Partida Rol por web

El Cementerio de la Colina del Túmulo se alza en el borde sur de Puerta Muerta, donde termina el Callejón sin Salida. Rodeado por un muro bajo y semiderruido de menos de medio metro, todo lo que rodea ese muro es un espacio abierto repleto de tumbas ocupadas y por ocupar (en un futuro no muy lejana, dada la mortalidad de Puerta Muerta). Un único edificio achaparrado a su entrada era todo lo que erigido en consagración al dios Morr, a excepción de los cuerpos que allí se depositaban, claro está.

Hasta los oídos de Melissa llegaron cánticos lúgubres de algún lugar del cementerio, terminó de ascender la colina, una caminata agotadora y pudo ver a un gentío congregado en un funeral, así como a dos sepultureros que descansaban apoyados en el muro, observando el oficio.

Quizás no ha sido de mis mejores ideas, y eso es decir bastante poco de mi raciocinio. Llevo todo mi armamento, ya que voy a pedir empleo es mejor mostrar lo que tengo. Pero una vez empiezo a subir la colina, miro hacia ambos lados me da bastante repelús todo aquello, pero no me pienso intimidar, incluso de detengo en algunas lápidas que tengan un acabado artesanal o algún nombre divertido.

Una vez me dirigo hacia los cánticos intrigada, compruebo que un funeral común, menos para el que está dentro de la caja claro, y me dirigo con pasos grandes hacia los sepultureros que están esperando empezar a trabajar.

- Buenas, estoy buscando la oferta de empleo- les digo directamente- ¿con quien debo hablar?

Oferta de empleo; con aquellas armas no podía ser una sepulturera, sino más bien la que llenaba las tumbas. Los dos sepultureros, gente maltratada por la vida, se miraron entre sí y señalaron el templo bajo que regía la colina. Era de lúgubre aspecto y escasa decoración.

El sacerdote de Morr está dentro -dijo, luego añadió- ten cuidado, es peligroso.

Sigo con la mirada hacia donde me señalan y escupo en el suelo, quitándome a los malos augurios.

- ¿El templo o el sacedorte?- lo pienso un instante- bueno da igual, gracias.

Me despido con la mano por encima de la cabeza mientras me alejo. Le estoy dando vueltas pensando que puede necesitar el sacerdote de Morr y sólo tengo pensamientos lúgubres.

El sacerdote -le respondieron.

El edificio era feo, poco ostentoso, de escasas dimensiones, mal conservado y, por encima de todo, siniestro. Siniestro era la palabra que mejor lo definía. El interior estaba oscuro y, al abrir la puerta, Melissa vio su propia sombra proyectada en el suelo cuando el sol a su espalda iluminó la estancia, le pidieron que cerrara la puerta y así lo hizo.- El interior tenía una luz antinatural, las velas encendidas proyectaban una luz negra que permitía ver pero no iluminaba. Luz negra, ¿acaso eso podía existir?

Uno de los acólitos de Morr se aproximó hasta ella.

¿Qué puede ofrecerle el dios de los muertos y los sueños?

Miro a mi interlocutor con firmeza, para tratar de ignorar el entorno opresivo y siniestro.

-Buenos días, quiero hablar con el Sacerdote, algo sobre una oferta de trabajo- pongo mi mano sobre la espada para darle una, innecesaria, pista sobre mi oficio. Quizas lo haga para sentirme más segura.

El acólito quedó complacido, o todo lo complacido que podía estar un hombre cuya boca nunca parecía haber sonreído.

¡Oh, sí! Venga, conmigo, mi maestro vendrá enseguida. -El acólito apenas recorrió unos pasos hasta una puerta negra con los símbolos de la fe en Morr grabada en ella- Ya hay otros esperando, por favor, sea paciente...

¿Otros? ¿Qué otros? Un humano con arco y...¡oh!

¡Por todos los dioses enanos! ¡Tú! ¿Está el matasanos contigo también?

Allí, sentado en un incómodo banco de piedra, esta Snorri el Muerdeorejas.

Entro con mi mirada de chica dura donde me dirige el acólito a esperar con el resto de solicitantes de empleo. Entonces veo al conocido enano y no puedo sino sonreir y dar una palmada en el aire.

-¡JA! Maese Snorri en persona- doy unos pasos hacia el para saludarlo- no, no, el cirujano tiene suficiente aventura en el cuerpo para un tiempo- desecho el pensamiento con la mano- Estoy muy contenta de verte, contigo cualquier trabajo reduce su dificultad a la mitad, aunque también la recompensa... jajaja- le doy una palmada en el hombro.

En ese momento veo al resto, pero mucho más confiada al tener al enano de mi parte.

- Hola a todo el mundo- levanto la mano- ¿A quien hay que matar?- bromeo sin demasiada gracia para mi pesar- ¿Empezamos por el decorador?- intento arreglarlo.

A un nigromante hay que matar -la voz resonó en las modestas paredes de piedra, procedentes de un sacerdote encapuchado que sostenía una guadaña-. Por eso estamos aquí, si alguien no se atreve con el brujo que se vaya ahora mismo.

Miro con una ceja encarnada al sacerdote.

- Anda, pero si creía que eras parte del decorado- iba a seguir molestándolo cuando caigo en algo, pongo mirada interrogativa- ¿en serio esa guadaña es últil?.

Le doy un codazo a Snorri buscando complice.

- ¿No es eso una herramiento de campesino?- pregunto a Snorri

El hombre se ofendió ante tal desprecio, pero se recompuso y sonrió, con malicia.

Desde luego no busco mercenarios por su inteligencia y modales, pero te daré una lección muy simple de entender.

El hombre empuñó su guadaña, poniendo en alerta a Melissa en cuanto lo hizo, dos sabios pasos atrás.

Este es el símbolo de Morr, dios de muerte; por quien voy a luchar en las profundidades, chica. Te diré qué va a pasar. Te darás la vuelta y nunca volverás aquí mientras sigas con vida o lucharás conmigo. Si consigues herirme te daré la opción de bajar a las ruinas para cometer esta tarea.

O demuestras lo que vales, o tus modales te habrán llevado a la tumba.

Hago un mohín con la boca, no sabía que ese era el gran sacerdote del templo. Algún día aprenderé por las malas a tener la boca cerrada. Ahora mismo estaba en un callejón y esa puta guadaña ahora si que parecía bastante mortífera. Pero yo soy Melissa Praim, y si un tio con muy mal aspecto en una iglesia perdida de la mano de Sigmar, va a matarme, es que nunca he estado destinada a nada grande.

Me levanto seria, saco la espada a la velocidad del rayo. Mi escudo sigue colgando de mi espalda.

- No se si te has dado cuenta, pero de cualquiera de las dos maneras, acabaré en una tumba- le hablo mientras flexiono las rodillas y salto hacia él.

Sólo llevaba una armadura ligera, pero movía aquella guadaña con soltura, describiendo círculos con ella. La aferraba con firmeza, aquel era un combate que Melissa no podía ganar...

Todos acabamos en una tumba, o en una pira, si blasfemas.

Cuando queráis, arpía.

El maldito sacerdote se me hace más peligroso a cada paso que doy hacia él me corta el angulo de la mayoría de las estocadas por su derecha, tengo que fintar y sacrificar varias estocadas buenas para poder meter un buen golpe entre sus defensas.

Lo peor es que no parece que se esté esforzando demasiado...

Melissa lanzó dos tajos rápidos contra el sacerdote, el primero erró; el segundo fue un tajo horizontal que el sacerdote esquivó doblando las rodillas hacia atrás. Desde esa posición giró la guadaña buscando el cuerpo de Melissa, pero esta ya se había movido, evadiendo el ataque.

¡Muy bien! -los presentes en la sala se arremolinaron alrededor de los combatientes, deseosos de ver algo de sangre.

No está mal -concedió el sacerdote de Morr.

Sacudo mi cabeza para quitarme el pelo de la cara, esa puta guadaña es muy peligrosa, me ha cedido el turno, y no pienso desaprobecharlo, si se piensa que soy todo palabras, está equivocado... no mucho... pero algo sí.

Entro rodando en su guardia, apoyando el escudo y empiezo a atacarle desde abajo, con mi ataque favorito, de abajo hacía arriba en un arco mortal dirigido a su pecho. Intentaré volver a golpearle cuando baje, pero el ataque fuerte es el primero. No me corto ni en pelo.

Dos certeros ataques, el primero, el más fuerte, es esquivado con dificultad, e segundo detenido sin problemas por la guadaña. El sacerdote contraataca con un barrido horizontal que ni se acerca a Melissa, pero que mantiene a distancia los testigos, prudentes pasos atrás ante el avance de la guadaña.

El sacerdote de la guadaña, es habil, decir hábil es quedarse corta, es mejor que yo. No me puedo despistar ni un solo segundo, mi doble ataque lo ha esquivado y luego a detenido el descendente, sólo para coger fuerza y contraatacarme. Estoy con los ojos abiertos y miro el hipnótico balanceo de su guadaña.

Sin mucha confianza ataco muy desviada y paso de largo, pero me retuerzo y lanzo la espada hacia detrás mientras doy una vuelta en el aire, la espada va dirigida a su cabeza con malicia. Lanzo un grito de desesperación en ese ataque. Me estoy quedando sin ideas...

-IAAAAA- grito mientras le ataco.