Partida Rol por web

Coriander estaba cansada, muy cansada, solo quería encontrar a Anay y salir de ahí. No quería pelear más, pero los dioses, o en este caso los demonios, seguían poniéndoles obstáculos. La bruja apuntó con la ballesta al demonio, deseando que fuera el último que se encontrase antes de volver a reencontrarse con la niña y que todo estuviera bien. Pero el pulso le tembló y el virote se perdió en la distancia.

Al recibir la atención de los héroes, el demonio se dio la vuelta y les mostró una boca llena de dientes de los que goteaba una saliva grumosa y horrible. Sonrió y dijo algo en abisal antes de abalanzarse sobre el paladín para morderle en la cara. Los dientes, afilados como cuchillos, se clavaron en su mejilla y su mandíbula y apretaron como si pretendiera arrancárselas.

Ante ellos se alzaba otro demonio, pero esta vez Liliana se sentía más preparada para hacerle frente. No sólo por la coraza mágica que ahora llevaba, también porque iba acompañada de un grupo de guerreros que parecían más que competentes. Recibieron a la criatura con una lluvia de flechas y proyectiles, mientras que el hermano de Kale se lanzaba a por la criatura. Intentando no quedarse atrás, la escritora dio un rodeo alrededor del demonio, evitando acercársele demasiado, y se colocó detrás de él. Hizo chocar la espada contra el escudo mientras gritaba:

-¡Eh, engendro! ¡Rata del pozo más negro de la creación! ¡Atrévete contra mí, sabandija!

Hizo memoria. ¿Había leído sobre ese ser en los libros de documentación que se llevó para el viaje desde la verde Andoran?

Ioseph soltó un alarido y trató de quitarse al demonio de encima a golpes. A tan corta distancia y con sus dientes clavados en la cara no consiguió más que golpearle blandamente con el asta de Resplandor, lo que a duras penas bastó para lograr que le soltara y darle el espacio que necesitaba para retroceder.

Anevia, sin saber muy bien que hacer contra un demonio, disparó dos flechas, una con mejor tino que otra.

Sin armas especializadas era muy difícil que pudiera hacer daño a un ser como aquel, la mujer necesitaba hierro frío cuanto antes. 

Coriander se enjuagó la frente con la mano y la sacudió mientras pronunciaba las palabras. De las puntas de sus dedos surgió un rayo de emanaciones nauseabundas que golpeó al demonio en la cara. Tras apartarse las volutas negras, el demonio ratonil gruñó con enfado, aunque siguió entero.

La flecha de Cage, aunque bien disparada, no pareció dañar al demonio.

El demonio volvió a hablar en abisal, riendo. Después giró sobre sí mismo y se lanzó a morder a Liliana. La guerrera logró mantenerlo fuera del alcance de su cara, pero sus dientes eran largos y afilados, y hedían a podredumbre.

-¿No es divertido que intentéis hacerme daño con esas armas de juguete? ¡Seguid! ¡Me lo paso muy bien mientras os como la cara!

Liliana apretó los dientes con horror al ver las fauces del demonio cernirse sobre ella. Empujó a la criatura hacia atrás con el escudo, y a continuación giró sobre si misma, ganando inercia para lanzar un tajo horizontal con su bastarda. El ataque no fue muy preciso, pero sí potente, y el hierro frío abrió una buena herida en la carne maldita.

Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Liliana, que no pudo evitar la tentación de soltarle una réplica, también en abisal chapurreado.

- Se acabaron los juegos. Ahora tus mayores te vamos a enseñar a comportarte, niñito.

-¡Vuelve al Abismo, engendro!

Ioseph golpeó a la criatura en la corva con el asta de la guja para obligarle a arrodillarse, y después descargó el filo sobre la cabeza peluda. Resplandor se hundió en su cráneo como si fuera de mantequilla. Arrancó la hoja de la cabeza de la criatura y alzó la vista hacia Liliana.

-¿Te encuentras bien? No hay ningún herido, ¿verdad? -preguntó mientras se limpiaba la sangre de los ojos con la manga.

El brutal golpe del paladín mató al demonio. Anevia suspiró. —Es como la peor de las pesadillas con los demonios recorriendo las calles— Miró el cadáver del ser —y yo sin hierro frío.

Al menos los guerreros habían dado buena cuenta de él.

—Si estaba intentando entrar debe haber gente dentro. Voy a ver si puedo ver algo por las rendijas de las ventanas. 

Con una gallarda proclama y una técnica de lucha depurada, el hermano de Kale dio buena cuenta del demonio enseguida. A Liliana le pareció espectacular, y cuando el paladín levantó la vista hacia ella y le preguntó si estaba bien, las mejillas se le sonrojaron de golpe.

-Yo... eh... estoy bien, ¡claro! No me ha... no me ha hecho nada. Pero tú deberías mirarte la herida de la cara. No me extraña que haya ido a por ti; ese tipo de demonio en concreto disfruta destruyendo cosas hermosas.

Sacó un trapo y lo pasó por la hoja de la espada bastarda, limpiando la sangre del demonio. Luego echó un vistazo al filo, comprobó que parecía seguir bien afilado, y la envainó de nuevo.

El cumplido de Liliana se perdió. Si lo que decía era cierto, esa era la segunda vez aquel día que alguien escupía sobre la Rosa Eterna en su presencia. El paladín bajó la vista hacia el demonio muerto con aire herido. Se llevó la mano al pecho y rodeó el símbolo de Shelyn con los dedos, pensativo.

-Estoy bien -aseguró al cabo de unos instantes, quizá en un tomo demasiado seco. Se esforzó por esbozar una sonrisa despreocupada que hizo que sintiese un latigazo en las heridas de la cara-. ¿Ves algo, Anevia?

Coriander se abrazó a si misma y dio un par de pasos hacia el grupo. Estaba costumbrada a ver demonios en sus pesadillas, pero aquello era otra cosa mucho peor y real; el mundo demoniaco parecía estar solapándose sobre el suyo vomitando toda la maldad que tenía dentro. La bruja miró a Anevia sin saber muy bien que esperar.

Kev tomó aliento tras la pelea, empezaba a estar un poco cansado de que cada dos por tres intentaran matarlos.

-Ese demonio hablaba mucho y no cumplía lo que decía... ¿Y bien, algo más tras este "incidente"? ¿Otro dragón quizás?- El tono sarcástico denotaba que estaba cansado y muy nervioso. Se dio cuenta de que hablaba de más y optó por callarse la boca.

Respiró profundamente antes de llamar. Por un lado quería saber que había sido de sus padres, pero por el otro, igual era mejor no abrir la puerta para no darse de bruces con una realidad que no podría soportar. Apoyó los nudillos en la madera y dio un golpe seco y fuerte, esperando escuchar voces al otro lado.

-Esto... -dijo Liliana, con algo de dudas en la voz -...quizá deberías decir algo, para que no crean que somos más demonios intentando echar la puerta abajo.

-... ¿Kevvie? -preguntó una voz masculina al otro lado de la puerta.

Desde el resquicio, la barba rubia y canosa de su padre emergió en punta.

-¿Eres tú?

Retiró todas las protecciones del interior y desclavó los maderos que le servían de parapeto. Al fin el señor Alfen Gunn, el alquimista, pudo abrazar a su hijo tiflin.

-¡Dioses! Pensé que te habíamos perdido...