Partida Rol por web

(...)

Los oídos fueron más rápidos que la mente, todo llegó antes a ellos. El chirrido insoportable del metal abriéndose como una flor de varias toneladas, el choque de sus pétalos entretejiéndose en el caos, la estridencia de cientos de cristales rompiéndose y el silbido asesino en los oídos, cubriendo el recuerdo de un ruido tan inmenso que sería imposible de recordar.

Bajo los pies, el suelo del tren no parecía lo bastante sólido como para separarlo de las vías. Michael chocó en su duermevela contra la ventana y salió despedido, rodando varios metros sobre la nieve helada. No escuchó si sus huesos se rompieron, pero se sentía como si se los hubieran separado del cuerpo. Taylor acababa de hablar, había lanzado una pregunta al aire, ofreciendo ver fantasmas a su interlocutora. Lo último que pasó fueron los grandes ojos de Dale abiertos, su boca casi tronando el nombre de su hermano, que los agarró a ambos. Durante unos segundos el australiano consiguió esquivar la catástrofe, pero el sonido de la explosión lo descentró y acabaron cayendo al suelo, sin equilibrio, viendo como la luz y el fuego parecían disolverles. Dale corría ante los ojos de ambos pasillo a través. ¿Logró salir de ahí? ¿Cómo consiguió ignorar el brutal sonido...? 

Hawkins sintió que el infierno le tragaba. Ningún dolor podía compararse a estar quemándose desde dentro y desde fuera, con el miedo de ser consumido extendiéndose en lo que parecían horas...

Cuando el tren perdió el contacto con las vías y se produjo la reacción en cadena, Rewell, que ya estaba en el exterior, vio a Dale saltar a la nieve, haciéndose un ovillo. Él salió despedido, golpeándose la cabeza contra la esquina del siguiente vagón.

Un grito se dejó oír en mitad del horror, sobre los demás. Un canto de sirena que se apagaba y parecía helar los corazones de los que a duras penas conservaban la consciencia...

La masa metálica se dejó ver a través de un espeso velo blanquecino. El pitido seguía ahí. Aunque los ojos veían la nieve, los trozos del tren y algunos miembros descuartizados impregnando el blanco níveo de rojo, las mentes tardaron en deshacerse de aquella pesada telaraña. El humo ascendía en columnas negras...

- ¡¡¡¡¡¡LEEEEX!!!!!! -una voz potente... Antti...- ¡¡¡¡¡ALEXANDRAAAA!!!!!! -No podía creer que hubiese ocurrido otra vez...

Antti se movía anárquicamente, sin un rasguño, corriendo entre las columnas de humo, y apartando hierro y dándole la vuelta a los cadáveres, buscando entre la sangre la esperanza de que uno de ellos no fuera el de su amor. La hermana de Hugo no podía moverse, aunque sólo tenía un moretón en la frente. Parpadeaba lentamente, postrada en la nieve como un pelele, flexionando una pierna, haciendo acopio de toda su voluntad para ponerse en pie o echar a rodar cuneta abajo, con tal de no permanecer cerca del fuego. Dan se acercaba a ella arrastrándose por la nieve, levantándose antes y ayudándola a hacerlo también.

Michael y Taylor podían moverse. Tenían energías, y sin embargo se encontraban mal. Ninguno podía dejar de llorar y babear, la vejiga apretaba dolorosamente, y mientras Michael se sentía sofocado por la sequedad de su piel, Taylor notaba cómo se abría ésta, resquebrajándose como un papel viejo en algunas partes de su cuerpo... Las que no estaban en contacto con la nieve...

Dale corrió desde la parte de abajo de la cuneta, donde había rodado como mejor supo, hasta Rewell. Ella también estaba sin un rasguño, pero el Big Dryden tenía una buena herida en la cabeza. Tiró de su brazo.

- ¡Venga, joder, Rewell! ¡Ésto no es nada! ¡Levanta! ¡Tenemos que irnos echando hostias...! -suplicaba, jadeando histérica, con los ojos llenos de lágrimas.

Taylor también sintió algo: Le echaban nieve encima y le tiraban de la mano. Unas manos pequeñas, frías... Había oído la nieve crujir bajo aquellos pasos, rápidos y cortos... Ahí estaba su hija, haciendo la prehistoria de una mueca de esfuerzo el ayudar a moverse a su maltrecho padre... Y algo aún más inesperado: Tosiendo ante la presencia del humo.

Andrea llegó volando al lugar del accidente, literalmente hablando por supuesto, y tras echar un vistazo general para comprobar que la situación no había cambiado. No se atrevió a confirmar a Antti lo que ya sabía, ni siquiera quiso detenerse de nuevo a pensar en aquella imagen ahora que no tenía nada entre sus brazos.

Taylor y Michael no parecían tener ninguna herida grave, por lo menos de manera aparente, así que tomó la decisión de ayudar a Rewell en primer lugar.

Dale la apartó del brazo del que tiraba con toda le delicadeza que la joven le permitió, ocupando su lugar Lo sacaré de aquí la miró con calma, intentando que se tranquilizara, sus ojos verdes estaban serenos, y su voz había sonado firme, mucho más de lo que él mismo se hubiera creido capaz.

No era para nada pequeño el mayor de los Dryden, y como peso muerto aún peor, pero el maltés era sorprendentemente fuerte, así que pudo levantarlo, eso sí, con esfuerzo. La cercanía del fuego no ayudaba en absoluto, y Andrea pronto comenzó a notarlo en sus propias carnes cuando sintió el peso de Rewell sobre su cuerpo.

Si estás bien ayuda a la pequeña, allá arriba señaló con la cabeza hacia el lugar se encuentran Valdemar y Nadra, subiré a este con ellos y bajaré de nuevo, dirigíos hacía allí hablaba rápido, no quería permanecer más tiempo en este sitio.

Como buenamente pudo, prácticamente montado a caballito, Scerri inició un vuelo algo precario para intentar poner a salvo a aquellos que habían sobrevivido al accidente.

El choque fue lo bastante repentino como para que Rewell no tuviera la menor oportunidad de evitar el golpe. Y fue colosal. No lo bastante como para penetrar la dura carcasa de músculo del enorme Dryden, pero sí como para aturdirlo. Durante unos segundos no sintió nada, su vista se tornó negra. Después, sólo calor pese a la nieve que le rodeaba. Un calor palpitante y penetrante ubicado en la frente... Y también humedad. Sangre. Estaba sangrando y, teniendo en cuenta la gravedad del accidente... Se podía concluir que había salido muy bien parado. 

Cuando abrió los ojos y observó, horrorizado, el espectáculo rojo y blanco que tenía delante no pudo reaccionar rápidamente. Hierros retorcidos, sangre, miembros cercenados, humo y fuego... Un paisaje desolador y completamente deprimente. Con el mismo horror comprobó que no escuchaba nada. Un pitido agudo atravesaba sus tímpanos y embotaba sus sentidos, surcando hasta el último rincón de su mente consciente. No supo qué era arriba, qué abajo, ni qué izquierda o derecha. Intentó ponerse en pie, pero se derrumbó de nuevo sobre la nieve.

Justo en ese momento Dale tiraba de su brazo y, aunque sentía la pequeña fuerza de la australiana, le costó saber desde dónde le llamaba. La observó con los ojos muy abiertos, la mandíbula tensa y mirada perdida... Y lo mismo hizo con Andrea. 

-Estoy... estoy bien... estoy bien, mierda... -balbució lentamente, pero no era cierto. No tardaría en reponerse, pero por el momento necesitaba ayuda, por mucho que quisiera negarlo. Pero poco a poco notó algo que le desconcertó todavía más y le hizo removerse sobre las espaldas de Scerri. Estaba volando, maldita sea... Volando...-. Basta... basta, joder... Suéltame... En un momento estaré... Bien... Ayuda a los demás, joder... ¡Taylor! -gritó, cuando la visión del rockero cruzó su vista-. ¡Victoria! ¡Dale!

Las imágenes bailaban y se distorsionaban ante sus ojos, pero poco a poco iban estabilizándose. En efecto no tardaría en reponerse, pero era vagamente consciente de que, si Andrea cargaba con él, sería contraproducente. Al fin y al cabo Rewell era muy pesado. De sus brazos comenzaron a encenderse paulatinamente lenguas de fuego esmeralda. Si conseguía transformarse... Si lograba completar su transformación... Todo sería más rápido y sencillo. Empezando por su recuperación. 

Como quien enciende un mechero díscolo que no termina de dar fuego, las flamas lamían ora sus brazos, ora su rostro y sus piernas, pero no terminaban de implosionar totalmente. 

-Vamos... vamos, joder... -gruñía. Sus ojos se convirtieron en puro fulgor... No tardaría mucho más en transformarse. De hecho, las manos que colgaban desde los hombros de Andrea dejaron de ser de carne y se tornaron de puro hueso negro como el carbón. Largas y puntiagudas garras capaces de cortar el metal como si fuera mantequilla. 

Joder, que coño ha pasado?

Me palpo el cuerpo con cuidado, buscando algo roto, y cogiendo un puñado de nieve me la paso por la frente

Poco a poco me levanto y me alejo de la zona en llamas ¿Estas mierdas explotan como en las pelis?

Como resultaba complicado recordar el nombre de las chicas, Taylor usaba canciones. Michelle, Foxy y Angie jugaban en la piscina con una pelota de playa, salpicando a Lucy y Minerva mientras se enrollaban en el césped. Cerca pero ajena a ellas, Roxanne tomaba el sol con los auriculares puestos.
Había también un jacuzzi: allí estaban Hawkins y Keneth Archer, guitarra rítmica, disfrutando de sendos Montecristos y del buen trabajo de Macarena y Carrie, las dos que mejor aguantaban la respiración. ESO era el mundo real.

Mientras tanto, en la pantalla del proyector (300 pulgadas, 1600x1200 de resolución) daban las noticias de la CNN: un tren había descarrilado en la región de Midnapore Occidental (según se baja al culo del mundo, a la derecha) y dejaba 104 muertos. ESO ocurría en el mundo imaginario, en una galaxia muy muy lejana,...en el puto reino de Fantasía: allí estaba la jodida Emperatriz Infantil, con su puntito rojo en la frente y los intestinos desparramados por el suelo. Y como ella, otros 103 más.

Como si eran dos mil. Taylor Hawkins estaba tranquilo porque sabía que esas cosas sólo ocurrían en Never Never Land.

...

- Oh, Vic...Gracias...

Taylor reprimió un grito de dolor al ver a su hija. Sus manitas frías tiraban de él e hizo el esfuerzo por incorporarse: lo hizo sabiendo qué había ocurrido y, una vez recuperado de la inconsciencia, apretó los dientes. Aquello era como encarnarse en el fulano que salía en la portada del "Return to the Apocalyptic City", de los Testament. Un tormento.
La piel reseca se abría como la cáscara de un melón dulce. La diferencia era que el problema no residía en la glucosa...sino en el Ignea: avanzaba rápido, a paso firme, y Hawkins recordó entonces al ínclito Doctor Lockart, tan previsible y malencarado, con su careto afilado -guapetón él para quinceañeras locas por los rasgos femeninos en especímenes masculinos - y sus maneras chulescas sacadas de héroe solitario manga. Hijo de puta incompetente.

- Tu padre está echo polvo, ¿sabes?.- dijo mirando con pavor las heridas. Quería llorar pero no podía. Gritar. Dormirse ahí mismo. En vez de eso, la vida que se le escapaba a él parecía revertir sobre su hija.- Justo al contrario que mi princesa. Cada día más guapa.

No había terminado de decir aquello cuando un pinchazo de dolor le sacudió el antebrazo. Estaba acabado y lo sabía, a pesar de las curas de hielo que su niña -inocente- aplicaba. Así, se permitió el lujo de ser egoísta y pensar en lo jodido que estaba...sin importarle una mierda quién había sobrevivido y quién no. De todas maneras se sorprendió reconfortado al oir la voz de Johnny Boy..., y aburrido de movidas mutantes - hasta enojado - cuando Superman se dejó ver. Pudo ver, entre nubes de humo y desenfoques, a Michael. Mala hierba nunca muere.

- Papá se queda aquí, de momento...Descansando...- le dijo a su hija en un esfuerzo por mantener la compostura y no dejarse la garganta en alaridos.- Busca a tío Rewell. Él cuidará de tí, ¿vale?. Luego iré yo. Más tarde.

Se dejó caer cuán largo era sobre la nieve. Antes, le había dado un beso en la mano a su hija...sin saber si sería el último.

Dale no se lo pensó. Persiguió el vuelo de Andrea y Rewell a la carrera, aunque miró durante un instante a Antti, que seguía revolviendo entre aquellos restos inestables, gritando el nombre de Alexandra hasta desgañitarse. Cuando adelantó a Andrea debido a los constantes forcejeos de Rew, se limitó a seguir las pisadas que Victoria había dejado en la nieve. Dan y Carla, apoyándose el uno en el otro, lograron perseguir a Dale...

La hija de Taylor vio como su "tío" Rewell se alejaba, llamándola. Lo siguió con la mirada, girando todo el cuerpo. Tosió una vez más. Luego se volvió a girar. Entrecerraba los ojos: El escaso sol de Kiruna le daba en la cara y le molestaba, al igual que las llamas. Más que sentarse, se dejó caer abandonándose, mirando la nieve con las manos juntas sobre la falda. La bufanda de colores chillones que llevaba era, de lo alegre de su vida, lo más duradero que conocía.

No podía mover a su padre ella sóla. Koivusaari no estaba en éste mundo y el resto estaban muertos o se habían ido. Esperaría. Rewell, María, Sven, Roan... Alguien iría. Se incorporó un poco y gateó al lado de Taylor, amasando puñados de nieve y echándoselos en las heridas, pasando algunas veces las azuladas puntas de los dedos lentamente sobre la frente de él, a modo de consuelo... Con una seriedad imposible en una niña de su supuesta edad.

- Ya viene... el tío Rewell... -miró de nuevo, con la mandíbula temblorosa del esfuerzo por continuar varias tareas, la cuneta en la que John Dryden desaparecía recogido por Andrea- Amber... Tenemos que llevarla a Oskar...

Fueron décimas de segundo lo que Andrea tardó en soltar el cuerpo de Rewell, o lo que demonios fuera aquello, desde que vio la garra verde brillante, totalmente acojonado. No volaba a demasiada altura, pues no tenía sentido, y no quería separarse en exceso de Dale.

Las palabras del Dryden le sonaron coherentes, pero joder, lo mismo había sido poseído por alguna especie de bicho raro, y el instinto hizo que lo dejara caer.

No perdió el tiempo a pesar del terror que se reflejaba en sus ojos, y voló hacia Dale, a la que ni siquiera preguntó si le deba permiso para agarrarla por donde buenamente surgiera, quería ponerla a salvo, y quería escapar de aquella cosa en la que se estaba convirtiendo Rewell.

Debería haber pensado en la pequeña Victoria, o en el resto de heridos, pero no lo hizo, porque tenía miedo.

Cuando Rewell cayó a la nieve, ya se había transformado en Emmerald Skull. Sin embargo, tardó en estabilizarse y poder levantarse sin tambalear... En aquel momento ya se habían marchado todos, pero Roan aparecía corriendo entre los árboles deshecho en lágrimas. Parecía padecer de todo: Miedo, pena, rabia... Estaba al borde de un ataque de ansiedad descomunal, si no en las primeras fases.

Se detuvo en su rápida carrera flexionando las rodillas, poniéndose en posición de ataque casi como un animal salvaje, al ver a Emmerald. Su respiración se agitó y su ceño se frunció... Sin embargo era un niño valiente. Pudo pensar al ver a aquella bestia... Y dedujo lo correcto. Sin embargo, no se arriesgó.

- Voy a ayudar a Victoria... -no sólo era peligroso que el crío se aventurara entre la chapa aún caliente del tren, sino que vería aquel espectáculo de sangre y lamentos de los moribundos, cuerpos esparcidos en mil pedazos irreconocibles... Y lo vería no sólo porque los adultos lo habían permitido, sino porque había sido el primero, junto a Victoria, en tener la iniciativa de ayudar. Se dispuso a seguir corriendo cuneta arriba.

Empezaba a sentirse bien... A sentirse sanado nuevamente. Era el peculiar efecto de su transformación, a la par que la paradoja de la misma: Rewell podía convertirse en un monstruo, pero lo que quería hacer era salvar vidas. Al caer sobre la nieve alzó las manos, ahora garras negras de hueso más duro que el diamante, y las  observó antes de cerrarlas en puños. Abrió la boca, emitiendo un siseo similar al del gas a punto de inflamarse, y una bocanada de fuego verde salió de la cavidad entre lar largas hileras de dientes. 

Y, entonces, llegó el joven Roan-Kale, el niño valiente, el niño que estaba dispuesto a ayudar... Pero el niño, pese a todo. El hombre que había detrás del rostro monstruoso y la sonrisa calcárea sintió una inmensa pena por el pequeño y por los tiempos que le habían tocado vivir. Cuando creciera se convertiría en un hombre de guerra... Porque de niño, había presenciado una. Rewell se prometió de pronto a sí mismo que haría todo lo posible por evitar aquello. 

Sabía del espectáculo que había entre los hierros retorcidos... Había visto el resultado del accidente de tren... Y no quería eso para Roan. Lo vio subiendo el montículo nevado, ya cercano a la escena de muerte que había detrás. "No...", fue el pensamiento que retumbó en las profundidades de su cavernosa mente. Dio dos largas y rápidas zancadas en dirección al muchacho. La nieve crujió y se deshizo bajo su peso, las hermosas llamas esmeralda dejaron un brillante recuerdo tras él. Cogió al pequeño entre los brazos a la carrera y, con un inusitado mimo en un monstruo de tal envergadura, colocó una garra tras su cabeza para que el niño la apoyara en un hombro flamígero y no tuviera que ver todo lo que, de otro modo, habría visto. 

Entonces saltó. 

Rewell era vagamente consciente de que Emmerald Skull se había hecho más fuerte, más poderoso... Pero no se había hecho una idea de cuánto. Durante unos segundos, le pareció que estaba volando. Surcó los cielos tan alto que, pensó, podría tocar las nubes si estiraba una mano. Durante esos preciosos segundos todos los problemas desaparecieron. Durante esos segundos se sintió más vivo que nunca. Mantuvo en todo momento a Roan-Kale cerca de sí con muy poco esfuerzo, gracias a su hercúlea fuerza... Y el niño, probablemente, también pudo sentir aquella misma sensación. 

Puede que no fueran a librar un combate espectacular... Puede que no fueran a hacer proezas dignas de cuentos épicos... Pero ambos, Rewell y Roan-Kale, iban a salvar a sus amigos. A veces es necesario ser un héroe primero para los tuyos si quieres serlo para el mundo. La caída fue vertiginosa, pero segura. A no demasiada distancia de donde estaba Taylor, la mole esmeralda cayó levantando una nube de nieve licuada. Alzó la vista hacia donde estaban Victoria y Taylor. De Michael... Ni quería saber nada ni iba a hacer nada por él. Que le juzgaran... No le importaba. 

-VAMOS A SALVAR A NUESTROS AMIGOS, ROAN... TODO VA A SALIR BIEN... -tranquilizó Emmerald Skull. Y, aunque aquella voz preternatural, grave como un trueno, parecía imposible que sonara tranquilizadora... En realidad surgió como una caricia que pudo rozar al pequeño. 

"Sven... La verdad, es que no conocia mucho al tipo. Era majo, y me curaba las heridas... Ah, y supongo que era muy bueno cuidando a los niños, como Amber, la cual ahora mismo esta pudriendose... Donnie habia matado a una persona ¿Que pasaria si Rewell se enteraba? Tengo que avisarle antes de que se entere por las malas, aunque dicho asi parece que hay buenas... A lo que iba, Sven, no lo conocia, pero era uno de los veteranos, y me enseño grandes cosas, para empezar..."

Un estruendo se escucho entre los restos del ferrocarril mientras un pequeño crater se formaba a unos metros de Antti, lo cual tras unos segundos de lluvia, no salio un meteorito, sino un gorila albino que se dirigio a toda prisa hacia Antti, tambien podria haber ido por Taylor, pero este ya tenia a Rewell y su hija, o tambien podria haber ido por Michael...No, no podria haber ido por Michael, asi que solo quedaba Antti y Roan. Por lo tanto, el gorila albino se lanzo al recien amante roto, lo cogio de los hombros para girar su rostro hacia el, y le dio una bofetada de las que hacen historia, en defensa del gorila, lo hizo lo mas suave e inofensiva posible, pero el control no es una cosa que viene incluida cuanda tus brazos son dos puños conectados a dos troncos.

-Escuchame, Lex, esta muerta, lo has escuchado, eso no era un grito de auxilio, era alguien en sus ultimos momentos, lo siento, joder, siento que tengas que sufrir por esto, y aun mas me duele que ni siquiera pueda dejarte cinco segundos de luto.- Dije, o mejor dicho grite de manera gutural mientras le llenaba de saliva el rostro, zarandoandole de atras para alante, sujetandole de los hombros.- Pero necesito tu ayuda, Amber ha muerto, Sven tambien acaba de palmarla a manos de Donnie, y un niño negrata ha robado las llaves del camion despues de hacer una cosa rara a Donnie, Morty y Andrea. Necesito que me ayudes a solucionar esto !Pronto¡

"Leccion I. Si alguien esta en shock, bofeteadla hasta que a) Se calme o b) Quede insconciente"

Antti miró con los ojos abiertos, casi fuera de las cuencas, al maldito gorila. Tardó en deducir que era Hugo. Lo miró como si no fuera real, como si intentase apartar aquella ensoñación de su mente...

Que Lex estaba muerta, decía. No lo había visto. Pero lo sabía.

- Qué me estás diciendo, tío... -la voz de Koivusaari temblaba por primera vez, todo su cuerpo lo hacía, se aferraba a los brazos del enorme animal casi haciéndole daño con la presión de sus dedos. Apretó los dientes y negó con la cabeza. En su mirada parecía que el mundo iba a acabarse...- ¿Cómo puedes decirme eso, colega...? ¿Lex...? ¿Amber...? -no alzaba el tono, hablaba con cautela, como si todo el miedo del mundo le asfixiara- Sácame de aquí, por Dios... No puedo... No puedo con ésto otra vez... -las lágrimas acabaron nublándole la vista. La Tierra le quitaba todo, poco a poco, pese a sus muchos esfuerzos por volver a levantarse... ¿Cómo podía pasar aquello? ¿Cómo alguien podía destruir la vida de su amada y la de una niña inocente...? Iban a morir. Morirían de forma horrible... A pesar de perderlo todo en el caminio... Con los ojos inyectados en sangre y las pupilas contraídas, Antti se removía inquieto, mirando a todas partes y deseando salir de ahí...

Antti lo perdio del todo, y paso de ser a alguien a quien poder confiar a una gran criatura gimogeante cuyo unico consuelo era discutir con un gorila, y yo no era nadie para siquiera poder quejarme, el mundo se derrumbaba cada vez mas y yo era el unico que aun se alzaba vivo e intacto, pero aun asi, aun me quedaba gente por la que luchar. Da igual cuantos muertos hubiera, mientras estuvieramos vivos, tendriamos que seguir luchando, era nuestro deber, sino, no quedaria nadie para recordar a los caidos.

-Puedes estar tranquilo, Antti, te sacare de aqui, os sacare a todos de aqui.- Le tranquilice como pude, alzandolo con mis brazos y colocandolo al hombro mientras le sujetaba con una mano, siendo humano lo hubiera logrado apenas, siendo 200 kilos encarnados en puro musculo pirmal el peso de Antti no era gran cosa.- Agarrate, voy a buscar a Taylor y Victoria, y nos largamos con los demas.

Con Antti llevado como un soldado herido, que ciertamente cumplia con los requisitos aunque fueran heridas mentales las que le impedian moverse con normalidad, marcho a donde estan Taylor y Victoria, a rescatarlos, y quizas con suerte, pillaria a Rewell de camino, y con mucha suerte, quizas no me mastique la cabeza cuando le diga que Amber esta muerta y Donnie es un asesino psicopata.

La mole esmeralda cayó pesadamente sobre el suelo nevado, levantando una nube blanca de nieve en polvo. Las llamas danzantes que recorrían el esqueleto del color del carbón parecían abrazar al pequeño Roan-Kale, a quien llevaba consigo en un abrazo protector. Pareció, después de caer, decirle algo, aunque su boca no se movió. 

Dio un rodeo con la vista... Vio a Antti y a un gorila blanco (Hugo, a buen seguro), acercándose a donde estaban Taylor y Victoria. También vio a Michael cerca del lugar del accidente... Y pensó que era un ser completamente prescindible de ser rescatado. Por eso echó a correr para reunirse con los otros cuatro. 

Nada más llegar junto a ellos se arrodilló frente a Victoria y Taylor. Lo primero que hizo fue acercar hacia sí a la pequeña de Hawkins, aunque sin apartar la vista del padre. 

-TRANQUILA, CARIÑO... TÍO REWELL ESTÁ AQUÍ... -surgió la voz desde las profundidades de una garganta que, ahora, parecía no existir-. Y PARA TI TAMBIÉN, PRINCESA... -pareció, pese a todo, dirigirse ahora a Taylor. Lo cierto era que el roquero había conocido días mejores. Las heridas del Ignea eran ya demasiado evidentes, demasiado graves... Y ahora estaban aún peor debido al terrible accidente. Dejó a Roan-Kale en el suelo, junto a la niña, impidiéndole que se girara para que no viera los restos del tren. Clavó ambas zarpas en la nieve y, como si fuera una excavadora, arrastró el polvo blanco sobre todo el cuerpo de Taylor, sepultándolo hasta el cuello en nieve. Eso le aliviaría... Al menos por un rato...

Alzó la vista hacia el gorila albino.

-HUGO, TENEMOS QUE SACARLES DE AQUÍ, PERO CREO QUE TAYLOR NO ESTÁ COMO PARA MOVERSE MUCHO... ¿CUÁL CREES QUE ES LA MEJOR FORMA DE HACERLO? 

-Si, rapido, muy rapido.- Dije conciso, me importaba poco que Taylor hubiera perdido las dos piernas o las entrañas estuvieran saliendose de su estomago, el Ignea era de risa comparado a lo que pasaria si la diosa nos daba alcance.- Creo que hay un camion cerca de aqui, podemos llevar los heridos hacia ahi y seguir el recorrido conduciendo, Roan, tu le cogiste las llaves a Sven.- Apresure al pequeño, aliviado de que Rew le hubiera encontrado de camino para aca.- ¿Sabes a cuanta distancia esta de aqui?¿Podrias guiarnos hasta ahi?

Si llegabamos al camion, entonces seria muy facil alcanzar a los rezagados una vez al volante, el problema consistia, en que no me acordaba haber visto ningun puñetero camion por las cercanias, y si estaba a kilometros de aqui, entonces iba ser la marcha mas peligrosa y jodida de la historia.