Pero sus movimientos fueron tan torpes que hasta él mismo se dio cuenta y mirando a sus compañeros se encogió de hombros.

Genial. Susurró Melinda al ver lo sutil que era el Flechas. Confió plenamente en que, a pesar de su torpeza, no le hubieran escuchado. Por si acaso se quedó mirando al grupo, a ver si ella era capaz de identificar algún escudo religioso que indicase de que dios eran seguidores. Aquello podría significar bastante sobre qué clase de amigos o enemigos tendrían delante.