Partida Rol por web

Inés inclinó ligeramente la cabeza, apoyando los dedos sobre el pómulo y el codo en el reposabrazos. Se hubiese dicho que casi le resultaba divertido, aunque se hallaba lejos de la verdad.

-Porque sin Harlem y sin Brujast, -comenzó recitando paciente, sosteniendo una mirada firme y resulta- con un Virrey asesinado y la carencia de un regio gobierno, de mucha ayuda iba a serle a nuestro Ilustrísimo Rey y a nuestro decadente Imperio, conquistar una tierra ahogada de odio y fango, y muerta de hambre. Y eso lo sabe vuesa excelencia tan bien como que el sol se levanta cada mañana puntual. Asumo responsabilidad de mis actos con cuantas consecuencias lluevan de estos, aun sabiendo que no son motivo ni de orgullo ni de honor -replicó endureciendo la voz-. Me hago cargo. Pero no consiento que se cuestione mi lealtad. Si se construye un Imperio sobre voluntades humanas se errará como tal.

Se aclaró la garganta el Duque.

- Esa es una magnífica respuesta.  

Se hizo un momento el silencio.

- Seré franco con su grandeza, Inés. Parece tener usted unas credenciales estupendas, ha sido extraordinariamente educada, tiene carácter y las hazañas que se cuentan sobre su merced resultarían cómicas, como de cuento de hadas, si no fuera porque son ciertas. – Las siguientes palabras tuvieron un cierto regusto amargo para él y así sonarón.- Y la Iglesia bien ha presionado para que se le dé un puesto en el gobierno de esta complicada nación acorde a lo que sus cualidades se merecen.

Se hizo otro silencio.

- Y bien que lo merece la verdad, más que los chupatintas con los que tengo que lidiar, o los nobles de sangre diluida y ahorchatada que tengo que aguantar. Pero los Países Bajos requieren lealtad y no buen juicio, y esa es la oscura realidad, porque no se dirime ahí una cuestión juicios, sino mera lealtad a unos principios que España no se ha dignado a abondar.

Dijo esto último con tristeza, como si le doliese la insensatez de los Países Bajos pero más todavía que el imperio español, todavía poderoso pero Dios sabría por cuánto tiempo, se enorgulleciese de no regirse por la razón.

- Pero si en Holanda necesitamos a un perro leal y tonto en otros lugares no. El Imperio necesita de manos firmes que lo sujeten y lo administren. Y hay puestos demasiado lejanos como para que la lealtad valga algo. Lugares donde hay que poner personas juiciosas, porque es juicio y no rivalidades estúpidas lo que necesitan.

Se hizo un último silencio.

- España necesita un Virrey de Filipinas y un embajador en tierras asiáticas. Se necesita alguien que sepa coger todo el poder y administrarlo con cautela. Se necesita alguien que tenga acero en el cuerpo. Y estoy pesando en vuesa merced. 

Que le hubiesen dicho tan de mañana que podía ser embajadora en Asia, y al pobre desgraciado que lo hubiese sugerido habría acabado en la soga por estar loco de atar. Le fue imposible por tanto ocultar su sorpresa, y por largos segundos que pareciéronle eternos no supo qué decir. Le sobrecogió primero una súbita excitación y alegría que poco tardó en empañarse al pensar cuán lejos y abandonada caía aquella tierra respecto a lo poco que le quedaba allí. Y fue precisamente eso, lo poco que en la Vieja Europa le quedaba lo que terminó por endulzar más el ofrecimiento.

Sin embargo, y no queriendo correr –que quien mucho corre al final se cae- quiso poner primer sobre la mesa aspectos que discurrían en su mente en forma de dudas.

-Seamos francos entonces -repitió, aclarándose la garganta-: ambos hemos advertido ya que mi carácter no se ajustaría ni a la vida cortesana de Madrid, ni es de dedicarse a la holgazanería, a derrochar, y a aparentar. La ambición es traicionera y no por más abarcar sale uno mejor parado. Mi persona podrá tener a vuestros ojos el ardid necesario para ocupar tal puesto, y que me place y halaga, pero yo sé que apenas he tocado terreno administrativo. No lo descarto, aunque precisaría de orientación e instrucción de algún magistrado, y consejo en la materia por doquier. La razón me favorece, pero intuyo aspectos técnicos que de seguro ignoro.

Olivares hizo un gesto distraído con la mano.

- Os infravaloráis en vuestras ambiciones grandeza Inés, de chupatintas tenemos las casas de administración llenas, que parecen siempre un nido de grajo con tanto abogado y contable. Vuesa merced estará bien asesorada. Su ámbito es otro, el de tomar decisiones. Que es el duro. 

La Grande asintió con entendimiento, como dándole la razón pero sin hacerlo a un tiempo.

-¿Y a qué se debe la vacancia del cargo en las Filipinas? -quiso saber, que nunca estaba de más aprender para empezar de los errores de al que se sucedía.

Se recostó sobre el asiento, visiblemente más tranquilo, aunque aun sin perder el porte y la seriedad.

- El ilustre Miguel de Ozoa, anterior a vuesa grandeza, alcanzó el fin de sus días de causa natural. Vuesa grandeza tendrá que disculparme, pero tengo asuntos que atender, no tan importantes como vuesa merced, pero sí de gentes mucho más groseras. Piénsese la cuestión durante unos días, llamaremos a un escriba de la corte para que le informe de más detalles y en una semana se concretará más. Hable con su gente. 

-Por supuesto -dijo como respuesta a cuanto había dicho levantándose del asiento-. Ha sido una agradable charla, y un placer conocer a su persona. Espero que vuesa merced tenga un buen día no demasiado aguado por los que usted ya sabe.

Hizo una cortés despedida, ajustada al ambiente regio que se sentía, y abandonó la sala con un donaire de a quien los vientos favorables le vienen.