Partida Rol por web

-Sí...

Murmuró apenas en respuesta. No le gustaba nada el lugar en el que se estaban metiendo. Le recordó demasiado vivamente otro lugar oscuro, hediondo y terrorífico, el que por fin había decidido abandonar justo antes de encontrarse con esas dos mujeres. El lugar por el que ese mago malvado, o lo que fuera, se había adentrado...

La voz de Unnysia se fundió en las sombras. Parecía venir de todos lados, hasta que los ojos se empezaron a adaptar a la oscuridad y ambas mujeres entrevieron las siluetas a través de una luz difusa que nacía de lo que debían ser grietas en las paredes. Detrás de ellas, un rugido se acentuó y se convirtió en un bramido de derrumbe. La pared de atrás se había colapsado.

- Tranquilas - dijo la voz, pero ella misma denotaba desasosiego -. Seguiremos por aquí. Conozco este camino, pero hemos tardado en llegar hasta aquí... bueno, no importa. Sé por donde salir.

El camino resultó lento, o quizá fue la percepción. A veces se rozaban contra las paredes, ásperos recuerdos del lugar que recorrían. El aire se hacía amargo, metiéndose en la garganta e irritándola, obligando a toser con un eco sordo y breve que helaba los huesos.

Tras un recodo, llegó una especie de corriente y tuvieron la sensación de que había aumentado la humedad de golpe.

- Pasamos al lado de la corriente de agua que limpia la ciudad... las cloacas. Si seguimos un momento más, llegaremos hasta una puerta en mitad de la ciudad baja.

Y siguieron. El rato fue difícil de determinar, pero al final, el contorno de una puerta gruesa se perfiló entre la negrura.

- La puerta se abre desde dentro por un pestillo - Unnysia se acercó y toqueteó. Movió un pasador que gimió con un ruido sordo -. Ahora abriré y saldremos corriendo. Estaremos en mitad de unas casas donde unos obreros cuidan las cloacas. No creo que haya nadie en la puerta, pero por si acaso, corred, ¿está claro? Corred.

La chica abrió la puerta y, de nuevo sin esperar, salió corriendo, recogiéndose la falda con gesto experto. La claridad resultó dolorosa al principio y casi no veían, pero parecía que delante de ellas había casas apiladas de forma obscena, como a punto de caerse unas sobre otras. La ciudad baja, intrincada, traicionera...

Un grito de sorpresa resonó a un lado.

- ¡Eh! ¿Esa niña ha salido por la puerta?

Seguido por unos pasos indecisos al principio...

Aunque la luz la cegó en un primer momento, la urgencia chilló en su mente y avivó la sangre en sus venas, así que reaccionó. Sin pensarlo un segundo corrió siguiendo la flor de tela que era la falda de la muchacha, corriendo a su vez delante de ella, corrió sin mirar atrás, ni a ninguna otra parte.

Escuchó los gritos, las gentes que las habían visto, que habían visto abrirse la puerta.

No podían permitirse ser detenidas, y no se detuvo. Sólo seguir la falda de Unnysia, sólo escapar enmedio del charco de luz.

Muchas carreras compitiendo incluso con chicos había en el pasado de Iluubra como para amedrentarse por esta, pero sabía por experiencia que a vigilante indeciso le sabe a miel la cabra coja. O lo que es lo mismo, si venían por ellas les sería más fácil y se contentaían con detener y pedirle explicaciones a la última. Iluubra no pretendía serlo, así que aunque salió tercera por la puerta, no pensó ni un segundo en acabar la carrera en esa posición...

Desde el primer momento pudieron comprobar que Unnysia estaba habituada a correr. De nuevo había dejado atrás la apariencia de una chica frágil y se precipitaba como una exhalación por unas calles que, evidentemente, no le eran desconocidas. Tanto Iluubra como Jayrah, sobre todo ésta última, percibieron el cambio radical en el aspecto de la ciudad a esa altura. Las bocanadas de aire llenaban sus pulmones de un olor nauseabundo en comparación y todo lo que abarcaba su vista se les antojaba peligroso. Sólamente Unnysia parecía saber hacia dónde se dirigía. Tomó un cruce a la izquierda, por una calle que descendía y se perdía tras una curva.

Detrás de ellas, los gritos se convirtieron en una sucesión de maldiciones y apresurado entrechocar de metal.

- ¡Vosotras! ¡Deteneos! ¡Malditas mozas!

¡Joder!- gritó Iluubra en la carrera, preguntándose si al final de la carrera sería capaz de contenerse de darle una o dos bofetadas a esa cría...

Unnysia hizo un amago y se ocultó tras unas cajas. Iluubra llegó a su altura, pero Jayrah, nada acostumbrada a correr, empezó a quedarse atrás. Por suerte, los vigilantes no podían seguir el ritmo por el peso de la armadura.

Iluubra miró el lugar donde se había ocultado Unnysia para comprobar que ya no estaba allí. De un vistazo afortunado la vio desaparecer por una esquina, pero si la seguía inmediatamente, probablemente Jayrah se quedaría descolgada definitivamente del grupo. La decisión no era sencilla.

Además, las muchachas habían llamado la atención de los ciudadanos que se cruzaban con ellas. Un par de ellos, de hecho, las seguían atentamente con la mirada, apoyados perezosamente en una pared.

Si Unnysia iba a seguir el plan inicial, Iluubra ya se hacía una idea de por dónde saldría y una vez fuera, por mucho que corriera se la vería de lejos. Así que aguardó un instante para asegurarse de que Jayrah viera dónde giraba y seguir corriendo de inmediato para entrar en la calle principal y buscar con qué camuflarse de inmediato, simulando caminar junto a un carro, comprar algo o preguntar una dirección, tras lo cual volvería a buscar con la mirada a la sobrinísima.

Le pisaban los talones, y resoplaba mientras corría, su vestido de cortesana molestando en un lugar tan poco acorde. La chiquilla había corrido como una gacela, y ella la había perdido de vista. Y casi que también a la sirvienta, Iluubra, sólo que ésta, más cuidadosa, iba girándose para asegurarse de que Jayrah la seguía.

Lo hacía, la seguía, aunque no estaba segura de poder alcanzarla sin que antes alguno de sus perseguidores airados no la alcanzaran a ella. Se acercaban a la zona más transitada, aquello era una salida si conseguía llegar allí. Iluubra se detuvo un instante, y luego giró metiéndose en un callejón lateral, iba hacia una de las calles principales.

Luego, desapareció. Pero Jayrah había llegado a verla, sabía por dónde seguirla. Ahora faltaba que pudiera...

Iluubra se desvió por un sendero y Jayrah siguió tras ella. Consciente de las miradas que la seguían, la mujer de origen acomodado continuó hasta desembocar en una calle principal que ya conocía, adoquinada y rodeada por puestos de venta pequeños. En uno de ellos, mirando distraídamente la fruta, distinguió a Iluubra.

La muchacha se había convertido en una más, indistinguible del resto, recogiendo de no se sabía dónde un chal oscuro y cubriéndose con él con una pasmosa naturalidad.

Entre ambas, descubrieron a Unnysia apareciendo como una exhalación en la calle. Repentinamente consciente de su aspecto, se detuvo un poco antes de llegar al centro y se ubicó en una esquina. Parecía estar buscando algo por el suelo.

Entonces ocurrió algo que sólo podría catalogarse como milagro. Al fondo, adelantados, pero a una distancia alcanzable, había un grupo de jinetes, al menos seis, ocupando toda la calle, lanzando destellos de metal.

Al alcanzar una cierta consciencia del lugar en el que estaban, Jayrah fue consciente de su aspecto desastrado y, a pesar de ello, de estar vestida con ropas más lujosas de lo común en ese lugar de la ciudad baja.

Se miró a sí misma. Tenía que hacer algo para pasar desapercibida, sus ropas delataban su condición, aún estando desastradas.

Buscó rápidamente a su alrededor. Un lodazal, un charco. Para embarrarse tan discretamente como fuera posible la seda, y quedar más acorde con el entorno en el que se encontraba. Mimetismo, eso era. Quizá los soldados del fondo, con su estruendo, llamaran más la atención que no lo que ella estuviera haciendo, y podría conseguirlo sin ojos pendientes de su espalda, como la propia Iluubra acababa de hacer.

La joven aprovechó saber tanto de fruta y su venta como el tendero para tenerle ocupado con un regateo creíble mientras vigilaba con el rabillo de ambos ojos las evoluciones de Jayrah y Unnyssia. Al ver a los caballeros al fondo, se tensó, ansiosa por ir hacia ellos tan pronto sus compañeras estuvieran cubiertas de la suficiente mierda. Se sonrió al recordar un momento muy parecido vivido en estas calles días atrás...

Y casi a la vez que Jayrah había cubierto su vestido con los desechos del camino, Unnysia asomó la cabeza llamando la atención de las dos chicas. Había conseguido una toga de una pieza, de tela basta, atada en la cintura con una soga fina anudada. Le quedaba algo larga, pero le animó a dejarse ver al fin.

La tímida sonrisa que pareció esbozar en la distancia, se congeló de repente, cuando miró tras Iluubra y Jayrah y abrió los ojos, y éstas escucharon un grito resoplante.

- ¡¡¡¡¡De.. detenerse, ...joder!!!!!

Detrás de ellas, uno de los guardias se las había apañado para seguir su camino, aunque parecía al límite de sus fuerzas, apoyado en sus rodillas. Miró hacia la calle donde venía, como si esperase a otros.

Iluubra aprovechó la mirada atrás del guardia para salir de su vista, haciendo un gesto a las otras dos para que la siguieran al interior de una calle lateral. Tenía un plan en la cabeza, pero no podía comunicarlo a gritos ni con gestos.

Fue un segundo, pero lo captó, captó el mensaje. Jayrah salió corriendo, recogiéndose las faldas para poder ir suelta, y siguió a Iluubra al callejón. Se había dado cuenta de la mirada del soldado hacia atrás, y su cansancio. No podía preocuparse por la joven Unnysia, debía salvar la piel.

Corrió, y no miró atrás.