Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

El águila sobre el nopal

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22/03/2009, 21:12
Director

Pues la verdad es que la tienes un poco perdida de vista. Que seas capaz de acordarte, no la ves desde la llegada al valle de México.

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22/03/2009, 21:53
Cristóbal de Olid

Se hace un silencio, roto tan solo por la risa del capitán de Olid. Este, no se sabe bien si por el mucho beber o halagado por aquellas palabras, levanta su jarra llena de pulque.

-¡Voto por eso, vive Dios!.

Les mira.

-Brindemos -dijo- Por esta expedición, y por los hombres valientes.

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22/03/2009, 21:54
Omecihuatl

Las palabras de ella le parecieron más bien una negacion hecha por ella misma para converse de algo que una sinceridad plena. Sin embargo, se sentía obligado a animarla. Por eso, se acercó y puso una mano en su hombro.

-Entonces no os pongáis triste. Ha llegado la hora de demostrar a todos que no sois súbdita más que de vos misma, y que la atención que se os presta no debe ser un favor, sino un reconocimiento a vuestra persona.

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22/03/2009, 21:57
Padre Salvatierra

Cuan chismosas son las mujeres. Era innegable, pero no había mal que bien no viniera. Así todo el mundo conocería la historia.

Sonrió a la joven un momento, antes de añadir:

-El capitán siempre lleva consigo ese retrato. El retrato es de su prometida, cuyo amor perdió en Cuba cuando hubo de salir de la isla una oscura noche tras provocar la ira del gobernador. Se dice que, a pesar de ser hombre bien parecido, no ha catado mujer alguna, ni siquiera indias, desde aquel día.

Entrelazó sus dedos, pensativo.

-Ya decía yo que me sonaba el rostro del retrato. Ella misma lo mandó hacer para regalárselo, y se supone que ella tiene otro igual de él, aunque solo Dios sabe si lo conserva o no.

Sonrió un poco.

-Pero es de mala educación hablar de personas en su ausencia. Será mejor que cambiemos de tema, o cada cual vaya a sus quehaceres antes de meterse en el jergón.

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22/03/2009, 23:21
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

El Señor de Muñejar levantó la copa, al tiempo que gritó -Viva-. La suerte le había sonreido, con la mas que oportuna interrupción de Don Cristóbal. Tras una breve pausa para beber de nuevo, con motivo del brindis, Don Alfonso miró discretamente al capitán Sandoval. "La curiosidad es peligrosa, capitán" pensaba. "Sin duda esa es una lección que daré gusto en enseñaros, cuando surga una buena ocasión para ello.".

No obstante, el noble no borró la amable sonrisa de su rostro. Siguió con los festejos. Era sin duda una oportunidad para analizar a los hombres allí presentes, de entre ellos los que tenían cargos más elevados en la expedición. "Hay que saber quién puede suponer un peligro y quien una oportunidad".

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23/03/2009, 17:03
Ameyal Tonatzin
Sólo para el director

Ameyal sonrió, si algo tenía en la sangre era orgullo. Heredado de su padre y loado por su madre, si, Omeccihuatl tenía razón, aunque doliera tenía que seguir adelante y volver a ser lo que era si es que aún tenía alguna riqueza y si no, encontrarían algo que hacer. Al menos tenía un sirviente fiel y capaz de hacer cualquier cosa.

-Tienes razón, Omeccihuatl. Tienes razón. Veremos qué dicen mis tíos cuando me vean.

Ella volvió a sonreír, habían pasado muchas cosas desde que se la llevaran, desde que asesinaran a su padre, a su familia pero si seguía viva, estaba convencida de que los dioses le tenían una razón poderosa para ello e iba a descubrir qué era. Poco antes de pretender dormir, volvió a dirigirse al viejo criado.

-Gracias y ahora descansa, te hace falta.

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23/03/2009, 19:46
Javier Núñez de Oviedo

Javier pensó sobre la respuesta del capitán Castellar. En verdad, quizá le había juzgado mal. La sed de riqueza solo era equiparable a la sed de gloria. A la vista de aquella enorme ciudad, no cabía duda de que no le faltaba razón al afirmar que conquistar ese imperio les reportaría gloria y renombre eternos.

Miró el contenido de su jarra de pulque, y luego distrajo la mirada a la puerta del corredor. Una silueta pasó por allí, y dejó a Javier petrificado. "No puede ser", pensó.

-Disculpen vuesas mercedes, voy a ir a aliviar aguas -dijo.

Y se fue de la habitación, dejando allí la jarra.

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23/03/2009, 19:51
Cristóbal de Olid

Olid intercambió una mirada con Castellar, cuando Núñez se había ido.

-Hombre singular, sin duda. Mucho se cuenta de él, pero en verdad es más reservado de lo que creía.

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23/03/2009, 20:00
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

Don Alfonso siguió con la mirada a Núñez, y su reacción quizás algo extraña. Se quedó unos momentos pensativo, tras lo cual se acercó a Don Cristóbal, hombre que parecía más dado a la conversación que otros allí presentes. 

-¿Puedo preguntaros acerca del capitán?- Hizo un gesto con la cabeza, señalando a la puerta por la que Núñez de Oviedo se había marchado. -He oído que es un gran héroe, pero he notado que es reservado, y callado. Quizá vos concozcáis alguna de sus hazañas, algo con lo que satisfacer mi curiosidad. Sin duda es un personaje singular, a buen seguro que circulan rumores e historias sobre sus aventuras. Si no os supone molestia, por supuesto.-

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23/03/2009, 19:53
Director

La galeno caminó por los pasillos como un espectro. Necesitaba relajarse, pensar, encontrar paz. Pero aquella noche, con tantos hombres borrachos o a punto de estarlo, tendría que dormir con un ojo abierto.

Entró en su cámara, ahora silenciosa, y se lavó las manos en cuenco grande lleno de agua, exhausta. Había sido un día largo, sin duda, y lleno de emociones. De repente, sintió una presencia.

Pensando que un violador la había seguido, movió la mano instintivamente hacia el paquete donde guardaba sus herramientas, tocando el mango del escalpelo con la punta del dedo. Quizá no fuera mucho contra un hombre armado, pero si estaba borracho, tal vez tendría alguna oportunidad.

Se dió la vuelta de repente, empuñando el afilado utensilio. Lo que vió, la dejó helada. Él estaba allí.

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23/03/2009, 20:50
Francisca Díaz de la Vega

Nerviosa, para qué negarlo, fue que giró para hacer frente a ese agresor, invasor o lo que fuera que estaba invadiendo la privacidad de su recámara. No esperó encontrarse con él. No allí.

Lo miró en silencio un largo instante. Había pensado en tantas posibles cosas para decirle y ahora no era capaz de pronunciar ninguna de ellas. Miró el escalpelo que mantenía aún sujeto en la mano y volvió a dejarlo sobre la mesa junto a los demás utensilios.

-¿Necesita algo, señor Nuñez? -preguntó casi sin mirarlo e intentando disimular el temblor de sus piernas.

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23/03/2009, 23:35
Javier Núñez de Oviedo

El capitán escuchó aquellas palabras, silencioso. Su mirada se dulcificó, y luego adquirió un brillo inusitado. Su expresión era reflejo de un gran sufrimiento.

Tras un interminable silencio, se hincó de rodillas delante de ella, tomando una de sus manos.

-Lo siento -dijo, con voz trémula.

Parecía que estaba a punto de llorar.

-Lo siento.

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24/03/2009, 00:23
Francisca Díaz de la Vega

Trató que sus ojos mantuvieran oculta la emoción que la embargaba, pero fue imposible al ver que él se arrodillaba frente a ella y la tomaba de la mano.

-¿Lo siente? -trató de que la voz no se le quebrara- ¿Qué es lo que siente, capitán?

Guardó silencio y quiso alejarse, darle la espalda pero algo más fuerte que ella se lo impedía.

-De un día a otro dejé de tener noticias tuyas. De un día a otro sencillamente desapareciste... Te creí muerto... ¡Muerto!... -los ojos se le habían llenado de lágrimas.

Cerró los ojos y respiró profundo procurando no perder la serenidad. Debía hacerlo, debía conservar la calma y no permitir que sus sentimientos tomaran el control.

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24/03/2009, 12:03
Carlos Cabal

El sargento mira con bastante recelo a aquel hombre pequeño y ensombrecido que aparece siempre sin avisar y porta cuentas pormenorizadas acerca de todo y más. No es un soldado, vienen con nosotros pero no responde como soldado, mejor estar atento pues sus intereses y criterios distan mucho de los de la milicia. Trato medido para los hombres extraños aunque con ello haya que dejar a medias la conversación con el bueno de Quart.

-¿Debería haberla visto, señor Olmedilla?-

Carlos se torna hacia él aproximándosele en demasía pero sin llegar a ofender y manteniendo la mirada da explicación y después ofrecimiento:

-Desde nuestra llegada he tratado de ser buen soldado de mi rey y el andar pendiente de los nativos amistosos estorbaría mi labor. No puedo, en este rato, ayudaros con tal india, pero si lo hayáis preciso puedo enviar un soldado en su busca.-

Notas de juego

Disculpad el retraso, he tenido algunos problemillas.

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24/03/2009, 19:33
Mercè Quiralte Veguer

Los delicados dedos de Mercè arrugaron la tela de la manga de su padre. Cada palabra de aquel hombre tenía una repercusión sobre su gesto, que permanecía atento y a la vez disperso en miles de imágenes desplegadas ante sus ojos. El suspiro de sus labios fue mejor indicador que cualquier palabra cuando el Padre terminó de contar aquella desventura afortunada, como si hubiera salido de una epopeya maravillosa para chocarse de lleno con la realidad. Al fin de cuentas, y se notaba francamente a la distancia, eso era exactamente para Mercè: una historia de amor como la que podría contar el más intenso de los pinceles en tantos cuadros distintos, pero allí cerca, tan cerca que le respiraba sobre la nuca, allí tan próxima a sus ojos que le hacía estremecer la piel. Mercè jamás había pensado que algo así podía ser cierto... Menos que fuera cierto, y sucediera a tan poca distancia de ella.

Sonrió abiertamente al Padre, sin el pudor que le dictaba su educación. Estaba demasiado relajada por la belleza de aquel relato.

- No era mi deseo forzaros a cometer indiscresión alguna, padre - se disculpó, con plena educación aunque poca sinceridad - Aunque debo agradeceros por ello. Si me permitís cambiar el tema... - miró a su padre, como si de pronto estuviera buscando su aprobación para hablar en medio de todos aquellos hombres - ¿Podría preguntaros por vuestra tarea actual?

Mercè hizo una sola seña con los ojos, mirando el códice. Luego levantó la mirada y la puso en en Padre, sin perder la sonrisa.

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24/03/2009, 21:13
Juan Miguel de Quart

 

  Vaya con Cabal, a este ritmo no le van a quedar amigos por aquí. De todas maneras, a mí todavía me importan menos los asuntos de este "hombre" que al sargento.

 Aunque quizás pueda saber algo interesante, quién sabe, al final los más ratas y cobardes saben lo suficiente como para seguir vivos.

 

 -Mi sargento, me ofrezco voluntario para acompañarle. Un paseo me ayudará a no oxidarme...y quién sabe, si este señor tiene un mal encuentro habrá que ayudarle, pues después él repartirá entre nosotros lo que nos corresponda- paso a mirar fijamente al contable-,¿no señor Olmedilla?

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25/03/2009, 15:44
Olmedilla

Olmedilla calibró bien la respuesta del sargento. ¿Desamor u honra de soldado? Quizá se sentía tan hidalgo que no podía reconocer abiertamente que amaba a una india, ya que hacerlo sería como admitir que estaba enamorado de la una negra del África.

Iba a rechazar la propuesta del sargento cuando el ballestero se ofreció, y repuso con una sonrisa. No había mal que por bien no fuera. Así conocería más a aquel hombre de confianza de Alvarado.

-Por supuesto, señor soldado, por supuesto -repuso.

Sin esperar más aprobaciones sargentiles, comenzó a caminar, y se giró para ver si Quart le seguía.

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25/03/2009, 15:52
Cristóbal de Olid

Olid sonrió, pensativo. Parecía un abuelo recordando viejas historias.

-Bueno, dicen que él es una especie de guerrero ejemplar o algo así. Como Pedro Bayardo, el caballero francés. Casto, valiente y esforzado.

Bebió de su jarra.

-Entre las hazañas que he oído, dicen que una vez mandó una expedición a las islas Matalino, que naufragó por una mala tormenta. Sobrevivieron seis españoles, que terminaron presos por los indios caribes.

Gesticuló un poco con la mano para darle emoción al asunto.

-Se los fueron comiendo uno a uno, hasta que solo quedó él. Entonces, dicen que consiguió zafarse de sus captores corriendo por la isla, y se arrojó al mar desde un acantilado con las manos atadas y en medio de un temporal. Imagináos las olas rompiendo contra las piedras afiladas, y todo eso.

Olid rió, como si todo hubiera sido una broma. Parecía que la situación le hacía gracia.

-Lo que me sorprende, excelencia, es que habiendo marchado con él desde Jamaica, no conozca vuecencia a su camarada mejor que yo.

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25/03/2009, 15:59
Javier Núñez de Oviedo

Los labios del capitán temblaron.

Por un momento, pensó en decirselo, en implorar su perdón. No era su culpa, sino la del destino. Tuvo que huir precipitadamente de Cuba para salvar su vida, perseguido por los hombres del gobernador. Tantos días de vigilia y soledad, tantas oportunidades desaprovechadas, tantas mujeres desairadas en recuerdo de aquel amor, en la persecución de un imposible...

Parpadeó, despacio.

-Tenéis razón, cirujana -cada palabra le dolía como una puñalada- No debería estar aquí a estas horas.

Inclinó un poco el rostro, despacio. No lloró. Él era un hombre, y debía parecer indiferente y duro en casi cualquier circunstancia.

-Buenas noches, doña Francisca.

Se giró, despacio, caminando hacia afuera. Sin embargo, se detuvo a la altura de la puerta, y descolgó de su cuello un collar que dejó sobre la arqueta que tenía al lado. Apoyo una mano en la pared, haciéndose una última resistencia. Pero se marchó.

-Tenéis razón -repitió por el pasillo.

Y ella tenía razón. El amor no se exije, se gana.

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25/03/2009, 16:14
Padre Salvatierra

El fraile sonrió, considerado. Parecía uno de esos misioneros de alma caritativa y de inquebrantable fe que eran algo así como la antítesis a los decadentes papas y los cardenales amancebados. Sus gestos eran calmos, como si procurar hacer todo con la mayor precisión y sin preocuparse del tiempo que empleaba en ello.

Pasó el folio por la esquina, mostrándole la siguiente página.

-No entiendo el significado de los símbolos. Se que son un tipo de escitura arcaica, parecida a los famosos y enigmáticos jeroglíficos egipcios.

Suspiró.

-Sospecho que si los hombres logran conquistar este país, pronto estas maravillas arderán en el fuego. Solo espero que en esta ciudad haya alguien capaz y dispuesto a ayudarme a entender esta escritura, y lo que significa todo esto.

Acarició el pergamino, suavemente.

-Ayudaría en mucho a entenderles, y a ayudarles a que encuentren la senda de Dios.