Partida Rol por web

Observa la escena. Las ventanas tienen protecciones así que no puede usarlas para entrar y la entrada principal está protegida por los guardias. Es difícil encontrar el momento preciso en el que ninguno de ellos protege la entrada. Así que lo más fácil sería entrar por la cocina y hacerse pasar por la nueva del servicio. Nadie le prestará atención si consigue hacerse con una bandeja de comida para servir. O unas bebidas.

Así pues, decide escabullirse para encontrar las cocinas.

El borracho enviste contra mi persona pero fácilmente y con mucha elegancia esquivo su ataque. Al deslizarme fuera del camino de atacante mis movimientos parecen pasos de baile dotándoles de gran belleza digna de admiración.

Tras salir del paso decido que tengo que tomar cartas en el asunto y dejar incosnciente al señor, después ya le interrogaríamos.

Con unos movimientos rápidos intento darle en los puntos adecuados para hacer que caiga inconsciente sin necesidad de hacerle daño, otra vez con mis movimientos melodiosos que encandilan al personal.

Etsuko parece tener bajo control la situación por lo que decidon dar un trago más a mi bebida pero mi sorpresa llega cuando el aldeano lejos de amilanarse se envalentona más ante la chica.

-Yo que tú no lo haría...- murmuro lo suficientemente algo como para que me escuche cualquiera que esté a mi alrededor.

Entonces el borracho se lanza hacia mi compañera mientras reclama venganza. "¿Será verdad eso que dice?" es lo primero que pienso pero en estos momentos esta pregunta no es de mi competencia por lo que rápidamente me levanto e intento apresar al atacante para cesar su ataque y evitar que alguien salga herido.

Utilizo una de mis técnicas aprendidas en los últimos años. La presa del oso... Nadie se puede imaginar lo que es que uno de esos animales te logre apresar y sobrevivir a ello.

—Claro, lo ideal hubiera sido conocernos en el campo de batalla — exclamó el joven.

El otro samurái se limitó a asentir con la cabeza, aunque también parecía bastante conforme con la idea. Se le habían bajado los humos rápido, casi tanto como se le habían subido momentos antes.

—Tatsuhiro tiene mujer y algunos hijos de más con otras— suelta con todo el desparpajo del mundo —. Yo sin embargo me limito a repartir mi semilla sin preocuparme de alimentar a ninguno. ¿No crees que para nosotros crear una familia es perder el tiempo? Sólo nos desviaría del camino principal.

Tatsuhiro ríe y asiente con la cabeza.

—Las mujeres son sólo dolores de cabeza, os lo aseguro.

—Y por eso tú estás siempre de mal humor, Tatsuhiro — añade el joven sin dejar de sonreír —. ¿Y tú, Fujiwara? ¿Has formado familia? ¿O eres de los míos?

No te fue difícil encontrar una entrada alternativa... menos vigilada, pero también menos importante. El almacén de alimentos. Éste conectaba con la cocina, así que no había problemas para colarse en el castillo. El problema residía en que la cocina estaba atestada de mujeres trabajando. Al fin y al cabo, una reunión tan importante como para que tu señor y el señor del clan se reunieran requería bastante comida y lujos.

Pero eso no era todo. Tus vestimentas también suponían un problema... pues eran mucho más lujosas de las que podía tener la mejor vestida de toda esa multitud de mujeres. Llamarías mucho la atención... o al menos eso imaginabas allí escondida en el almacén esperando un momento para actuar.

Y bien hiciste en permanecer escondida, porque justo en ese momento la puerta de papel se corrió hacia un lado dejando paso a una mujer joven. Ésta se adentró en el habitáculo en busca de probablemente algún ingrediente para alguna de las comidas que se iban a preparar. Aunque era casi tan alta como tú, no era ni la mitad de agraciada...

La cocina es un hervidero de actividad. Muchas de las doncellas del castillo están encerradas ahí preparando las deliciosas comidas que van a probar en esa reunión tan importante. Se presentan varios problemas ahora: uno de ellos es que su ropa no es, precisamente, mundana y el otro, es que no podrá pasar desapercibida si no consigue mimetizarse. Casi que hubiese sido mejor pasar entre los guardias. Pero lo hecho, hecho está.

Cuando ya decide que no podrá pasar por ahí, una de las criadas entra en el almacén en busca de algo. Puede ser su oportunidad. Saca un pequeño adorno de pelo y le da un pequeño pinchazo en el cuello pues en la punta tiene uno de sus venenos. En realidad, solo dormirá durante un rato y luego no recordará nada.

Se dispone a desprender a la chica de su kimono y a cambiarse. Deja a la chica y al kimono escondidos. Calcula que tendrá tiempo suficiente para conseguir la información que necesite y volver sin levantar sospechas. Se deshace el recogido elegante y se recoge el pelo en una cola baja con un lazo. Con un pañuelo, se quita el maquillaje que pueda llevar.

No tarda demasiado. Está preparada siempre para estos casos.

Escuchando las palabras de los dos guerreros respecto a las mujeres, Sekirou no pudo evitar asentir ante tal opinión, principalmente a la de Satou. Por lo general, era mejor saciar su deseo más que lidiar durante más de lo debido con una mujer, sin embargo, imaginaba que en algún momento debería de elegir una con la cual continuar su sangre y producir un heredero fuerte que aprendiera de él. Aunque todavía había tiempo.

Sonrió al escuchar a Tatsuhiro definir a las mujeres como un dolor de cabeza. Usualmente, Sekirou no se molestaba demasiado en conocer a una mujer, con excepción de Nadeko, aquella mujer que utilizaba muy bien sus palabras y cuya actitud manipuladora suele irritar un poco al joven guerrero.

No, no he formado familia aun y no planeo hacerlo durante un buen tiempo. Mi vida está unida a Izanami, y de ella dependo para sobrevivir en el campo de batalla, una compañera fiel. Sin lugar a dudas, su lanza era la mejor compañera para él, ambos compartían el gusto por el derramamiento de sangre y la gloria de la guerra. Aún así, deseo en algún momento,  si es que no muero combatiendo antes, tener un hijo a quien poder dejar mi conocimiento, mi experiencia. Espero, llegado ese momento, que la madre de mi hijo no sea un gran dolor de cabeza.

—Créeme, Fujiwara, yo también esperaba que no fuera un dolor de cabeza — dijo Tatsuhiro antes de soltar una carcajada.

Satou sin embargo, sonrió con su sonrisa casi perfecta y apoyó su mano en el hombro de su compañero.

—Eso es porque tú te llevaste a la que más mal humor tenía — luego te miró —. Espero que tengas suerte en encontrar a esa mujer, Fujiwara — hizo una ligera pausa antes de proseguir —. No te lo dije antes, Fujiwara, pero creo que Izanami es un buen nombre para un arma. Sin duda es un alivio encontrar a alguien que domine el Yari, casi todos los de nuestra clase tienen predilección por el Yumi, sin embargo yo creo que la Katana es un arma ideal para los enfrentamientos individuales.

Tatsuhiro niega con la cabeza.

—Y lo dice el que no deja que ningún enemigo llegue hasta nosotros — luego te mira y sonríe —. Pese a su juventud, Satou tiene un ojo demasiado afilado... allá donde pone el ojo, pone la flecha.

—Y a las mujeres no sólo la flecha, ¿no sé si me entiendes?

—JAJAJA — ríe Tatsuhiro —. Además, con la katana también es un experto... yo podré cortar por la mitad a un hombre, pero él es capaz de matarte sin que te enteres. La rapidez es su punto fuerte.

Satou se lleva la mano al cuello y sonríe ligeramente... incluso con cierto rubor en su rostro.

—Vamos, Tatsuhiro... no me hagas sonrojar delante de Fujiwara — sonríe y te vuelve a mirar —. ¿Cuál es tu principal virtud, Fujiwara? El yari, bien entrenado, es un arma realmente letal... y estoy seguro de que en tus manos lo es incluso más que en cualquier mano experta. No me equivoco, ¿verdad?

Tu habilidad es casi impecable. La chica ni siquiera llegó a enterarse de lo que había pasado antes de caer dormida. Era el momento perfecto para llevar a cabo tu plan... cambiarte y ser una más de ellas.

De hecho, cuando saliste a la cocina y pasaste por delante de todas, no levantates la más mínima sospecha. Ya sólo te quedaba salir y dirigirte al interior de castillo. Encontrar a tu señor quizá tardase tiempo, pero no debería ser especialmente difícil. A decir verdad, supones el camino que debes seguir... no era la primera vez que te internabas en un castillo, y... aunque por lo general todos tienen una forma en única, las salas importantes suelen estar distribuidas en los sitios más seguros en caso de asedio.

Y... como era esperar, no pasaron más de diez minutos hasta que lo encontraste. Era una sala amplia en la cuál, sentado de seiza, estaba tu señor. Frente a él y de pie, el señor de los Minamoto. Tú, por supuesto, permaneciste ligeramente oculta sin entrar en la sala pero en un lugar estratégico en el que sus voces no te eran difícil de escuchar.

—Entiendes lo que te quiero decir, Yoshitsune — su gesto era serio —. El pueblo le quiere. Sus gestas se escuchan en todo el clan... Y su fidelidad, ¡ah!, me gustaría saber dónde se encontrará...

Tu señor inclinó su rostro.

—Lo entiendo, pero... — hizo una pausa calculando con cuidado sus palabras —, nuestro enemigo es...

—¡No me digas quién es nuestro enemigo! — le interrumpió Yoritomo con aire enfadado e implacable —. Su ambición es tan enemigo de la integridad de nuestro clan como lo son los Taira. Es ambicioso. En cualquier momento se rebelará y muchos lo seguirán. ¿Acaso crees que no me doy cuenta? Es hora de acabar con él antes de que surjan rebeldes.

¿De quién estarían hablando? Sentías que necesitabas escuchar más... pero unos pasos te alertaron. Se trataba de un par de samurái que patrullaban alrededor de la sala, probablemente para evitar lo que estaba ocurriendo ahora... que oídos ajenos escucharan la conversación que se estaba llevando a cabo.

Sin duda, había mujeres que resultaban un dolor de cabeza para muchos hombres, incluido Sekirou. El joven estaba de acuerdo con las palabras de Tatsuhiro.

Si, yo también espero tener esa suerte. Dijo mientras sonreía levemente.

Escuchó con atención a Satou, el cual expresaba su agrado por el nombre de su yari, aunque el guerrero Fujiwara consideraba que no había sido él quien había elegido ese nombre si no su propia arma que tenía vida y una sed insaciable. Izanami era para él una compañera de la cual no podía separarse demasiado, y, no era simplemente una especie de herramienta de matanza. Más bien era un espíritu indomable que había decidido unirse a Sekirou ya que compartían el mismo deseo.

De todas formas, no tenía sentido corregir en ese aspecto a Satou puesto que era algo que no todos podían comprender.

Los dos guerreros que le acompañaban en el baño hablaron sobre en qué arma poseían mayor maestría en combate. Sin lugar a dudas, el Lobo Sanguinario esperaba en algún momento verlos en acción en el campo de batalla, deseaba cuanta verdad había en aquellas palabras y si no eran simplemente exageración como muchas veces, anteriormente, había escucho hablar a otros supuestos grandes guerreros.

Cuando el tema respecto a la especialidad de Sekirou surgió en la conversación, el joven no pudo evitar sentirse molesto ante algo que para él era obvio. Sin embargo, decidió que era mejor calmarse porque probablemente no había sido esa la intención de Satou.

Izanami es mi única compañera en la batalla, de lo contrario perdería su apoyo. Es una compañera celosa y a la vez no soporta que alguien más la prive de la sangre que por derecho le pertenece. De todas maneras, en el peor de los casos, puedo depender de otros medios para combatir pero preferiría no hacerlo. Podía luchar incluso con las manos desnudas si así fuera necesario pero, la idea de quitarle la vida a alguien sin su querida Izanami no era algo de su agrado.

Asintió a las últimas palabras de Satou.

No sé si puedo considerarme superior a un experto pero mi habilidad con mi compañera no tiene nada que envidiar a muchos. Siempre podía llegar a encontrarse con alguien superior a él en el campo de batalla, algo que se había preguntado muchas veces como sería aquel momento cuando llegara.

Si algo ha llegado a molestarte, parece que Satou no se ha llegado a percatar. Es joven y despreocupado aún, quizá sea por eso... o quizá simplemente le da igual molestar con palabras a alguien. La verdad es que es difícil saber de cuál de las dos opciones se trata.

—¿Sabes, Fujiwara? Algo me dice que nos encontraremos en batalla antes de lo que pensamos — dijo Satou mientras apoyaba su espalda con despreocupación en el extremo del baño en el que estabais —. Sería interesante que fuera en el mismo bando pero... quizá en bandos contrarios también fuera divertido.

En su rostro tenía una ligera sonrisa... ¿estaría diciéndolo en broma o realmente lo pensaba? Tatsuhiro por el contrario lo miró sin saber bien que contestar.

—Siempre que sea fiel a nuestro señor, será nuestro aliado, Satou — terminó añadiendo.

—Sí, sí, lo sé — hizo un gesto con la mano como quitándole importancia —. Lo sé...

Tatsuhiro suspiró y se levantó del baño para dirigirse hacia el lugar en el que había depositado su ropa, parecía que se había cansado de la conversación. De nuevo podías verle su piel totalmente llena de cicatrices. ¿Cuántos combates llevaría ese hombre en su espalda? Contrastaba con la piel suave y sin un sólo rasguño de Satou, que se levantó poco después de su compañero. Pese a todo, algo te decía que él no debía llevar muchas menos...

—Es hora de que volvamos con nuestro señor — te explicó Satou antes de dirigirse también al cesto donde había dejado su ropas... el cesto contiguo del de Tatsuhiro —. Ha sido un placer hablar contigo Fujiwara, nos volveremos a ver... estoy seguro de ello.

Lo que escucha no tiene ningún sentido, de momento. Tendrá que escribirlo todo e intentar encontrar algún significado a lo que están hablando y, quizá, escuchar un poco más. Pero no es el momento de hacerlo puesto que dos de los guardias se acercan y ella está atrapada entre uno y otro.

Solo queda hacer una cosa pues no sabe que pasadizos secretos hay en ese castillo. No ha tenido oportunidad de estudiar los mapas, pero tampoco le interesa mucho en ese momento lamentarse por tal cosa. Mira hacia arriba y comprueba que las dos vigas estén bien para poder sujeta entre ellas y pasar desapercibida.

Salta y se intenta quedar entre ellas con las manos apoyadas en una y los pies en otra. Quizá los guardias sean tan tontos como para no darse cuenta de lo que hay sobre sus cabezas.

Las primeras palabras de Satou llamaron la atención del joven guerrero. Esas eran las palabras de un verdadero bushi y tal actitud había captado el interés de Sekirou, despertando en él el deseo de tener un combate a muerte con aquel hombre.

Resistiendo la tentación, ya que no podía defraudar a su señor, clavó una mirada afilada sobre Satou.

Pienso lo mismo. Tanto combatiendo juntos como en bandos contrarios, sería algo de apreciar.

La sangre le hervía y por un momento apoyó su mano sobre Izanami como si estuviera acariciando a su amante, a la vez que continuaba resistiendo su deseo de derramar sangre. Estaba seguro que aquel guerrero sería un buen oponente para él.

En cambio Tatsuhiro parecía decepcionarle por cada palabra que expresaba. A diferencia de Satou, y de tener su piel llena de cicatrices, su actitud parecía más pasiva, algo que no era de su agrado.

Mi lealtad al clan es innegable, por ende, dudo que nos veamos en bandos contrarios. Sin embargo, sería interesante.

Tras expresar su lealtad, disfrutó el calor del agua para poder calmar un poco su sed de sangre. Debía calmarse si no deseaba decepcionar a su señor.

Luego de un momento, los dos guerreros parecían haber terminado y comenzaron a salir del agua y dirigirse al cesto donde habían dejado sus ropas. Sekirou vio aquello como una oportunidad para calmar su espíritu combativo.

Si, ha sido un placer. Nos volveremos a ver, posiblemente en el campo de batalla. Expresó para que luego se dibujara en su rostro una mueca maliciosa.

Luego de que los dos se retiraran, el joven continuó descansando un momento hasta que, finalmente, decidió que era tiempo de salir del agua. Tomó sus pertenencias, se vistió y salió del baño para esperar a su compañera.

Satou esbozó una ligera sonrisa al tiempo que asentía con la cabeza antes de salir. Tatsuhiro apenas miró hacia atrás. En cualquier caso, el silencio se hizo el protagonista en la sala en cuestión de segundos y durante el tiempo que estuviste en el baño a solas.

Cuando finalmente decidiste que era hora de volver, recogiste todas tus cosas y saliste al recibidor. Allí estaba el anciano, sentado en su asiento y hablando con una joven que parecía haber salido del baño femenino poco antes que tú.

—Espero que el baño haya sido de su agrado — dijo mientras sonreía con una sonrisa carente de dientes.

Justo entonces se percató de tu presencia.

—Oh, señor...

Se levantó del asiento e hizo una inclinación profunda. La chica también desvió su mirada hacia ti en un acto reflejo, para luego clavarla en el suelo con un profundo rubor en sus mejillas. Parecía bastante tímida.

—¿Ha disfrutado del baño? Espero que haya sido así — siguió hablando el anciano —. ¿Necesita alguna cosa más? Si es así, sólo tiene que comunicármelo, por supuesto.

De tu compañera no había ni rastro. Probablemente todavía estuviera en el baño femenino disfrutando del descanso.

Con tu agilidad, apenas te costó subir a las vigas y esconderte en ellas. Además, era una suerte, pues las vigas eran lo suficientemente anchas como para que pudieras subir a ellas sin mucho esfuerzo. Sin embargo, tu corazón se detuvo durante los segundos en que los guardias pasaron de largo.

Como pudiste imaginar, ni siquiera se dignaron a mirar hacia arriba... Era una suerte, pues de haber sido al contrario, hubieras estado en un buen aprieto. Pero aún así, estabas acostumbrada a este tipo de riesgo.

—Sí, señor...

Era la voz de Yoshitsune. Parecía que la conversación estaba a punto de terminar... una lástima, pues había habido una parte intermedia que apenas habías podido escuchar por culpa de los guardias. En cualquier caso, siempre podías quedarte un poco más por si acaso... o volver ya con tu compañero.

El primero en actuar fue el monje, que rápidamente se colocó detrás del aldeano y le hizo una perfecta presa, inmovilizando cualquier movimiento que pudiera hacer, sobretodo en la mano en la que sostenía el cuchillo. Luego llegó el contundente y... certero puñetazo en toda la nariz.

Lejos de quedar knockeado, el aldeano se revuelvió con más fuerza mientras su nariz no dejana de chorrear sangre.

—¡Malnacidos, vosotros y toda la casta samurái!— gritó entre otros improperios menos... suaves.

Más que antes incluso... comenzaron a escucharse todo tipo de susurros y exclamaciones. Insultar tan gravemente a unos samurái supone la muerte en el momento del desdichado que haya tenido tan poca cabeza. Por menos incluso... No era de extrañar que todos los presentes diran ya al pobre borracho por sentenciado...

Al salir del baño, Sekirou pudo notar que el anciano de antes aún se encontraba en su lugar, sentado en su asiento a la vez que conversaba con una joven mujer. El anciano fue el primero en notar su presencia y presentar el mínimo respeto a un guerrero como él. La siguiente en mirarle fue la mujer, a quien el joven no pudo evitar fijar su mirada aguerrida luego de la conversación sobre mujeres que había tenido con sus compañeros de baño.

La joven parecía ser bastante tímida ya que en el instante en que le vio clavó su mirada en el suelo a la vez que sus mejillas se sonrojaban, una actitud que Sekirou consideraba apropiada en una mujer a diferencia de aquella "princesa" Nadeko que él conocía, cuya actitud era la de una manipuladora que no aceptaba un "no" por respuesta.

Recordando las palabras de Hotaru, el guerrero consideró que para mantener la imagen de su Señor, debía actuar de manera cordial y al menos saludar a la mujer frente a él.

Saludos, me llamo Sekirou, guerrero leal del clan Minamoto. Dedicó esas breves palabras a la joven para luego inclinar levemente su cabeza hacia adelante en saludo.

Tras saludar a la desconocida, devolvió su atención al anciano que le había preguntado si requería de algo más.

Si, lo he disfrutado.  Respondió a la vez que observaba su querida arma, recordando el deseo de sangre que había despertado en él cuando se encontraba en el baño. ¿Mi compañera aún no ha salido? Supongo que tendré que esperarla... ¿Tienes sake? No me molestaría beber un poco. Te lo pagaré. Ya que no sabía cuánto tardaría en salir Hotaru del baño, tendría que buscar una manera de hacer tiempo. Al fin y al cabo, le parecía de poca educación retirarse de allí sin ella.

Parece que el borracho esconde algo y que la gente de la taberna no parece muy dispuesta a mojarse el culo por el por lo que miro a Etsuko, estoy seguro que estará de acuerdo conmigo en sacar a este hombre de aquí y hacerle unas cuantas preguntas. No sé muy bien de que va la cosa pero si este señor es capaz de atacar a un samurai es porque su hijo no fue justamente sentenciado.

Hago una señal a Etsuko y sin dejar al hombre lo saco fuera de la taberna, seguramente a algún callejón que haya cercano.

-No se preocupen señores y señoras, este hombre no os molestará más, al menos esta noche. Pueden seguir con sus divertimentos.

Con mi tono afable intento que la gente siga a lo suyo y deje a nosotroseste trabajo.

Se ha perdido parte de la información importante y eso es inadmisible, pero si la hubiesen encontrado escuchando a hurtadillas hubiese sido peor. No puede dejar que la descubran ya que es una de las personas que acompañan a Minamoto Yoshitsune.

Decide que es el momento oportuno para volver a los baños. No puede dejar que sospechen de ella. Si se enterasen de quien es... seguramente la condenarían, pero lo peor sería que no podría trabajar para el clan. Desanda sus pasos en dirección a las cocinas y espera que nadie se de cuenta.

Debe desaparecer por el mismo lugar.

Etsuko mira con fiereza al borracho, no le ha gustado nada la forma que tiene de dirigirse a ellos pero no parece que lo haga sin motivo porlo que le dará el beneficio de la duda. También dedica una mirada a la muchedumbre que se aglomera alrededor de ellos en la taberna, no quiere chismosos y mucho menos cotillas por lo que espera que su mirada consiga que se alejen.

Cuando Kisho me hace la señal asiento. -Lo mejor será ir a un lugar con menos gente.- dejo que mi compañero arrastre fuera del bar al hombre mientras abro la puerta sin dejar de mirar a quien intente seguirnos, con una clara mirada amenazadora.