Partida Rol por web

Según avanzaba hacia Walt, Elyzabeth vió brillar varias de sus pertenencias...

La espada colgando en su cinto, la gema de la empuñadura;

dos brazaletes en torno a las muñecas del ofuscado;

la rodela del brazo, botas con alzas para cortos de estatura;

y si coronando su mochila reina un petate enroscado,

es dentro del morral donde late bajo el cuero una cosa raruna.

Bueno, pues ha sido bastante menos dificultoso averiguar cómo íbamos a traspasar la verja de lo que se podía prever. Me queda la duda de si ha sido la niebla la encargada de abrirnos amablemente el paso, o si es la misma puerta la que lo ha hecho por propia voluntad. En cualquier caso, raro; todo muy extraño.

He sido el primero en llegar junto a la puerta pero, desde luego, no es mi intención ser el primero en traspasarla, así que me hago el remolón hasta que son el bárbaro y la chica los que pasan por delante de mis narices, ésta última recitando antiguas palabras que, intuyo, tratan de averiguar si hay algún tipo de magia oculta en el ambiente.

Antes de que la niebla les engulla y se pierdan de mi vista, camino tras ellos.

Broc se dispuso a seguir al bárbaro y a la chica de la sangre. En su mano, una gran maza de armas comenzaba a balancearse. El gigante no le tenía miedo a nada pero la magia no le gustaba y aquello era lo suficientemente extraño como para ponerle nervioso.

Su mano izquierda fue, instintivamente, al extraño colgante que llevaba al cuello. Buscaba más la imagen de su madre que le recordaba aquel avalorio que las propiedades que el mismo poseía.

Vamos Pintado, deja de jugar con piedras y veamos que es este lugar.

Tras pasar las verjas, el camino se volvía a hacer visible, la niebla mostraba el camino a los nuevos visitantes.

Lasgar formas sobresalen de la espesa niebla y el embarrado camino da paso a un empedrado resbaladizo. Un maltratado letrero de madera indica "Bienvenidos al pueblo de Barovia". A medida que los aventureros se acercan, las formas borrosas se convierten en viviendas cuyas ventanas están tapiadas, rotas y oscuras. Nada se mueve en las cercanías, aunque la niebla limita bastante la visibilidad. Sonidos apagados, como de gemidos distantes, levantan ecos siniestros en algún lugar del asentamiento.

Muertos vivientes en las proximidades

-No detecto nada. Parece seguro.- Comentó a sus compañeros a medida que avanzaba.

En mi tierra tenemos un dicho: cuando un dedo apunta al cielo, el tonto mira al dedo-

-¿Qué dice tu refranero del que mira al camino?- Espetó la hermosa joven al bárbaro. Al estar concentrada, su voz sonó monocorde.  - Buscamos el castillo del burgomaestre-

Elyzabeth seguía comprobado que no había ninguna trampa mágica más allá de la tétrica niebla, pero necesitaba que alguien con sentidos agudos, complementara su conjuro.

-¿Qué ha sido eso?- Susurró al escuchar los ecos distantes.

-Tú también podrías adelantarte- Sugirió al tahúr en el mismo tono insensible por la concentración.  -¿Tienes nombre?- Preguntó sin mostrar emoción alguna. Después de tanto tiempo compartiendo el camino resultaba poco práctico referirse a el.

La sacerdotisa continuó avanzando. Los contornos de las casas de Barovia se perfilaron en tonos apagados. Sólo las auras de los poderosos objetos de sus compañeros arrojaban algún color. Sus ojos refulgentes por la magia se posaron en Broc y Reluë. Sentía curiosidad por ambos, pero no era el momento.

Elyzabeth sonrió: -Los dioses sabrán por qué nos han reunido aquí-.

En Tepest, el dicho sobre el que mira al camino es: "el camino se hace al andar, y la cuchillada por la espalda al que anda a mirar". Por supuesto, no es cuestión de dar ideas a la loca del cuchillo.

Mira una cosa que te voy a decir... pues sí que se lo tienen que tener bien montado los burgomaestres para vivir en un castillo. En mi pueblo, el jefe de clan vive en un castro... un castro, un chirifostio cilíndrico de piedra-aclaró-. Más grande, con un patio más espacioso, pero no dejaba de ser un castro. Los castillos son cosa de fantasmas de señores antiguos. Ahora ya no hay gente lo suficientemente rica como para mantener un castillo.

Tampoco tiene mayor importancia que las contraventanas estén echadas a estas horas del día, que siendo como es un día gris, podrían ser tanto las dos de la tarde como las once de la noche. Que esas contraventanas sean de madera clásica o de un conglomerado de ladrillo y piedra ya es cuestión de gustos, aunque hasta Walt tiene que reconocer que las contraventanas de madera son más fáciles de abrir y cerrar que una tapia.

Por cierto, calvorota...-comentó a Broc-No es pintura, son tatuajes. Y que sepas que... Snif, snif... ¿Oléis eso? Sabe como a caldo de la posada Lúgubre en el fondo de la nariz... ¡No-Muertos! Por allí...

Y como si tratase de huir de Broc tras llamarle calvorota, o simplemente desviar la atención sobre otra cosa, Walt salió corriendo, desenfundando su espadón y tomando la primera calle a la derecha. Zigzagueó, tratando de encontrar el hedor que le había transmitido su némesis.

Me detengo por unos momentos frente al letrero que reza que hemos llegado a nuestro destino. Casi no me lo puedo creer. Nada he oido contar sobre el pueblo de Barovia, pero, a primera vista, no parece que se puedan decir de él muchas excelencias. Parece un pueblo desierto, abandonado, aunque, a juzgar por el empeño que han tenido en cerrar a cal y canto sus ventanas, quizás estén todos ellos atrincherados en sus hogares. Si así fuese, no podría ser indicador de nada bueno.

La chica morena parece que no detecta ningún aura mágica y continua avanzando, mientras insta al chico del sombrero a colocarse delante del grupo. Algo extraño se palpa en el ambiente y el repentino sonido de unos gemidos no hace más que corroborarlo. Sin tiempo para la reflexión, parece que la nariz del bárbaro obtiene la respuesta.

¿No-muertos? La verdad es que no desentonarían nada en este ambiente, así que habrá que dar un voto de confianza a tan desarrollado olfato. Podríamos habernos plantedo la opción de hacer oídos sordos y seguir buscando el castillo del burgomaestre, que para eso hemos venido, pero el tepestaní ya ha tomado una decisión colegiada.

Miro a los demás, y me encojo de hombros.

- En fin, supongo que no vamos a dejarle solo, ¿no? No podemos arriesgarnos a que luego nos sermonee con algún refrán de los suyos sobre lo que dicen en Tepest de los que dejan a sus compañeros en la estacada...-mientras espero a que los demás tomen la iniciativa de seguirle para quedarme cerrando el grupo, me separo unos pasos. Rodeo mi muñeca izquierda con la otra mano y murmuro unas palabras, por si acaso. Una imperceptible aura comienza a forjarse alrededor de mi piel desde el punto donde mis dedos la están presionando.

El gigante abrió las aletas de su nariz mientras inspiraba con fuerza. 

Pues a mí sólo me llega el tufo del Pintado.

Aun así no desaprovechó la oportunidad de una buena pelea y siguió al bárbaro, puede que sus fuertes brazos fueran de ayuda.

-...Está claro que algo atemoriza a estas gentes-

En ese momento Walterly echa a correr siguiendo su olfato.

- En fin, supongo que no vamos a dejarle solo, ¿no? No podemos arriesgarnos a que luego nos sermonee con algún refrán de los suyos sobre lo que dicen en Tepest de los que dejan a sus compañeros en la estacada...-

-Me has leído el pensamiento- Sonrió Elyzabeth poniendo los ojos en blanco.

Observó con interés cómo el cuerpo del mago quedaba rodeado por un aura de protección.

Después siguió con la mirada como el bárbaro se alejaba. -Tantas pegas para venir hasta aquí y ahora echa a correr como un chiquillo- La joven se retiró el flequillo de la frente y añadió -...Resulta entrañable.-

Acomodó su gran lanza bajo la axila y acompañó al mago a su paso. -Parecéis sensato como para dejaros matar- Comentó a Reluë -...Aun así, si resultáis herido, no dudéis en pedirme ayuda.-

Parecéis sensato como para dejaros matar...

Glups. Trago saliva al pensar en la de veces que mi insensatez -que no mi atrevimiento ni mi valentía, sino la más pura insensatez- ha estado a punto de costarme el cuello. Ya lo dije, no soy un héroe, sólo un tipo curioso con ganas de aprender y con una asombrosa facilidad para no saber calibrar con exactitud la magnitud de un peligro. Así que las palabras de la chica me vienen como anillo al dedo para mantenerme en alerta y no bajar la guardia.

- Lo haré, muchas gracias por el ofrecimiento. -le agradezco con una sonrisa. Continuo avanzando con ella con paso cauto al encuentro de los fuertotes del grupo, que ya se nos han adelantado.

Las calles están sumidas en la bruma, lo cual limita la visión a apenas unas docenas de pies. Los edificios de esta parte periférica de la villa están abandonados, quemados o tapiados. Montones de basura cubren el suelo, y el hedor a carroña asalta las narices de los presentes.. Más adelante, un carro de heno volcado bloquea la calle.

El olor a podrido no es lo que captó la nariz de Walterly. Al revés, dificulta a Walt distinguir la carne muerta de la no-muerta, enmascara el rastro que estaba siguiendo. Pero está aquí, en algún lado. Es como ese dicho tepestaní que dice que si lo hueles es porque debajo lo tienes.

Mirad lo que os digo... id con cautela, ¿de acuerdo?

Las puertas tapiadas casi eran una ventaja, un flanco por el que no deberían preocuparse. Pero, ¿y en los tejados de las casas? ¿En las ventanas de los segundos pisos? ¿En el callejón o tras la carreta? ¿O en las mismas calles perpendiculares del cruce? Había demasiados frentes abiertos, y el peligro podía surgir de cualquier parte.

En Linde sufrieron en una ocasión una infiltración trasga. Esos malnacidos, no más altos que un niño, aprovechaban para ocultarse los muros bajos de piedra que delimitaban los patios de los castros. Lograron internarse en el poblado sin ser detectados, hasta que el perro de la señora McFlannagan empezó a ladrar...

El grupo de viajeros contaba con el olfato de su propio sabueso. Walt pegó la espalda a la pared de una de las casas y se asomó con cuidado para olisquear muertos vivientes en el callejón, mientras el resto de sus sentidos seguían alerta.

    El carro de heno cruzado hizo que el grupo se detuviese. Elyzabeth escrutó los alrededores con su visión mágica, pero ningún aura se distinguía entre los contornos etéreos de las casas. El hedor a muerte era insoportable y sintió la tentación de preguntar a Walt, pero como había dicho Reluë, solo serviría para que les citase algún dicho de su poblado...Sin embargo, para Elyzabeth las tentaciones estaban para ser satisfechas, y provocar al ingenuo bárbaro resultaba irresistible:

-Ciertamente vuestro olfato es agudo señor Wallace...Que Belenus lo guarde muchos años- Susurró entre el elogio y la ironía.

Diversiones a parte, la clérigo no dudaba del don del tapestaní, y extrajo de su bolsa uno de los muchos pergaminos que atesoraba:

†Archɱagə dærum oɱnium Dɵɱinus ɱagia ɱe indignum clypəum ¡ Ƿrɵtegat Escûtumm! †

Las letras se desvanecieron a medida que un campo de fuerza se levantaba frente a la joven. La melena del bárbaro, situado justo delante, se erizó como la de un gato enfadado.

Elizabeth sonrió inocentemente, extendió su lanza en formación de combate y avanzó con cautela.

-Manteneros juntos- susurró.

Todo parece tranquilo por aquí, demasiado tranquilo para que no resulte mosqueante tanta calma. ¿Dónde se ha metido todo el mundo? A medida que nos adentramos en Barovia, la sensación de ruina y abandono se hace cada vez mayor.

Haciendo caso a los consejos de Walt y de Elyzabeth extremo mi cautela y les sigo como si fuese su sombra, para no quedarme aislado. Descuelgo el arco de mi espalda y permanezco atento a lo que la nariz del bárbaro pueda determinar que se esconde en el callejón.

El gigante adelantó a sus compañeros y se detuvo a la altura de la puerta derribada. Con su arma en una mano, y su escudo en la otra echó un vistazo dentro de la casa por si observaba algún tipo de movimiento.

El olor a podredumbre y descomposición impregnaba el ambiente Y Broc se preguntó qué tipo de criaturas sería capaz de vivir en aquel lugar.

Broc, Elyzabeth, Reluë y Walterly se movieron casi a la par, pero fue el último el que dio la voz de alarma. Al asomarse al callejon oscuro, vio el primero no-muerto: Un cadáver tan delgado comoun esqueleto; sus sepulcrales ojos crepitan con poder impío, mientras en las puntas de sus dedos bailotean llamas de conjuros posiblemente letales.

La respiración profunda de esta craitura dio paso a un grito aullador. Hubo ruido al otro lado del carromato y en las calles perpendiculares. El enemigo mostraba su sucia cara, y estaba muerta: Zombies, cadáveres descerebrados, acechan tras el carromato y en una de las calles; y unos cuadrúpedos empapados en sangre, semejantes a un cruce entre una rata hiperdesarrollada y un lobo, con mandíbulas de un tamaño asombroso, y un brillo en sus ojos que mostraban una rabia irracinal.

¡Ja! ¿Y tu te burlabas de mi olfato?-dijo por la ironía de Ely-Sabía que había muertos vivientes aquí cerca. ¡Mira que os lo dije! Y no te pegues tanto a mi espalda cuando te pones a canturrear tus ritos, no quiero que me claves otra vez el cuchillo para tus brujerías.

Lo cierto es que, a pesar de su bravuconada, Walterly estaba inseguro. Aunque odiaba de corazón a los fantasmas, y por extensión a cualquier otro no muerto, en sus años de niño salvaje en la montaña tuvo la suerte de no haberse cruzado con nada más antinatural que una ardilla albina. Pero el ser que tenía delante era lánguido, de color mortecino y, lo más preocupante de todo, al muchacho del Tepest le pareció vislumbrar una chispa de inteligencia malévola en sus ojos. En su tierra había un dicho: "ordeña la vaca para que te dé leche, ordena al vacío para que te dé el liche". Su significado vendría siendo que con las cosas místicas no se juega, y que mejor es que el granjero no se ponga a leer necronomicones porque puede desatar fuerzas que escapan a su control.

Y entre tanto, ahí estaba él... a medio camino entre salir por piernas para dedicarse a otra cosa, y lanzarse de cabeza a pelear contra lo oculto. En un parpadeo, miró de soslayo la calle principal. Allí había más muertos que caminaban, y seres extraños salidos de heréticos experimentos de laboratorio.

La loca de Elyzabeth es capaz de adoptar una de esas ratas y ponerle el nombre de Botones...

En cualquier caso, la presencia de los roedores con hocico de lobo era bastante tranquilizadora, en el sentido de que si ese grupo de zombis no había sido capaz de hincarle el diente a esas ratas vivas, de modo que pudiesen convivir en la devastación, significaba que con un poco de rapidez podías mantenerte fuera del alcance de las mandíbulas podridas y desencajadas.

 La evaluación que el bárbaro hizo de sus enemigos era mucho más simple: el muerto viviente del callejón había llamado a los otros, y por tanto era una especie de líder. Quizás si Walt lograba matar al líder, sus tropas se dispersarían. Tragó saliva. Realizó el rito de besar el medallón de Belenus que le colgaba del cuello. Reafirmó el pie de apoyo para impulsar su carrerilla, y salió disparado, directo al callejón.

 ¡¡¡POR TEEEEPEEEEEST!!!-bramaron sus pulmones, al ritmo de dos tambores de guerra tepestaníes.

Broc adelantó su posición con la intención de contener al grupo que se encontraba en el carromato. El verdadero peligro provenía del callejón y el Pintado ya se había introducido en el estrecho pasillo. No, él sería de más ayuda allí, conteniendo a aqeul grupo.

Encargaros del brujo muerto, yo aguantaré a estos de aquí, no tardéis mucho.