Partida Rol por web

Te encontrabas sola... 

Samael te había enviado a los bosques de Alberia a recoger un grimorio de magia de uno de un Daimah que, para tu asombro, era bastante sosegado y tranquilo. La entrega había ido sin contratiempos pero, al internarte en una zona del bosque camino al punto de extracción, aparecieron.

Eran un grupo de 6, inquisidores obviamente por las cruces que llevaban en los ropajes. Aunque por su apariencia y sus pintas, no hay ningún alto inquisidor entre ellos.

Uno de ellos comenzó con la historia de siempre... Que si criatura del infierno... Que si debes morir... Bla bla bla...

Antes de que te matara de aburrimiento tenías tu brazo atravesando su pecho, sujetando entre tus dedos su débil y palpitante corazón. Los otros cinco tardaron un par de segundos en reaccionar, tiempo suficiente para soltar al inquisidor y asaltar sobre dos de ellos. Golpeaste a uno con una patada y al otro con un puñetazo y ambos salieron disparados golpeando y destrozando un par de árboles. Sin perder ni un segundo te acercaste a los otros tres y, antes de que el primer cadáver tocara el suelo, estaban todos muertos.

Nada... Un aburrimiento... Además ni siquiera te habían tocado... Vaya...

Dejas los cuerpos ahí cuando vuelves a encaminarte hacia tu objetivo cuando una extraña ráfaga de aire agita los árboles... Por un momento pasarías de largo, pero hay algo raro... Su forma... Su constancia... Las brisas normales no son tan perfectas... Hasta que alzas la vista...

Entre las nubes ves una gran mole de tierra se eleva sobre el cielo... No ves toda su superficie, ya que las nubes lo cubren, pero sin duda era algo gigantesco... 

El taller estaba bastante ordenado, dando el aspecto más de un almacén que de un taller.

Todas las paredes están forradas de estanterías, repletas de pergaminos, tarros, joyas y otro tipo de objetos. 

No ves armas o armaduras, aunque, sabes por experiencia, que la información puede ser más peligrosa que cualquier arma. Por eso te habían enviado allí.

Echas un rápido vistazo al taller y, en apenas dos minutos, localizas en una de las estanterías lo que buscas: un pergamino. 

Te acercas con pasos rápidos y silenciosos y lo coges sin preocuparte, ya que no ves en él magia ni nada similar que pueda estar protegiéndolo. Lo abres rápidamente para comprobar que es lo que buscas: un listado de las bases que tiene la Alianza Azur en aquel principado, así como el emplazamiento de estas. ¡Perfecto!

Con la misma rapidez lo enrollas y te lo guardas.

Antes de salir, ves un espejo apoyado en uno de los laterales y no puedes evitar echar un vistazo. La joven que te devuelve la mirada tiene una larga cabellera de un ligero color morado, unas ropas sencillas y algo escasas para tu gusto y, sobre la naríz, lleva unas peculiares gafas. Apenas tardas un par de segundos en mirar el reflejo antes de salir.

- ¿Todo listo? - Te pregunta uno de los guardias.

- Perfecto. - Contestas con una voz que no es la tuya.

Y sin añadir más, comienzas a alejarte con paso decidido. 

Una vez que has salido de la ciudad y estás en un lugar fuera de ojos indiscretos, pones una mano sobre tu rostro y, todo tu cuerpo comienza a cambiar.

Tanto la piel como el pelo cambian de color y los ojosse tornan rojos como la sangre. Una máscara de piel se desliza entre tus dedos y cae al suelo mientras continuas andando.

Debido a los sistemas de seguridad que tenía el taller, te habían mandado a ti para robar el documento. Tardaste 2 días en averiguar las rutinas de la Agente de Azur a laque ibas a suplantar, y un día más en acabar con ella y suplantarla. El resto fue coser y cantar...

De manera que con una expresión fría en el rostro, comienzas a alejarte de la ciudad cuando...

Entre las nubes ves una gran mole de tierra se eleva sobre el cielo... No ves toda su superficie, ya que las nubes lo cubren, pero sin duda era algo gigantesco... 

El agua de aquel río corría tranquila, sosegada y habíais pensado que era un lugar ideal para descansar y reponer energías. 

Os encontrabais en una sencilla misión de reconocimiento cuando un grupo de inquisidores os asaltaron... Eran 6 y, por lo que visteis, ninguno de ellos era un alto inquisidor.

Tenían mucho entusiasmo, ganas y eran bastante vehementes, sin embargo, en apenas un abrir y cerrar de ojos, acabasteis con ellos. Aunque, por desgracia, la sangre salpica mucho, incluso si matas al enemigo de un solo golpe...

Por eso habíais decidido parar ahí, para lavaros la sangre y quitaros aquel horrible olor de encima.

Sin embargo...

Una extraña ráfaga de aire agita los árboles... Por un momento pasaríais de largo, pero hay algo raro... Su forma... Su constancia... Las brisas normales no son tan perfectas... Hasta que alzas la vista...

Entre las nubes ves una gran mole de tierra se eleva sobre el cielo... No ves toda su superficie, ya que las nubes lo cubren, pero sin duda era algo gigantesco... 

Deberían haberme reconocido. Yo misma dejé con vida a mi primer inquisidor para que informara a los demás de cuales serían las consecuencias de cruzarse conmigo, rompiendo su legislador como prueba. Pero parece que estos no habían sido informados, o tal vez creyeron que ya había muerto "de vieja" y por eso no renovaron el aviso. Sin embargo ya estaban muertos, y nada podía cambiar eso ya. Con la sangre de los cadaveres dejé escrito un mensaje en el arbol para quienes vinieran a recoger los cuerpos.

Cita:

Después de ello me limpié la sangre con la capa de uno de ellos y recogí con tranquilidad los Legisladores. Pensé en empezar a coleccionarlos, como si fueran trofeos de caza, pero deseché la idea. Ya con un peso mayor sobre mis espaldas, reanudé el camino. Sin embargo, algo llamó mi atención. Una brisa demasiado larga, que me hizo girar la cabeza y alzarla para encontrarme con lo que parecía una enorme isla cubierta por las nubes en mitad del cielo. En ese momento sentí un atisbo de esperanza por encontrar allí a Alhana.

- Insisto en que mi próxima misión sea allí - me dije mas a mi misma que a nadie mas al llegar al punto de extracción.

Monique se estremeció al sentir como la máscara de piel abandonaba su forma anterior y suspiró con fuerza... no le gustaba mucho aquella sensación, pero era un trago por el que debía pasar para realizar sus mejores trabajos... poco tenía que objetar, todo era un mero trámite para alcanzar unos objetivos marcados a superar.

No pudo evitar fruncir el ceño mientras observaba la tremenda isla que hacía unos días ahí estaba... se sorprendió sobremanera aunque su rostro mantuvo un semblante serio y taciturno, pero, lo primero era lo primero, debía entregar el pergamino a su empleador para liberarse así de esa carga, luego, quizás, podría investigar esa isla más afondo o intentar alcanzarla... Monique, cuyo nombre verdadero permanecía en el anonimato, emprendió su marcha sin perder de vista la extraña isla...

Apenas habían pasado unos minutos desde aquel incidente con los inquisidores. Hubiera deseado que las coas acabaran de otro modo, pero por desearlo no iban a salir como esperaba.

La voz de Clara la obligó a salir de su trance.

-Mekhare, mira… - Al escuchar a Clara, la ebudan siguió con la vista el dedo a dónde señalaba su amiga.

La joven ebudan empezó a temblar. ¿Qué era esa extraña sensación? Cayó de rodillas al suelo, aun temblando y su amiga rápidamente se lanzó a agarrarla.

-¡¿Te encuentras bien?! – No era necesario explicarle a Clara que era lo que estaba sintiendo, porque al estar ligadas, ella podía saberlo y sentirlo del mismo modo. Solo que para Mekhare iba un grado más allá.

Lágrimas empezaron a brotar del rostro de la muchacha.

-Es mi sueño. He soñado con aquel lugar. Tantas, tantas, tantas veces…- Sin duda eran de felicidad. Los tatuajes de la ebudan comenzaron a emitir luz propia, a moverse por sí solos por su cuerpo, hasta finalmente desaparecer.

Sintió la llamada, algo que la pedía marchar, viajar a un lugar dónde nada podría alcanzarla más, pero al mirar a su amiga quien parecía compartir su felicidad, rechazó aquella llamada. Cogió con energía la mano de su amiga y se levantó.

-¡Avisemos a Samael! ¡Tenemos que ir a ese lugar! Uhm uhm! – Dijo enérgica y animada.

De igual modo que su amiga, la hechicera parecía algo consternada por el enfretamiento sufrido. La repetina aparición de aquella isla flotante y la reacción de la ebudan al verla daban lugar a un acontecimiento inquietante. Compartía la alegría y emoción de Mekhare, pero al mismo tiempo sintió la desagradable sensación de un final próximo, como quien acaba de terminar un libro y tienes emociones enfrentadas.

-Es ese lugar... ¿hemos viajado tanto para que aparezca ante nuestras narices? ¿ya está?-. Un sonoro suspiro escapó de entre sus labios. El destino era demasiado caprichoso para el gusto de la sylvain.

-Habrá que avisar claro. Solo espero que no nos den problemas...- Realmente no parecía sentir ningun preocupación por lo que dijeran en Samael, nunca se sintió atada a aquel lugar y Mekhare lo sabía perfectamente. Sin embargo si sentía una extraña inquietud, algo que se esforzo por ocultar animicamente a su compañera.

Miró la mano de Mekhare cuando agarró la suya y después a sus ojos esperanzados. Sonrió con sinceridad y asintió.

-Vamos- Echando finalmente a correr juntas para dar comienzo a otro viaje.

Justo cuando te encaminas hacia la base más próxima de Samael, ante ti aparece un pequeño destello de luz, tras el cual surge un pergamino de la nada, que se queda levitando ante ti.

Según lo que lees, es una citación de Samael, que te piden que acudas a la base de forma inmediata.

No es la primera vez que ves un pergamino así, aunque sí es la primera vez que te mandan uno. Es una creación de Morrigan por la cual, al introducir parte de tu energía en él, activa un hechizo de teletransporte que te lleva al lugar indicado.

Al parecer, había una urgencia. Tal vez fuera la repentina aparición de aquella isla. Y si así era, estaba de suerte. Sin embargo me sentía extrañada. ¿Tan rápido habían tomado la decisión de enviarme? Una misión como aquella solo podría tomarse por consenso de los Angeles Caídos, y yo no era precisamente la favorita ni de Ophiel ni de Angelus. Y a aquellas alturas probablemente aun estarían discutiendo sobre a quien llevar.

Suspiré y me arranqué la primera falange del pulgar izquierdo de un bocado. Estrujé toda la sangre que pude antes de que mi dedo volviera a crecer para introducir la sangre en el pergamino. Mientras tanto, en el interior de mi boca masticaba el dedo hasta dejar solo el hueso, y ya hube terminado para cuando estaba al otro lado.

Mekhare dio un respingo al ver el pergamino aparecer ante sí. Al mirar hacia su compañera pudo encontrarse con que Clara también había recibido otro de las mismas características.

-Tiene que ser serio si nos mandan volver de inmediato. ¿No crees?- Preguntó a su amiga mirándola de reojo.

-Además, ni si quiera es nuestro Angel caído quién lo envía... -Esperó a ver que tenía que decir la silvain antes de proceder a introducir su esencia en el pergamino para regresar.

La hechicera imitó el gesto de sorpresa de su compañera al ver la repentina aparición.

-Esto es... inesperado- Asintió a las palabras de Mekhare mirando con cierta desconfianza el pergamino. Se permitió observalo unos instantes valorando posibles contratiempos; nunca se es demasiado precavida, o eso pensaba la sylvain.

-Tampoco creo que sea coincidencia. Esa isla ha llamado la atención de muchos, seguro. Respondamos- Asintió una vez más a la ebudan tras tomarse el tiempo que necesitaba, imitando después el proceso de ligadura con el mensaje escrito.
 

El destello obligó a que se cubriera levemente el rostro y se pusiera en alerta temiendo un ataque que no supo ver, pero para su tranquilidad, no fue nada de eso, sino un mensaje para ella.

Monique lo leyó con rapidez y frunció el ceño... no era la primera vez que era convocada de ese modo, pero desde luego que hacerlo así implicaba urgencia ¿tendría la isla flotante algo que ver? no lo sabía, pero debía acudir, había sido convocada.

Sin más preámbulo, se escondió en el bosque cercano, después de comprobar que no había ojos indiscretos, posó ambas manos sobre el pergamino mágico a la par que concentraba su energía vital para activar el poder oculto en aquel trozo de papel místico... Monique siempre estaba lista para trabajar.

En cuanto activas el pergamino, un sello mágico aparece a tus pies al mismo tiempo que se levanta un pequeño vendaval a tu alrededor. Cuando vuelves a pestañear, ya no estás en el sitio donde estabas...

Una sala, de piedra y roca, se abre ante ti. De techos altos, grandes columnas y una temperatura unos grados inferior a lo que estás acostumbrada.

El bao sale de tu boca y adquiere forma en el aire.

A tu lado, sobre tres sellos idénticos al tuyo, se encuentran otras tres compañeras de la organzación. Con todas has coincidido en algún momento, aunque puede que no hayas intimado en exceso con ellas...

Cuando vuelves tu vista al frente ves que solo hay una ventana por donde entra la luz, iluminando un pequeño trono hecho de los mismos materiales que la sala.

Tallado en lo alto del respaldo, veis el símbolo de vuestra organización, tallado en la piedra. Por un segundo respiráis tranquilas al ver que estás en casa, aunque los nervios os traicionan unos segundos al daros cuenta que hay alguien sentado en el trono. Una vez vuestros ojos se acostumbran, la reconocéis...

Se hace llamar Gabriela y es un Ébudan, aunque esta posee dos pares de alas en lugar de cuatro. Va armada con una bonita armadura y, descansando sobre sus piernas, lleva una gran espada. 

Lo que sabéis de ella es poco, aunque no por ello insignificante. Es uno de los miembros más antiguos de la organización y, aunque se le ha ofrecido en bastantes ocasiones un puesto entre los Ángeles Caídos, siempre lo ha rechazado. Nadie la ha visto en acción, aunque algunas lenguas dicen que es capaz de modelar las corrientes mágicas con una facilidad asombrosa. Aunque, el rumor más jugoso es el que dice que se trata de la re-encarnación de una Beryl... ¿Será solo un rumor?

- Bienvenidas... - Saluda con una voz calmada, dulce aunque firme. - Soy Gabriela y todas pertenecemos a Samael... - Habla de forma pausada, tranquila. - Me disculpo ante la presteza de vuestro llamamiento... Pero asuntos urgentes requieren nuestra atención... Y vuestra colaboración... - En ese momento, sus ojos rojos no cambian de expresión, aunque su tono sí. - Disculpar mis modales, no os he ofrecido nada... Menuda anfitriona que soy... ¿Os puedo tentar con algún aperitivo? 

Mastiqué un poco mas la falange y luego me puse a juguetear con ella dentro de mi boca, casi fingiendo de que se trataba de un chicle. La sala en la que me encontraba era fría, aunque no tanto como yo podría provocar. Miré en derredor y vi a unas chicas que fueron mis compañeras de misión en varias ocasiones. Aparté la falange contra la mejilla para poder hablar e hice sonar las seis armas eclesiasticas con las que cargaba con un ligero movimiento.

- Traigo Legisladores recién arrebatados. Podeis quedaros con el que querais - dije con un tono gélido, aunque era fácil entrever una ligera sorna en el comentario.

Volví mi mirada al frente para ver a Gabriela, la extraña ebudan con un par extra de alas, sentada en un trono con el símbolo de la organización. A ella ya le había preguntado varias veces por Alhana, y nunca había obtenido respuesta, así que no merecía la pena volver a intentarlo. Su introducción se basó en resaltar lo obvio, y entonces fue directa al asunto.

- ¿Se trata de la gigantesca isla flotante que ha surgido de la nada?

Sin embargo, antes de responder cambia el tema por culpa de la hospitalidad. Aquello me produjo una ligera irritación, pero supe esconderla bien. Extraje mi falange de la boca y la pulvericé con la mano derecha después de asegurarme que la viera.

- Ya he picado por el camino - respondí a su ofrecimiento.

Cuando apareció en aquella sala junto a sus compañeras, alzó una mano y las saludó esbozando una sonrisa en sus labios. La sonrisa se cortó de golpe al percatarse de lo que una de sus compañeras venía comiendo.

- ¿Eso es…? – Iba a preguntar mientras tímidamente su índice iba a señalar. Interrumpida a medio camino por una voz proveniente del trono.

-¡Ah!- Se llevó las manos a la boca tapándola y rápidamente se encaró hacia el personaje del trono, reconociéndola casi al instante por sus peculiaridades e inclinándose no una ni dos, sino hasta tres veces en modo de disculpa y respeto a la figura.

Sacó un pequeño pañuelito de su bolsillo y lo usó para limpiarse unas pequeñas gotas de sudor de la frente, debido el desliz cometido por no haberse dado cuenta de Gabriela.

-¿Tomar? Ah pues por las horas que son… - Se llevó el índice a la barbilla pensativa hasta que lo alzó soltando su petición:

-¡Daifuku mochi con anko!- Sin duda sonaba a comida lanetense.

-Respecto a la isla… ¿Todas la habéis visto? – Preguntó a sus compañeras para volver a fijarse en la otra ebudan de la sala.

Monique apareció como el resto, tras desaparecer por el sello que su propia energía vital había activado. Observó con gesto aburrido el lugar y fingió muy bien la impresión que podría haber despertado en Monique la majestuosidad del lugar en el que acababa de aparecer. En un momento estaba escondida al amparo de las sombras en un bosque, y ahora... ahí.

Monique posó sus rojizos ojos en las personas que habían aparecido allí también. Otros seres sobrenaturales como ella, no era difícil saber que eran, pero no comentó nada, sencillamente se quedó donde estaba, con la espada corta enfundada y el arco largo con sus flechas a la espalda, reposando.

Atendió como una buena estudiante aunque su aspecto y sus aura indicaba que Monique, no era una persona agradable al trato, había algo en su mirada que perturbaba a cualquiera.

Cuando ofreció algo de comer, Monique alzó un dedo y miró con gesto aburrido a la mujer que se presentó como Gabriela - Yo necesito algo de alimento - aunque lo que realmente quería, era saber el motivo por el que los habían convocado con tanta urgencia. Una de las desconocidas habló y aquello suscitó que Monique le dedicara una aviesa mirada - claro... - aunque se guardó el comentario sarcástico.

Al materializarse en la sala parpadeó, quitándose de encima aquel habitual sentimiento momentaneo de cofusión, muy común en aquella clase de viajes. Se fijó al poco en la figura que descansaba en el trono y al reconocer a Gabriela por sus característicos rasgos, la curiosidad se acentúo. Su silencio se prolongó hasta que las demás chicas hablaron, tomándose la libertad de navegar entre sus propias cavilaciones.

Pese a todo, la sylvain no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la nerviosa reacción de Mekhare y después dedico un leve asentimiento a Monique y Ahanel, saludando finalmente con otro saludo, sencillo y formal, a la imponente Gabriela.

-Cualquier cosa que nos puedas ofrecer será bien recibida, lo cierto es que por mi parte estoy hambrienta- Clara relajó el gesto con su informal respuesta, tratando de parecer afable y educada.

Haciendo memoria, recuerdas algo sobre una Isla en alguno de los manuales que te hicieron leer cuando eras pequeña...

Hablaba de una antigua isla, posada sobre el mal, que guardaba miles de secretos y conocimiento. Todo lo que un mortal podía necesitar, estaba en esa Isla: alimento, conocimiento, armas, sabiduría y, sobre todo, poder... Poder...

Y fue esta última razón lo que produjo todos los problemas...

Se decía que el señor de la Isla, tendría poder suficiente para hacer lo que quisiera. Por eso, durante 200 años, todos los gobernantes dieron sus regalos a los mortales, haciendo que el hambre, la enfermedad o la guerra, desaparecieran. Pero pronto el poder comenzó a intoxicar los corazones que querían el poder de la Isla, no para hacer el bien, sino para dominar a todos los mortales.

Por eso, las criaturas más poderosas sellaron la isla en un plano diferente, bloqueando cualquier contacto con el exterior...

Sin embargo... ¿Será la misma isla que acaba de aparecer en el firmamento?

Sin que Gabriela tuviera que decir nada, una pequeña Hada, de aspecto vegetal, apareció seguida de una gigantesca flor que se movía gracias a cuatro tallos. 

Sobre sus pétalos llevaba algunas bebidas, así como fruta y verduras. La flor se paseó por delante de las cuatro chicas y se posó quieta en un momento, como si fuera una mesa.

- Os he traído aquí por la Isla... Sí... Lo que algunos de vosotros conoceréis como un cuento antiguo, ha cobrado vida ante nuestros ojos. Los ángeles caídos y yo, creemos que es buena idea mandar a un pequeño grupo de los nuestros para investigarla, esperando poder destruirla, ya que si cayera sobre Gaia, destruiría todo el continente. En sus tierras se dice que hay poderosos artefactos, así como grandes peligros, pero vuestra misión es ir al centro, donde se levanta una gran fortaleza en cuyo interior, aguarda el sistema de levitación y de autodestrucción.

Con un gesto de la mano hace aparecer otro de aquelos pergaminos de transporte.

- Una vez activéis la autodestrucción, usar este pergamino para salir de allí... ¿Os ha quedado claro?

Mekhare tomó una de las piezas de fruta y comenzó a mordisquearla. Escuchó las explicaciones de Gabriel, asintiendo a lo que les explicaba.

Levantó timidamente la mano cuando la ebudan terminó de hablar. 

-¿Y cómo ha aparecido esa isla de la nada? ¿Qué sabeis sobre su historia, Gabriel?