Partida Rol por web

-¡Que te den por el culo! -gritó el tiflin, que a punto estaba de recuperar la visión-. ¡Seguid luchando u os arrancaré la piel a tiras, mulos!
 

La inquisidora murió ante el golpe del paladín y el peso en el ánimo de todos se aligeró. El peligro no había pasado, todavía quedaban dos mestizos que tenían al grupo contra la pared.

Y el tiefling. No había que olvidarse de él.

Pero Kevveon y Cage estaban heridos y a un golpe de caer ante los traidores que tenían delante, así que Anevia retrocedió sacando su espada corta y se la clavó en la espalda, en todos los riñones, al mestizo que acosaba a Coriander.

—Debisteis hacer caso a Ioseph— comentó con voz triste a la vez que sacaba la espada. La hoja estaba cubierta de sangre y entrañas. 

El mestizo cayó de rodillas al suelo mientras se desangraba a marchas forzadas. El tiflin avanzó, rabioso, y lanzó una estocada nada inspirada a Anevia. El otro mestizo se encaró también al mago.

-Si me muero, ¡te voy a llevar conmigo! -Pero estaba demasiado debilitado como para poder acertarle con la fuerza necesaria.

Anevia y Ioshep parecían encontrarse en racha, así que pudo despreocuparse de ellos por un momento. Coriander dio un paso al frente, cogiendo esta vez la ballesta entre las manos y apuntando al mestizo que había atacado a Cage, pero fallando el virotazo.

Con la espada chorreando sangre del último mestizo, Anevia se enfrentó al Tiefling. 

—¡Yo le contendré, Ioseph, acaba con ese mestizo!

Por el rabillo del ojo pudo ver que el único mestizo que quedaba vivo trataba de matar al félido, pero si ella lograba evitar que el Tiefling se uniera a la lucha, sus compañeros podrían recuperarse y con su ayuda, terminar con el Tiefling.

—¿Qué hacéis en estas catacumbas? ¿Por qué atacáis la ciudad ahora? ¿Qué está ocurriendo ahí arriba?— gritó a la cara a su enemigo mientras intercambiaba estocadas.

Ioseph asintió y se volvió para sacar del apuro a Cage y Kevveon, pero su estocada ni siquiera se acercó a su objetivo.

—¿No respondes? No puedo hacer nada por tí.— Comentó Anevia. Ya había aprendido a compensar la pierna herida, a pesar de que cada vez que la apoyaba casi gritaba de dolor.

 Fingió que tropezaba, para recuperarse nada más es Tiefling se abalanzó a aprovechar la oportunidad. Su espada corta se deslizó por el hueco del sobaco de la armadura del planodeudo, alcanzando el corazón.

—Adios— Comentó sacando la espada corta. Nunca la había tenido tan cubierta de sangre. 

Coriander se volvió, disparó la ballesta con la suerte de que atravesó la frente al que quedaba con ella, que murió antes de tocar el suelo. La bruja se quedó observando lo que había causado, un poco confusa por aquel disparo tan preciso, antes de volverse hacia Anevia.

-No te molestes, el mal muchas veces no tiene razones para hacer el mal. Si han atacado ahora es porque o no han podido aguantarse más o porque era el mejor momento según ellos. No creo que haya una razón especial. Lo que hacen en estas catacumbas creo que está claro. Ya lo dije antes... Han estado trabajando como termitas.

Coriander suspiró y rodeó la mesa para mirar al pasillo inexplorado desde una posición segura.

—Pero cuando mueren, Coriander... sus almas van al Abismo, donde crean una nueva generación de Demonios. Más vale un alma redimida que cien Adoradores de Demonios muertos. — Anevia limpió la sangre de su espada en la túnica del Tiefling.

—Pero lo que es cierto es  que se lo merecían. Como dices han debido escavar el suelo de la ciudad y propiciar la invasión. ¿Puedes ayudar con tu magia a Kevveon y Cage? Yo me encargo de registrar a los caídos antes de seguir.

Me mantuve quieto, intentando hacer el menor esfuerzo posible. El fuego había acabado por debilitarme, me sentía sin fuerzas. Ya era la segunda vez que estaba al borde de la muerte, tal vez no había sido tan buena idea venir a la ciudad...

Ioseph cerró los ojos y respiró profundamente. Trató de hacerse a la idea de que cuando los abriera los cadáveres de la gente que acababan de matar iban a seguir ahí. Hubiera deseado que desaparecieran, pero no, ahí estaban.

Levantó la mirada, alarmado, y se volvió hacia Anevia. No sabía cómo se las estaba apañando para luchar con una pierna entablillada, pero andar arrodillándose y levantándose no podía ser bueno.

-Espera, ya lo hago yo. Mejor siéntate un momento.

Inspiró muy lentamente y se arrodilló junto a la inquisidora para registrarle los bolsillos con dedos temblorosos.

La inquisidora llevaba consigo una poción de curar heridas moderadas, otra de invisibilidad, una varita, dos viales de fuego de alquimista, una bolsa de maraña, un camisote de mallas, una guja de gran calidad, un vial misterioso, un libro de rezos enjoyado dedicado a Baphomet, una llave y una nota.

La nota decía:

Hosilla,

Continuarás por el momento en Kenabres, pero sabe que los días de la ciudad están contados. Busca un refugio seguro (la guarida subterránea de tus lacayos mestizos debería ser suficiente para mantenerte a salvo de la devastación que se avecina). Yo asumiré el mando de Drezen en breve, y una vez Vorlesh haya terminado con la piedra custodia y Kenabres no esté ya interesada en nosotros, deberás regresar a mi lado.

Excelentes noticias referentes a tu buen trabajo con el rescate de la espada de Yaniel del museo, pues creo que este arma podría ser muy útil una vez la corrompamos. Antes de que te vayas a Drezen, pasa por los tres refugios (La mansión Nyserian, Soluciones Topaz y la Torre de Estrod. La contraseña sigue siendo "Tengo nuevo material para los archivos" por ahora) para asegurarnos de que no quede ninguna prueba detrás de nosotros.

¡Que el Señor Deskari y el Señor Baphomet te protejan!

S.V.

Kevveon se dejó caer en el sitio y alzó la mano tímidamente para pedir voz.

-Errr... ¿hola? ¿alguien puede ayudarme? Siento como si me fuera a desmayar de un momento a otro...

Por aquí también se agradecería algo de ayuda... Dije, intentando no sonar demasiado preocupado. Ni siquiera tenía ganas de ver lo que llevaban encima los mestizos o, más interesante, aquella loca mujer.

Coriander intentó curar a los dos heridos, pero el cansancio y la oscuridad parecían estar agotando sus poderes y no resultaron tan eficaces.

El tiflin respiró aliviado, como habiéndose quitado una losa del pecho.

-Gracias Coriander, te lo agradezco mucho- Sir Alas Negras revoloteó sobre la bruja graznando- ¡Bruja guapa, graack!

-Supongo que no nos queda más remedio que seguir avanzando... Este camino está resultando verdaderamente un suplicio.

Gracias, comenté. Aunque no me sentía mucho mejor que antes. Al menos podía moverme con soltura, pero si volvíamos a encontrarnos con algún mestizo o algún otro enemigo andaría en problemas.

Decidí beberme dos pociones antes de emprender el camino. Cuando me vi con más fuerzas leí la carta y fruncí el ceño. ¿Esto qué significa? Hay alguien más detrás de todo esto, ¿verdad? Ella no actuaba sola. Digo, refiriéndome a Hosilla. Miré a los demás. Su ciudad acaba de ser destruida y seguramente muchos de sus conocidos e incluso amigos habrían muerto. ¿Buscarían venganza?

Después de leer la carta, lo que no era fácil con la única ayuda de la luz de las antorchas, se la pasó los demás, que no se veían afectados por la oscuridad. Le dio las pociones al elfo para que las identificara y limpió su guja en la ropa de uno de los mestizos.

-¡Significa que tenemos que ir a estos escondites! ¿Quién es Vorlesh? ¿Es otro falso cruzado? -preguntó.

Ante las palabras de Ioseph Anevia se levantó como un resorte. Y le costó un pequeño gemido. —¡Vorlesh! ¿Areelu Vorlesh? ¡Es la responsable de todo! Todos los cruzados lo saben, quizá lleves aquí poco tiempo, pero es la bruja que abrió la Herida en el Mundo, hace cien años, con la ayuda de su Señor Demonio Deskari, ahora lidera sus hordas junto con el balor...

—Déjame ver— La mujer se acercó a ver la carta y sólo leyó el primer párrafo... —¡La piedra custodia! Son las piedras que colocadas en hilera bordeando la Herida, aunque separadas por kilómetros, protegen todo Avistan de los demonios, evitan que se teletransporten. Sin ellas invadirían todo Golarion... Y Vorlesh está...

Continuó con el siguiente párrafo. —¿La espada de Yaniel... Horgus, tu sabrás más... pero no fue Yaniel  una famosa paladina de la tercera cruzada... que fue asesinada y luego su espada robada de un museo cuando perdió todos sus poderes? ¿Quieren corromperla? 

Y ya se quedó de piedra con las letras de la firma —¿S.V? ¿Stauton Vhane? Ese...— hasta ahora no habíais escuchado a la coja blasfemar, pero cuando lo hacía, dejaba en ridículo al estibador más sucio.