Partida Rol por web

Un ajetreo, un traqueteo... Y el artefacto que te envuelve se retrae de nuevo a la forma de la moto y el robot. Sea lo que sea en lo que viajabas, ha dejado un surco tremendo en la arena al aterrizar, y es casi peor estar fuera, pues la refrigeración que proporcionaba desaparece y en su lugar hay un calor sofocante para Donovan, aunque en aquel lugar la luz se corresponde con la de un amanecer...

Se trata de un paisaje industrial abandonado...

Donovan cae de lado por la falta de equilibrio al suelo, acostumbrándose con dificultad al aire terriblemente cálido del ambiente...

- Tengo entendido que a los mutantes no os gusta el sol directo y el calor, ¿no...? Ahí dentro hay algo de corriente y no te dará la luz tan de lleno... - espeta Madsen, como si nada, bajando al asiento delantero de su moto. Se retira a un lado el abrigo y lanza al suelo, lejos de tí una pistola - Le quedan tres balas... Por las noches vienen muchos junkies a ésta zona... Pero si no te quedas cerca, no podré volver a por tí... En el caso de que entreguen a Herkus a cambio de tí...

Vuelve a colocarse una mano bajo los mechones de la oreja y tanto la moto como el robot comienzan a formar una estructura a su alrededor, nueva ésta vez... Mucho más imponente...

- Haz el favor de cuidarte... Hay un árbol de mango cerca... Podrás con eso unos días, niño rico - rió, con voz robótica a través de su armadura, alzando entonces el vuelo para hacerte caer de espaldas y envolver el aire en una nube de tierra, desapareciendo...

Donovan se queda parado en el mismo sitio al que cayó, con la boca abierta de par en par y los ojos llorosos por lo frenético y traumático de la experiencia. El calor era asfixiante, la luz le hería los ojos que apenas podia mantener abiertos, incapaz de mirar a Madsen durante mas de unos segundos para ver como se blindaba y se convertía en un monstruo robótico.
Ese animal pagaría por todo lo que le acababa de hacer. Pagaría aunque eso le costara la vida a Donovan.
Pero ahora, tirado en esa fábrica abandonada una vez que el militar se había ido... se sentía solo y desamparado.
Trastabilló, retrocediéndo sin levantarse del polvoriendo suelo, hasta la primera sombra que pudo encontrar. Y ahí se quedó, llorando abrazándo sus psropias piernas, maldiciéndo el día en el que nació diferente a los demás, maldiciéndo el día en el que los militares crearon en Ignea, maldiciéndo el día en el que conoció a la gente de Ishenhall...

El sol perseguía al llanto de Donovan... Si el amanecer era duro, luz del día fué sencillamente terrible.
El chico tenía que enfrentarse a un enemigo que jamás soñó que le haría daño: La propia luz. Pero esa luz y ese calor no pertenecían a lo que él conocía habitualmente, no eran como los de París, sencillamente los rayos eran abrasadores y la luz tan hiriente que hacía sentir al joven actor como un vampiro, huyendo de ella, que conforme avanzaban las horas parecía penetrar con más facilidad en las ruinas, hasta que el chico, que tuvo que despojarse del mono polar para no asfixiarse, se vió arrinconado tras una viga de una de las paredes contrarias al lado del sol para asegurarse unas horas más de tranquilidad, a pesar de lo duro que resultaba su competidor...

El mediano de los Dryden tenía ahora los ojos vidriosos por la desesperación, la piel y los rizos empapados por el sudor y el ánimo totalmente hundido, pues en su mente inquieta se barajaban muchas ideas horribles mientras maldecía su situación una y otra vez y empezaba a sentir la extraña hambre de un jet lag demasiado repentino, tras haber vaciado su estómago hacía algunas horas...

¿Qué sería de Jolene? Nada le costaba a aquel maníaco regresar a por ella y hacerle correr sabe Dios qué suerte... ¿Qué sería de sí mismo? ¿Realmente pensaba aquel militar volver a por él...? Si es cierto que él respetase el trato... ¿Entregarían a Herkus a cambio de él mismo...?

En aquella tierra de calor infernal ya habría pasado una eternidad para Donovan, pero por las sombras que se proyectaban pudo deducir que habrían sido unas cuatro horas y media. Hacia la segunda hora le sobresaltó un movimiento entre la maleza que rodeaba las ruinas, pero todo quedó en tensión y en un susto.

Las diez y media de una mañana en Ninguna Parte. Miedo, hambre, sed e impotencia...

Y los matorrales volvían a moverse.

Ésta vez ocurrió algo, no como en la anterior ocasión... Ésta vez apareció una chica de ojos grandes y azules, labios carnosos y rasgos brutalmente cincelados por su delgadez. Su pelo, castaño y sobre los hombros, las puntas de sus cabellos se abrían rotas mientras mechones grasos y mal cuidados salpicaban anárquicamente su rostro, maquillado con un oscuro, corrido y desgastado maquillaje negro en los ojos y rojo en los labios. No sería tan alta como tú sin esas enormes plataformas de vinilo rayadas por el paso del tiempo y el uso... Pero su escualidez la hacía parecer larga, amén de que los dedos de sus manos lo eran bastante de por sí.

Vestía totalmente de negro, con una camiseta que a cualquier otra chica se le habría ajustado pero a ella le bailaba sobre un torso prácticamente plano. Dicha camiseta aparecía rota (por lo visto de fábrica) en tres cortes que emulaban un zarpazo, y a través de ellos se insinuaban las costillas y el esternon de aquella joven de aspecto insano y ojeroso, pero no había signos de que hubiese un sujetador más allá, y no parecía importarle.
Su falda no era mucho más discreta, pues estaba hecha a base de tiras con unos tres dedos y medio de separación entre ellas, y debajo se veía perfectamente un tanga de encaje y media con alguna que otra carrera. Suerte que iba completamente depilada.
Llevaba las uñas de pies y manos pintadas con un esmalte negro que debía ser bastante barato, desconchado.

Vestía dos muñequeras, una de cuero con dos hebillas y otra de deporte en la que se rezaba en letras rojas "ZORRA". De su cuello pendían colgantes de una jeringa y una pastilla.

Se movía débilmente, caminando tambaleante, y cargaba con un monopatín bajo un brazo y una bolsa de deporte blanca, de aspecto nuevo e impoluto, bajo el otro.
Tenía los labios entreabiertos, y los ojos entrecerrados. Pero esos ojos tenían algo... Quizás fuese lo único que conseguía que aquella chica, de a saber qué edad, resultase atractiva y se pudiese llegar a valorar que tras un periodo de desintoxicación, salud y estilismo podría haber sido en aquel momento un diamante embruto.

En aquellos ojos había una sagacidad fuera de lo común... Era como si a través de aquellos cristales azules inyectados en sangre, cientos de pensamientos y sensaciones se aglomeraran y atropellaran mutuamente, y aún pareciendo moribundos, reflejaban una audacia y cálculo rivales a los felinos.
Durante un instante se detuvo, contemplándote y luchando por mantenerse en pié, encorvada y asegurando la carga bajo sus brazos. Entonces una exhalación temblorosa emergió de su garganta y de sus ojos cayeron un par de lágrimas que tintaron una línea de maquillaje negro en sus mejillas mientras su ceño se fruncía y apretaba los labios después.

Flexionó las rodillas acuclillándose y dejando el monopatín en el suelo, montando sobre él la bolsa, abriéndola y mostrándoe su contenido con guantes de látex negros en las manos.

- Food, wear, sun protection and after sun lotions, a swiss digger-knife(*), money, perfume and a towell, bloke(*)...* - su voz era preciosa en contraste con su aspecto, de un tono y suavidad casi infantiles, y no obstante parecía rota por la tristeza...

Impulsó con los brazos el monopatín y éste llegó a tu alcance. Ella se dejó caer de rodillas, desmadejada como un pelele. Curiosamente nada explotó, ¿una muestra de altruismo en éste ancho mundo? ¿De parte de una drogadicta manifiesta por su aspecto...?

- Come, vístete, échate perfume o pídeme lo que quieras si con eso no te basta... - dijo, en un tono desesperado, henchido de súplica - Pero por favor - rogó - deja de llorar... Deja de emanar esa desesperación, joder... Deja de romper la poca belleza del mundo con tu dolor... Es más deprimente que la puta foto de Raghu Rai... - se secó las lágrimas con el antebrazo derecho.

El estómago se le contrajo sobre sí mismo en una agonía nacida del mas puro de los terrores y la mas oscura de las desesperaciones. Después de cuatro horas y media de continuo sufrimiento, por fin veía otra alma campar por aquel desolado paisaje propio de los decorados de Mad Max.
La luz le había herido tanto los que una pequeña y fina costra de lagañas provocadas por el continuo lagrimeo le empaña ligeramente la mirada.
Tenía zonas de la piel ligeramente enrojecidas allí donde esta había captado mas cantidad de sol y sudaba a mares como si se encontrar en mitad de un incendio. Tenía el pelo pegado a la cara y se encontraba encorvado como un animal que hubiera sido apaleado recientemente.

Al ver acercarse a la chica el resorte de la supervivencia se activo en su mente tomando el control de sus músculos y lo llevó a hacer una maniobra de evasión bastante poco convincente. Dio un pequeño salto hacia atrás, refugiándose tras un bidón abollado y busco a tientas con la mano por el suelo hasta localizar una roza o un trozo de metal que pudiera servirle como arma defensiva.
No se iba a dejar matar por una panda de junkies así como así. Volvería a Kiruna. Volvería a ver a su hermana y a abrazar a su sobrina. No se iba a rendir. No se iba a dejar aplastar bajo las botas de aquel maldito militar.

Seguramente podría apalear ala chica y escapar hacia alguna otra parte... pero... ¿era eso lo que quería? Donovan Dryden no era así. La gente adoraba a Donovan Dryden. ¿Por qué debería ser diferente con esos malditos tirados?... No lo sería. En el país de los ciegos el tuerto es el rey. Y Donovan iba a ser el rey.

Aunque no puede salir de estupor cuando la chica le da lo que parece ser todo lo que tiene. Se lo acerca gracias a su monopatín... Y le suplica que deje de llorar.
Donovan acerca una mano temblorosa hasta la mochila y comienza a registrarla en un gesto desesperado. Cuando llega hasta la botella de Nestea la observa como si se tratara de un lingote de oro, como si fuera una sortija de diamantes. La abre con sumo cuidado, sin desviar la mirada de la escuálida mujer, controlando el temblor de sus manos ante la ansiedad de poder poner fin a aquella devastadora sed. El hambre era soportable... Pero esa necesidad de líquido... No.

El primer trago casi lo mata de asfixia. La garganta, reseca por la deshidratación, se negaba a dejar que el líquido pasara a través de ella. ¿Tan devastadores eran los efectos del Ignea que unas pocas horas al sol de mediodía parecían días en mitad de un desierto abrasadaro?
Fuera como fuera, dejó de lado cualquier otro pensamiento que no estuviera dedicado a satisfacer sus mas inmediatas necesidades.
De este modo, se bebió la mitad de la botella de un solo tirón, racionándo el resto en un esfuerzo consciente.
Por su cabeza paseó la posibilidad de que el líquido estuviera envenenado... pero algo le decía que ese genio que había visto en la mirada de la drogadicta jamás tramaría algo tan burdo como aquello...

Sin salir de detrás de la protección y cerrando la cremallera de la mochila con la mano libre que no sujetaba su improvisada arma, Donovan, con una voz enronquecida impropia de él, consiguió decir un escueto y triste: Gracias

La chica se acercó gateando torpemente. Tenía las rodillas bastante encayecidas, por lo que se podía deducir que pasaba bastante tiempo arrastrándose. Sin embargo, no se acercó lo suficiente como para asustar al actor o que éste tuviese un ángulo óptimo para arrojarle lo que fuera...

Y entonces, aquellos ojos le escudriñaron, como si pudiese ver más allá de la piel del muchacho... Como si él mismo se convirtiera en cientos de pantallas con códigos ininteligibles para él, que ella podía leer con absoluta fluidez... Y sin embargo no eran ojos que temieran revelar nada... No intentaban ocultar su curiosidad ni su melancolía...

Se colocó un momento la base del pulgar sobre un lado de la nariz, con gesto extático y estirando el cuerpo sobre sus rodillas, un párpado presa de un tic nervioso mientras ella exhalaba aire otra vez... Pero parece que aquello pasó pronto, aunque la joven sintió que un hilillo de sangre asomaba por una de sus fosas nasales... Parecía al borde de un shock por sobredosis, pero no cayó. En lugar de eso, volvió a dejarse caer sobre sus raquíticos gemelos y esbozó una sonrisa casi agónica, pero llena de ternura.

- De nada... - se masajeó después el entrecejo con las llemas del dedo índice y pulgar.

Después, se quedó observando a Donovan. Su mirada no era peligrosa... Pero cruzaba la lástima con unos pensamientos constantes, inquietos...

- Tienes la piel perfecta. El pelo también. Lo primero que te has echado al gaznate ha sido la botella... Sed, ¿no? Sólo estamos a veintitrés grados... - se secó el sudor de la frente con el antebrazo, de nuevo, restregándose el manchurrón de maquillaje de antes por ahí. No parecía haber reparado en ello, o no parecía importarle el detalle - Si has sobrevivido a esa mierda... Es porque tienes dinero... De hecho... Eres la hostia de influyente, de alguna manera... Por eso ese cabrón estuvo planeando cómo joderte de lo lindo... Sabía que al final traería a alguien aquí... Le vi mientras me pinchaba... Tenía escamas de piel reseca en los guantes... Debe haber jodido a muchos con sus propias manos... Pero se tomaba muchas molestias en comprobar lo que pasa por aquí... - tragó saliva y alzó las cejas, dejándose caer, como un perro callejero, tumbada al suelo de tierra seca y fina, sin dejar de observar a Donovan - ¿Quieres palmarla...? - preguntó, mortalmente seria, sufriendo algún que otro espasmo. Su sintomatología decía a todas luces, incluso para quien no tuviese ni idea de medicina, que su estado mental no se correspondía en absoluto con su estado físico... - No la palmes... Déjame llevarte a casa... Dormiré en el sofá... - más que una oferta, parecía un ruego, cargado de preocupación...

Era extraño... Nunca habías oído a nadie hablar así... Era como si cada palabra, cada frase, fuese la esencia exacta de lo que pretendía transmitir... No era hermosa, ni elegante... Pero era grotesca y tremendamente carismática.

¿Morir? Ni se le había pasado por la cabeza. Tenía cientos de cosas que hacer antes de morir... Entre ellas tenía que vivir, precisamente.

Esa chica estaba fatal. Tenía el cuerpo destrozado por un constante automaltrato. Escuálida, pálida y de aspecto general enfermizo... Pero su mente parecía funcionar muy bien.
¿Le había sangrado la nariz? Si... le ha sangrado.

No era capaz de seguir la linea de pensamientos de aquella mujer. Entendía lo que decía y era capaz de extraer algo en claro. Pero ni ella se explicaba claramente ni él estaba en su mejor momento.
Cuando la chica se dejó caer de lado, una chispa de preocupación afloró a los ojos color ámbar del muchacho. Su salvadora estaba teniendo convulsiones, leves si, pero existentes al fin y al cabo. Si se moría o le pasaba algo... se quedaría solo de nuevo en ese lugar abandonado... ¿Podría sobrevivir él solo? Claro que podría. Pero no sería nada sencillo. Donovan no solo gustaba de la compañía de otros. Necesitaba la compañía de otras personas. Era un animal social. Y todo el mundo sabe lo que les sucede a los lobos sin manada. Mueren solos.

Niega nervioso con la cabeza, haciendo que algunas gotas de sudor salgan despedidas desde su nariz.
No... No quiero morir... Nadie quiere morir... Solo quiero descansar... ¿si?
Intentó esbozar una sonrisa, pero se quedó en poco mas que un estiramiento de los labios que dejaron al aire sus dientes. Le dolía incluso sonreír. El virus no solo le mataba el cuerpo... también le destrozaba el alma.

- Perfecto... Porque si te viera morir... Perdería la poca fé que tengo en el mundo - sonrió de forma críptica... ¿Era una sonrisa de broma? No... Lo pensaba realmente, pero el hecho de que así fuera, no quería decir que le pareciera algo serio. Se echó las manos a la cabeza, a los ojos - No te preocupes, feo, mami se ha metido un poco de ácido de más... Su cerebro lo aguanta, pero el resto de su cuerpo... No sabría decirte - rió, retorciéndose un poco en la tierra, sobre sus rodillas, abriéndolas y cerrándolas al derrape por la tierra. Finalmente parecía recuperar la estabilidad, y poco a poco, se iba levantando - Te llevo a casa. Coge la pipa que el hijo puta ese ha dejado tirada por ahí y la navaja si no te fías de mí, aunque con soplarme me matarías - rió de nuevo, cansadamente - Vístete... Y échate la protección solar o el sol de Sidney te destrozará. Ya verás que cara pone la cerda de mi vecina cuando me vea aparecer con un tío así... Te cobijaría sólo por verle la cara en esa situación... - de nuevo una risilla cristalina y narcotizada a la vez, apoyándose sobre sus rodillas - Por cierto... No te preocupes por mi casa... La habitación tiene pestillo por dentro, no podría molestarte ni aunque quisiera... - se queda parada, expectante, mirándote y sonriendo.

No te va a ver aparecer con un tío así...
En su fuero interno, Donovan comenzaba a recuperar su mente cabal y su capacidad de razonar. Claro que no se fiaba de esa tipeja, pero tampoco tenía mas opciones. Y esperar a que ese maldito militar regresara a por él no le parecía una buena idea.
Salió lentamente de su cobertura de metal retorcido, navaja en mano, y se acercó hasta la pistola con tres balas que antes, atenazado por la desesperación, no había acertado a coger.
Una vez tuvo las dos armas -de las cuales no sabía utilizar nignuna- se sintió un poco mas seguro y relajó un poco su postura, dejando que su expresión corporal hablara por él, indicando que estaba mas predispuesto a escuchar y seguir a aquella extraña mujer hasta su casa.
Justo cuando va a dar un paso hacia ella, se detiene en seco, abre la mochila y se cubre la cara y todas las zonas de piel que pudieran quedar expuestas al sol con la loción protectora. Casi se había olvidado de ese pequeño pero vital importante. Y eso que la mujer se lo acababa de recordar hacía escasos segundos.
Se cubrió la cabeza con el gorro y caminó, lentamente, hasta situarse a un par de metros de Dale.
Bueno... No se como agradecerte todo lo que estás haciendo por mi...
Aún tenía la voz algo cascada por la sequedad de su garganta, así que de nuevo abrió la mochila y le dio un corto trago al Nestea.
Pero en cuanto me ponga en contacto con mis... familiares... te devolveré el favor como mejor pueda... ¿Si?

Dale estudió de nuevo los rasgos de Donovan al escucharle. Pero su expresión se volvió decepcionada al poco.

- Qué mierda. Es como si te hubiesen pasado trescientos filtros de photoshop para ser jodidamente perfecto. No tienes nada raro en la piel, no tienes nada que me indique algo acerca de tu... - se quedó mirando las ronchas coloradas que te habían salido en las extremidades y zonas de más sudoración, de nuevo relajando el gesto. Sonrió entonces - ¿Tus familiares? Te han secuestrado, eso está claro... Pero... ¿Tu familia sabe que eres mutante...? - levantó una ceja - Por cierto... Te da igual, pero me llamo Daleigh Lantana - de nuevo una amplia y sardónica sonrisa.

Supongo...
Replica ladeando la cabeza hacia un lado intentando mostrar lo menos posible de lo que estaba pensando a esa chica. Estaba claro que era una genio. Y que podría leer mas allá de lo que Donovan le contara. Al fin y al cabo ya estaba sacando conclusiones demasiado acertadas a partir de un montón de nada.
Yo me llamo Donovan
Suspiró pesadamente al tiempo que omitía de forma deliberada su apellido. Cuanto menos supiera ella, mejor.
Y si... parte de mi familia conoce mi condición...
Golpeó la tierra un par de veces con la puntera de las botas y desvió la mirada hacia las montañas de metal oxidado.
¿Nos vamos? Empiezo a estar algo incómodo aquí...

En presencia de aquella chica, cada movimiento y cada intento por ocultar algo parecían vanos. Esos ojos no dejaban escapar nada... Esos ojos decían "me has apartado la mirada y has omitido tu apellido, ya sé quién eres"... Pero al no decirlo con aquella preciosa voz suya, la tensión se cargaba... ¿Hasta dónde sabría ya la chica...?

- ¡Marchando! - sonrió de nuevo, girándose alégremente y echando a andar - No me has preguntado si vivo cerca o tengo coche. Utiliza lo que sea que utilices para ocultar esa hermosura tuya. Vas muy tranquilo intentando largarte como para no tener un recurso bueno... O es que tienes ese poder desde hace muy poco... O las dos cosas - balbuceó de forma natural. Entonces llegasteis hasta una bicicleta. Una bicicleta de paseo normal y corriente, eso sí: Con un asiento trasero de hierro para un pasajero. Se acercó con cuidado a tí, como si temiera apestarte o algo así, y señaló la mochila - Ponte la toalla en el culo para no clavarte el asiento... - sugirió.

Las dos cosas, si.
Confirmó al momento de forma escueta mientras hacía que esa belleza que podía mover multitudes descendiera de la escala angelical a una mucho mas mundana. De hecho, no solo modificó su aspecto, sino que lo cambió por completo, adoptando la cara de un cualquier que hubiera visto alguna paseando por las calles de Francia.
Este es el truco... Lo hubieras averiguado aunque no te lo hubiera enseñado... Así que, bueno
Se encoje de hombros y saca la manta de la mochila, colocandola tal cual le indica la chica.
Hace unas horas estaba a miles de kilómetros de aquí... no me preguntes en que me trajeron. No lo se... Y ahora voy a montar en el mas común de los transportes... ¿No te parece una ironía?
Pasó una pierna por encima de la bici y tomó asiento lo mejor que pudo.

- ¡JUAS...! - rió, observando la transformación de Donovan con los ojos muy abiertos. Parecía disfrutar de lo más parecido a una sorpresa: Una posibilidad remota - No te lo pregunto: Te trajeron en un módulo experimental que por mucho que lo prentenda no es militar. Ya les gustaría... Pero nadie entraría en guerra si los ejércitos tuviesen acceso a esa tecnología. El derrape en tierra que ha hecho esa cosa... Ha incendiado incluso las hojas y cartones de tabaco que había cerca. Le echo unos... 3.400 km/h, redondeando. No me parece una ironía. Me parece una putada... Y que sepas que una bici es un vehículo de puta madre... Es el único vehículo que sólo es un peligro para el que lo conduce - empezó a pedalear, al principio con algo de traqueteo, y finalmente de forma fluída y agradable, aunque parece que le costaba un poco al llevarte incorporado en el viaje... No tardasteis mucho en llegar más allá de la maleza, a la civilización... Si es que se podía llamar así a los alrededores de Bondi Beach.

La brisa marina subido en la bicicleta ayudó bastante a ahogar la sensación del terrible calor, y los aspersores del cesped estaban actuando en ese momento, lo cual fué algo fantástico que tu piel agradeció.

- ¿Qué quieres comer, feo? - preguntó desde el sillín al que te agarrabas.

Era extraño... Pero aunque la chica no tenía precisamente aspecto de coqueta y se había revolcado por la tierra, no olía mal. Tampoco es que oliera a perfume... Simplemente no llegaba ningún olor de ella.

Lo que sea... que no esté caliente, picante ni sea pesado al estómago...
Respondió tras unos segundos de reflexión que mas que a pensar dedicó a disfrutar del alivio que suponía la brisa marina sobre su quemada piel.
Mientras la mujer recorría las afueras de la ciudad Donovan desvió la mirada hacia la playa, mirándola con el anhelo de aquel que sabía que sus aguas podrían suponer un alivio aún mayor... Aunque la sal... Maldito virus. Le quitaba a los hombres placeres tan importantes a la vez que banales como bañarse en el mar...
Por cierto...
Comenzó de modo casual.
¿Haces todo esto porque eres buena persona o solo porque te has quedado prendada de mis poderes?... Mas que nada por saber a que atenerme... Ya que pareces tan inteligente y observadora no creo que me merezca la pena romperme la cabeza para intentar mentirte...
Y era lo que pensaba. Realmente no quería tener que romperse la cabeza. Esa mujer era mucho mas inteligente que él. Y él era muy inteligente. Un genio de hecho...

- Como dicen los sabios: "Sí, no, no, a la mierda" - inquirió de forma extraña, para luego chasquear la lengua de forma más accesible - Veamos...: Si yo te digo ahora mismo que soy buena persona... ¿Tu te lo crees? ¿Crees que voy a decirte, en caso contrario, algo como "no, qué va, ¡soy una auténtica hija de puta!" - se rió - Pareces un chaval listo - curiosamente, por muchas veces que te habían catalogado de genio, era la primera vez que alguien calaba tánto en tu orgullo con un halago tan sencillo - No me creo que pienses que hay una respuesta razonable para eso, digger... Lo que sí me parece es que hace poco que estás recibiendo puñaladas hasta en la huella dactilar, y estás tan jodidamente hastiado de ello que, buscando un poco de calma desesperadamente, haces esa pregunta de idiota. Te contestaré: ¿Me he quedado prendada de tus poderes? Jodidamente, en el más amplio y variado sentido de la palabra. ¿Soy buena persona...? - no se lo pensó. La pausa que hizo fué más dramática y melancólica que otra cosa - Si me definieras con adjetivos, Quasimodo, no usarías mi nombre en la misma frase que "buena" o "mala". No pareces conspiranoico. No te joderé la existencia dándote malos rollos que sólo harán que tardes más en darte cuenta de que no te haría daño. Perdona si digo chorradas. Llevo tres de ácido en el córtex. Tu estarías muerto, o con un billete sin vuelta a "Nunca Jamás" - rió.

Suspiró mientras la chica soltaba de carrera toda esa retahíla de palabras tan bien hiladas unas con otras. Le había dicho "chico listo". Viniendo de alguien como ella... tenía que significar mas de lo que parecía a simple vista. Y si, le caló muy hondo. Aunque no pudo evitar reírse cuando se imaginó las lindeces que podría dedicarle a la panda de neandertales que tenía por compañeros de desgracias.
Sinceramente... creo que eres lo suficientemente inteligente como para no necesitar decirme mentira alguna. Si eres buena gente, vale. Si eres mala gente, estando en la situación en la que estoy, bien me podrías decir que eres una grandísima hija de puta y que no se me ocurriera acercarme a ti, que no tendría mas opciones que seguirte si quiero seguir vivo.
Se encogió de hombros con cuidado de no mover la bici.
Así que la verdad... me da igual que seas buena o mala... Solo quería un poco de conversación. A la próxima te pregunto sobre el tiempo...
Añadió con un mohín de fastidio.
¡Ah! ¡Si! No han sido puñaladas propiamente dichas, han sido ataques mutantes en toda regla, ya sabes, con todo eso de cuchillos voladores, gases nerviosos, puñetazos que arrancan puertas de cuajo, compartir hotel con un asesino en serie que drena la vida de sus víctimas como si fuera un vampiro y demás... Vamos... un completo tipo Marvel...

Dale ríe con el comentario sobre el tiempo tras haber escuchado atentamente las penas de Donovan. El chico vuelve a hablar y ella a escuchar. Frena la bicicleta a unos metros de una bocacalle, apartándose hacia la acera. En ese momento un coche arranca desde la acera delantera disparado y os pasa por al lado a toda velocidad, perseguido por unos coches de policía con las sirenas encendidas.

- Como yo decía: Desesperado - dice, retomando el ritmo - . Un chaval como tú, tragando mierda semejante... No me cuadra. No pareces de los que suplican o "tragan mierda". Vamos: Que de servil no tienes nada, sólo había que verte hecho gato callejero, escondiéndote detrás de la lata para roer lo que te daba la humana gilipollas a la que le brindas el privilegio de comerte lo que te da - ríe - Si se ve que te gusta la vida... Pero no es sólo la tuya, ¿no? Si sólo hubiese sido la tuya... Te plantarías ahora mismo en el consulado inglés y darías hasta la misa del gallo - asintió - Está bien...- paró de pronto sobre un aparcamiento de bicicletas, frente a un supermercado - El tiempo es una mierda y todos lo sabemos. Hace un calor del puto carajo, y eso no es interesante, sólo apesta. Si quieres conversación, empiezo yo. ¿A qué te dedicas "barra" dedicabas...? - comienza a andar esperando que le sigas hacia el interior del súper.

Hecho gato callejero...
Repitió con una risa amarga el joven actor. Jamás se hubiera imaginado que nadie lo llamaría así. Y ahí lo tienes. Llamado callejero por una tirada que era mas inteligente que nadie a quien hubiera conocido antes. Que de vueltas que da el mundo.
Cuando por fin para la bici en el parking del supermercado, Donovan se baja a toda prisa y comienza a frotarse las nalgas con las manos en un intento de que la sangre volviera a circular por ellas con normalidad.
No estoy acostumbrado a esto... Si me das unos minutos...
Pidió con cierta molestia a la mujer antes de acompañarla al súper. Omite deliberadamente la mención a su ocupación... Aunque al final le contesta.
Soy alguien con una familia muy influyente...
Suspira y tuerce la boca.
Perdona que no me fíe de ti, pero una cosa es hablas de cosas chorras y otra que te diga quien soy o te de las pistas necesarias para que lo deduzcas por ti misma... Me gustaría tener al menos esa ventaja sobre ti... Supongo que es cosa del instinto de supervivencia que me acabo de car cuenta que tengo.

- Oh, no, tranquilo. No me lo tienes que decir si no quieres, pero no te quejes si tengo puesto el Euronews todo el día. Enhorabuena por lo de tu instinto de supervivencia... - levantó una ceja observando tu movimiento de frotado, y aquella mirada se llenó de picardía, así como esbozó una sonrisa lobuna - Tienes muchas ventajas sobre mí - bromeó, volviéndose para hacer las compras pertinentes.

Empezó a echar en el carro comida, un cepillo de dientes y, tras examinar el dorso de las botellas de gel corporal, escogió la que consideró mejor, pasándote inesperadamente el dedo por encima de la mejilla y observándoselo.
Cogió también algo de fruta y verdura, pescado, nata, un pack de ropa interior masculina (calculó tu talla a ojo, rocordándote), un par de conjuntos más para vestirte, cuya elección obviamente consultó contigo y un pack de botellas de dos litros de Nestea, otro de cartones de leche y algunas cosas más.
Antes de ponerse en cola echó un vistazo de pájaro a todas, poniéndose casi inmediatamente en una de ellas, que resultó ser la que más rápido pasó a pesar de que había más personas que en otra de las colas... Una en la que una señora tenía un bolso enorme y no parecía encontrar la tarjeta de crédito...

- La tiene en el bolsillo del pantalón, fíjate... - te confesó acercándose un poco, sonriendo, mientras pasaban por la cinta vuestros artículos.

En efecto, así era a poco que uno se fijara en el trasero de la señora, en la que se marcaba la silueta de la tarjeta bajo la tela del bolsillo.
La desesperación se hacía con la gente que la señora tenía detrás, y Dale parecía darse cuenta...

- Oiga, señora - le espetó Dale de mala manera - En el culo suyo, ¿entiende? Ahí tiene la tarjeta.

La señora se volvió, escandalizada.

- ¿¡Perdón!?

- Digo que tiene la tarjeta en el bolsillo de su enorme culo. Iba a robársela, pero me ha dado asco poner mi manita ahí - rió, completamente colocada, abriendo uno de los paquetes de tabaco que estaban pasando por la cinta. ¿Porqué se molestaría Dale en montar un espectáculo semejante...?

La señora se palpó la nalga y extrajo la tarjeta, dándole la espalda deliberadamente a la drogadicta. Por fin pudo pagar y la cola avanzó.
Un hombre, mientras sacabais el carrito y ella te decía que podíais seguir andando, se dió prisa al salir de la cola embotellada por la señora de la tarjeta. En la puerta esperaba un coche en el que entró. En el asiento trasero había una niña que sonrió al ver a su padre. Justo después de salir vosotros dos y el hombre, al siguiente que abandonó el mercado, que estaba tras vosotros en la cola, le asaltó un hombre armado con una navaja, y el mundo a su alrededor hizo oídos sordos, incluida ella.