Partida Rol por web

Fue más que evidente que un nombre cruzó la mente del bueno del Principal... que no supo, o quiso, disimular sus inquietudes. A tenor de sus graves palabras, éste debía ostentar un alto cargo... a la altura de un Principal!!. Y lejos de lo que pudiese pensar; el joven y abrumado Pelóreon, ajeno completamente a los entresijos políticos de la corte, no tenía ni la más mínima idea de a quién se podría referir de forma tan poco concisa.

¡Por la voz!!...- Musitó entrecortadamente, con expresión de asombro. Los sangrientos hechos entrelazados, por si solos, habían apuntado alto... pero nunca imaginó que pudiese ser tanto. Y a la vez, a pesar de la gravedad de los mismos, parecía ser que aun obteniendo pruebas concluyentes el conspirador, por su condición y cargo, pudiese salir indemne de tal situación. ¿Qué podemos hacer entonces? El arraigado sentido de la justicia del joven noble se nubló presa de la frustración y el coraje. Sin embargo, aquello pudiese no ser nada comparado con la insalvable encrucijada que tendría que hacer frente su buen amigo, dom Jorgall.

Entonces, oyendo sus consiguientes palabras, recordó aquello que le había dicho en una ocasión:

Cita:

Y contempló la gran cicatriz que dividía el desfigurado rostro del Principal, mientras éste daba las oportunas explicaciones a la dama Ydhûn, preguntándose si aquel buen hombre tendría voluntad suficiente para hacer frente a la delicada situación... o simplemente, como el mismo le había aconsejado, apartaría la mirada.

En eso, dom Jorgall cesó de hablar repentinamente, y su circunspecta mirada pareció anclarse en una de las ventanas abiertas en la cercana pared blanca del palacio. El joven noble, atraído por aquel súbito gesto, imitó al Principal... entornando la mirada hacia el mismo lugar... al son del incesante tintineo de dudas que manifestaba la joven dama, una vez se hubo atrevido a intervenir.

Cita:

-. Es posible que la defunción de su hermano, Mydoyrn de Nyrr...- Concluyó, en un susurro, el menor de los Pelóreon, a raíz de las últimas palabras del Principal... sin despegar la vista de aquello que le hubiese podido llamar la atención.

Jorgall miró a Jayrah con interés.

- Veeryn de Hyss es...era uno de los mayores terratenientes de hecho de El Paso. De hecho, tenía tierras en más regiones, pero no las protegía con castillos para que todos supieran que eran suyas. Supongo que ahora que ha muerto, importa poco que desvele esto, pero el noble de Hyss llevaba una contabilidad de sus tierras que sólamente entregaba con cierta periodicidad al donner. Desconozco la relación que hubiera entre ambos, pero de alguna forma el mismo Donner garantizaba la protección de sus tierras con las tropas de la región, las mismas tropas del Donner. Hablamos, por lo tanto, de alguien con un inmenso poder, pero no un ostentoso. Muy al contrario, el noble de Hyss se guardaba mucho de hacer derroche de nada, ni de presentarse como lo que era, uno de los más importantes propietarios de Los Prados. Vuestro tutor, Noro, es un comerciante, en el fondo. Muy enriquecido, pero un comerciante. La historia de vuestras familias...bien, es compleja y yo no sé más de lo que los documentos que he recibido con mi cargo me cuentan. Es desde luego información muy privada, y no quisiera yo hablar de muertes de Principales indignos para acabar revelando cosas que pudieran llevarme a las llamas o a la horca.

Sí puedo decir, desde luego, que lo que se trata en esta reunión es un tema de tierras. No sé llegar más lejos. Los de Nyrr son nobles de más allá de los Prados, pero por muy poco. Sus territorios lindan con el fin de la región Norte, más allá de las montañas. Así que supongo que de eso hablan.

El Principal se detuvo un momento y reflexionó.

- Yo mismo he hecho ciertas cábalas. Como gran terrateniente, Veeryn de Hyss tenía tierras por la zona. Por lo poco que sé, la única unión entre Los Prados y los territorios de más allá de las montañas en esa zona es un desfiladero largo y peligroso, pero un desfiladero es mejor que nada. Para cualquier trato entre tierras, es obvio que Veeryn de Hyss debería dar su consentimiento, o no serviría de nada llegar a ningún acuerdo. Creo que por eso fue nombrado testigo. El asunto es que ahora, a su muerte, alguien ha debido heredar esas tierras. ¿Qué significa eso? No puedo saberlo, como todavía no estoy seguro de que haya un motivo para su muerte y no el simple hecho de haber enloquecido. Al fin y al cabo, como digo, era un hombre reservado. A estas alturas, sólo el Donner sabrá a quién corresponde quedarse con las tierras del de Hyss...y por lo tanto, a quién le corresponde la decisión de qué hacer en el trato. Lo más probable es que se las quede el mismo Donner, claro, porque es su derecho si no hay un heredero directo...y eso, desde luego, le beneficiaría enormemente.

Hans miró a la enorme pared surcada de ventanas y no vio nada en ninguna de ellas, sólo las oscuras sombras de movimientos indecisos sin dueño.

- En todo caso - prosiguió - la defunción del hermano de Mydoyrn de Nyrr es algo que dudo mucho que entre dentro de los asuntos que vayan a tratar. Si quieren llegar a un acuerdo, no les conviene recordar que esta ciudad mató a ese chico.

Los extraños ojos del menor de los Pelóreon parpadearon repetidamente hasta ocluirse completamente, quizás extenuados de trazar vagos retazos sobre las difusas e inquietas sombras que pudiesen vislumbrarse, o no, en la enorme pared colmada de decenas de ventanas... decenas que, al igual que las sombras, parecían haberse duplicado en millares.

La grave voz del Principal, que mostraba especial deferencia por la dama Ydhûn, reverberaba en la bulliciosa mente del joven noble... plagándola de más y más grillos disonantes, empeñados en hacerle perder la perspectiva. Aquel discurso se comenzaba a asemejar peligrosamente a aquellos que había oído tantas y tantas veces al barón* en su propio hogar... aquellos con los que había crecido, a pesar del cálido abrigo de su querida madre.

Tierras y más tierras... poder y más poder... conveniencias... enclaves estratégicos... puntos de afluencia...

Aquel angosto desfiladero, único punto de unión entre ambas tierras, bien podría tratarse de un enclave estratégico... un lugar de paso obligado para cualquier tipo de transición que pudiese tener lugar entre ellas. No era de extrañar pues, que semejante valía pudiese resultar un incordio para ambas partes... o incluso fuese codiciada por una tercera que quisiese sacar provecho de ambos. En todo caso, la relevancia del poseedor de aquellas tierras sería presumiblemente clave en la reunión que se había concertado. A simple vista, y en resumidas cuentas, la extraña muerte del difunto marqués de Hyss pudiese beneficiar a varios altos cargos... y los motivos que pudiesen haber conducido a ésta se habían multiplicado exponencialmente, reduciendo notablemente el interés por esclarecer minuciosamente los hechos.

El joven Hans sacudió su cabeza levemente, varias veces, intentado que toda aquella riada de información no enturbiase más aún su mente. Cuando abrió nuevamente los extraños ojos, estos ya se habían posado en el Principal...

Cita:

-. ¿De qué forma pudo hacerlo, Señor?...- Refiriéndose directamente a la última afirmación en labios de Principal, justo cuando éste hubo terminado de pronunciarse. -. ¿De qué modo esta ciudad pudo acabar con la vida de ese muchacho?...- Con expresión un tanto alarmada... preocupada.

Tragó saliva, a la espera de una respuesta que quizás no fuese del todo de su agrado.

La pregunta del caballero hizo sonreír al Principal.

- Fue uno de los...malditos, o como queramos llamarlos. Salió de un callejón y atacó a una... mujer del mercado. Ésta se defendió y el chico acabó muerto, atravesado con un cuchillo oxidado. Lo que no sabemos es en qué momento sufrió la maldición, en qué momento le volvieron un loco hambriento de carne humana.

Jorgall hizo una pausa antes de proseguir.

- De todas las muertes que ha habido, la de Veeryn de Hyss y la de...el chico de Nyrr parecen las menos casuales. La locura que sufrieron hace que las cosas cambien en esa reunión de prohombres. Uno se pregunta si las demás muertes no fueron casuales y en realidad, estas dos últimas tuvieron un motivo más real, no pura casualidad, sino un plan.

Lo de la muerte de Rannedh es otra historia. Lo cierto es que en el fondo todos creíamos que antes o después jugaría con algo demasiado peligroso...pero la muerte que sufrió fue demasiado horrenda, incluso para él.

La espontánea e inesperada sonrisa del Principal aligeró, tenuemente, la marcada tensión del rostro del joven noble... aunque sus posteriores palabras obrasen justo lo contrario.

-. ¡Por la Santa voz!!...- Musitó con alarma en voz baja, quedándose prácticamente sin aliento... petrificado por la abrumadora revelación. Silenció al instante, no queriendo interrumpir el reanudado discurso del dom... ahogando el prolongado suspiro con la palma de la mano, que iría a ocluir completamente la profunda cavidad oral.

Ciertamente, aún sin llegar a conocer al muchacho, el joven Pelóreon apostaría con seguridad a una contaminación previa del difunto de Nyrr... una que pudiese justificar su supuesto acto vandálico. Aquello, sin duda, era sumamente desconcertante, aunque decidió dejar concluir al dom antes de intentar esclarecer aquel inquietante suceso.

Por otro lado, no se podría decir que no estuviese de acuerdo en la mayor parte de las conclusiones a las que había desembocado, de mutuo propio, el Principal. El menor de los Pelóreon ya se había manifestado en ese sentido con anterioridad. Sin embargo, al igual que entonces y al contrario de lo que pudiese creer el dom, su instinto seguía advirtiéndole que de alguna forma, aunque desconocida por el momento, la traumática muerte del señor Rannedh debía estar relacionada con los inquietantes y espeluznantes sucesos acontecidos en la majestuosa ciudadela fortificada.

La mano del joven noble había abandonado no hace tiempo el cometido que le habían asignado previamente, y ahora reposaba dócilmente sobre la resplandeciente empuñadura que sobresalía de su cintura.

-. Lo cierto, Señor, es que la trágica muerte del Señor Rannedh no sucedió ni antes ni después...- Intentó corregir al Principal lo más sensiblemente posible, sin ánimo de contravenir... ni entorpecer el hilo de pensamiento del dom. -... si no simultáneamente. Y ese hecho objetivo, casual o no, no se debería obviar... ni disgregar, hasta tener pruebas firmes que indiquen lo contrario.- De nuevo, los eslabones de la cadena volvían a conducirnos irremediablemente al intocable Eddyck... que a todas luces, obligado o no, había faltado a la verdad en su testimonio.

-. Dígame una cosa, Señor...- Prosiguió tras una pausa reflexiva, dirigiéndose nuevamente al dom. -... ¿cuándo tuvo lugar la lamentable pérdida de los de Nyrr?... ¿la importante reunión había sido ya concertada de antemano?...- Sus extraños ojos, ocre y jade, se clavaron con mayor intensidad en los de su interlocutor. -. De ser así, el planteamiento que nos atañe podría cambiar radicalmente...- Terminó de decir, con un intrigante y tenue halo de misterio en sus últimas palabras... en el timbre de su voz...

Por fin parecía que el caos de malignidad y temor poco a poco se iba diluyendo para dejar paso a una malevolencia mucho más concreta, menos... sobrenatural, más humana. No por ello menos peligrosa, o más débil. Simplemente, más comprensible.

El rostro de Jayrah se iba serenando con ese advenimiento. El cansancio seguía dibujando gruesas líneas en él, sombras y trazos azulados. El cansancio y la enfermedad que aún sentía corroer su sangre, fuera natural o fuera ponzoñosa. Pero a pesar de ello, los rasgos se afinaron, su semblante se relajó, dejando paso a la placidez de quien empieza a situarse, a entender.

-Una reunión... de política y estrategia. Altos cargos, poder, tratos, negociaciones. Intereses encontrados. Unos ganan, otros, indefectiblemente, pierden... y aquellos que creen estar condenados a la pérdida, harán lo que esté en su mano, bueno si son honestos, malo si son oscuros, para cambiar ese sino. Y, justo entonces... -Una pequeña chispa parece encenderse en las pupilas hasta ahora matizadas por un vaho opaco- ...justo entonces aparece, precisamente, una maldición. Una plaga que azota las gentes de la ciudad... primero de allende el muro, la plebe, los campesinos. Pero, inexplicablemente, ese mal devora las carnes de dos de los implicados en esa reunión... dos de los que tienen poder, y capacidad de decisión. Y eso sucede dentro de los muros de la Corte. El mal llega a Palacio, y, para alguien, cae como una bendición cuando siega vidas. ¿Implicados...?

Se giró hacia el Principal, la cabeza ladeada, aún pensativa, aún meditando en voz alta.

-No es cosa de fuera, Mi Señor Jorgall, no es cosa casual. Como decís, sigue un plan, y quien lo ha trazado sigue entre lo más protegido de la nobleza. La reunión es la clave, y lo que en ella se debata. No tengo idea de qué se decide en ella, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que quien salga ganando, no lo hará sin haberse hecho valer. Y lo que vale, cobra un precio. En vidas humanas, si es necesario...

El Principal sonrió.

- Por esa razón, mi señora, se me ocurre algo que quiero que consideréis. Asistid a la reunión. Al hacer esto, estoy sin duda poniendo en riesgo mi posición y eso es como decir mi vida, pero al veros, al pensar en todo esto, me doy cuenta de que podéis ser la mejor posibilidad que tengo para encontrar una razón última a todo cuanto ha sucedido. Si hay algo más que sacar de este sucio asunto, señora, vos podéis desempeñar un importante papel. Para ello, si accedéis, hablad con vuestro padre, pues como tutor tiene que dar su permiso. Por lo que sé, él estuvo cerca de asistir, pero el mismo Veeryn de Hyss insistió mucho en que no lo hiciera. Sólo él sabrá ahora por qué.

Decid que su muerte ha permitido vuestra presencia y yo me daré por autorizado a permitiros el paso.

Se volvió luego al caballero Peloreon, para quien no tenía palabras tan esperanzadoras.

- En vuestro caso, me temo que no tengo posibilidad de permitiros asistir. No se me ocurre de momento qué papel podéis desempeñar más allá del que sin duda ya habéis realizado. En todo caso - habló para ambos - la reunión es mañana. Buscadme a primera hora y os dirigiré, señora, hacia el lugar donde va a tener lugar.

- El pequeño de los de Nyrr murió hace unos días, durante la celebración de las festividades en una de las plazas de la ciudad baja cercanas a las murallas del palacio. Aún no estamos seguros de cómo pudo llegar hasta allí sin ser visto antes. Después de todo, llevaba sus ropajes distintivos y cualquiera lo hubiera reconocido como un noble, aunque estaba lleno de barro e inmundicias.

No sé exactamente cuándo se concertó la reunión, pero sin duda fue hace al menos una estación completa. Es lo que suelen tardar esas cosas. Los de Nyrr han tenido que recorrer una buena distancia a través de los Prados hasta llegar aquí. No les habrá llevado menos de veinte buenas jornadas de viaje, un viaje muy peligroso, si han venido por el mismo lugar cuyo dominio pretenden negociar. Sabemos que la guardia que han traído es cuantiosa, pero una vez en palacio, la verdad, la dejaron a su aire con el deber de presentarse de nuevo dentro de unos cuantos días, cuando estuvieran listos para regresar, y con la orden de no provocar ningún altercado.

A ninguno de los dos se les escapó que Jorgall había mencionado "Los Prados" en lugar de desglosar las regiones en concreto, como solía ser lo habitual de aquellos que habían nacido allí. Aunque es posible que el capitán fuera originario de esta tierra, su vida de guerras y conflictos le había llevado a tantos sitios que podía ya muy bien considerarse originario de ninguna parte.

-Desde luego, Mi Señor. Podéis estar seguro que hablaré con Norro, mi padre y custodio, y tras vuestras palabras, y otras que él mismo pronunció, conseguiré que me de su permiso. Y no sólo su consentimiento, sino su apoyo además, conseguiré estar presente en esa Reunión, a su lado. Tierras... litigios. Un paso en el Norte... Creo... sí, sinceramente creo que tengo hasta derecho, aunque ahora no lo sepa, pero hay algo que me dice... es una intuición...

La muchacha sacudió su cabeza, no estando en absoluto segura de por qué sentía esa sensación de que estaba implicada por causa de su madre, de su verdadera familia, en todo este entramado. Por razones que ahora parecían nimias su verdadera procedencia se le había ocultado hasta ahora, cuando tras los sucesos que presenció habló con el noble padrastro, y le reveló parte de su origen. Bien, quizá debiera tirar de ese hilo, quizá...

-Y cuando sepamos el verdadero motivo que llevó al de Hyss a la muerte, y también a ese muchacho, el pequeño de los Nyrr, puede que entendamos mejor quién y por qué deseaba que ocurrieran esas muertes. Puede que entonces hasta la del sabio y solitario Rannedh se aclare ante nuestros ojos. Mañana por la mañana, bien temprano, sabréis de mi. Os buscaré.

Jayrah calló, quedando con expresión decidida, un mohín de firmeza en su rostro juvenil que le impuso años en un segundo. Esperó a ver qué decidía su compañero, no teniendo ya nada que añadir. Deseaba hablar con Norro cuanto antes, y aclarar ciertos aspectos que sólo el noble podía resolverle, por lo menos hasta que asistiera a esa Reunión.

El menor de los Pelóreon atendió con suma mesura, y en silencio, a la intricada respuesta que obtuvo a su pregunta. De ella, sin duda, pudo sacar algunas de las piezas que le faltaban... aunque, por la expresión de su transparente rostro, no parecía por el momento cómo encajarlas.

Pensativo... inmerso en el imponente paisaje que les agasajaba, acariciaría con la yema de los dedos los cabellos, que lacios cubrían sus pabellones auriculares. Mientras, a su lado, la joven noble accedía sin reservas a la petición del Principal.

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-. Que no os inquiete ese asunto, Señor... no por mí.- Se apuró a añadir el joven Pelóreon, restando importancia al posible malentendido. Se había vuelto hacia el Principal, una vez éste se hubo dirigido a él. -. Accedí, dentro de mis posibilidades, a colaborar con vuestra merced en la investigación.- Sonrió afablemente, mostrando su absoluta conformidad con aquellas palabras. -. Lamentablemente, esa importante reunión se escapa a mi alcance... y tampoco nos conviene levantar excesivas suspicacias entre los presentes.- Se giró entonces hacia su acompañante, arrastrado por sus propias palabras. -. Por otro lado, la posible asistencia de la dama Ydhûn es toda una bendición para aclarar los hechos...- Celebró, tan sólo un instante, pues poco después su expresión se tornaría preocupada. -... aún así mi señora, le ruego suma precaución y cautela en la asamblea... y ruego, a ambos, que demoren la oficialidad de su asistencia lo más posible.- Intentó, al menos, acordar aquel término antes de retornar a sus pesquisas pendientes.

Pactado ese primer punto con la mirada, el joven noble prosiguió con la palabra...

-. Entretanto Señor, si no lo ha hecho aún, le sugiero encarecidamente que dialogue con el capitán Amryyrr, hombre al cargo de esclarecer la perturbadora muerte del Marqués de Hyss.- Se atrevió a recomendar respetuosamente al Principal. Quizás el hijo del barón Ammonyrr de Aneesteer hubiese hallado algún indicio, o testimonio directo, sobre la autoría de los hechos... o quizás hubiese encontrado alguna prueba entre las custodiadas pertenencias del de Hyss.

-. Le ruego, además, que tenga en cuenta el perfil* que le he dado, sobre todo a la hora de informar a sus hombres sobre la posible identidad del hombre que buscamos... y prevenirlos de la singularidad de su filo... del olor a almizcle que podría desprender.- El menor de los Pelóreon hizo una ligera pausa, rememorando seguramente el ensombrecido semblante del frÿlle Cassyr cuando les relató su lejana vivencia. -. Tenga en cuenta, Señor, que las restrictivas medidas de aislamiento bien podrían no responder a las expectativas depositadas... bien podrían no ser un impedimento si, por lo que parece, nuestro hombre está apadrinado por un noble influyente.- Aún así, sin duda alguna, las reforzadas medidas de seguridad entre ambos barrios podrían brindarles una oportunidad de capturar al sibilino artífice de expandir la maldición, si éste se aventura a cambiar de zona. -. Con tal fin, yo oficializaría un minucioso y estricto registro escrito de todo aquel que hiciese uso del paso... y de cada uno de sus acompañantes. Sin excepción.- Se apuró a añadir el joven noble mostrando especial preocupación por capturar directamente al ejecutor y, en cualquier caso, poner fin al derramamiento de sangre.

Un hombre no sería digno de confianza si no cumpliese su palabra... y el noble Pelóreon no faltaría a la suya. -. Debo pedirle un favor, Señor,... antes de retirarme a afrontar mi precaria e inesperada posición en esta ciudad..- Había hecho acopio de todo su atrevimiento hasta llegar este momento, que decidió verterlo. -. Intuyendo de antemano circunstancias comprometidas**, juré guardar la identidad del testimonio que nos brindó la información que le he dado, el frÿlle... me gustaría, por seguridad, que su nombre no trascendiese más allá de esta reunión... me gustaría decir que preservé mi palabra.- Amagó con enmudecer, sin embargo no lo hizo. -. Incluso me gustaría que valorase la disposición de unos custodios, por si decidiesen anudar*** ese cabo suelto... uniendo su nombre al de los infestados con la maldición.- Puede que el joven noble pecase de ingenua desconfianza, pero tenía que seguir el pálpito que había sentido en el pecho en aquel instante.

Jorgall sonrió a la mujer con un gesto de verdadera ternura, quizá algo que sólo pueden practicar aquellos que han conocido la muerte muy de cerca y, por lo tanto, conocen bien el valor de la vida mientras aún se tiene.

- En ese caso os recomiendo que no os demoréis. Mañana será un día de mucha tarea y debéis estar descansada.

Luego se dirigió al Peloreon.

- Tendré muy en cuenta lo que decís, porque de entre todos confío mucho en vuestro criterio. Yo mismo creo que, como bien decís, hay quien está implicado de la forma más directa, un hombre a quien se le ha otorgado un poder que desde luego no merece y me imagino que con esto digo ya mucho. Desde luego que hablaré con mi igual para clarificar los términos de la investigación intramuros. No podemos olvidar que estos momentos son delicados por las razones que os he revelado. Y no os preocupéis por Casyyr, pues el hombre ya es vigilado y protegido, aunque la verdad rezaría yo por el alma del pobre iluso que pretendiera atentar contra su vida.

El capitán hizo una última pausa.

- Si lo pienso, es ella quien no tiene más protección hasta la casa. Podría ser una buena tarea la de asegurar su bienestar, ya que ahora mismo las calles están todo lo seguras que es posible, pero eso no es demasiado decir, y los hombres escasean.

El joven Pelóreon, satisfecho, asintió con vehemencia a las palabras del Principal.

-. Yo mismo, Señor, tenía pensado ofrecerme para acompañar a la Dama Ydhûn, aquí presente, hasta que esté a buen recaudo en su residencia familiar.- Mostró sin demora... con apremio su buena disposición, acariciando la empuñadura del decorativo acero que pendía del cinto. Si bien su esplendoroso filo esgrimido no estaba, seguramente, a la altura marcial de la labor encomendada, pundonor y gallardía no parecían faltarle. -. Y me ofrezco si no hay mayor inconveniencia en el deber y mi compañía es bien recibida.- Expuso con arrojo. -. Del mismo modo que me ofrezco, si finalmente las pesquisas pendientes me lo permiten, a acudir mañana a vuestra madrugadora cita.- Quizás, dadas las inesperadas y desafortunadas circunstancias que le envolvían, se veía obligado a regresar antes de tiempo a la baronía de los Pelóreon. Y puede que mañana, cuando el astro solar alcanzase la misma altura, estuviese ya de camino de vuelta... con la cabeza gacha y la desazón de haber defraudado, una vez más, a su querido padre.-... si bien no a modo de contertulio en la importante reunión, sí podría requerirse mis servicios en los redores de la reunión...- Hizo una leve pausa, que dedicó a cavilar. -. Para no levantar excesivas suspicacias... se podría justificar mi presencia si soy nombrado como auxiliar suyo, Señor... o, mejor aún, podríamos aprovechar mi circunstancia de trágica "orfandad" para, con el beneplácito del generoso Señor Norro, presentarme bajo su tutela provisional, mientras no resuelva mi situación actual.- Ambas resoluciones presentaban evidentes inconvenientes y, habiendo mostrado sus preferencias, el joven noble se quedó expectante de que los contertulios se pronunciasen sobre la viabilidad de ambas ocurrencias.

-Os agradezco el ofrecimiento de constituiros en mi escolta, noble Peloreon, y desde luego lo acepto. Jayrah se inclinó levemente, para subrayar sus palabras. -En cuanto a la conveniencia de hablar con Norro... mi protector es un hombre muy rígido, y poco amigo de cambiar las normas establecidas. No sé cómo puede tomarse eso, incluso si yo se lo pidiera. Pero otra cosa, desde luego, es que esa iniciativa viniera de vos, Mi Señor Jorgall, si tenéis a bien hacerlo. Y, en ese caso, yo apoyaría vuestra petición, naturalmente. Quizá... -la joven mordisquea el labio mientras entrecierra los ojos, sopesando su idea- ...quizá deberíamos hablar con él los tres, conjuntamente. Es un hombre íntegro, o por eso lo tengo, y escucharía nuestros motivos, y nuestros temores. Acudir a esa reunión con el joven Hans puede ser una baza más, sobre todo si, como es de preveer, aparecen complicaciones... y se cierne el peligro sobre los inocentes allí presentes. Yo misma, desde luego, preferiría que pudiese asistir a mi lado...

Ambos se despidieron del Principal, quien hizo una afectada pero sincera reverencia. El día avanzaba con los acontecimientos, aunque el Sol de verano aún lucía sano y fuerte en las alturas, como una promesa de verdad.

El camino se hizo sencillo, rodeado de la vida de la ciudad alta, un lugar seguro y luminoso hasta esos días, en los que incluso la gente que gobernaba las tierras se sentía insegura dentro de sus propios dominios. La piedra no parecía tan clara ni inmaculada ante unos ojos que sabían lo que ellos, y las esquinas eran sospechosas, tanto como las miradas de los que se cruzaban.

Más allá de miedos poco justificados, sí era cierto que a su alrededor encontraron menos gente paseando para lo que podían esperarse. Apenas los sirvientes cruzaban las calles y saludaban con la mirada fija en el suelo.

Pronto llegaron a la casa grande de Noro Darryyn. Jayrah vio a Kyssyll en el exterior, enfrascado en la limpieza de la pared. Siempre que alguien limpiaba la fachada de la casa era o porque había una visita inminente o porque el sirviente encargado de la tarea había hecho algo mal, ya que era un empleo tedioso y bastante desagradecido. El joven no vio llegar a Jayrah y, cuando la noble estuvo cerca, se sobresaltó y se le cayó al suelo el cubo de agua sucia y el duro cepillo con el que trabajaba.

Jayrah saltó, ágil, justo en el momento en que el agua iba a salpicarle la falda. Sacudió la cabeza, riéndose, la situación era divertida, un respiro tras un trayecto ensombrecido por los pensamientos lúgubres y los presentimientos aún peores.

Pero de inmediato frenó su risa, y se modió el labio mientras preguntaba al muchacho, súbitamente consciente de lo que podía representar que estuviera haciendo ese trabajo.

-¡Hum! ¿qué ocurre, Kyssyll? ¿Esperamos visita? O... ¿hay algo que ha... digamos... irritado a mi tutor, y que te ha acarreado este castigo...?

Kyssyll pareció darse un buen susto cuando Jayrah le habló. Se quedó un momento mirándola, como si no estuviera seguro de qué decir o incluso de qué hacía allí.

- Mi señora, yo...no he hecho nada malo. Sólo...bueno, nada malo. Mi señor quería veros, pero yo no os encontraba por las calles. El señor está en la casa. ¿Debo anunciar a alguien más? - añadió, refiriéndose a Hans.

-¿Sólo... sólo qué.....? Sigue, Kyssyll, cuéntame.

La muchacha contemplaba seria al joven sirviente, y no parecía tener prisa en entrar. Esperó a que éste le respondiera su pregunta, en realidad coletilla de la primera que le había hecho, antes de decirle si iban a entrar ambos nobles en la casa, o sólo iba a hacerlo ella.

El joven criado encogió los hombros con aire avergonzado.

- Entré por equivocación en la habitación de vuestro hermano, señora. Abrí su puerta sin llamar antes. Él me vio y me gritó mucho. Avisó a vuestro padre y él me dijo que debía limpiar de una vez toda la casa, señora.

Podía parecer un pequeño castigo, pero limpiar toda la casa era una tarea sencilla que podía llevar días. Noro nunca habría castigado tan duramente a un criado por algo así, y menos aún a Kyssyll. Ya estaban acostumbrados a su manera de ser y de alguna fomra lo admitían y lo perdonaban.

El criado tampoco sabía mentir. Un simple vistazo a su rostro demostraba que ocultaba algo más, pero era poco probable que fuera a decirlo.

- ¿Aviso al señor? - insistió.