Partida Rol por web

Demasiado sencillo. No tuvo ni que moverse para esquivar ese ataque de Max. Pero no había ningún tipo de emoción en su mirada. Se notaba que aquel hombre estaba imperiado. No exhibía emociones. Y esta vez... esta vez su avada fue más potente.

Señor Scofied:- ¡Lárgate, Max!

Solté una palabrota por lo bajo al ver cómo esquivaba con suma facilidad mi hechizo antes de volver a lanzar la maldición asesina hacia mi. 

Joder... va a acabar conmigo...

Me lancé por puro instinto hacia un lado de nuevo para esquivarlo por los pelos. Ignoré los gritos de mi padre y volví a alzar la varita. 

-¡Desmaius!

Con tanta presión encima mi hechizo salió hacia él con muy poca potencia.

-¿Pero quieres lanzarle un puto desamius de una vez joder? ¡Si me ataca a ami aprovéchalo!

Las primeras palabras de Zoey, las primeras que rompieron su silencio, no fueron seguramente las más acertadas aunque por suerte para ella el tono empleado la salvaba de cualquier posible error de comprensión por parte de Eileen. Aún así, no podía relajar la tensión que sentía porque de un momento a otro podía decirle que le gustaban las cosas como estaban y que por más que disfrutara cuando estaban juntas, aquello se acabaría con las vacaciones. Y ella no quería que acabara con las vacaciones. Porque le gustaba Zoey, le gustaba mucho, y sabía que sólo necesitaba algo más de tiempo para olvidar a Emily y enamorarse de ella. Tiempo era lo único que necesitaba. Tiempo era lo que no sabía si tenía.

Así que escuchó, sintiendo cómo la tensión se incrementaba, escuchando aquella historia cuyo propósito desconocía hasta que llegó a su fin. Las palabras de Zoey se acoplaron con sus pensamientos. Era como si hasta aquel momento hubiera mantenido las manos cerradas, conteniendo el miedo, manteniéndolo cerca, y ahora empezara a escaparse entre la rendijas formadas por sus dedos.

No había rechazo.

Poco a poco elevó la cabeza, mostrando una sonrisa dubitativa antes de ponerse de rodillas y acercar el rostro al de Zoey.

- Me gustas mucho, muchísimo Zoey - sus labios casi se rozaban. Alargó una mano para volver a acariciar un mechón de su pelo suavemente, sonriendo de forma más radiante, más feliz -. Y me muero por besarte*. 

Aquel fue el que tendría que haber sido el primer beso entre ellas. Un beso con más nervios que el primero pero también con más intensidad, con más ternura. Emily le había dicho que las manos alrededor del rostro eran posesivas. Pero le dio igual, necesitaba sentir el contacto de Zoey, quería atesorarla, quería guardar aquel recuerdo para siempre en su memoria.

¡Al fin! Al fin se besaron. Llevaba ansiándolo durante muchísimo rato y cada vez según hablaban. Y antes incluso Eileen había sonreído abiertamente. Descubrió que el miedo había menguado bastante ante el roce de sus labios con los de la chica. Se besaron. Se besaron con sentimiento bajo la manta, las estrellas, la luna, la luz de las velas... fue la cita perfecta. 

Fue el comienzo, sin duda alguna, de algo intenso, especial, aterrador y precioso.

- Tu padre me va a matar.- y rio antes de volver a besar a Eileen, colocando sus manos en la cintura de la chica.

Aquello era lo que había necesitado aquella conversación desde el principio, menos nervios, menos tensión y muchos más besos. Y no es precisamente que ella fuera experta en aquellas cosas pero desde luego, se sentía mucho más feliz que hacía unos momentos.

- No te voy a engañar, existe esa posibilidad... - le musitó entre besos. ¡Si es que no quería despegarse de ella! -. Pero sinceramente...merece la pena correr el riesgo.

Estaba tan relajado sintiendo el calor de Emily y tan agotado por todo lo ocurrido, que podría quedarse dormido en aquella bañera sin ningún problema. 

Cerró los ojos y respiró hondo, acariciando la piel de la chica.

- Sí. Lo bueno es que no estamos estancados.- comentó aún sin abrir los ojos- Llegaremos al fondo de esto.- le dio un beso en la cabeza, la zona más cercana a sus labios en esos momentos- Si me duermo no te aproveches de mí, ¿eh?

Se atrevió a sonreír, pícaro y divertido.

Después de horas allí, las dos chicas recogieron y tomaron el camino de vuelta a casa. Como iban cargadas, no había modo en que pudieran sujetarse de las manos o siquiera pensarlo y sentirse nerviosas o incómodas por aquel hecho. Por tanto, caminaban, hablaban, se sonreían... hasta que llegaron a la calle de la casa.

En un principio todo parecía en orden. Siguieron su camino, quizás algo más alejadas para no llamar la atención. Los aurores formaban guardia en sus lugares normales y como era tan tarde, la casa tenía todas las luces apagadas. A excepción de una: el sótano.

Al darse cuenta de ello, Zoey se paró bruscamente, con expresión preocupada y observando ese sitio:

Zoey:- Algo no va bien. Solo yo puedo entrar ahí abajo quitando las lunas llenas. Y puedo jurar que dejé la luz apagada. Es una manía mía. Siempre dejo las luces apagadas.

Durante la noche desperté un par de veces viendo un flash verde frente a mí, fruto de mi imaginación, y necesitaba un par de segundos para situarme. Entonces veía a Sean y me acurrucaba a su lado, sintiéndome mucho más tranquila y consiguiendo volver a dormirme.
La última vez que me desperté el rayo de luz alcanzaba a Sean en mi pesadilla porque yo había sido una inútil, y me desperté agitada y con lágrimas recorriendo mis mejillas. Notaba un inmenso dolor en el pecho, como si me hubiesen aplastado el corazón. Me giré entonces para ver a Sean respirando acompasadamente a mi lado. Me intenté recomponer para no lanzarme encima suyo gritándole que lo sentía, que no se muriese, pero sabía que era absurdo y Sean necesitaba dormir. Con cuidado aparté las mantas y me acerqué a la ventana, viendo a través de las cortinas que ya era de día. Con sumo sigilo salí de la habitación camino a la cocina. Esta vez le prepararía yo el desayuno, si teníamos algo en la nevera, claro. Si mi padre se iba a algun sitio por mucho tiempo l nevera estaría practicamente vacía.
Cuando llegué a la cocina y abrí la nrvera me alegré de ver comida fresca... Aunque temí que eso supusiese que mi padre podía aparecer en cualquier momento.Me autoconvencí que si no estaba en casa en nochebuena, no vendría por navidad. Tal vez había ido a ver a la abuela.
Tras sopesar qué podía preparar que no resultase en un absoluto desastre, saqué un par de cosas de la nevera y los armarios.
Metí dos panecillos congelados en el horno mientras mezclaba leche con mix para tortitas. La verdad era que no había preparado tortitas nunca pero había visto a la asistenta, a mi abuela e incñuso a mi madre prepararlas. No podía ser TAN difícil. Me equivocaba. La primera tortita que intenté girar con la espátula se partió en pedazos. Recordé que mi abuela decía que las tortitas solo estaban buenas si las girabas sin tocarlas, así que intnté hacerlo con un golpe de sartén. El primer intento acabó con media tortita deslizandose fuera de la sartén, pues apenas le había dado fuerza por miedo. A la siguiente le di demasiado fuerte y acabó aplastada contra la pared. Para la cuarta mezclé la tecnica de la espátula y la sartén y me salió algo decente. Para cuando terminé con la masa que tenía, habían tres desastres en la basura, 4 tortitas amorfas y dorprendentemente otras cuatro de aspecto decente. Decidí que Sean se quedaba con esas cuatro. Recordé entonces el pan del horno y corrí a sacarlo, salvandolo de xonvertirse en dos bolas negras pero algo mas crujientes de lo que me habría gustado. Puse un par de tiras de bacon en la sartén mientras ponia mantequilla y mermelada en una bandeja, junto al pan y las tortitas. Por último preparé café (suerte que teníamos una de esas máquinas, no sabía como funcionaban las cafeteras) y añadí a la bandeja el bacon y zumo de naranja. Satisfecha., sabiendo que era lo mejor que podría hacer, subí las escaleras de nuevo con la bandeja en las manos. Al abrir la puerta vi que Sean se estaba incorporando. Seguramente el ruido de los cubiertos al acercarme le había despertado.

- Buenos días. Hay cuatro tipos de cereales en la cocin si esto resulta incomestible.

No supo cuánto tiempo había pasado pero llegó el momento en que el calor de las mantas no fue suficiente para que Eileen estuviera bien así que tuvo que decirle a Zoey, muy a su pesar, que estaba helada. Era ya por lo menos medianoche cuando por fin emprendieron el camino de vuelta, ambas risueñas y relajadas, cargadas con los bultos que había dejado atrás aquella reveladora cita.

Sólo cuando empezaron a captar las siluetas de los siempre vigilantes aurores recuperaron cierta normalidad, andando algo más alejadas y dejando las risas constantes que hasta hacía un momento poblaban su conversación. Aún así, de vez en cuando se lanzaban alguna que otra mirada que, al cruzarse con la de la otra, evocaba una sonrisa.

Aquella sonrisa se borró paulatinamente al escuchar las palabras de Zoey y ver las rendijas a nivel de suelo, que correspondían a las ventanas del sótano, iluminando la hierba del patio de los Morgan.

- Mis padres no intentarían forzar la entrada - afirmó con seguridad. No, no se la jugarían, antes lo harían para salir a buscarla y no lo habían hecho. Y aquella seguridad fue la misma que la dejó pálido y todavía más helada al comprender que había alguien ahí dentro con su familia, alguien que no debería estar allí. Y que su familia podía estar... -. ¿No deberíamos avisar a los aurores? ¿O prefieres que entremos antes para asegurarnos que no se trata de ningún error? Podemos desaparecernos y entrar.

Fue un estruendo el que le despertó pero por suerte no tuvo que levantarse de la cama para comprobar que se trataba de Emily en la cocina. Sonrió, algo alerta y con la varita ya preparada. Dejó la varita de nuevo a buen recaudo y se quedó en la cama, acurrucado y expectante.

Hasta que escuchó el sonido de los cubiertos acercarse. Se incorporó para recibir a Emily. Le sonrió, agradecido por la sorpresa y el esfuerzo:

- Buenos días.- Extendió los brazos y cogió la bandeja, observando qué tenía por ahí.- Qué bien huelo esto. Muchas gracias, preciosa.

Y empezó a devorar.

- ¿A qué hora te has levantado?

Estaba preocupada. Muchísimo. Tenía la certeza de que allí estaba pasando algo.

- Si les alertamos podría suponer un problema. Lo mejor será ir por nuestra cuenta.- le informó. Entonces miró a Eileen.- No puedo pedirte que entres conmigo. Puede ser muy peligroso. ¿Estás segura de que quieres aparecerte conmigo ahí?

Tampoco le importó que todos le miraran. Correspondió el abrazo de Will con fuerza. Ya había pasado. Todo estaba bien. Will y su familia estaban a salvo. 

Al recibir aquellas palabras por parte de Will no pudo evitar sonreír. Colocó sus manos en la cara del chico, secándole las lágrimas:

- Mira de qué blandengue me he ido a enamorar.- comentó de broma.- Yo también te quiero. Aunque seas un patoso en la pista de baile, y no sepas darle a una pelota de baseball, o la líes en clase de Pociones. Te quiero. Y me alegro de que estés bien.

Esquivó el ataque de Max, que quizás por la tensión, por la mala colocación o por desconcentrarse a causa de su padre y sus gritos no terminaba de acertar.

Por suerte su madre gimió un "desmaius" que terminó acertando por la espalda al hombre. Los intercambios de hechizos finalizaron y los señores Scofield se levantaron con cuidado y temor, despeinados y con alguna que otra herida sin importancia.

Señor Scofield:- ¡Joder! ¡Se han vuelto locos! ¡¿A qué viene esto?!

Empezaron a bailar, mucho más acostumbrados el uno en los movimientos del otro. Sonreían, bromeaban, saludaban y charlaban. Estaba siendo un día fabuloso a decir verdad. Hasta que la cara de Lucas varió de la amplia sonrisa a una mueca de seriedad cuando su mirada se dirigió a una mesa del fondo.

Allí había un hombre bebiendo un whisky, mirándolos con especial interés mientras daba una calada a un puro de los que habían regalado en la boda. Ese hombre ya era conocido por Tabatha.

Lucas paró de mover los pies, aún sujetando a Tabatha por la cintura.

- ¿Me disculpas?

Y sin esperar respuesta, se alejó de la chica, caminando con aparente tranquilidad hacia la mesa ocupada por aquel hombre que ya había sido visto en Hogsmead.

- Oh vamos, si quieres te traigo ya una bolsa. Si notas nauseas , deja de comer. - dije mientras me sentaba a su lado con las piernas cruzadas. Miré a Sean y luego hacia la ventana. - Mmmm... No lo sé. Pero el sol ya había salido, y teniendo en cuenta el festín que he preparado... ¿Cuatro horas? - bromeé.

Se lo están pasando genial bailando cuando, de pronto, cambia la cosa. Lucas se detiene y se queda mirando a una de las mesas. Al mirar hacia ahí, ve a un hombre que le resulta conocido. Lo vieron hace relativamente poco en Hogsmeade... ¿Qué hace ahí? Si no es de la familia ni nada... ¿Y por qué se acerca Lucas a él? Si dijo que no lo conocía.

Mira, perpleja, la escena antes de acercarse a ellos para ver qué es lo que está sucediendo. ¿Por qué habrá mentido Lucas? 

Al ver cómo mi desmaius volvía a fallar pensé que no sería fácil escapar de un tercer Avada Kedavra pero por suerte mi madre reaccionó haciendo que el último de nuestros agresores cayera desmayado. Por alguna extraña razón no tenía un miedo excesivo... aquello me había gustado. Tenía la respiración agitada y seguía aferrando mi varita con fuerza, preparado por si ocurría algo que nos cogiera por sorpresa.

Apunté con mi varita a los desmayados. -Incarcerus. -mejor tenerlos atados por si acaso. -Ha sido su hija, lo tenía todo pleneado. -expliqué mirando a mis padres. -Tenemos que avisar al ministerio... ¡esa tía está loca! ¿Y dónde está su hermano? -miré a todos lados, quizás nos atacaría también. 

-Hay que llamar a Puf, él puede avisar al Ministerio con rapidez. -otra cosa no, pero los elfos eran muy rápidos si se lo proponían. 

Zoey tenía razón, quizás alertar a los aurores sólo sirviera para poner en peligro a su familia si es que estaban bien. No. Tenía que apartar eso de su cabeza y centrarse en lo único que era seguro: algo iba mal en la casa. Por lo demás, podía ser alguien adulterando de nuevo los ingredientes o la poción, aprovechando la ausencia de Zoey en la casa. Iba a centrarse en eso, no iba a permitir que las posibilidades la abrumaran tanto como para impedirle actuar.

- ¿Qué? No tienes que pedirme nada, estamos hablando de mi familia - afirmó con vehemencia, sin perder de vista esa luz -. Entraría aunque me lo prohibieras. Así que vamos.

La chica asintió. Cogió de la mano a Eileen y ambas se desaparecieron al instante, llamando la atención de los aurores. 

Entonces aparecieron en el interior del sótano, iluminado. Allí, en efecto, estaba pasando algo. Aunque no les dio tiempo a ver más allá de frascos en un maletín y otros tantos en otro, porque se encontraron de cara con dos tipos encapuchados a escasos centímetros.

???:- ¡JODER! 

- Oye, no creo que...

Quería decirle que desaparecerse tal vez no era la mejor idea, que deberían intentar entrar a la casa desilusionadas y colarse en el sótano prácticamente sin ser vistas. Pero Zoey estaba decidida que ni siquiera llegó a escuchar sus palabras, se apareció sin más, provocando una oleada de náuseas. Aquel era otro motivo por el que desaparecerse no era una buena idea: le removía el estómago.

Tardó varios segundos en asentarse, el tiempo que tardó en reaccionar y ver a los dos encapuchados ahí, haciendo a saber el qué. El tiempo que tardó en llenarse de rabia. Su familia estaba bien. Pero dudaba que las intenciones de esos dos en el sótano de su casa pretendieran ayudar a que siguiera estándolo.