Partida Rol por web

Al llegar a la casa, miro alrededor. Yo hubiera cruzado la entrada principal sin mayor complicación pero mis compañeros desconfían de las sombras. Tampoco me parece mal.

Busco un lugar donde apoyarme y espero. Entrar sin ser visto podía ser muy complicado en el paso... yo era más de tirar la puerta a abajo.

Robert observa con atención como los ojos de su compañero se tornaban de un rojo reluciente y un escalofrío le recorrió la columna al instante. Richard que estaba un poco apartado también lo pudo ver mientras Ryan se encontraba distraído hablando por teléfono.

La luz se hizo a los ojos del estudiante universitario y ninguno de los presentes detectaba la presencia de un humano alrededor o dentro de la casa. Sin embargo, tampoco parecía haber ningún modo de rodearla u otra entrada oculta. Por lo visto nadie había pensado en el túnel por el que escapasteis la primera vez o quizás si habíais pensado en él y no queríais remover los traumaticos recuerdos.

Cuando ya casi habíais desistido en la búsqueda de una entrada secundaria, un pequeña puerta lateral atrae la atención de Attila. Se trata de la puerta del patio de la que tantas casas americanas disponen. Esta esta chamuscada, pero a diferencia de la puerta de entrada, todavía se sostiene en pié.

Acceder a ella no debería ser difícil, pero nada os libraría de tener que pasar a través del precintado de la policía y recorrer el pequeño tramo de patio delantero.

El primero en dar el paso es Robert quien como si nada se mueve hasta la puerta en cuestión y al empujarla hacia fuera confirma que esta abierta o simplemente rota. Una vez en el interior se empieza a pasear por entre los escombros, pero no le parece encontrar nada especial en ellos. Prácticamente no se salvó nada que valiera la pena ojear con mayor detenimiento y por la estructura de la casa, esta no difiere demasiado de cualquier otra de las del barrio.

La voz de la mujer no se digno ni a contestar una vez más y escuchaste un cierto tono de reproche en su voz cuando se dirigía a Howard, aun que no alcanzaste a entender lo que dijo

- ¿Ryan?

La voz de Norwood mas extrañada de lo habitual sonaba al otro lado del aparato

- ¿Eres tu?

- Ehhh… si, soy yo, Howard… - dijo casi entre dientes el muchacho, maldiciendo por lo bajo ante lo que consideraba una pésima movida – Disculpa la hora, amigo… pero… esteee… creo que estoy en problemas… y tal vez puedas echarme una mano…

Ryan se sentía terrible por utilizar aquella baza. Nunca antes se había atrevido a importunar a su camarada de una manera tan directa, y no podía evitar que una insoportable sensación de culpa lo embargara por completo.

A decir verdad, ahora hasta comenzaba a dudar que existiera realmente la confianza suficiente entre ambos como para tomarse semejantes atribuciones. ¿Llamar en plena madrugada? ¿Pero qué diablos había estado pensando?

Ya se hallaba a punto de colgar, incapaz de seguir con todo aquello, cuando de repente, una sensación extraña, pero a la vez intensamente familiar, comenzó a subirle por las tripas. Un sudor frío recorrió de punta a punta su columna vertebral cuando la reconoció.

Era otra vez el hambre, por supuesto. O la sed. O lo que fuera que había empezado a consumirlo por dentro desde aquella maldita noche en el sótano.

Y su sola presencia bastó para recordarle su desesperación.

- Entiendo que pueda sonarte extraño… que te moleste en tu casa y eso… - continuó con el tono de voz un poco más aplomado – No es el tipo de relación que tenemos, y hasta comprendería que te sintieras ofendido…

- Pero el caso es que no tengo a nadie más a quien recurrir… - soltó finalmente luego de un tenso silencio, resignándose de manera definitiva a recorrer aquella senda hasta el final. Extrañamente, aquella decisión sirvió para liberarlo un poco.

- No puedo hablar mucho ahora. Pero quisiera verte mañana, por la noche. Cuando termines de trabajar. Estaré en el estacionamiento desde las 9:00 Hs.

- Tiene que ver con un tal Jacob Preston. – continuó luego de otro prolongado silencio, sintiéndose más relajado con cada palabra que brotaba de su boca, aunque sin poder evitar que la culpa lo siguiera carcomiendo - Creo que es abogado, tal vez lo conozcas. Si averiguas algo sobre él, entenderás un poco donde estoy metido.

- Ojalá puedas venir mañana. – sentenció finalmente sin dejar tiempo para que su interlocutor respondiera – Y de nuevo… perdona la hora.

Sin más, colgó con un movimiento rápido y nervioso, como el de alguien que quiere pasar pronto el mal trago. Tras ello, se echó una veloz carrerilla hasta la puerta trasera del edificio donde todo había comenzado.
 

Cansado de esperar, me adentro en la casa siguiento los pasos de Robert, intentando caminar despacio y sin hacer ruido. Al llegar a la puerta, lo busco con la mirada.

- ¿Qué, has encontrado algo? - digo esperando ver los frutos de otro acto ilegal al que añadir a mi historial.

La poca noche que se desvanecía rápidamente resultó de lo más provechosa para el grupo de compañeros.

Mientras que Attila se quedó fuera de la casa esperando después de descubrirle al resto la entrada secundaria; los demás se adentraron en la casa uno a uno. Ryan y Robert se pusieron a regirar escombros, a pesar de que todo apuntaba a que cualquier posible pista sobre vuestro captor habría sido barrida por el fuego o la policía.

Libros y más libros chamuscados, en el suelo y estanterías.

- Lewin, B. "Genes IX", Pearson Education, 2001.

- Emile Duclaux, Erwin F. Smith, "Pasteur, The history of a Mind", 1920

- Lodish, H., et al. "Molecular Cell Biology", 2nd ed.,
W. H. Freeman, 1992.

- Darwin, C., "On the Origin of the Species", 1974.

Sin duda alguna, aquel hombre era una especie de científico de algún tipo o un completo fanático de la biología. Y mientras Ryan ojeaba uno de los tomos al azar cuyas paginas amarillentas no habían ardido del todo, una fotografía cayó al suelo. Era una fotografía tomada en lo que debía haber sido aquella misma sala antes del incendio.

En aquel estudio, al lado de un escritorio de lo más clásico, dos hombres: uno rubio, alto y delgado y otro de mediana/avanzada edad con barba y fumando de una pipa se retrataban delante de la ventana con algún propósito desconocido.

No hubo más pistas, pues al rato de que entrara Richard en la casa, notasteis como una de las ventanas de la casa contigua se iluminaba. Para evitar encontronazos con la policía y debido a la proximidad del alba decidisteis volver a vuestros escondites.

La llamada de la noche anterior fue recibida con aplastante sorpresa por parte de tu amigo; algo que ya intuiste de hecho. Pero sus resultados fueron de alguna ayuda para echar un poco de luz sobre la completa oscuridad en la que os estabais moviendo.

Norwood había hecho su trabajo y te confirma orgulloso de su ardua investigación que Prestor no era ningún abogado como tu habías sugerido, si no el cliente de un bufet de abogados que justamente colaboraba con su empresa; con lo que pudo acceder a algunos de sus archivos, no sin dificultades.

En resumen te cuenta que el dinero Jacob Prestor era administrado por Aynsley Whitman, prestigioso corredor de bolsa y abogado afiliado al bufete  y que hace dos años, Prestor le dio medio millón de dólares a Whitman para que los invirtiera. Desde entonces ha estado viviendo de las rentas.

Tras ello y sin querer hurgar más en tus motivos para pedirle aquella información. Tu amigo te pide absoluta discreción ya que si se supiera que te ha proporcionado acceso a tal información su lugar de trabajo se tambalearía peligrosamente.

La noche siguiente sucede con toda normalidad. Los que decidís acudir a la llamada del excéntrico Tony os juntáis un rato antes de la media noche.

El 24th Diocese es una sala de baile que ofrece dos pistas distintas. Una de ellas embalconada sobre otra, música grabada, un pinchadiscos y, por supuesto, un bar.

El local es ruidoso y estridente y se sitúa un poquito a las afueras de la ciudad antigua, en medio de una calle de bares.

La música que suena es de estilo latino mezclando temas más comerciales con regularidad y los clientes son de lo más variados tocando franjas de edad des de los 20 hasta los 40.

Desperté de nuevo bañado en sudor, acosado por unas pesadillas tan nítidas que parecían reales. La cama estaba completamente deshecha, como si un animal hubiera estaba revolcándose en ella durante toda la noche, y lo cierto es que aquella visión no se alejaba demasiado de la realidad. Por suerte, al contrario que los días anteriores, no recordaba exactamente lo que me había atormentado en mis sueños, aunque la sensación amarga se mantenía.

Me preparé con rapidez, al fin y al cabo la mayor parte de las cosas que hace uno nada más levantarse ya no tenía que hacerlas, la rutina diaria se limitaba a darse una ducha y ponerse algo de ropa, algo en lo que nunca había perdido mucho tiempo. No quería llegar tarde a la cita con aquel tipo, necesitábamos saber más sobre lo que nos había ocurrido y él parecía ser nuestra única esperanza.

Antes de salir, me paré un instante ante la puerta de Jane. Estaba decidido a llamar pero todo lo que había dicho el tal Tony sobre el peligro que corríamos me hizo replantearme las cosas, no quería que Jane se viera metido en todo aquello, no si podía evitarlo. Ella tenía la suerte, o como se quiera llamar, de haber sido víctima de esta extraña maldición, trataría de mantenerla al margen. De modo que, tras unos instantes frente a la puerta, me di la vuelta y bajé las escaleras a toda prisa.

No tardé mucho en llegar, aunque si un poco en aparcar el coche, parecía una zona más o menos concurrida a aquellas horas. Cuando por fin llegué a la puerta del local comprobé que había sido el primero en llegar, de modo que decidí esperar un poco a los demás, y así pude echar un vistazo para ver que tipo de gente entraba y salía del local. Mi nivel de paranoia había aumentado bastante la última noche, sobre todo gracias a lo que Tony nos había contado acerca de aquella gente que andaba detrás de nosotros, de modo que casi por instinto decidí comprobar si había alguien siguiéndome o espiándome.

Me desperté en mi solitaria habitación. Los acontecimientos de los últimos días me habían hecho replantearme toda mi vida. Ya había muerto, y tenía otra oportunidad. ¿Quería seguir siendo el mismo tipejo por el resto de la eternidad? La pregunta me venía grande, pero probablemente tendría que meditar sobre ello más tarde o más temprano, y preferiblemente cuando tuviera más respuestas.

Llamé al local, para avisar una vez más de que no iría a trabajar. A este paso no tardarían en despedirme, pero bueno... creo que podré apañarmelas por mi cuenta al menos durante una temporada. Me asee y me vestí y salí al exterior con mi móvil, cartera, mis llaves y ropa casual con algo de abrigo, aunque fuera para disimular. Llamé a un taxi y me dirigí al local que nos había dicho Tony la noche anterior.

Al bajarme del Taxi cerca del local del tipo misterioso miro alrededor para ver si soy el primero, pero veo que no. Me acerco entonces a la puerta y a Robert.

¿Qué hay?- digo, en un intento de saludo jovial -Veo que somos los primeros en llegar... en fin. ¿Esperaremos no? No me llama demasiado la atención entrar a este antro y cuantos más seamos mejor.- esbozo una sonrisa forzada y miro a mi interlocutor.

- Hola, Richard - le respondí cuando me saludó.- Si, creo que esperaremos un poco a ver si viene alguien más.

Se hizo el silencio y seguí mirando disimuladamente en todas direcciones, percatándome de los detalles. Seguramente Richard se dio cuenta de lo que hacía, pero tampoco me importó, imaginaba que él debía estar por lo menos tan paranoico como lo estaba yo. Después de un rato que se me hizo eterno miré el reloj, había pasado demasiado tiempo, si alguien llegaba más tarde ya sabía dónde estábamos.

- Se ha hecho un poco tarde, creo que será mejor entrar - le dije a Richard mientras me encaminaba hacia la puerta del garito.- El resto ya deberían saber que estamos aquí, veamos que tiene que contarnos Tony.

Finalmente los dos chicos decidís entrar dada la tardanza de los demás

El interior dista de estar abarrotado, sin embargo hay al menos una veintena de personas. Algunos bebiendo en la barra o en las mesas situadas alrededor de la pista de baile cocktails de lo más coloridos, y otras bailando, mayormente parejas al ritmo de salsa.

No veis a Tony por ninguna parte

Me acerco a Robert mientras hecho un vistazo rápido por el local.

- No veo a Tony por ningún lado. Creo que me mezclaré un poco para ver si alguien sabe algo de él. En este ambiente me muevo mejor que donde anoche - sonrío, y miro hacia la barra - Seguro que hay un camarero la mar de amable y atractivo dispuesto a ayudarme esta noche.

Y tras escuchar su respuesta, voy a la barra.

- Si... yo tampoco le veo - respondí cuando había escudriñado un poco el local.-Bien, tú guías.

Le seguí hasta la barra porque tampoco sabía muy bien qué hacer, no pensaba intervenir si no era necesario pero al menos esperaría a su lado por si acaso. Fue curioso, pero cuando llegamos a la barra me di cuenta de lo último que había dicho.

"Demonios ¿Ha dicho camarero amable y atractivo? - pensé ligeramente atribulado.- Espero que no me hayan traido a uno de esos sitios..."

Y con cierto descaro miré a Richard con los ojos entrecerrados.

Richard va directo a uno de los camareros jóvenes más apuestos de la barra.

Este os atiende al momento muy eficiente

- Buenas noches caballeros, ¿qué van a tomar?

La voz del camarero me sacó de mis pensamientos acerca de la orientación sexual de Richard, al fin y al cabo tampoco era asunto mio lo que hiciera o dejase de hacer con su cuerpo.

- Para mi un whiskey on the rocks, por favor - le respondí al camarero elevando la voz para que pudiera escucharme por encima de la música.

Me preguntaba si sentería lo mismo con la copa que lo que había sentido con la comida de mi nevera, lo cierto es que no había bebido nada desde el secuestro y no estaba precisamente deshidratado. Supongo que habría que probar, no creo que una copita de nada fuera a matarme...

- Para mí otro - digo, mirando de arriba a abajo al camarero - Oye, pequeño, ¿conoces a un tal Tony? ¿Así alto, moreno, musculoso, bastante atractivo y con cierto aire de actor de series adolescentes? - lo miro, fijamente a los ojos - Tú no vas a mentir a un cliente, ¿me equivoco? 

Probablemente no fuera necesario, pero también quería empezar a cogerle el truco a eso que había usado con el cliente. Quizás con la práctica fuera más cómodo en el futuro.