Partida Rol por web

Natalia le da un sentido abrazo.
- Tu también eres mi única amiga... Nunca he tenido más - dice con el tono de voz algo sollozante, y con una mirada sincera y llena de fuerza, le coge la cara entre las manos mirándola a los ojos - Voy a arreglar ésto. Espérame aquí diez minutos. Tan sólo diez minutos. Todo irá bien.

Julia ve cómo Natalia se cambia de ropa en un abrir y cerrar de ojos, a una velocidad inaudita, y luego sale por la puerta de la habitación corriendo rápido pero de forma normal, cerrando la puerta tras de sí.

Pasado cierto tiempo, me pongo ropa que me permita moverme por el colegio y escondo el tomo de Fuego con los demás.

"Habré de seguir más tarde. No he terminado con el primer ejercicio."

Me topo con las llaves de mi moto sobre la mesa y las cojo, aunque dudo seriamente que tenga la oportunidad de usarlas. Después abro la puerta y salgo de mi habitación.

Natalia llega a su habitación y se cambia de ropa en super velocidad, coge la mochila, con su cámara dentro de ella, y cuando acaba desactiva la s. Velocidad y va al gimnasio corriendo pero de forma humanamente normal.

Una vez en mi cuarto dejo las llaves y miro por la ventana el trasiego del patio. No hay tanta actividad: los alumnos ya están en clase.

Cierro con llave, vuelvo a desvestirme para estar cómoda y recupero mi posición en la cama con el Tomo de Fuego entre mis manos. Sigue caliente y brillante, aunque de un modo más familiar. Se abre directamente por la página adecuada, lanzando una llamarada contra el techo que no deja huella. Después se mantiene ardiente e hipnótico.

El calor se hace presente en toda la habitación y es lo primero que noto. El amuleto se torna azul ligeramente, con un brillo especial. Después me conquista el color del fuego, del azul central al amarillo, bailando sobre las páginas, relamiéndose. Aprecio su sonido crepitante y la inmensa sensación de silencio que lo rodea.

Pronto la sangre en mi cuerpo comienza a arder y una multitud de sensaciones me embriagan. Pasión, ira, deseo, violencia, ambición, envidia... todas se mezclan alterando mi percepción y acelerando mi pulso. Pero el reflejo del fuego en mis pupilas evidencia que, poco a poco, consigo tomar el control. Las pasiones van desapareciendo, las aplaco con la sola fuerza de mi voluntad y las llamas en el libro responden haciéndose cada vez más azules, más energéticas... pero apagándose tenuemente.

"Dominaré mis propias pasiones. Seré libre de mis ligaduras internas. ¡Capaz de tener el control!"

A mi mente acuden escenas de mí misma manejando un inmenso poder, siendo totalmente dueña de mí, insuperable, fantástica... y la ambición vuelve, la ira vuelve, el deseo. Súbitamente las llamas del libro vuelven a su estado original y el brillo de mis ojos se apaga.

- ¡Non!

Comprendo que he sido derrotada de nuevo por mis propias ligaduras internas y el libro salta de mis manos para caer, cerrado y apagado, en el suelo.

- Presque je l'obtiens! Presque je l'obtiens!

Me levanto, furiosa, dispuesta a desahogarme golpeando algo. Pero me contengo. El entrenamiento comienza a ser útil, después de todo. Mi tumbo en la cama y respiro agitadamente, recordando lo cerca que he estado de alcanzar el primer conocimiento del fuego.

Después de un rato intentando sosegarme, decido darme una ducha para quitarme el sudor de encima. Aprovecho la ocasión para estar un rato debajo del agua, relajándome.

Cuando vuelvo a la habitación, apago todas las luces para dejar la sala completamente a oscuras y vuelvo a empezar el ejercicio, como siempre.

Después de un rato de mera contemplación, vuelven a mí los caóticos sentimientos que fui incapaz de controlar. Esta vez estoy racionalmente preparada, pero también espiritualmente. Mi pulso vuelve a acelerarse, cierro los puños con fuerza sintiendo un ansia desorbitada de poder, una irrefrenable hambre de imponer mi voluntad a cuantos se opongan a mí.

Sin pestañear, mantengo mi mirada fija en las llamas. Vuelvo a sudar y la temperatura de mi cuerpo sube por momentos. Mi amuleto comienza a azularse de un modo cada vez más intenso para contrarrestar ese efecto.

Un grito de furia, de rabia, de cólera acude a mi garganta. Pero lo detengo a tiempo y lo transformo en una profunda inspiración. Lucho por ser la dueña de mis actos, por dominar mis pasiones. Comienzo por poner orden en el ritmo de mi corazón y lo acompaso con el suave baile de las llamas del libro. El amuleto comienza a recuperar su color, poco a poco. Mis músculos se destensan.

Finalmente, el fuego del tomo se torna azul y bajo. Las páginas que antes lamía comienzan a prenderse y se consumen. Solamente dos, las dos de la superficie y cuando ellas desaparecen el fuego se apaga por completo, mostrando la continuación del volumen del Fuego.

En mi espíritu... PAZ.

Esta vez el fuego de las páginas se hace poco a poco. Primero es apenas una manta de brasas sobre las hojas del tomo mágico, pero termina siendo una fiesta de llamas bamboleantes. La habitación queda en completa oscuridad salvo por el libro iluminado y su reflejo en mis ojos.

Pronto la presencia del fuego vuelve a hacer presa de mí.

...El Tomo del Agua...

EL "SER DE AGUA" DEL HOMBRE

El Agua es probablemente el elemento que más significados ha tenido para el ser humano en toda su historia.

Para muchas culturas significó el "correr de la vida",
el curso de los acontecimientos,
la constante renovación.

Para otras culturas, la fuente de la vida,
el origen del hombre,
la esencia de las cosas.

Para otras significa descanso,
apacible tranquilidad,
renovación interior.

Para algunas es el infinito,
todo lo inabarcable,
la eternidad.

Y para muchas otras, la muerte insalvable,
el abismo profundo,
la condenación sin remedio.

Todas tienen razón, todas se equivocan.

Debajo de la capa de pasiones del ser humano,
debajo del "ser de fuego" del hombre.

Debajo de la armadura de los principios,
más allá del "ser de tierra" del hombre.

Justo por encima de la fina piel de los deseos y las inspiraciones,
sobre el "ser de aire" del hombre.

Precisamente ahí se encuentra
la más temible de las naturalezas humanas:
los miedos, su ser de "agua".

El mago está condicionado por sus temores,
como cualquier otro ser humano.
Le paralizan sus miedos,
igual que al resto de las personas bajo el sol.

Los miedos pueden hacer presa del mago,
se apoderan de su poder,
lo corrompen.
Entonces el mago está perdido,
su razón sucumbe a sus desquiciados espejismos
y su alma es presa de las cadenas del temor.

No es libre el que no se atreve a dar un paso,
ni lo es el que se cubre con mil armaduras
por si una flecha afortunada lo acertase.
Al contrario, el mago debe exponerse
sin miedo abrirse a su poder,
domeñarlo y ordenar su razón a la realidad tangible.

Motivado por su miedo, un mago pondrá el Arte al servicio de su propia supervivencia.
Pero el Arte sirve para cotas más altas,
para sublimes tareas y sorprendentes prodigios.
No para confinar al Artista a una existencia mediocre.

Baje el mago a las profundidades de su ser.

Explore sus más inconfesables temores.

Sumérjase en su personalidad atemorizada.

Bucee en busca de las irracionales cadenas que hacen presa de su espíritu.

Entonces extirpe los miedos de su alma,
aniquile los temores y borre los recelos,
destruya sus fantasmas, pulverice su inseguridad.

Porque el Arte es tan libre como libre es el Artista...

Y la siguiente página está en blanco. Y la siguiente, y todas las demás. Imposible seguir. Es necesario el primer conocimiento del Agua para continuar la lectura.

Vuelvo a leer el primer capítulo, pero no ocurre nada especial. Aprecio de nuevo la forma en que está escrito: como a "golpes de mar". La habitación sigue inmersa en ese ambiente azulado, como de profundidad marina, pero nada más. Cierro los ojos para concentrarme, pero a mi mente acude de nuevo la imagen del monstruo de fuego. ¡Ése es mi temor más inmediato!

Con mi imaginación, ataco al monstruo. Primero le lanzo un rayo que le destruye. Después le ataco con armas y todo tipo de objetos, hasta despedazarlo. Posteriormente le grito, descargo mi furia contra él y él se marchita... pero todo es un ejercicio de mi imaginación. Nada cambia.

Después de algunos intentos, acabo por rendirme a la evidencia. No tengo la tranquilidad necesaria para terminar el ejercicio con éxito. Hoy no.

Cierro el libro y la habitación vuelve a la normalidad. Compruebo que está anocheciendo y decido dirigirme al bosque. Guardo el libro en su sitio y me pongo mi cazadora.

"Espero que esos idiotas no me den la noche... y que el encuentro valga la pena."

Salgo de la habitación.

Entro en mi cuarto con muchas cosas en la cabeza sobre las que reflexionar. Dant y el Demonio, la influencia de Argad sobre mí, la positiva impresión de Castellano sobre mi aprendizaje, el atasco con la meditación de la Tierra, las declaraciones de Mendoza...

Intento serenarme y concentrarme solamente en avanzar. El Tomo de Tierra reposa pesadamente bajo mi cama, junto a los otros. Resoplando, apago la luz de mi cuarto y vuelvo a cambiarme de ropa como habitualmente para estar cómoda.

"Ropa para la meditación... je."

Tomo el tomo, valga la redundancia, con fuerza, consciente de su peso. Alargo los brazos y cierro las manos en torno a él, sintiéndo su áspero contacto. Tiro con fuerza hacia mí, obligándole a rechinar con el suelo mientras lo arrastro. Cuando por fin sale, no ha dejado ninguna huella en el piso... los cual es probablemente lo menos sorprendente de cuanto ha ocurrido con los Libros.

Con gran esfuerzo me coloco con él en la cama. Y lo abro. Esta vez no protesta tanto. Es consciente de que le he dedicado más esfuerzos que a ningún otro. Me tumbo sobre la cama y repaso las vacías hojas con mi mano. Tienen un extraño relieve, como si se tratara de un mapa. Cierro los ojos, sin saber muy bien qué tiene que suceder.

La primera vez todo se transformó. Ahora, sin embargo, el libro parece no responder. Me concentro en la meditación que debo hacer.

"¿Quién perduró? ¿El mago solitario o el mago generoso? Uhm... El mago generoso... ¿a qué aspira?"

Traigo a mi mente las palabras del Tomo cuando lo leí por primera vez, pese a que ahora no me está diciendo nada: Dos dijo. No estaré más solo. Le perdonaré. Le acogeré conmigo. Estaremos juntos. Seguros. Protegidos. En paz. Libres. En compañía. A salvo. No estaré más solo.

"El mago generoso quiere... no estar solo. No puedo reprochárselo, pero, ¿a costa de qué?"

Vuelvo a evocar algunas frases del libro: Dos dijo. Le amaré. Confiará en mí. Creerá que soy débil. Me traicionará. Tratará de matarme. Podrá. Le amaré.

"El mago generoso sabe que se está exponiendo. Sabe que arriesga. Es como Mendoza. Opta por situarse en debilidad respecto al otro confiando... ¿Confiando en qué? ¿En su humanidad? ¿En su piedad? ¿En su gratitud?"

Recuerdo algunas escenas en el taller. Los alumnos no fueron con Mendoza ni "humanos", ni "piadosos", ni "agradecidos". Todo lo contrario.

"¿Cómo confiar en esos hombres?"

- Si - dice, con la mirada perdida - . Aunque ahí fuera todo es muy peligroso y Zhay no me cae bien. Me alegro por tí - no parece nada entusiasmada - ¿Qué hareis? Adam y yo fuimos a un restaurante y a un hotel preciosos. Por cierto, él se va. Con Laertes y las gemelas - parece que no le afecte de ningún modo.

- Supongo que volverá si no le matan... - durante un segundo, en los ojos de Natalia se dibuja una leve línea de tristeza, pero desaparece en menos de un segundo - Estoy aquí porque Mendoza me ha dicho que es lo mejor - sentencia, fría - Creo que Adam vendrá al terminar de hablar con el director.

- ¡No! ¡Tengo que esperar a Adam, yo...! - grita desesperadamente, resistiéndose, con una cara que parece que va a llorar a gritos, desesperada... Pero al segundo, su expresión muere y su cuerpo se relaja, como si la hubiesen apagado. De nuevo parece inexpresiva, fría - es lo mejor para todos - repite, como si fuese un contestador automático.

Natalia se sienta en los sillones junto a la estantería.

- Katherine - le dice, clavándole una mirada fría, absolutamente impropia de ella - tienes que prometerme que no dirás nada ni armarás un escándalo, o no te contaré lo que ha pasado.

Natalia entra completamente indolente en el colegio mayor, sintiendo que le duele la cabeza, pero sin exteriorizarlo en absoluto gestualmente. Abre lentamente la puerta y entra. Las piernas le tiemblan, así como los brazos.

Mientras subo en el ascensor, intento hacerme invisible, pero no solo no me hago invisible sino que entro dando zancadas ruidosas en el pasillo. Antes de que Natalia cierre su puerta, pongo el pie para que me deje pasar. Natalia... Escuchame, por favor. Quiero ayudarte... Alguien tiene que ayudarte, ya se que no me conoces pero... Te veo y... No me gusta ver a la gente mal, reina... Vamos, se razonable, hablemos, ¿vale? Todo tiene solucion, reina...
Ha pegado a un chiquillo... Pero en sus ojos... Ha pasado algo en sus ojos... No era solo odio... Era dolor...
Te he visto los ojos... No te lo tragues, Natalia... No es bueno para nadie que una persona sufra...

Natalia escucha a Carolina sin cambiar de expresión, tras la puerta, observando a su nueva compañera apenas por el espacio de puerta que no se ha llegado a cerrar porque Carolina ha interpuesto su pié.

Cita:

- Lo siento pero no soy la obra social de nadie. Soy una persona - espeta, con total frialdad - Y tú no puedes ayudarme ni ponerle remedio a mis problemas.

Intenta empujar el pié de Carolina con el suyo propio, pero no da resultado. Se siente demasiado débil.

Cita:

- No estoy sufriendo: Esa es la gracia de la cuestión. Además, ésto que me está pasando es lo mejor para todos, tú no puedes entenderlo, apenas me conoces, no sabes dónde estás, ni quién soy yo. Te acercas a mí como si fuese una chiquilla inofensiva, pero el hecho es que de inofensiva tengo poco y nada, así que haz el favor de no ser tan ingénua... O Candyman te comerá. Igual soy más víctima que verdugo, ¿no lo habías pensado...?

Natalia rompe a llorar, aterrada.

- Me han metido un parásito alienígena en el cerebro que anula mi velocidad, mi voluntad durante la mayor parte del tiempo y mis emociones... Para que deje que manden a morir a Adam... Pero si no intento mantener la calma, el parásito me destruirá en menos de tres días... Además tampoco puedo rechistarle a... - Natalia deja de llorar súbitamente, recuperando una expresividad ausente, fría, indolente... No termina la frase... Como si estuviese bloqueada...

El rostro de Natalia se enternece a la vez que se entristece, hasta tal punto que los ojos se le humedecen y la cara indolente se transforma en un gesto de dolor, tristeza, desesperación, mirando directamente a los ojos de Carolina.

Le abre la puerta, para que pase... Cabizbaja... Cierra tras ella, sumamente arrepentida de haber tratado tan rudamente a una persona tan abnegada como su nueva compañera.

Natalia abre la puerta sin reservas a Rubi.

- Buenas - le saluda, con los ojos aún húmedos y la cara todavía roja, pero con el gesto totalmente carente de toda emoción - . Adelante, siéntete como en tu casa - le invita a entrar. Dentro está Carolina, también con los ojos húmedos y mala cara.

Cierra la puerta cuando Rubi entra.

Natalia vuelve a echarse a llorar, histérica, en brazos de Katherine...

- Es... Mendoza... Que va a mandar fuera las gemelas, con Adam y con Laertes... Dijo que Adam sería cazado y tendría que enfrentarse a eso... Y... Laertes es sólo un cebo más... Nadie me creería si dijera lo del alien... Es... Mendoza está casado con Macaón... Y me odia... Por... Lo de... - vuelve a la frialdad... Como si su voluntad hubiese vuelto a fundirse... Sucumbiendo a ideas que por norma no serían las suyas - En todo caso... Es lo mejor para todos. Mendoza lo hace por algo, por nuestro bien o el de algo mayor que nosotros mismos... Él es quien posee una inteligencia superior.

Indolente, Natalia responde, como un ser sin voluntad para nada:

- No puedo ir a verle... Ni ir con vosotros... Me gustaría, pero no puedo. No sé dónde está Adam... Y no puedo hablar con él, no puedo verle o eso acabaría por matarme, pero... Éste es su teléfono - le enseña el número de Adam en el móvil y espera a que ella se lo apunte - Si le encuentras... Dale ésto de mi parte... ¿Lo harás?

Natalia se saca del bolsillo una pequeña medalla de plata.
*

- Yo no se lo puedo dar. Si quieres, habla tú con él.